“¿Qué querés ser cuando seas grande?", le preguntaban en la familia. Y siempre se recuerda respondiendo lo mismo: “Quiero ser doctora". Gisella Gambetta (33) cumplió sin dudarlo con esa vocación que nació en su infancia. Desde hace 9 años es médica emergentóloga, se dedica a las emergencias sanitarias y actúa sobre una urgencia médica. ”A pesar de que a veces es duro el día a día no me arrepiento de la profesión que elegí, así como tampoco de la especialidad en emergencias. Esto para mí es apasionante", dice frente a Infobae.
Cuenta que decidió ser medica porque siente que es una manera de poder ayudar al otro, pero también porque seguramente estaba en su ADN: “Mi madre también era médica, y eso influyó en mi elección", señala. “Es imposible no marcar la herencia que recibí de mi mamá. Se me llenan los ojos de lágrimas de la emoción y de tristeza a la vez porque la perdí hace poco... Hemos sido hasta compañeras de guardia en las ambulancias de Pami de la base de Quilmes, como también en el Hospital Argerich. Compartíamos no solo el amor por nuestra profesión sino la clara convicción y defensa de la salud pública, de concebir la salud como un derecho inalienable al ser humano”, reflexiona emocionada.
Gisella creció viendo que no todo era color de rosa en la vida de los trabajadores de la salud, pero cree que la satisfacción de poder curar, aliviar, contener y acompañar a sus pacientes compensa todo lo anterior. “Esta pandemia la estoy viviendo con la tensión necesaria como para estar atenta para procesar toda la información y así tener un manejo correcto con nuestros pacientes. Por momentos uno se agobia de estar constantemente con el mismo tema, prendés la tele y sigue lo mismo que ves en tu trabajo, pero es comprensible frente a todo lo que estamos viviendo no solo en nuestro país sino a nivel mundial", detalla Gambetta.
La palabra miedo no existe en el vocabulario de Gisella. “Sentir miedo es difícil en el caso de mi especialidad, que comprende la medicina de emergencias y aún más si te desempeñas en el área de ambulancias, del prehospitalario como le decimos nosotros. Sabemos que de por sí ya es un trabajo con alta exposición, al igual que las guardias del hospital y el shock room, que son los lugares naturales que generalmente ocupamos los emergentólogos. Es por eso que creo que difícilmente podamos sentir miedo por nosotros, ya que uno se acostumbra a un medio hostil de trabajo”.
Desde que comenzó la pandemia de COVID-19 Gisella dejó de ver a su familia. Tiene un padre de 65 años y su hermana con dos hijos pequeños, y le da miedo contagiarlos. Solo convive con su pareja en Quilmes y toma todos los cuidados para no contagiarlo, en el caso probable de estar en período asintomático del virus.
“Con el tema de los cuidados -sin entrar en obsesiones- soy meticulosa con la vestimenta. Apenas llego de mis trabajos, directamente me quito toda la ropa y calzado en un lugar ya predeterminado de la casa, le digo el ‘area sucia’ (los que trabajamos en salud sabemos que así se dice también en el hospital) y va todo directo al lavarropas. Además limpio la suela del cazado con alcohol. Por otro lado, hago un estricto lavado de manos al llegar y desinfecto los elementos que utilizo frecuentemente como el celular. Por último, me doy una ducha. Una vez que finalizo todo recién ahí me acerco a mi novio. Él ya conoce el protocolo interno de la casa, me acompaña y ayuda mucho en todo esto", describe la médica.
“Lo más terrible que me ha sucedido es tener que trasladar en ambulancia a un paciente adulto mayor en una guardia de PAMI que agravó mucho su cuadro respiratorio por miedo a consultar cuando iniciaron los síntomas. La verdad estaba muy mal. Me da muchísima pena porque los tiempos de la enfermedad son importantes y poder detectar a tiempo una infección, y tratarla en una población vulnerable, puede definir muchas veces la vida del paciente. La gente está muy asustada, vemos muchos casos de crisis nerviosa y de hipertensión arterial provocados, entre otras cosas, por la angustia que crea este contexto de pandemia”, dice reflexiva.
Gambetta piensa que hay cuestiones esenciales que se han puesto arriba de la mesa nuevamente y que parecían olvidadas: “Una de ellas es que sin salud no hay nada mas, de la muerte nadie regresa”, dice.
“Parece obvio, pero creo que la vorágine en la que vivimos a veces nubla un poco lo que es importante de la vida. Y me parece que dentro de esta gran crisis puede haber una oportunidad para refundar el rol del Estado y de la salud. Y repensar dónde estamos parados los trabajadores de la salud, que somos protagonistas centrales, y cuáles son nuestras condiciones de trabajo, que va directamente relacionada a la atención de nuestros pacientes”.
Mientras se pone el equipo de protección para atender una emergencia, concluye reflexiva: "Espero que después de todo esto podamos discernir lo realmente importante y vital para la humanidad. Que a raíz de esta cuestión podamos contar con una sociedad mejor, más equitativa. Que el acceso a la salud no debe responder a las leyes de mercado y, sin caer en utopías, cito una frase de Eduardo Galeano: ‘La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces ¿Para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar’¨.
Produccion: Estefania Carlojeraqui
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