Quería ser skater, pero ganó su pasión por la comida. Leandro Cristóbal, más conocido como Lele, nació en Quilmes y es dueño de los conocidísimos Café San Juan, La Cantina y La Vermutería. Lele inicio su carrera en el reconocido restaurante Katrine, donde comenzó haciendo la limpieza de la obra cuando el lugar todavía se estaba construyendo. “Siempre me gustó estar cerca de la gastronomía, aunque en ese momento solo limpiaba”, cuenta.
Lele se define como inquieto y curioso, y asegura que estos rasgos de su personalidad fueron fundamentales en su carrera. Apenas siendo un adolescente pidió trabajar en el restaurante Bacha donde le dieron su primera oportunidad. Nunca estudió en una escuela de cocina, pero la vida lo llevó a trabajar en Italia, Francia y España. Después de recorrer el mundo, decidió volver a la Argentina. Era el momento de soñar a lo grande. Junto a su madre invirtieron todos sus ahorros en lo que se convertiría en el mítico Café San Juan.
“Era un restaurante mini, atendido por nosotros -mi mamá y yo- que gracias al boca a boca al poco tiempo se convirtió en un clásico de San Telmo. Despacio, pude agrandar ese pequeño localcito, pero sabía que allí tenía un techo para crecer. Así que me animé y alquilé otro local más grande, también en San Telmo, y armé La Cantina", cuenta Cristóbal. Café San Juan, que se encuentra en Av. San Juan 450, se convirtió en un lugar de culto en el que hay que hacer reserva con bastante anticipación.
Lele llevaba una vida muy activa e intensa hasta el 20 de marzo cuando se decretó la cuarentena por la COVID-19. “Ese día, cuando comenzó el aislamiento, un tsunami pasó por encima de Café San Juan. Me tomó casi un mes pensar y repensar cómo salir adelante. En el ínterin me apoyé en el cariño de la gente que, cuando subía una receta a Instagram, me manifestaban su afecto y su preocupación", explica el chef.
Luego de planear mucho de qué manera reinventarse, decidió salir con un menú diario y especial: “Algo para el barrio, un plato del día, por debajo de los costos, pero con un único propósito de cubrir los sueldos y mantener el equipo trabajando", cuenta. La idea funcionó. Y con el delivery, sus platos comenzaron a llegar a otros barrios de la capital.
Para Lele y Cecilia -su esposa y quien lo ayuda en todos sus emprendimientos- era fundamental encontrarle la vuelta a la crisis: “Acercarnos a la gente que no la está pasando bien en medio de este encierro, pero que quieren seguir comiendo rico y barato, era el primer paso", sintetizan.
”Es una forma de mantenernos, de seguir produciendo, de estar de pie. Se acumularon deudas, es cierto, pero ahora es momento de hacer, de no quedarse de brazos cruzados, de atravesar la crisis trabajando”, detalla Lele.
El siguiente paso fue pensar cómo ayudar a los que nos cuidan, y a los más vulnerables. Entonces crearon una cadena solidaria, donde los comensales pueden donar un plato que ellos se encargarán de llevar hasta los hospitales para el personal de salud o alcanzarán a los barrios más humildes. La idea fue un éxito, la gente se sumó a esta acción. Cada día lograr repartir más de 120 platos de un delicioso menú.
Sus platos son una mezcla de recetas de sus abuelos asturianos. “Me gusta mucho la cocina de los inmigrantes”, confiesa. Hace empanadas de locro, guiso de lentejas, estofado de carne con pastas y garbanzos de medio oriente, entre muchos otros. Lele asegura que su secreto para que todo vaya bien es “trabajar con mucho amor y ponerle mucho esfuerzo”.
El chef se levanta todos los días a las cuatro de la mañana y a las seis ya está en su restaurante, que ahora pasó a ser una fábrica que hace los platos del día. Él y Cecilia aspiran a duplicar diariamente los platos que venden, no solo para ayudar, sino para seguir manteniendo a todos sus empleados como si la cuarentena no los hubiese obligado a cerrar las puertas de su Café.
Sin nostalgias por lo que fue, repensando el restaurante con otra distribución para adaptarlo a las medidas sanitarias en el futuro y con la emoción de volver a empezar, pasan cada día esperando que llegue el final de este difícil aislamiento. Con una sonrisa, Lele se despide: “Es un nuevo desafío. Y aunque no sea tan joven como en el 2003 estoy dispuesto a volver a empezar”.
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