Pablo Salvi (38) y Leticia Santoro (39) son médicos. Hace catorce años dejaron de ser solamente colegas para pasar a compartir una vida juntos. Hoy además, son padres de Julián (1) y Lucía (4). Ambos trabajan en el Hospital Argerich, donde se produjo la primera muerte por coronavirus de la Argentina. “Somos un equipo en todos los ámbitos, y ahora en esta batalla”, reconocen.
Pablo es especialista en emergentología -está a cargo del departamento de Urgencias- y hace exhaustivas guardias de 24 horas. Ya Leticia trabaja en el área de Terapia Intensiva. Desde que se desató la pandemia, esta pareja de médicos está el la primera línea de combate contra el COVID-19.
“Es desgastante trabajar en estas condiciones. Sufrimos un agotamiento atroz. Llegamos demolidos a casa”, relata este profesional de la salud que lleva un década ejerciendo. "No lo digo por la falta de insumos, por ahora tenemos todo lo necesario sino por la intensidad emocional que se maneja a diario. Tenemos que atender a los pacientes, cuidarnos de cualquier contagio y a la vez evitar la propagación entre colegas. Nuestra premisa es contagio cero entre el personal”, agrega.
El hospital cuenta con tres terapias intensivas -una para patologías que no están relacionadas al virus, otra intermedia y la última, que fue recientemente adaptada al contexto sanitaria global, es exclusiva para pacientes con COVID-19. “Tenemos 12 camas, y en este momento hay 9 ocupadas, pero con esta enfermedad todo es dinámico”.
Con un estricto protocolo sanitario, frente a la primera muerte, al menos 16 personas que estuvieron en contacto con el fallecido, debieron ser aisladas de manera preventiva. “No se registraron casos de colegas infectados. Desde el inicio del brote una de las medidas tomadas fue limitar el horario de trabajo del personal para bajar la exposición y no generar desgaste”.
Por otra parte, la modalidad de trabajo se vio alterada porque el contexto pone a prueba la salud mental de cada profesional. “Hacemos la asistencia en dupla porque precisamos un supervisión minuciosa para no cometer errores. Es muy incomodo -pero a la vez fundamental- estar tantas horas con antiparras que lastiman, un barbijo que no te permite respirar de manera correcta. El riesgo mayor está a la hora de quitarnos todo el material de bioseguridad, entonces cuando nos desvestimos un compañero nos recuerda el orden. El agotamiento mental es devastador”.
No todo está relacionado a la pandemia. “Hay que seguir asistiendo a pacientes con afecciones graves, que no vienen al hospital por temor a exponerse en la guardias, tuvimos varios casos que llegaron en condiciones de riesgo de muerte por no acudir a tiempo, algo que complejiza aún más la tarea”.
-¿En qué momento hacés una pausa para recobrar fuerzas?
-Dos veces al dįa hago videollamadas con mis hijos. Son mi cable a tierra, y me conecto con lo lindo de la vida, es como esa tacita de sopa caliente para recargar y volver al puesto.
Al decidir ser padres, Pablo y Leticia, optaron por mantener una activa vida laboral. Se organizaron de tal modo que siempre uno de los dos pudiera estar al cuidado de sus hijos en su casa de Lomas de Zamora. Frente a riesgo de exposición diario se plantearon distintos escenarios para resguardarlos. “Somos emergentólogos, lidiamos con los peores escenarios, en este caso, sería que ambos nos contagiemos, terminemos internados y nos aislen de nuestros hijos. Por eso extremamos los recaudos: nos cuidamos en el hospital, salimos limpios de allí: nos desinfectamos y bañamos. Al llegar a casa dispusimos de una habitación donde dejamos las ropa que solo usamos para ir a trabajar, nos cambiamos por una ropa de entrecasa e higienizamos todos nuestros elementos de usos personal”, cuentan.
Pablo es el encargado de hacer las compras en el supermercado, y Leticia solo sale de casa para cumplir con sus obligaciones. “Muchos antes de que se calificara al coronavirus como pandemia estuvimos analizando e intercambiando conocimiento con otros colegas. Tuvimos largas discusiones con Leticia, al principio estuvimos muy tensos. No solo somos compañeros y padres, somos un equipo sólido que nos anticipábamos a lo que venía. Por eso dejamos de ver a nuestra familia, limitamos las salidas innecesarias y también controlamos lo que ingresaba al hogar”.
A diferencia de otros trabajadores de la salud no recibieron amenazas, ni repudios por parte de los vecinos. “Al contrario nos han contactado para ponerse a nuestra disposición. También hay gente que se acerca al Argerich ofreciendo insumos de todo tipo o comida, se siente la solidaridad”.
Consciente de una larga batalla, Pablo, está a favor de la extensión de la cuarentena sin salida de esparcimiento. “Esto recién empieza. Tenemos la maquina del tiempo, el ejemplo de otros países donde se habla de una segunda ola de rebrote, usemos esa experiencia a favor. Desde el sistema de salud estamos respondiendo bien, pero habrá un momento donde la situación pueda ser otra. Seamos prudentes quedamos en casa”.
Producción: Estefania Carlojeraqui
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