La agonía del Médico argentino que murió en Tanzania: su presagio, la sospecha de coronavirus y el drama de su familia

Fernando Morales murió a los 49 años en un hospital que no disponía de un respirador artificial para asistirlo. La historia de un hombre reconocido por la Organización Mundial de la Salud y la desdicha de una familia que quedó separada por la pandemia

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Fernando Morales se había recibido de médico en la Universidad de Buenos Aires en 1995 y desde comienzos de siglo vivía en África con la misión de combatir el VIH
Fernando Morales se había recibido de médico en la Universidad de Buenos Aires en 1995 y desde comienzos de siglo vivía en África con la misión de combatir el VIH

Dar es-Salaam fue la capital de Tanzania hasta 1996. No dejó de ser la ciudad más vital ni el epicentro financiero del país más poblado del este africano. Es bulliciosa, cosmopolita, carismática: el polo multicultural de la región costera continental. Allí, en el hospital Aga Khan, el martes 5 de mayo a las siete y media de la mañana, murió Fernando Morales, un argentino de 49 años, de profesión médico, amante del rugby. En su última casa, donde residía desde 2012, quedaron sus hijos de ocho y doce años. En su primera casa, en algún rincón de San Isidro, a diez mil kilómetros de distancia en una hipotética línea recta, estaban su esposa Crymy y su madre Nora.

A 24 horas de su fallecimiento todavía no sabemos de qué se murió”, relató su amiga Verónica De Laforé, con la congoja y el dolor atragantado por una muerte que calificó como “inadmisible”. “Cuando me llamaron, pensé que había sido un error del sistema, que ya lo estaban trasladando a Sudáfrica”, recordó. Fue la primera en recibir la noticia. Eran las tres de la mañana en la Argentina. Hacía tres días se había hecho un autoexamen de malaria que le había dado positivo. “Para él tener malaria es como para mí tener un resfrío”, retrató. Estaba medicado y solo lo padecía cuando le subía la fiebre.

“En tres días se me pasa”, arriesgó. El lunes 4 de mayo por la mañana ingresó a una clínica privada con un malestar agudo. No podía respirar, hablar le dolía: sentía como si tuviese una roca gigante presionándole en el pecho. No tenía afecciones previas de consideración: su cuadro clínico se resumía en un fumador que había contraído malaria en varias ocasiones. Al ingresar al sanatorio le hicieron un test de malaria. Le dio negativo, pero era un falso negativo: el medicamento ya había hecho efecto. A las seis de la tarde, lo trasladaron al hospital con la ilusión de conectarlo a un respirador artificial.

Una foto de Fernando y Mariano Morales. Meses después de su casamiento, su hermano falleció de manera imprevista: su última visita al país fue para su velatorio. Desde su entorno íntimo dicen que el fallecimiento de Mariano lo golpeó fuerte
Una foto de Fernando y Mariano Morales. Meses después de su casamiento, su hermano falleció de manera imprevista: su última visita al país fue para su velatorio. Desde su entorno íntimo dicen que el fallecimiento de Mariano lo golpeó fuerte

No se sabe de qué se murió Fernando. Pero su entorno familiar lo sospecha. La presunción emerge de la autoridad médica que lo atendió en el hospital y desde su propia conjetura. “Su médico le dijo que era 99% coronavirus. Y él creía lo mismo”, reveló Verónica. Ese lunes tuvieron el último contacto. “No estoy seguro de salvarme. Estoy en la lona, en un cincuenta cincuenta, sin el oxígeno no sobrevivo ni dos minutos”, le confió por Whatsapp. En el mensaje, también le pedía que no le dijera nada a su madre, una mujer de 82 años, que había velado el 4 de noviembre de 2019 a su hijo menor. La última vez que Fernando estuvo en su país fue justamente para despedir a su hermano Mariano, que murió de septicemia.

En el hospital de Dar es-Salaam –que en árabe significa “refugio de paz”– no había un respirador artificial disponible. Era de prever. Orquestaron para el día siguiente su traslado a un centro de salud de Johannesburgo, Sudáfrica. Pero Fernando no sobrevivió al día siguiente. “Él era médico. Sabía todo. Y a lo mejor, él también sabía que no era posible un traslado urgente y que no tenían los medios suficientes para atenderlo”, describió Verónica, egresada del Instituto Martín y Omar donde ambos cursaron el secundario. No solo eso, su presagio era más severo: “Él creía que se iba a morir”.

Lo creía desde algún tiempo. Había conocido a Crymy hace 18 años en Mozambique, cuando encabezó proyectos sanitarios como miembro de Médicos sin Fronteras. Tuvieron dos hijos: una niña de doce años y un varón de ocho. Aunque habían nacido en África, ambos recibieron documentos y pasaportes argentinos. Hacía ocho años se habían establecido en Tanzania. En junio de 2019 se casaron frente a las costas del océano Índico. “Me dijo que lo hacía porque Crymy era el amor de su vida y porque si le llegaba a pasar algo a él les dejaba las cosas más ordenadas a ellos”, confesó su amiga.

Fernando Morales había trabajado para Médicos Sin Fronteras, UNICEF, ONUSIDA y actualmente era director de país de una ONG dedicada a fortalecer los sistema de salud en comunidades vulnerables. Su familia espera los resultados del hisopado a sus hijos para facilitar los trámites de repatriación
Fernando Morales había trabajado para Médicos Sin Fronteras, UNICEF, ONUSIDA y actualmente era director de país de una ONG dedicada a fortalecer los sistema de salud en comunidades vulnerables. Su familia espera los resultados del hisopado a sus hijos para facilitar los trámites de repatriación

Crymy había viajado a Buenos Aires a principios de marzo para acompañar a su suegra, quien repentinamente se había quedado a cargo de su sobrino por la muerte de su hijo de 48 años. El motivo de la visita era servir de sostén espiritual y logístico. A los pocos días, específicamente el 20 de marzo, el presidente Alberto Fernández dictó el aislamiento social, preventivo y obligatorio. El país había cerrado sus fronteras. Fernando se lo había anticipado: le recomendó que se quedara en Argentina porque “si el virus llega a Tanzania va a ser un desastre”. Fernando y los dos hijos estaban en Dar es-Salaam; Crymy y Nora en Buenos Aires.

El resultado del hisopado post-mortem del médico debería estar en las próximas horas. El de sus hijos y el de la empleada doméstica que los cuida también. La situación es dramática: la cuarentena también es severa en Tanzania, donde los amigos de la familia solo pueden acercarse hasta la puerta de la casa para dejar provisiones y un sentimiento de consuelo. El riesgo de contagio es proporcional a la falta de infraestructura e insumos sanitarios del país africano. El test diagnóstico que les hicieron a los niños y a la mujer comprende dos exámenes: una muestra de sangre y un hisopado. El análisis hematológico les dio negativo, resta saber los resultados del hisopado.

Fernando junto a Verónica De Laforé, amigos desde hace más de 35 años en una foto de junio de 2019, para el casamiento del médico argentino con una mujer mozambiqueña. La viuda se encuentra varada en Buenos Aires; sus hijos quedaron en Tanzania
Fernando junto a Verónica De Laforé, amigos desde hace más de 35 años en una foto de junio de 2019, para el casamiento del médico argentino con una mujer mozambiqueña. La viuda se encuentra varada en Buenos Aires; sus hijos quedaron en Tanzania

Si vuelve a dar negativo, los chicos tienen que venir a la Argentina. No hay otra alternativa”, sostuvo Verónica. Los análisis son fundamentales para que los hijos de Crymy y Fernando se hospeden en la casa de algún familiar amigo sin amenazas de infección hasta que se solucionen los trámites de su repatriación. Desde el entorno familiar destacan la predisposición de la embajada argentina en Nairobi, Kenia, con competencia para actuar en la zona, y la gestión de Cancillería. Según voceros oficiales, ya reclutaron voluntarios y colaboradores dispuestos a acompañar a los menores de edad en un eventual vuelo de repatriación.

Espero que la ayuda llegue de alguna manera retribuida por todo lo que hizo Fernando por tanta gente. Era una persona increíble, un ser humano intachable, de un corazón gigante. No vas a encontrar a nadie que hable mal de él”, estimó Verónica. Meg Doherty habló bien de él en sus redes sociales. En su cuenta de Twitter, la especialista en enfermedades infecciosas, epidemióloga y humanitaria de la Organización Mundial de la Salud escribió: “El Programa Mundial de VIH, Hepatitis, ITS de la OMS recuerda y lamenta la pérdida del líder dinámico del ICAP, doctor Fernando Morales. Este es un duro golpe para toda la comunidad del VIH y para la salud pública en África. Será extrañado por todos”.

Una imagen de su infancia en San Isidro que publicó un compañero en una página de Facebook. La directora de los programas globales de VIH, Hepatitis e ITS (infecciones de transmisión sexual) de la Organización Mundial de la Salud publicó que Fernando "será extrañado por todos"
Una imagen de su infancia en San Isidro que publicó un compañero en una página de Facebook. La directora de los programas globales de VIH, Hepatitis e ITS (infecciones de transmisión sexual) de la Organización Mundial de la Salud publicó que Fernando "será extrañado por todos"

Había nacido el 15 de agosto de 1970 en San Isidro. Vivió un tiempo en Escobar y regresó a San Isidro donde cursó la escuela secundaria. Decidió continuar su legado paterno y estudiar medicina en la Universidad de Buenos Aires. Se graduó en 1997 y dos años después obtuvo la licenciatura en enfermedades infecciosas en el Hospital Muñiz, donde trabajó ad honorem. Persiguió su vocación sanitaria para afiliarse a Médicos Sin Fronteras (MSF): estuvo entre 2000 y 2005 dirigiendo proyectos en Angola, Mozambique, Etiopía y Kenia. También en Sierra Leona, donde fue secuestrado y estuvo incomunicado durante cinco días.

Ese drama lo había llevado a ser tapa de diarios argentinos. No su derrotero profesional por África. Tras su paso por MSF, fue coordinador de VIH de la fundación italiana Comitato Collaborazione Medica (CCM) en Somalia. Su periplo continuó en ese país africano durante los próximos dos años como asesor técnico de VIH del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Posteriormente se desempeñó como asesor técnico senior de VIH y en la gestión de subvenciones del programa nacional contra el sida para el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, en Kigali, Ruanda. En 2010 también fue consultor principal para Sudán del Norte en una acción de Naciones Unidas contra el VIH (ONUSIDA).

En 2011 asumió como director de la organización Elizabeth Glaser Pediatric AIDS Foundation (EGPAF) en Mozambique, una entidad sin fines de lucro dedicada a erradicar el VIH pediátrico a través de programas de prevención y tratamiento, investigación y defensa. Luego se convirtió en el director de país del ICAP en Tanzania, un desprendimiento de la Universidad de Columbia fundado con el propósito de mejorar la salud de las familias y las comunidades más desfavorables. En su rol, se encargaba de administrar la cartera de proyectos, brindar supervisión técnica y coordinar acciones en comunión con el Ministerio de Salud, socios y colaboradores. Su campo de estudio era el virus del sida. Hoy lo lloran sus hijos por videollamada, lo recuerdan sus amigos y lo lamenta la Organización Mundial de la Salud.

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