Para cumplir con algunas de las principales medidas de prevención en medio de la pandemia de coronavirus -lavarse las manos, desinfectar superficies, mantener limpia la ropa y los objetos de uso diario- hace falta, entre otras cosas, agua. Además de la higiene personal, el acceso al agua potable también es clave para el consumo propio y la sanitización y cocción de alimentos. La simpleza de poder abrir cualquier canilla dentro de la casa y que salga agua.
Sin embargo, esa no es la realidad en los últimos días de gran parte de los habitantes de la Villa 31, en el barrio porteño de Retiro, donde hay actualmente 13 casos positivos de COVID-19, todos confirmados en solo una semana.
Vecinos, referentes barriales, organizaciones sociales y un puñado de legisladores porteños denuncian que, al menos desde el sábado pasado a la noche, un corte dejó sin agua a grandes porciones de la Villa 31 y 31 bis, junto con algunos cortes prolongados de luz en los sectores conocidos con los nombres YPF, San Martín y Güemes.
Ambas problemáticas agravan la situación de las barriadas donde también preocupa el avance del dengue y donde las condiciones ambientales y habitacionales provocan que el acatamiento del aislamiento obligatorio establecido por Alberto Fernández desde fines de marzo opere de una manera muy particular, en una suerte de “cuarentena comunitaria”.
“Celebramos las medidas necesarias de prevención y cuidado que se tomaron frente a la pandemia, pero en nuestros barrios se nos está haciendo imposible seguir estas normas. ¿Cómo hacés si vivís hacinado con más de 10 personas en una habitación o si compartís el baño con otras 3 o 4 familias y sin agua potable? Es imposible”, se pregunta y se responde Joana Ybarrola (30), que vive allí hace más de 20 años, en diálogo con Infobae. “También hay sectores sin luz o con baja tensión. A una compañera que usaba el celular para laburar se le quemó, y tiene la suerte de que su trabajo puede hacerse desde su casa. A otros vecinos se les quemaron electrodomésticos y eso no te lo repone nadie”.
Ybarrola es referente de la organización social La Poderosa, es coordinadora de la Casa de la Mujer y Disidencias en la 31 y está activamente involucrada en la actividad de los comedores y merenderos comunitarios que desde el inicio de la emergencia sanitaria atraviesan un aumento en la demanda en la mayoría de barrios vulnerables. “Mientras se entrega la comida se va preguntando casa por casa si tienen agua o no. Con ese registro, las mujeres que manejan el comedor cargaron bidones de tres litros con agua potable, que ahí por suerte todavía hay, y los van repartiendo para abastecer mínimamente a las familias, para que puedan tomar agua a la noche”, explica. “No le salva la vida a nadie, pero ayuda”.
En los últimos días, además de las organizaciones sociales, un grupo de legisladores porteños apuntaron en redes sociales contra el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. “Me llama una mamá llorando (literal). ¡En la Villa 31 desde el sábado que no hay agua! En plena pandemia no se pueden lavar las manos. Hablo con Malena Galmarini y me dice que Horacio Rodríguez Larreta no deja que AYSA se haga cargo. ¿Se entiende la locura de esto? ¿Quieren que explote la villa?”, escribió Leandro Santoro en su cuenta de Twitter. Se sumaron al reclamo también Mariano Recalde, Ofelia Fernández, Victoria Montenegro y Gabriel Solano (Frente de Izquierda).
Diego Fernández, el secretario de Integración Social y Urbana porteño, respondió a través de las redes los mensajes de los legisladores con el comunicado oficial de Agua y Saneamientos Argentinos (AySA), donde se especifica la existencia de un desperfecto el sábado por la noche en la planta potabilizadora “José de San Martín” ubicada en la zona norte de la ciudad, que provocó cortes, baja presión y turbiedad en varios barrios.
“Son las tareas de mantenimiento que está haciendo Aysa, que son públicas y afectan a gran parte de la Ciudad. Lo que hacemos es trabajar en coordinación con Aysa, como venimos haciendo hace cinco años, hasta que se pueda resolver el tema de fondo. Hicimos un acueducto de tres kilómetros que llega hasta la entrada de la villa y estamos supliendo con seis camiones cisterna que reparten agua potable todos los días”, señaló Fernández a este medio. En total, informan, se repartieron 288.000 litros de agua por día.
Guillermo Torre, cura de la parroquia Cristo Obrero dentro de la 31 se refirió esta mañana a la llegada de esos camiones al barrio y destacó que el suministro es “insuficiente”. "Esto ya viene de mucho tiempo, hace años que se están haciendo las obras de urbanización. Esas obras de infraestructura no están terminadas todavía y hace unos meses que hay una baja de presión muy grande”, señaló el párroco en una entrevista con el programa Ahora Dicen de radio Futurock, y aseguró además que en su iglesia hay lugar para asistir a adultos mayores en medio de la pandemia, pero que no pueden comenzar a usarlo por la falta de agua.
Los vecinos también denuncian que la cantidad agua que distribuyen es insuficiente y cuestionan la calidad. “Desde la Secretaría de Integración mandaron unos camiones cisternas con un tanque pequeño atrás y un motor que pueden asistir apenas a medio tanque en algunas casas particulares. Lo que me decían cuando vinieron el lunes es que estaban explotadísimos. Y la verdad es que el agua tiene un olor horrible”, señaló Joana. “También vinieron algunos camiones de Aysa el domingo a la noche y se hizo una fila eterna. El sistema era ir a buscar el agua con tachos pero si vivís en un tercer o cuarto piso no podés subir con 20 litros de agua”, dice ella, que vive en un primer piso en el “sector YPF” con su hijo de 12 años, sobre la planta baja en la que viven sus padres y sus hermanos de 12 y 10.
En Aysa, sin embargo, explican que el problema ocasionado por el desperfecto en la planta potabilizadora está solucionado. “El sábado a la madrugada se me rompió un conducto un caño maestro dentro de la planta potabilizadora San Martín y eso inundó la sala de bombas impelentes, la que mandan presión a las cañerías. Quedó todo bajo agua. Giramos todo el servicio, se mandó agua por otro caño y presión por otras bombas de otras lugares”, explicaron a Infobae desde la empresa estatal que conduce Malena Galmarini. “Que hoy, miércoles a la mañana, no haya agua no tiene nada que ver con lo que sucedió el fin de semana”, detallaron.
“En la 31 nosotros mandamos camiones y mandamos a hacer mediciones en las tomas. Hoy ya funcionamos con presión adecuada. Pero los caños maestros que alimentan esos barrios, como es el caso también de la 1-11-14 o la Villa Zabaleta, lo maneja Obras Públicas del gobierno de la ciudad, que nunca terminó de hacer las obras. Ahí adentro la gente va conectando las cañerías cómo puede y eso lógicamente saca agua de los conductos, lo que genera una baja de presión. Hay cada vez más gente y la necesidad de servicios es cada vez mayor”.
Entre el reparto de responsabilidades, las horas pasan y el agua no vuelve. “La realidad es que esto es así siempre y el laburo los hacen vecinos y vecinas. En verano a la madrugada tenemos la suerte de que hay un poco de presión y cargamos los tanques que duran solo el día. Pero ahora estamos en pandemia y lo necesitamos más que nunca, el agua es prioridad para la prevención y el cuidado”, insiste Joana. “Y esto no sólo pasa en este barrio. Hay mucho hambre, además de que ahora también hay mucha sed. Hay una pobreza estructural que nos atraviesa desde siempre”.
La situación en torno a los servicios profundiza la preocupación por la expansión de los contagios de coronavirus en los barrios vulnerables de Buenos Aires. El ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, aseguró esta mañana que actualmente “hay casos de coronavirus en todas las villas de la ciudad”. “La 31 y la 1-11-14 son las dos que llevan un poco más de tiempo. Naturalmente en esos barrios la curva va a crecer más rápido”, advirtió en declaraciones Radio La Red. De acuerdo con la información oficial, los 13 contagios en la Villa 31 se dieron por contacto estrecho entre los pacientes “por cuestiones familiares o laborales”.
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