Pasan los días y las noticias desgarradoras sobre los estragos que está causando el COVID-19 en el país no cesan. Las estadísticas indican que las víctimas fatales llegan a 220 y que el número de infectados supera los 4.400. Cada cifra es una historia de vida, y en medio de tanta desazón y preocupación también hay lugar para contar aquellas que brindan fe y esperanza frente al avance de la pandemia.
Una de ellas tiene a una anciana cordobesa de 82 años como protagonista. Se trata de María Graciela, quien estaba alojada en el geriátrico Santa Lucía, de la localidad de Saldán, donde el coronavirus se cobró 5 muertos y dejó 65 infectados entre pacientes, empleados y contactos estrechos. “Chela”, como le gusta que la llamen, no solo desafió todo los pronósticos y logró vencer a la enfermedad sino que nunca le contaron que había contraído el virus para preservarla.
Viuda y madre de 5 hijos, la mujer se contagió de un médico asintomático. “El 20 de marzo me llaman del geriátrico para decirme que mi mamá se había caído y se había cortado la cara. Se hizo un tajo arriba de la ceja y como es zona que pierde mucha sangre tuvieron que darle dos puntos. El encargado de hacerle la sutura fue ese médico. Y diez días después, ella empezó con fiebre”, contó a Infobae Ana Galli, su hija.
Como ya regía la cuarentena obligatoria, Ana se comunicaba con su mamá a través de videollamadas. Chela estaba bien de ánimo, pero un poco dolorida. Todos pensaban que era como consecuencia del golpe, pero en realidad era un aviso de lo que se desataría después. “Se quejaba de que le dolían las articulaciones, pero como tiene artritis pensé que se estaba atacando de nuevo por los cambios de temperatura y la humedad”, relató Ana, quien para calmarla le decía que se tomara un antiinflamatorio.
Pero el viernes 8 de abril, un Whatsapp que recibió del geriátrico la puso en alerta: el médico había dado positivo y todos los adultos mayores iban a someterse a un hisopado. Su mamá también era portadora del virus y dos días después fue internada en la Clínica Aconcagua, de Córdoba Capital.
“En el geriátrico hicieron cosas atroces. Le apagaron el celular para que mi mamá no pudiera comunicarse con el exterior. Los directivos tenían miedo que se desparramara la noticia y cuando llamé para exigir que me devolvieran su teléfono se negaron a hacerlo. Imaginate que era el único medio que tenía para hablar con ella porque en la clínica no podía verla”, recordó.
Recuperarlo fue todo una odisea y hasta tuvo que ir a increpar al intendente de Saldán, que estaba dando una conferencia de prensa en la plaza que queda frente al geriátrico, para que mediara con las autoridades del lugar. “Estaba sacada, le empecé a gritar detrás de un vallado que había hasta que me hizo un gesto como que después iba a hablar conmigo. Una vez que terminó de atender a la prensa me escuchó, le conté que hubo un manejo muy feo del geriárico con los adultos mayores y me ayudó a resolver el problema”, señaló.
Según relató Ana, el geriátrico no contaba con ningún protocolo frente al coronavirus y hubo mucha desorganización y desinformación en el traslado de los abuelos. “Mi mamá hacía un año que estaba pero había otros que permanecían ahí desde hacía 28 años y como no tenían síntomas los querían mandar a sus casas. Fue todo una locura. El Ministerio de Salud provincial tendría que haber puesto a disposición un lugar para todas estas personas sanas”, se lamentó y explicó que “algunos de los que fueron internados sin coronavirus fallecieron por una neumonía contraída en el mismo hospital”.
Chela estuvo consciente en todo momento pero nunca le contaron el verdadero motivo por el cual estaba hospitalizada. “Preferimos no decirle para preservarla. Ella estaba al tanto de la pandemia pero no sabía que estaba contagiada”, dijo.
En ningún momento necesitó oxígeno ni respirador. Solo le daban vitaminas para mantenerla bien físicamente y paracetamol para que bajara la fiebre. Incluso, la anciana se mostraba preocupada por la salud del médico infectado porque lo había escuchado en las noticias. “Quería saber cómo estaba de salud y si ya se había recuperado”, remarcó su hija.
La mujer permaneció internada 18 días y recibió el alta el 29 de abril. Ese día, la despidieron con aplausos y un ramo de rosas. Posó de buen humor para las fotos junto a los médicos que la atendieron y se encargó de salud con un gesto de manos a cada uno de los enfermeros que la asistieron y también a algunos curiosos. En la puerta de salida la esperaba Ana, quien la llevó en el auto hasta su casa; donde actualmente se encuentra contenida hasta que consiga una nuevo geriátrico para la cuiden porque tiene visibilidad reducida.
“Empezó con cataratas y terminó con un glaucoma, que le hizo perder la visibilidad de un ojo y del otro prácticamente no ve. Por eso, también se le complica su movilidad”, indicó Ana, quien recordó que a su mamá le encantaba cocinar, coser, hacer esculturas y manualidades en su tiempo libre.
De acuerdo a lo que informaron los médicos, es muy poco probable que Chela vuelva a contraer el virus; pero le pidieron que extreme las medidas de higiene para que la infectada no sea ella. “Nadie sabe demasiado, hay mucho pánico y todos se guían por los casos que ocurrieron en Europa. Y por más que me alegre que mi mamá haya vencido el virus ahora estoy preocupada por mi salud ya que tuve tuberculosis hace varios años y se podría agravar mi cuadro en caso de contraer la enfermedad”, concluyó.
Mientras, Chela sigue haciendo su vida normal, sin tener la mínima noción que es una de las sobrevivientes a la pandemia.
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