El Papa Francisco le envió una carta al arzobispo de Mercedes, Jorge Scheinig, en la que asegura que para el Día de la Virgen estará en Luján “como peregrino espiritual y virtual”.
“Querido hermano, se acerca el 8 de mayo y mi corazón ‘viaja’ a Luján”, dice el Sumo Pontífice, al inicio de su epístola.
Francisco, devoto de la Virgen de Luján, aseguró que se dejará mirar por Ella con “esa mirada de madre que te renueva, te cuida y te da fuerzas”.
“Y no estaré solo sino junto al santo pueblo fiel de Dios que la quiere tanto, pueblo fiel y pecador como yo. Le cambiaremos el manto todos juntos, le diremos nuestras preocupaciones y nuestras alegrías. Le pediré que nos cuide y -porque soy pecador- le pediré que nos dé la gracia de pedir siempre perdón, de no cansarnos de pedir perdón… porque sabemos que Su Hijo no se cansa de perdonar”, escribió Jorge Bergoglio.
A modo de cierre, parafraseó al “gran sacerdote” Amelio Luis Calori: “Esta tarde, Señora, la promesa es sincera. Por las dudas, no olvides dejar la llave afuera”.
“Y me volveré a casa con la seguridad de una gracia regalada”, concluyó.
El Día de la Virgen de Luján se celebra en esta fecha a raíz de una historia que data de 1630. Por aquel entonces, un hacendado portugués que vivía en la actual provincia de Santiago del Estero quiso erigir en su estancia una capilla en honor de la Virgen y le pidió a un compatriota suyo, residente en Brasil, que le enviase una imagen de la Inmaculada Concepción de María.
El amigo le envió dos imágenes, para que pudiera elegir la que le gustara más. En el mes de mayo de 1630, las estatuillas de la Virgen llegaron al puerto de Buenos Aires y, acondicionadas en dos cajones, fueron colocadas en una carreta. Camino a Santiago, a orillas del Río Luján, la carreta se detuvo inexplicablemente. Después de varios intentos fallidos, bajaron uno de los cajones y los bueyes iniciaron la marcha sin dificultad. Cuando volvieron a subir el cajón, otra vez quedaron atascados.
Intrigados por el contenido del cajón, los hombres que la transportaban lo abrieron y se encontraron con la pequeña imagen de arcilla cocida. Los creyentes entendieron que la Inmaculada Concepción no quería irse de ese lugar, lo interpretaron como un designio divino. Finalmente, entregaron la imagen para su custodia al dueño de la casa ubicada en la actual localidad de Zelaya, a 50 km de donde está hoy emplazado el santuario.
En su cuenta de Twitter, monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, al compartir la carta de Francisco, escribió: “El Papa anuncia que será un peregrino ‘virtual’ y mirará junto a todo el santo pueblo fiel de Dios a la Madre de #Lujan que nos da fuerzas y cuida.”
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