La triste historia del enfermero Silvio Cufré: “Salió para hacerse un chequeo y nunca volvió, murió sin saber que tenía Covid”

Es el primer trabajador de la salud que murió por coronavirus en Provincia de Buenos Aires. Era el enfermero que atendía al papá del futbolista Walter Montillo, otra víctima fatal. Su familia denunció que la clínica no le avisó que había un caso sospechoso. Ahora vive con custodia policial porque en el barrio los amenazan por “llevar el virus”

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Silvio Cufré, enfermero víctima de
Silvio Cufré, enfermero víctima de coronavirus, junto a parte de su familia

El día después de la muerte de Walter Oscar Montillo, el papá del futbolista que pasó por San Lorenzo y la Selección, Silvio Cufré, uno de los dos enfermeros que lo atendía en el Instituto Médico Brandsen, tuvo que abandonar el trabajo porque se sentía muy mal. Volvió a su casa antes de tiempo. Se durmió temprano y el jueves, un rato antes de que se confirmara que Montillo era Covid-19 positivo, volvió a su trabajo. Pero en calidad de paciente. Nunca más regresó a su casa. Entró en un coma inducido y el sábado, Cufré, a días de cumplir los 48, murió.

Ya el martes había estado raro. Como cansado, cuentan en su casa del barrio Sargento Cabral, en Alejandro Korn, donde Cufré vivía con María José, sus seis hijos y dos sobrinos. El miércoles todo se puso mucho peor: perdió el olfato, le dolía todo el cuerpo, pero especialmente la espalda. En su trabajo nadie le dijo que Montillo era sospechoso de Covid, por lo que en su familia no imaginaron que el jueves por la mañana Silvio se iba para siempre. “Salió para hacerse un chequeo y nunca volvió. Murió sin saber que tenía Covid”, solloza su esposa.

María José Oliva, 39 años, está actualmente aislada junto a los ocho chicos, de duelo, impactada por la brutalidad de una tragedia repentina que desacomodó todo. “Silvio era el sostén de esta familia, todo lo que tengo es esa casa”, comenta, en referencia a la construcción prefabricada donde viven desde hace 20 años, razón por la que Silvio abandonó su Berazategui natal.

Ya vivía en Alejandro Korn cuando Cufré se hizo enfermero. Se recibió hace 17 años. Trabajó en muchos centros de salud del municipio de San Vicente, donde se hizo muy querido por ancianos y niños dada su maestría para aplicar inyecciones. “Tenía buena mano, eso dicen”, sonríe Silvia, su cuñada. En los últimos tiempos había conseguido el trabajo en el Instituo Médico Brandsen. Le quedaba más lejos pero le pagaban más.

Así que el jueves, cuenta María José, Silvio salió en remís para el IMB. Media hora de viaje. A pesar de que se sentía muy mal. La esposa del primer trabajador de la salud víctima fatal del coronavirus en la provincia de Buenos Aires lamentó con enojo que la clínica que empleaba a su marido no haya mandado una ambulancia.

Entonces. Cufré no sabía que Montillo era sospechoso de Covid. Aparentemente nadie le dijo. Cufré presentó síntomas y lo mandaron a la casa. Nadie lo aisló en el lugar. Cufré volvió a su casa, durmió junto a su esposa y, ya muy mal, no recibió ayuda del Instituo Médico para llegar al lugar.

Finalmente, cuando lo hizo, quedó internado. “El jueves se levantó y no daba más, tenía hinchada la cara, los ojos. El no era de enfermarse. Si era diabético nunca lo supe, pero decían eso. Sí tenía presión”, relata María José. Y sigue: “El jueves estuvo conmigo, con los chicos. Le manda un mensaje a (el director de la clínica) Daniel Navarro y le dice que se sentía mal. Entonces no tuvieron la actitud de mandarle una ambulancia. Se tomó un remis, fue por sus propios medios. Nos quedamos preocupados. Llamábamos y no respondían. A las 23.30 Navarro respondió que lo estaban atendiendo”.

Según Oliva, Silvio creía que Montillo había muerto de paro cardíaco. Eso es, de hecho, lo que escribió Navarro en el certificado de defunción y desembocó en una investigación de la Justicia por irregularidades en los casos del papá del futbolista y también de su abuelo, Oscar, que murió unos días antes que su hijo en el mismo lugar y no se le hizo el hisopado. “En la clínica no hicieron nada. Le dijeron que había muerto de un paro, del corazón, nada más”, llora María José.

El sábado el IMB cerró sus puertas por el escándalo y trasladó a sus pacientes. A Marta, la mamá de Walter Montillo, la mandaron a su casa a seguir aislada allí. A Silvio lo llevaron al Hospital de Cañuelas. La información que circulaba sugería que el enfermero estaba grave. “Se fue de acá diciéndole a su hijo, que cumplía años el fin de semana, que iba a hacerse un chequeo y volvía”, recuerda María José y cuenta que cuando la llamaron del hospital para decirle que había muerto se enteró que era coronavirus.

Silvia, la cuñada, no recuerda haber vivido jamás una despedida tan triste. “Fuimos cinco al cementerio, nadie se merece algo así. Los remises no nos querían llevar”, cuenta.

“Fue un gran error de la clínica mandarlo a su casa el miércoles. Fue una irresponsabilidad”, remarca la hermana de María José, quien agrega, con un enojo debilitado por la tristeza: “Y el doctor Navarro no fue capaz ni de llamar para dar el pésame”.

El Municipio de San Vicente de hecho denunció a la clínica ante la Justicia Federal de Lomas de Zamora por haber propagado la enfermedad en la humanidad de Silvio, vecino de ese Partido, por lo tanto, posible agente de consumo en su comunidad, un barrio de clase media baja.

Y no fue suficiente la tragedia para esta familia que, enterados del caso positivo de Silvio, en el barrio hubo muchas personas que los amenazaron con quemarles la casa si no se mudan. Los acusan de haber llevado el coronavirus al barrio. Las amenazas fueron en serio, porque la Justicia dispuso que un patrullero de la Policía custodie la casa de María José y sus hijos.

“Los vecinos nos hostigan. Tuve problemas con algunos que querían que nos fuéramos del barrio porque decían que habíamos traído la epidemia acá, que íbamos a contagiar a todos. Pasan con el auto y dicen que van a prender fuego la casa”, denuncia María José.

Ayer mismo alguien cruzó a la sobrina de Silvio y le acusó de “repartir” el coronavirus. “Ella ni estuvo con mi marido”, aclara, desesperada por sentirse doblemente agraviada por el destino. Una virus que se aprovecha de las irresponsabilidades y una confusión. “Es un infierno lo que estoy viviendo. La gente no se da cuenta que Silvio es una víctima del coronavirus, de una decisión negligente. Silvio no es culpable, todo lo contrario. Y yo ya no lo tengo más acá, nunca pensamos que íbamos a morir en esta casa".

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