Las conspiraciones después del hundimiento del Belgrano y el fin de la propuesta de paz

Las negociaciones frustradas para lograr la Paz de Perú, las internas militares y la posición de los Estados Unidos al aliarse con Gran Bretaña. El plan político de Galtieri para llegar a presidente electo

El 2 de mayo de 1982 dos torpedos del submarino británico Conqueror hirieron del muerte al Crucero General Belgrano

El 30 de abril a la noche, el “núcleo duro” del periodismo argentino -según decía Gustavo Figueroa, el jefe de gabinete del canciller argentino- que seguía a Nicanor Costa Méndez volvía de comer en “Little Italy”, cuando se encontró en la puerta del One United Nations Plaza Hotel con el brigadier José Miret, el más cuerdo de los tres edecanes militares que seguían al canciller.

Era tarde y Miret estaba fumando un habano cubano. “Los americanos se corren”, dijo con voz trémula. Los periodistas (Clarín, Convicción, DYN y NA) sólo confirmaron lo que todos sospechaban. Luego, tomándolo de un brazo a Carlos “Charly” Fernández, secretario de redacción de Convicción, hizo un aparte para decirle que los Estados Unidos habían entregado una nota al embajador argentino Esteban Takacs de cuyo texto surgía que las negociaciones habían caído en una situación de “sin salida”. Se pedían garantías para los ciudadanos norteamericanos en la Argentina y quedaba implícito en su texto que los Estados Unidos se aliarían con Gran Bretaña.

A las 10 de la mañana, dentro de la Misión Argentina ante las Naciones Unidas, desde cuyos ventanales se puede ver el Palacio de Cristal de la ONU, entremezclados diplomáticos, periodistas y “espontáneos” escucharon a Alexander Haig decir por televisión que, a pesar de los esfuerzos diplomáticos, no se había llegado a una solución. Reveló la última propuesta presentada por Washington y que fracasó ante la posición argentina.

“Argentina no se ha dado cuenta de la importancia de la oferta en el largo plazo sobre la soberanía”, dijo Haig. Anunció la suspensión de la ayuda militar americana y otras medidas punitivas de carácter económico. El secretario de Estado recordó que la Argentina “ha prometido garantías a los ciudadanos norteamericanos que viven en el país” y que “Estados Unidos responderá positivamente a peticiones de suministros de material para las fuerzas británicas. Desde luego no habrá participación militar directa de Estados Unidos”. Casi al unísono, Ronald Reagan calificó a la Argentina de país “agresor”.

Alexander Haig y Leopoldo Galtieri (Víctor Bugge)

Ante los anuncios, Costa Méndez declaró que la Argentina no había rechazado la propuesta americana, sino que sólo la había objetado: “Toda negociación deberá tener en cuenta la cuestión de soberanía, todo lo demás es negociable dentro de los términos de la Resolución de las Naciones Unidas”.

Unos años más tarde de finalizado el conflicto argentino-británico, el almirante Harry Train, comandante de la Flota del Atlántico de la Armada de los Estados Unidos de Norteamérica, y simultáneamente Comandante Supremo Naval de la OTAN durante el período de la guerra de las Malvinas, hizo la siguiente observación, publicada por el Boletín del Centro Naval (Buenos Aires, marzo de 1987): “El Operativo Rosario fue planeado e inicialmente ejecutado como una ‘invasión diplomática”’ Como un aguijón de las atascadas negociaciones con los británicos sobre la soberanía de las islas. La operación nunca fue intentada como una operación de combate.”

Dada esta apreciación, desde el 2 de abril hasta el 1º de mayo de 1982, la Argentina se enfrascó en una batalla donde sus combates se libraban en los pupitres del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o en la Organización de los Estados Americanos, mientras el Reino Unido de la Gran Bretaña dispuso, al margen de las escaramuzas en los organismos internacionales, la movilización de sus efectivos y reservas para una dura batalla militar. Ya se lo había dicho a Margaret Thatcher el primer Lord del almirantazgo sir Henry Leach, en las horas posteriores al 2 de abril: “Según mis planes podíamos hacerlo. Estaba en juego nuestro prestigio… si no lo hacemos, o lo hacemos mal y si no tenemos éxito deberíamos vivir en otro país. No quedaba otra alternativa.”

Durante el mes de abril la gran atención de la Junta Militar se depositó en lo que ocurría en Nueva York, Washington, Lima, Caracas y Londres. Con el paso de las semanas crecía en el Comité Militar un clima de sorpresa y desazón frente a acontecimientos que sobrepasaban a sus integrantes. Ahora comenzaba otro mes del conflicto y los discursos quedarían a un lado.

“El enemigo está dispuesto a pegar y pega fuerte”, dijo Leopoldo Fortunato Galtieri durante la reunión del gabinete, el 3 de mayo. En la misma ocasión dijo que al comenzar su gestión no tenía previsto un cambio tan radical de las circunstancias como el que se produciría luego del 2 de abril, por lo tanto pedía “prudencia” a sus colaboradores y observó que el cambio del panorama nacional e internacional de la Argentina podía implicar que temas como el de las “privatizaciones (de bienes del Estado) puedan sufrir postergaciones.”

Presidente Fernando Belaúnde Terry

En esas horas anoté en mi libreta de apuntes: “Francis Pym llegó a Nueva York antes de una operación británica masiva sobre Malvinas. Mientras, se desarrollaban acciones aisladas. Aquí declaró que la semana pasada había viajado a Washington para negociar con Haig en su rol de ‘mediador’, pero que ahora viene a verlo ya como ‘aliado’. Si no hay una respuesta diplomática argentina para el lunes 3, entonces podría comenzar una operación mayor. [Eduardo] Roca me dice que no tiene instrucciones de Buenos Aires. Ya se han producido dos bombardeos de los ingleses a las islas” (anotado en mi libreta de apuntes el 1 de mayo).

2 de mayo: “Se estuvo a punto de llegar a un arreglo sobre la última propuesta de los Estados Unidos. El almirante (Isaac) Anaya empujó para endurecer la posición argentina. El gobierno no desea convocar al TIAR, nuevamente, porque teme que se produzca un enfrentamiento entre Latinoamérica y los Estados Unidos. Galtieri está muy dubitativo sobre qué camino tomar. Considera a los Estados Unidos un país amigo y Costa Méndez cree que la futura negociación diplomática contará con la participación de los Estados Unidos. Yo dije que eso nos mantendría desarmados y con los brazos caídos. Para Galtieri es muy difícil la posición, porque los americanos eran los amigos de ayer. Se habla de la posibilidad del retiro del embajador Esteban Takacs”, me comentó en off the record el embajador ante la OEA, Raúl Quijano.

El 1º de mayo se inició la guerra y entró en vigencia el día “D” para Gran Bretaña. A través del Mensaje Militar Conjunto Nº 26, Galtieri, Anaya y (Basilio) Lami Dozo entendieron que la hora de las palabras había terminado. Los resultados de las encuestas indicaban que la sociedad argentina estaba dispuesta a ir a la guerra si era necesario, y la guerra estaba ad portas. Según el relato de la Junta Militar “seis buques británicos se acercaron a Puerto Argentino ejecutando fuego naval sobre la ciudad mientras el almirante británico John Forster “Sandy” Woodward intimaba a rendición, lo que fue rechazado por el Gobernador Militar en las islas Malvinas, general Mario Benjamín Menéndez, esto fue comunicado por parte telefónico al Estado Mayor Conjunto en Buenos Aires.”

Nada se dice del ataque de un bombardero Vulcan al aeropuerto –que había despegado de las Isla Ascensión y reabastecido en el aire en seis ocasiones- ni del desembarco de patrullas del Servicio Aéreo Especial y Naval Especial para marcar “blancos” ya que carecían de apropiadas fotografías satelitales o aéreas.

La Junta Militar no va a sostener lo mismo: “El cable informativo 2172, del día 3 de mayo, y el Mensaje Militar Conjunto Nº 39 sostenían que ‘enemigo recibe información satélite sobre posición diurna y nocturna todas unidades superficie propias’”.

Las reuniones militares durante el conflicto de Malvinas (Víctor Bugge)

Los buques ingleses HMS Glamorgan y HMS Arrow fueron tocados pero prontamente continuaron en la batalla. El Glamorgan sufriría daños severos hacia el final de la guerra. A partir de este día los comunicados para mantener informada a la ciudadanía dejaron de ser emitidos por la Junta Militar y pasaron a ser publicados por el Estado Mayor Conjunto, y redactados por “especialistas” en acción psicológica y oficiales de Inteligencia.

En esas horas el gobierno peruano intercedió entre las partes en conflicto en la búsqueda de una solución. Su canciller Javier Arias Stella habló con el embajador en Lima, almirante (RE) Luis Pedro Sánchez Moreno (el mismo que en diciembre de 1981 intentó disuadir a Anaya de no ocupar las Malvinas porque el Reino Unido reaccionaria militarmente). El Primer Ministro Manuel Ulloa hablaría con Costa Méndez y el presidente Fernando Balaúnde Terry llamaría a Galtieri reiteradamente.

A las 14.50 del 2 de mayo, Belaúnde volvió a llamar a Galtieri. El mandatario peruano le preguntó: “¿En el día de hoy ha habido ataques?”. Y Galtieri le respondió: “En principio no, han terminado a media noche y en el día, parece que hasta ahora, no sé si se han tomado domingo libre, no ha habido ataque hoy”.

Mientras se intentaba recrear un espacio de negociación, el mismo 2 de mayo, tras 30 horas de persecución, el submarino nuclear Conqueror hundió al crucero General Belgrano. Con una tripulación de 1.093 la acción provocó la muerte de 323 tripulantes. Según la Junta Militar fue hundido fuera de la zona de exclusión. Reservadamente, muchos oficiales rechazan el tomar como argumento para condenar la acción británica que el navío fue hundido fuera de la zona de exclusión.

Años más tarde el almirante Enrique Molina Pico dirá: “Decir que el hundimiento del ARA Crucero Belgrano fue un ‘crimen de guerra’ es faltarles el honor militar a los que murieron. Fue una acción de guerra, no un crimen de guerra. Todos los que estábamos en el mar, en plena guerra, teníamos un sobre en el que se establecían los considerando de la Zona de Exclusión, decretada por el gobierno británico, y se prevenía que ‘el gobierno de Su Majestad se reserva el derecho de atacar a cualquier nave o aeronave que considere un peligro para sus fuerzas’”. Se entiende afuera de la Zona de Exclusión.

El mismo día, también, fue atacado el Aviso Alférez Sobral, muriendo su capitán y siete tripulantes. Tras el hecho, la flota argentina volvió a sus bases y ya no saldría por temor a ser hundida. La ofensiva británica intentó aflojar a la Junta Militar o provocar la renuncia del almirante Jorge Anaya.

Galtieri, Lami Dozo y Anaya

El día que hundieron al crucero Belgrano, la Junta Militar se reunió en la sede del Estado Mayor Conjunto a las 19 horas. El almirante Anaya llegó entre apesadumbrado y enfurecido.

-¿Qué carajo está haciendo el Belgrano en ese lugar?, preguntó el brigadier Lami Dozo.

-Venía de una misión, respondió el jefe de la Armada.

-¿Por qué retirás la flota?, incomodó Lami Dozo a su colega Anaya.

-Porque se descalibró el instrumental.

-¿Y cuándo la traés? (al Teatro de Guerra).

-Cuanto antes.

Tras el hundimiento del crucero Belgrano, la Flota de Guerra de la Armada Argentina se replegó en Puerto Belgrano y no salió más a mar abierto para evitar a los submarinos nucleares. Había quedado neutralizada. Junto con el hundimiento del acorazado, tras algunas gestiones sin mayor sentido, se fue a pique la propuesta de paz presentada por Perú.

El presidente Galtieri le dijo a Belaúnde, el 3 de mayo, a la madrugada: “Todo esto, señor Presidente, se ha visto tremendamente afectado y trastocado por la actitud británica al torpedear el crucero General Belgrano. para nosotros fuera de las 200 millas que, además, no aceptamos del Reino Unido. Y evidentemente esta situación particular no solamente no favorece sino que el gobierno argentino no está dispuesto, ante esta presión militar, preferimos morir de pie que vivir arrodillados a aceptar ninguna negociación relacionada con la paz en el Atlántico Sur en estas condiciones".

El 4 de mayo, la respuesta naval argentina llegó a través de sus aviones equipados con misiles franceses Exocet, al hundir al destructor Sheffield. Mientras, desde Nueva York, otro peruano, el secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, ofreció una gestión de buenos oficios que fue aceptada por la Argentina y el Reino Unido. El secretario general de las Naciones Unidas propuso, como un paso previo para el comienzo de las negociaciones, el retiro de las fuerzas de ambos países del archipiélago, pero, al día siguiente, viernes 7, Gran Bretaña amplió el bloqueo naval a 12 millas del litoral marítimo argentino, y tomó la decisión de trasladar las fuerzas de infantería que estaban en la isla Ascensión al frente de guerra. Era un claro mensaje de que se pensaba en un desembarco.

El 4 de mayo de 1982 dos aviones Super Étendard hundieron al destructor HMS Sheffield flota britanica

En Buenos Aires, ese mismo jueves, en horas de la tarde, un diplomático argentino de la “línea”, cercano a Ros, me comentó que "el lunes pasado (al día siguiente del hundimiento del crucero General Belgrano), Harry Schlaudeman se entrevistó con Anaya, como consecuencia de la campaña de prensa contra los Estados Unidos. Así lo consideraba el embajador norteamericano. Dijo Schlaudeman que, de persistir dicha campaña, él tendría que irse de la Argentina. Anaya le respondió que le garantizaba un vuelo para que se fuera. Luego confirmó lo que se sabía: ‘Anaya llevó la presión a fondo para que no se aceptara la propuesta de Perú, después del hundimiento del Belgrano’”.

El Palacio San Martín era un hervidero. Los estados de ánimo cambiaban de despacho en despacho. Así, el mismo viernes 7, en una oficina cercana, un diplomático de clara vinculación desarrollista afirmó: “Vamos hacia el Apocalipsis; no podemos ganarle a Gran Bretaña, Estados Unidos y la OTAN juntos. Es tarde para aceptar la paz, ahora no la quiere Gran Bretaña. Han extendido la zona de exclusión a 12 millas del continente y no se descarta un ataque al continente. Todo este castigo cuenta con el visto bueno de la URSS. Hay varios golpes militares en marcha: encabezados por Juan Carlos Onganía, Roberto Viola y Emilio Massera”.

En coincidencia con la fuente diplomática, años más tarde, el almirante Jorge Anaya me dijo: “El 5 de mayo de 1982, el Servicio de Inteligencia Naval, detectó que un grupo de generales de división tramaba la caída de Galtieri”.

También los disparates estaban a la orden del día. O lo que se llama la acción psicológica. Muy cómodamente sentado en una mesa de la confitería Florida Garden, comiendo una medialuna de manteca, “Bendazzi”, un hombre que en ese tiempo era vocero de un sector de la Armada, sostenía que “esta flota británica, a no ser que sea reforzada por los Estados Unidos, no tiene posibilidades de triunfar. Es una flota que por su componente técnico es antisubmarina y no tiene aviones de largo alcance, ni barcos para apoyo de desembarco. Sus aviones Harrier no tienen autonomía”.

Nota de la Embajada de los Estados Unidos negando el apoyo militar americano en el hundimiento del crucero ARA General Belgrano.

La guerra escalaba, mientras los diplomáticos continuaban analizando la propuesta de las Naciones Unidas y presentando notas ante el Consejo de Seguridad. Así, por ejemplo, tras la ampliación británica de la zona de bloqueo, el 7 de mayo la Argentina presentó una nota de protesta por la actitud inglesa, al Consejo de Seguridad (ONU) y el Órgano de Consulta del TIAR. También se presentó una nota informando sobre las circunstancias del ataque al Alférez Sobral y las bajas sufridas. El domingo 9, mientras seguían las negociaciones en Nueva York, las fuerzas británicas iniciaron un nuevo ataque contra Puerto Argentino, y en Buenos Aires se confirmaba el hundimiento del navío Isla de los Estados y el ataque al pesquero Narwal.

En Buenos Aires la confusión no era menor. Tras el apoyo de los Estados Unidos a Gran Bretaña, el 8 de mayo Francisco Manrique se entrevistó con Galtieri en la Casa de Gobierno. A la salida explicó que las acciones argentinas por la cuestión de las Malvinas se estaban desarrollando “dentro del mundo occidental” y que “nadie debe, ni puede, suponer el alejamiento de sus valores tradicionales. Nada apartará al país de su ubicación geográfica e ideológica en el mundo”. Eso quería decir que la Argentina no convocaría a la Unión Soviética. En sintonía, aunque con mayor margen de sutileza, Costa Méndez apuntó que los Estados Unidos “se alió con el enemigo y espero que se rectifique y revise su actuación respecto a América Latina”. Las declaraciones más comentadas las formuló el ex canciller Miguel Ángel Zabala Ortiz: “Si la Unión Soviética o China, por ejemplo, nos dan su ayuda y quieren contribuir a la defensa de nuestro país, no obstante las diferencias ideológicas, no podremos dudar”.

Los partidos políticos tampoco eran ajenos: en los días previos al domingo 9, la Multipartidaria ofreció viajar a los Estados Unidos para ratificar todo lo hecho por el gobierno militar al ocupar Malvinas, y en Mar del Plata 50.000 personas participaron en un acto en el Estadio Ciudad de Mar del Plata donde juraron públicamente fidelidad a la bandera, bajo los sones marciales de la banda de la Agrupación de Artillería de Defensa 601.

Los medios gráficos argentinos estaban atiborrados de fotos de soldados en las trincheras, aviones, barcos y declaraciones públicas. Entre estas últimas, no faltaron las que realizaron al Diario Popular, el 11 de mayo, Moria Casán, Silvia Pérez, Graciela Alfano, Libertad Leblanc y Luisina Brando. Todas criticaban a la Thatcher por “inescrupulosa, resentida, belicista, loca, bruja” y otros epítetos. También, en esas mismas horas, se conocía la muerte de la gran vedette Nélida Lobato. Buenos Aires se oscureció, como despidiendo a su estrella, pero en realidad habían comenzado las restricciones de electricidad. Las marquesinas y los carteles de la Avenida 9 de Julio se apagaron.

“Los argentinos hablaron tanto en estas últimas semanas que no entendemos más nada”, dijo Francis Pym antes de embarcarse nuevamente a Nueva York. El canciller británico se confesaba particularmente atrapado en saber quién habla en nombre de quién en la Argentina de hoy: “Hay un presidente Galtieri, hay un señor Costa Méndez, hay una Junta, hay generales, hay almirantes”, publicó el semanario brasileño Veja.

Una de mis libretas con confesiones “off the record” para el periodismo

“Hay una ofensiva británica sobre la persona del almirante Anaya, haciéndolo aparecer como que no consulta las decisiones de guerra con el Almirantazgo. Gran Bretaña da la imagen como queriendo aparecer dominando la zona de guerra por aire y agua. Esto se desvanece en la medida que no logran desembarcar en las islas. Tenemos problemas de conjunto: la Fuerza Aérea quiere dirigir sola la lucha aérea y a los aviones de la Armada los han retirado a Río Grande. Hay que recordar que cada escuadrilla de Fuerza Aérea debería contar con un avión guía naval. Debe pensarse ya en la salida política, es la posición de Anaya”, dijo a un reducido grupo de periodistas de Buenos Aires, el capitán de navío Héctor de Pirro, el oficial encargado de las relaciones con los medios de la Armada.

En contradicción con el pensamiento de Anaya, en otro lugar de Buenos Aires, el general de división Juan Carlos Trimarco le confiaba al economista radical Bernardo Grinspun que “Galtieri intentaría seguir adelante con su plan político de perdurar en el poder hasta 1984 y lograr elegirse electoralmente en 1989, todo esto, además, sin dejar la comandancia del Ejército". Trimarco sostuvo que nadie se opondría dentro de la Fuerza.

Los despachos oficiales formaban un mar de contradicciones. En esas horas un diplomático me decía que “esto anda mal porque nadie desea firmar una concesión, un paso atrás. El problema es explicar esto en el frente interno. Ellos son prisioneros de su propaganda, inventada entre otros por el Gordo Rodolfo Baltiérrez (Secretario de Prensa de la Presidencia)”.

Otro diplomático al que le decían “Buda”, Oscar Torres Ábalos, contaba, que venía de hablar con los oficiales de la intimidad de Anaya y relató: “Cómo Gran Bretaña intentará establecer una cabeza de playa, hacerse fuerte, izar la Union Jack y después negociar. Esta Junta Militar no tiene para mucho tiempo", opinó el asesor de Anaya.

Otro de los asesores del jefe naval le dijo que una de las motivaciones que tuvieron para la ocupación había sido el blanquear los errores cometidos en los seis años de gobierno. Cuando esto termine, los partidos políticos van a tener el Estatuto, pero antes deberán responder sobre unos 20 temas -Energía, Economía, Derechos Humanos, etc-". Treinta días después todo sería un manojo de ilusiones.

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