El video dura tres minutos y cuarenta segundos. La protagonista es Rocío Caldevilla, licenciada en Enfermería, instrumentadora quirúrgica y jefa de quirófano del Hospital Asociación Médica (HAM) de Bahía Blanca. Lo filmó a fines de marzo, después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara al coronavirus como pandemia.
Con los días, el video alcanzó las 300 mil reproducciones y se volvió viral. ¿Qué muestra? La forma correcta en que los trabajadores de la salud (en este caso, aquellos que están a cargo de Rocío Caldevilla en el HAM) deben sacarse el equipo de protección personal (EPP).
El video tuvo muchos comentarios positivos aunque, también, recibió varias críticas. “Algunos me tildaron de exagerada. Me dijeron que lo estaba haciendo en cámara lenta. No fue así. Después de haber estado en contacto con un paciente que dio positivo de coronavirus, hay que tener extremo cuidado a la hora de sacarse el equipo de protección personal. Debe hacerse lentamente, con movimientos suaves y envolventes, sin sacudir ni tironear. ¿Por qué? Porque el virus está adherido a todo eso. Si uno tira, el virus se remueve”, sostiene Caldevilla en charla con Infobae.
Como una mamushka, Caldevilla se va quitando las prendas que, por un momento, parecen ilimitadas. Primero un camisolín hidrorrepelente y un par de guantes, después la máscara facial, luego un barbijo, una cofia y un par de botas. A medida que se las va sacando, otra persona ubicada a una distancia prudente la rocía con alcohol. Algunas prendas (como los guantes, cofias, camisolines y botas) van directo a la basura; otras, en cambio (como las máscaras faciales y las antiparras), se sumergen en un balde con lavandina diluida durante 15 minutos. Después se las enjuaga, se les pasa alcohol y están listas para volver a utilizarse.
Minuto dos del video y Caldevilla continúa retirándose las prendas. Se saca un segundo camisolín, otro par de botas, inclina la cabeza hacia adelante y se quita las antiparras. Después ingresa al vestuario, se saca una segunda cofia, otro barbijo y un par de guantes. Finalmente, se limpia la suela de los zapatos sobre un trapo de piso con lavandina y camina hasta las duchas.
“Lo grabé para que las personas que integran mi equipo de trabajo tuvieran presente cómo quitarse las prendas una vez que salen del quirófano. Después decidí compartirlo en mi cuenta de Facebook porque me enteré de que había muchos colegas de otros lugares que no habían recibido una capacitación al respecto y pensé que podía ser útil”, explica la mujer a este medio. “Como era un simulacro, usé dos barbijos comunes y no el N95, que es el que estipula el protocolo”, agrega.
De Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires), Rocío tiene 39 años y es madre de dos niños de 5 y 9. Al Hospital Asociación Médica (HAM) llegó hace casi una década y, actualmente, es jefa de quirófano. Bajo su responsabilidad hay 30 personas, entre ellas, instrumentadores, enfermeros, técnicos de anestesias, anestesiólogos y cirujanos. “Soy detallista y obsesiva”, sostiene. Por eso, las medidas que dispuso para su sector van allá del ámbito del quirófano.
“Les pedí que empiecen a venir sin mochilas, bolsos y carteras: cuantas menos cosas traigan de la calle, mejor. Solo el celular y las llaves de sus taquillas. Prohibí el uso del mate y, para la hora de la colación, tienen que turnarse para ir a la cocina. Lo que más cuesta, creo que por la idiosincrasia de nuestro país, es mantener la distancia social. Eso es algo que el personal de salud no tiene incorporado: el cuidado no debe ser solo frente a los pacientes con COVID-19, sino entre los compañeros”, explica Caldevilla, quien está convencida de que solo extremando los cuidados se reduce el nivel de contagio.
DUDAS Y POLÉMICA
El video que compartió Rocío en su cuenta de Facebook despertó algunas dudas. Acaso, ¿todos los trabajadores de la salud deben usar ese equipo de protección personal? La respuesta es “no”.
Si bien es cierto que por estar en la primera línea, trabajando para combatir el avance del COVID-19 en Argentina, el personal de la salud y los médicos necesitan equipamiento para resguardarse, su vestimenta será acorde al nivel de exposición (tipo de actividad) que tengan frente al virus.
Según el doctor Jorge Iapichino, secretario de la Confederación Médica de la República Argentina (COMRA) en nuestro país, los protocolos para la utilización de Equipos de Protección Personal (EPP) no son todos iguales: varían por jurisdicción, provincia y sociedad científica.
De acuerdo con el protocolo del Ministerio de Salud de la Nación, la cantidad de elementos de protección depende de la actividad de cada profesional. Por ejemplo, el personal administrativo que realiza tareas de atención al público “debe higienizarse las manos de forma frecuente y no requiere equipo de protección personal”.
En cambio, los que están en contacto con pacientes sospechosos o casos confirmados de COVID-19 tienen que usar barbijo N95, protección ocular o facial, un camisolín (hidrorrepelente solo en el caso de realizar maniobras que puedan generar salpicaduras) y guantes, cofia, botas y cubrecalzado solo si van a tomar una muestra de hisopado nasofaríngeo.
A cada uno de los médicos del Hospital Asociación Médica de Bahía Blanca, cuenta Rocío, se le otorgó un kit de EPP. “Hoy no nos faltan insumos porque la demanda no nos ha superado. Un paciente COVID-19 demanda, como mínimo 15 kits, por día. Por eso pensamos en alternativas de equipamiento, como los camisolines de nylon que fabricamos nosotros mismos, por si el día de mañana escasean”, dice.
Consultada acerca de si el uniforme le incomoda o si puede ver bien con las antiparras y la máscara facial, Caldevilla sostiene que lo que más le incomoda es el calor que le genera el segundo camisolín fabricado con nylon (que en el HAM deciden usar para reforzar la protección) y la antiparra “porque es un poco apretada”. “Pero todo eso lo utilizamos en el quirófano; de lo contrario nos arreglamos con el barbijo común y la máscara facial”, agrega.
Acerca del funcionamiento del hospital durante la pandemia, Rocío cuenta que está dividido en sectores. A los pacientes con coronavirus se les asignó el primer piso. El segundo piso, en cambio, se reservó para pacientes sanos e internación quirúrgica que, desde el 20 de marzo, solo funciona para urgencias. "El personal del quirófano no se puede juntar con el personal del primer piso y viceversa", sostiene.
Al día de la fecha, en Bahía Blanca hay 24 casos de COVID-19 positivo, de los cuales sólo cuatro están internados. El resto, según Caldevilla, están en sus casas sin síntomas.
Cuando llega a su casa, Rocío deja las zapatillas afuera, se cambia en la cocina, mete toda la ropa en el lavarropas, se lava las manos y va caminando en ropa interior al baño. “Me ducho, me cambio y recién en ese momento saludo a mis hijos. Ellos ya saben que cuando llego del hospital no pueden venir a darme un beso. Para que no se pongan ansiosos, instalamos ‘la hora de tecnología’. Entonces, mientras yo hago todo eso, ellos juegan con la tablet”, cierra.
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