El jueves, Aerolíneas Argentinas inició la cuarta operación especial a Shanghai, China con el objetivo de traer insumos de uso hospitalario encargados por el Gobierno nacional. Uno de los auxiliares en ese vuelo es Leandro Faraboschi, tripulante de cabina del área internacional de Aerolíneas Argentinas e integrante de la Asociación Argentina de Aeronavegantes.
La decisión de viajar fue suya, y en diálogo con Infobae cuenta la emoción que siente en pleno vuelo, cómo sobrelleva el no poder ver a sus padres que viven a pocas cuadras y se refiere a cómo esta crisis lo lleva a ponderar la solidaridad, como muchos, en situaciones críticas como las que atraviesa en todo el mundo.
Aún restan cuatro vuelos programados, el primero el próximo 28 de abril y los restantes en el mes de mayo.
—¿Qué hizo que decidieras subirte al vuelo con destino a Shanghái?
—No fue decisión mía únicamente, fue de toda la gente de Aerolíneas que está en la operatoria, tanto en los vuelos de repatriación como en este. La tripulación es la cara visible, pilotos, mecánicos, despachantes y los tripulantes de cabina. Pero atrás de esa operación a Shanghái hay cientos de personas de Cancillería, del gobierno chino, del neozelandés para permitir esa operación que vos me estás preguntando.
—¿Ya hiciste vuelos de repatriación?
—Cinco a Madrid, dos a Miami, Punta Cana y Cancún.
—¿La decisión de quiénes viajan es voluntaria o la empresa tiene que seleccionar aleatoriamente?
—La empresa y el Sindicato de Aeronavegantes dio libertad de acción, el que quería cumplir la cuarentena podía y el que quería ser voluntario se sumaba a estos vuelos. La verdad que mucha gente se anotó en estos vuelos, gente soltera, casada. Eso a mí en lo personal, y creo que a todos en Aerolíneas Argentinas, nos llena de orgullo.
—En tu familia ya hay precedentes de un viaje similar pero en otro contexto, ¿verdad?
—Sí, lamentablemente. Mi papá es jubilado, jefe de cabina, y tuvo que ir a Canarias y a otro lugar a buscar armamento.
—Fue en el contexto de la Guerra de Malvinas, ¿no?
—Sí.
—¿Qué te dicen tus padres y tu hermana?
—A mis papás, con todo esto de la cuarentena, la última vez que los pude ver fue el 5 de marzo. Los pude ver una sola vez porque hice un vuelo, pasaron 14 días y les fui a llevar alimento. Es muy movilizante para todos, me imagino que no es fácil, porque se mezclan muchas cosas, muchos sentimientos. Verlos a través de una cámara, a veces hay que levantarlos un poquito y ellos también conmigo. Se hace medio difícil. Me pasa también con mis sobrinos que me mandan videos y me hablan de coronavirus y tienen 10 años. Ellos por ahí no son conscientes pero tienen bien presente la situación de que no pueden salir y preguntan “cuándo voy a poder salir”, eso te va cargando de sentimientos.
—Orgullo y emoción para la familia.
—Sí, para todos. Para cada uno que trabaja en la empresa también es un orgullo poder ayudar de esta manera. Es una situación rara, pero seguro que a todos nos llena de orgullo poder darle una mano al país en estas pequeñas cositas.
—¿Cuál es la sensación?
—La sensación es rara porque nosotros estamos acostumbrados a llevar pasajeros, por negocios, por vacaciones. Y cuando vos despegás de Ezeiza con el avión vacío entran a jugar los sentimientos, que estás en medio de una pandemia. Cuando vas y los recibís te dicen “gracias por venirnos a buscar”, y es raro porque te pueden decir muchas gracias por el vuelo, un vuelo increíble, pero decir “gracias por venirnos a buscar”... nunca escuchamos eso.
—Claro...
—Y se juntan muchas emociones, los nenes, las familias que han pasado por mil cosas, que han venido por ejemplo de Miami a Cancún y los hemos repatriado en Cancún, y te cuentan unas historias de vida que nunca las escuchás.
—¿Este es el viaje más largo que vas a hacer o no?
—Sí, sí. Son 52 horas de vuelo creo.
—Y acá no hay descanso alguno, porque por lo general uno suele volar, está unos días en el lugar y retorna.
—No, acá salimos de Ezeiza, son aproximadamente 16 horas de vuelo hasta Auckland, ahí cargamos combustible, una hora y media, y de ahí nos vamos para Shanghai que son 12 horas de vuelo. Allí hacés la carga de combustible otra vez, los insumos médicos que traemos, y vamos otra vez para Auckland, que es un poquito menos porque supuestamente hay viento de cola entonces se tarda un poquito menos. Cargamos combustible en Auckland y volvemos para Buenos Aires.
—¿Cómo se prepara la tripulación para este tipo de viajes? ¿Hay un protocolo distinto?
—La empresa nos provee de todos los suministros. Las antiparras, los trajes blancos, alcohol en gel, guantes, tapa calzado.
—¿Cómo se realiza la carga de los insumos médicos?
—La carga la hacen los operarios chinos. En la bodega va todo el insumo médico. Los asientos se adecuaron con unas redes y unos ganchos, donde también se colocan los insumos. También estamos nosotros para eso, si hay un imprevisto, podamos solucionarlo, fuego, humo. Lo que sea.
—¿Cómo soñás el momento en el que puedas volver a compartir un momento con tus afectos más cercanos?
—Poder abrazarlos, darles un beso a todos. Porque es lo que dicen todos, uno no se da cuenta de que los quiere hasta que no los tiene. Nos pasa a todos. Y seguro haremos un gran asado.
—¿Cuál es el sentido de todo esto para vos?
—Poder ayudar a la gente y el día que no esté más, se acuerden de lo bueno que intenté hacer y si me equivoqué alguna vez, disculpas. Pero no fue de mala leche.