La historia se remonta a la madrugada del miércoles 10 de febrero de 2010, cuando Eduardo Arturo Vázquez roció con alcohol y prendió fuego a su pareja, Wanda Taddei, en una casa del barrio de Mataderos. La mujer de 29 años murió tras agonizar durante once días en el Hospital de Quemados. El jueves 14 de junio de 2012, 28 meses después, el femicida fue condenado a 18 años de prisión por el Tribunal Oral en lo Criminal número 20. A los 10 días de pronunciado este fallo en primera instancia, el sábado 24 de junio, el ex baterista de Callejeros asistió a un acto cultural al aire libre en San Telmo. Lo había invitado la agrupación kirchnerista Vatayón Militante.
La liberación transitoria de presos tiene varios tomos en la historia argentina. El último episodio atañe al coronavirus y el riesgo del contagio en cárceles. El capítulo anterior data de 2012, con una encendida polémica: una agrupación política llevaba a internos de diversos penales a participar de propuestas culturales. Es lo que hacía y por lo que dejó de existir como tal Vatayón Militante. Fundada en 2008 en los albores del conflicto entre el gobierno de Cristina Kirchner y el campo, la agrupación asumía un tono contracultural desde su denominación. “El Vatayón se llama así por la batalla cultural que consideramos siempre presente, y se escribe con V e Y porque consideramos que, cada vez que alguien nos corrige, hemos dado un pasito más adelante en esa batalla”, definió Juan Soriano, su principal referente.
La entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, la había catalogado como una organización no gubernamental. Pero sus propios militantes la corrigieron: “El Vatayón hace política”. La -mala- ortografía de su nombre rinde honores al símbolo peronista por antonomasia. “Es la V de la Vuelta. Es también la V de la Verdad, la V del Valor y la V del Voto. Es la V del Vino, la V de la Verga, la V de la Vagina y la V de la Vida”, decía en sus redes sociales, ya extintas. Los perfiles, portales y cuentas que habían creado son, ahora, links vacíos. Fue una agrupación política, una de las tantas ramificaciones militantes del kirchnerismo. Se dedicaba, según su valoración interna, a organizar talleres de música, teatro, pintura y formación política. Porque, como dijo Juan Soriano, “es una agrupación política con intenciones de construir, justamente desde la democracia y donde se necesite, con militantes”. Así respondía las acusaciones de quienes aseguraban que reclutaban militantes desde las cárceles.
Vatayón Militante fue noticia a mediados de 2012. Una investigación del diario Clarín había descubierto que organizaban actos culturales y políticos con presos condenados. El caso más emblemático fue el de Vázquez. Se comprobó -y la agrupación lo admitió- que el femicida había gozado de dos salidas transitorias para participar de estos encuentros. El primero en noviembre de 2011, en una cita cultural celebrada en Corrientes y Dorrego, barrio de Chacarita. “Una semana antes del evento se hicieron presentes agentes del Servicio Penitenciario Federal a analizar, chequear y detectar qué cuestiones de seguridad eran pertinentes para poder a llevar a cabo dicha gesta, dicho encuentro, dicha situación. Ese día ingresaron las personas privadas de su libertad al local y se dividieron en sectores. Cada uno de los sectores, tenía como consigna a un mínimo de cinco guardias, todos ellos, dentro del evento, vestidos de civil”, explicaron desde la organización cuando el escándalo había acaparado la atención pública.
El segundo, en San Telmo, diez días después de que los jueces Pablo Laufer, Luis Niño y Patricia Mallo le aplicaran una pena de 18 años de prisión al ex baterista de Callejeros con el atenuante de haber actuado bajo “emoción violenta”. En septiembre de 2013, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal descartó la justificación y aumentó la pena a cadena perpetua tras imputarle el delito de homicidio agravado por el vínculo. “Para nosotros, cada uno y una de las personas privadas de su libertad, son exactamente iguales. Desde la deuda social que debe recoger la sociedad y con ésta, la militancia, es que trabajamos con todos los internos e internas, en iguales condiciones”, habían argumentado en un escrito firmado por el propio Juan Soriano y por Diana Pinasco, coordinadora general de Talleres y Actividades Culturales de la agrupación.
La salida transitoria de los presos había despertado la indignación de la oposición y de buena parte de la sociedad argentina: el ministro de Justicia, Julio Alak, era cuestionado por los legisladores por habilitar estos paseos recreativos de los internos, y un grupo de diputados encabezaban una movida para inspeccionar los penales y “verificar" si los presos salían "de la mano de La Cámpora”. También se avecinaban denuncias penales contra el director del Servicio Penitenciario Federal , Víctor Hortel, en su calidad de promotor de la presencia de presos en actos partidarios.
Vatayón Militante se defendió. En un escrito, afirmó que la cultura siempre es política y declaró estar haciendo cultura desde la política; “jamás nosotros preguntamos a ninguno o ninguna por qué están en una cárcel, pero siempre les pedimos que nos pregunten a nosotros por qué y para qué estamos allí”, expresaron. En su defensa, explicaron cómo se articula la salida transitoria de los presidiarios: “El Vatayón no decide quién viene y quién no: eso lo decide en primera instancia el interno que se anota en el evento y luego debe ser autorizado por cada juez en particular, de cada juzgado en especial, analizando cada caso específico y el juez es quien firma esa salida transitoria, que es parte del derecho de la persona privada de su libertad”.
En la agrupación había un núcleo de cincuenta militantes activos. Con estas salidas transitorias fueron beneficiados, además de Vázquez, Rubén “Oveja” Pintos, el barra de River condenado a perpetua por el asesinato de Gonzalo Acro, Cristian Favale, uno de los asesinos del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra, y los hermanos José y Carlos Díaz, condenados por el secuestro y crimen del joven Axel Blumberg. Con la polémica en curso y desfilando por las noticias, en 2012 pareció prudente cesar las actividades de “resocialización” de presos en eventos culturales de propaganda kirchnerista.
“La intención es la de visibilizar el profundo cambio que se está dando desde la dirección del Servicio Penitenciario Federal y las políticas de derechos humanos que allí novedosamente se implementan”, había señalado Soriano para destacar la voluntad del director del Servicio Penitenciario Federal.
El compromiso de Víctor Hortel con Vatayón era indudable. El jefe del SPF llegó a crear la Murga del Vatayón militante y organizaba y participaba en fiestas con los internos de los penales. En ocasiones, trasladaban a travestis y a efectivos del servicio para participar de los corsos.
Llegó a organizar fiestas en las que se bailaba al ritmo de la cumbia en la mismísima capilla del penal de Villa Devoto. La misma que hoy se usa para las negociaciones entre funcionarios y representantes de los presos.
Para la movida, se decoraba el lugar cubriendo las imágenes religiosas. Hortel y algunos de sus hombres tomaban parte en estos bailes con disfraces de Hombre Araña, del ratón Mickey o de Superman.
Hortel renunció a su cargo el 20 de agosto de 2013 luego de que fuera acusado por “negligencia e impericia” a raíz de la fuga de 13 reclusos del penal de Ezeiza. Ese mismo día, Vatayón Militante publicó un mensaje en sus redes sociales: se despegó del vínculo. “Hace más de un año que no estamos en los penales, ni cerca -indicaron-. Nuestro referente es Juan Soriano y no tenemos relación política con ningún funcionario o ex funcionario”.
A finales de marzo de 2015, siete meses antes de que la fórmula Macri-Michetti superara por escaso margen la de Scioli-Zannini en el balotaje presidencial, las redes sociales de la agrupación dieron su saludo de despedida. “Los compañeros y compañeras de Vatayón hemos decidido darle un vuelco a nuestra militancia, para seguir mirando hacia adelante y seguir construyendo del modo que siempre consideramos correcto: vamos a cambiar nuestro nombre y vamos a cambiar nuestra forma de comunicar. No, nuestra manera de militar va a seguir siendo la misma, porque así es como nos gusta”.
El recuerdo de esta experiencia demuestra que el entusiasmo por militar la excarcelación de los presos por delitos comunes es una constante por parte de cierto sector del kirchnerismo que hoy encuentra en la pandemia de COVID-19 el terreno propicio para volver a plantar aquellas banderas.
Fueron siete años de Vatayón Militante. La organización mutó a “La Pingüinos”, conducida por el mismo Juan Soriano y que se autopercibe como “una agrupación política peronista y kirchnerista que defiende y milita al proyecto nacional y popular”. Acompañan las movilizaciones feministas, asisten a comedores, desarrollan jornadas solidarias y organizan charlas de formación política-sindical: la última, un vivo de Instagram en tiempos de cuarentena con Amado Boudou. “¿Y qué fue lo que sucedió con Vatayón? Simple y claro: se convirtió en viento. Se convirtió en rumor. Se convirtió en una palabra que se usa como si fuera correcta, con la V y la Y. Se convirtió en un nuevo término y se convirtió en un concepto, una forma y hasta un adjetivo”.
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