De los dos años que vivió en la calle, entre 2017 y 2019, Mariana conserva todo tipo de recuerdos. Sufrió el frío, pasó hambre, pidió dinero y, más de una vez, tuvo miedo de perder la vida o de que le robaran sus pocas pertenencias. Sin embargo, nada de todo eso se compara con la sensación de terror que le devolvía la mirada de los otros. “Me miraban con miedo", cuenta la joven en charla con Infobae. En las noches de invierno solía ir a dormir a las galerías donde están los cajeros automáticos o a alguna estación de tren. Por las mañanas, arrancaba el movimiento de los transeúntes y, con él, volvían las miradas. “Lo mismo me sucedía cuando caminaba por la calle con un carrito, mis sábanas y frazadas: me hacían sentir una extraterrestre”, dice.
Mariana tiene 33 años y es de Lanús. Aunque se graduó en un Bachillerato con orientación contable y de comercio exteriot, es amante de la literatura y le gusta escribir poemas. Todavía no había terminado el secundario cuando se independizó forzosamente. Tenía 16 años. “No podés vivir en un lugar donde te maltratan”, asegura y prefiere no dar más detalles. Después de pasar un tiempo en la casa de su abuelo, fue rotando por lo de varias amigas y algún que otro vecino. Finalmente, cuando logró estabilidad laboral, pudo pagarse un lugar para vivir.
Hasta fines de 2017, Mariana trabajó como mesera en un bar que, un mes antes de Navidad, decidió prescindir de sus servicios. En ese momento, vivía en un hostel en el barrio de San Telmo cuyo alquiler -3500 pesos por mes- no pudo seguir pagando. Así, de un día para el otro, se quedó en la calle.
LA CASA DEL ENCUENTRO
De acuerdo con el primer Censo Popular de personas en situación de calle de zona sur del Gran Buenos Aires (realizado entre septiembre y octubre del 2019), solo en las localidades de Lanús y Lomas de Zamora, hay 1024 personas en situación de calle. La cifra se compone de 547 adultos (53%) y 477 niños (47%). El 50% de las personas censadas cuenta con nivel educativo igual o superior al secundario.
En este contexto, en julio de 2019, el jefe de gabinete de Lomas, Guillermo Viñuales, abrió su local político durante cinco días para recibir a los sin techo. “La convocatoria fue tan alta que decidimos abrir un espacio para esta finalidad”, explica Mariel Pimentel (48), vecina de Lomas de Zamora y presidenta de la Casa del Encuentro. “Este proyecto es lo que siempre soñé”, agrega la mujer, que hace voluntariado desde hace más de una década.
Un mes más tarde, Pimentel consiguió (junto con personal policial de la zona) que le cedieran un local, ubicado en la calle Tucumán 1290, que había sido un depósito de sal y que, con tres meses de reformas, convirtieron en un Centro Integral de día con capacidad para treinta personas. “El espacio funciona de 19 a 9 hs. La idea es que personas en situación de calle puedan venir a ducharse, cenar y dormir. Al día siguiente, después del desayuno, se van. Es un lugar de contención, donde también pueden capacitarse para encontrar una salida laboral”, cuenta orgullosa acerca del espacio, que se sostiene con el aporte de 300 pesos que realizan distintas personas a través de la página web. “Con eso pagamos el alquiler de 25 mil pesos, los servicios y las eventualidades del día a día. Los alimentos, así como los artículos de higiene personal y limpieza, llegan por donación”, explica.
Mariana se enteró de que estaban por inaugurar la casa del Encuentro de Lomas, mientras colaboraba en el Merendero Ambulante del Gandulfo (adonde llegó en busca de un plato de comida). La idea de que hubiera un lugar para asearse, cenar y dormir en una cama la ilusionó. Fue a la entrevista de admisión y, desde entonces, pasa sus noches allí.
CUARENTENA EN GRUPO
Desde el 20 de marzo, después de que se decretó el confinamiento, la comisión de La Casa del Encuentro les propuso a las personas que estaban durmiendo ahí, que se quedaran a pasar la cuarentena en el lugar. “Ahora tenemos cuatro hombres y tres mujeres de entre 30 y 60 años y siete voluntarios diarios”, cuenta Pimentel. “Estar acá es como tener una casa: hay agua caliente para bañarte, podés hacerte un té, mirar la tele o leer un libro. No puedo pedirle más a la vida”, dice Mariana que, en medio de la pandemia y, a pesar de la incertidumbre que hay en el mundo, tiene una certeza: hasta que se termine la cuarentena obligatoria, tiene dónde vivir sin poner en riesgo su salud.
A su testimonio se suma el de Víctor (29). De Remedios de Escalada, el joven que el próximo 2 de julio celebrará sus 30 años, repasa su historia. “Hasta los 14 era un chico educado, que le iba a hacer los mandados a mi abuela y trabajaba con mi abuelo de albañil. Después conocí la calle y con ella la mala vida: alcohol, drogas y delincuencia”, enumera.
Antes de llegar a La Casa del Encuentro, dormía en autos abandonados y en los vagones de los trenes en desuso, ubicados en un playón ferroviario de Gerli. “La calle es muy jodida. Vos podés estar durmiendo sin molestar a nadie y viene un loco y te clava una faca. A mí el que me cambió la vida fue Jesús. Desde que le entregué mi corazón, dejé de delinquir y de drogarme”, agrega el joven que, hasta hace unos meses, se dedicaba a juntar cartón.
Acerca de la cuarentena en grupo, Pimentel explica que, después de 45 días, ya tienen armada una rutina: desayunan, se bañan, limpian la casa, cocinan, miran un rato de tele y almuerzan. Por las tardes algunos lavan ropa, otros leen o descansan y después vuelven a juntarse para cocinar y cenar. “A medida que transcurren los días, algunos se van poniendo más ansiosos. Pasaron de estar todo el día en la calle, porque acá solo venían a dormir, y por momentos no se aguantan el encierro”, cuenta la directora del centro.
“Desde nuestro lugar como voluntarios y, con ayuda de los terapeutas, los apuntalamos constantemente para que finalizado todo esto puedan llevar adelante sus proyectos”, agrega la mujer. En el caso de Mariana, por ejemplo, su idea es ofrecer servicio de manicura, oficio en el que se viene especializando. Víctor, en cambio, planea dedicarse a la panadería. “Yo tengo la esperanza de que todo va a estar bien. Antes de irme a dormir, hablo con Dios y le pido que me cuide a mí y a mis compañeros. Si alguien nos puede sacar de esto, ese alguien es Él”, concluye.
*Para colaborar con La Casa del Encuentro de Lomas de Zamora, los interesados pueden comunicarse a través de la cuenta de Facebook “Casa de Encuentro. Centro Integral para gente en situación de calle” o desde la cuenta de Instagram @casadeencuentro_centrointegral
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