“El tiempo parece haberse congelado en un estado de desconcierto e incertidumbre que nos deja perplejos. Es uno de aquellos hechos que hace mella en cada una de nuestra actividades y relaciones, hegemonizando el sentido de las cosas y de la vida”. El que escribe, a pedido de este artículo, es Santiago Barneda, sociólogo.
“No solo por el tiempo a disposición, sino también debido al posible resquebrajamiento del mundo entero, el cual nos empuja a todos los seres humanos a dibujar premonitoriamente un horizonte post confinamiento”, dice.
¿Quién no reconoce esa sensación? Quién no se ha visto a sí mismo reflexionando las cosas de un modo que no conocía porque no solo cambió la realidad y nuestro vínculo con ella sino nuestro vínculo con la ausencia de realidad. Aunque parezca que fuimos tomados por el acontecimiento, hoy somos también personas sin contexto: la realidad la inventamos día a día en los metros cuadrados que nos rodean.
En ese sentido, las palabras del psicoanalista Luciano Lutereau iluminan más la escena: “En las primeras semanas, mi interpretación (basada en lo que escuché en mis pacientes y amigos cercanos) es que la cuarentena tuvo el efecto de un duelo. Cortada la relación con la realidad, con el afuera, el adentro tuvo que recurrir a sus deseos pretéritos como reserva vital. Sin embargo, esta no fue la única respuesta; además del duelo generalizado, hubo reacciones más narcisistas, como la hipocondría, comprobable en las personas que entraron en la compulsión de limpiar y convertir las hogares en salones esterilizados (con todo el sentido de la palabra); también melancólicas, perceptibles sobre todo entre intelectuales que usaron su lucidez para dirigir un autorreproche impotente y patético al mundo. Como contraparte de la melancolía, la reacción maníaca de los burócratas que quieren que todo funcione como si nada, que nada se pierda y, por último, la locura paranoide de quienes se sintieron más cómodos vigilando a su vecino antes que cuidando el lazo”, dice.
Otro de los aspectos interesantes que señala tiene que ver con los duelos. El aislamiento, el coronavirus en general, llegó con un tejido de distintos duelos que todos tuvimos que afrontar. Pero al parecer no solo eso sino también algo acaso más difícil: la interrupción de otros duelos ajenos al covid.
“El duelo de la cuarentena no es específico de la cuarentena, sino que puso sobre la mesa otros duelos pendientes. En el día a día, cuando la realidad está ahí con sus exigencias cotidianas, es más fácil olvidarse de uno mismo, del trabajo psíquico que se puede postergar o atontar con las obligaciones diarias. Lo que más me interesa de este tiempo es cómo muchas personas descubrieron que ya estaban en cuarentena antes de la cuarentena. Por eso la interpretación que pudieron hacer de la cuarentena fue como encierro, pero ese encierro no nombra solamente una disposición espacial, sino una relación con el tiempo detenido. Como muchas veces digo, el afuera no es el espacio, sino el tiempo, la capacidad de temporalizar, que un duelo por ejemplo interrumpe”, explica.
Para la filósofa Lux Moreno (autora de Gorda Vanidosa, Paidós), uno de los aspectos principales a analizar es la relación con el hacer y con el control sobre los otros. “Me parece que en este mes lo que cambió en torno a las relaciones sociales y culturales tiene que ver con un principio de hiperproductividad. ¿Qué quiere decir esto? Hay algo del consumo de redes que existía y se exacerbó. Los usuarios, las subjetividades que nosotros portamos se sienten en la necesidad de poder sobrellevar eso mediante la hiperproducción”, dice.
“Y otra cosa que se vio fuerte es esta cuestión de que hay una híper vigilancia. Hay una intensificación de la vigilancia sobre algunas cuestiones que ya estaban. Ejemplo: los memes que han circulado sobre subir de peso. Es decir: subir de peso vuelve a aparecer como un lugar de discriminación y donde opera cierto privilegio, porque no cualquiera tiene el espacio para generar actividades físicas. En segundo lugar hay una especie de pánico social que tiene que ver con el reforzamiento de los estereotipos corporales. Esto ya estaba en lo cultural, pero este pánico social se amplio y ahora tiene que ver con los empleados de salud, que están en el frente de batalla viendo cómo ayudar en el contexto del Covid 19, y que son perseguidos y abucheados por sus propios vecinos. De vuelta, aparece este fenómeno de hipervigilancia, de una sociedad de control que ya tenía instituciones para hacer esto”, explica.
Luciano Lutereau también aporta algo al respecto: “esta cuarentena también demostró que vivimos en un mundo pre-freudiano, es decir, en el que la Ley no está interiorizada. Esto se verifica en cómo muchas personas perdieron el sentido común y de las disposiciones gubernamentales hicieron interpretaciones literales que redundaron en ver al otro como sospechoso, como una amenaza, como transgresor; dicho de otra forma, la interpretación literal de una Ley es todo lo contrario de una Ley que apunte al cuidado del otro, ahí es donde puede ser más severa y hasta atentar contra el lazo de quienes tiene que proteger".
"Me asombra que se haya hablado tan poco de los abusos en que incurrieron algunos oficiales que, en la calle, creyeron que podían ser prepotentes con ciudadanos. Si esto quedó invisibilizado es porque muchas personas cambiaron su sentido común por una identificación con la Ley exterior, con la policía. El problema del modo regresivo en que vivimos la relación la Ley es que la vuelve hostil y agresiva y no deja que alguien pueda cumplirla por deseo, le quita a la Ley su función subjetivante. Este mundo pre-freudiano se parece mucho al estado de naturaleza de Hobbes, en el que el hombre es el lobo del hombre y se obedece por temor. Para mí la conservación de la vida es importante, pero sin dignidad subjetiva es difícil precisar cuando las fuerzas encargadas de cuidarla no pueden llegar incluso a matarla”.
El discurrir de la economía y el teletrabajo
Obviamente, para muchos nada de esto es importante si no se piensa en la economía antes. Aunque no se explicite, empieza a haber un dilema en el pensamiento: ¿es mejor resolver primero lo material primero o lo metafísico? Para muchos, el aislamiento se trata de un tiempo donde se tiene el derecho a olvidar los problemas mundanos. Se suspendieron las deudas, los aumentos de alquileres, los vencimientos… Todos sabemos que la excepcionalidad contiene en sí su propia fecha de caducidad, pero para muchos eso otorga un derecho a olvidar el mundo real.
Para otros, ese olvido no es un privilegio sino una condena con aproximación de castigo demasiado cercano.¿Qué podría pasar en la economía? “Para casi todos los que estamos vivos estamos viviendo la crisis más importante de la economía mundial. Tenés que remontarte a la crisis del 29 para encontrar algo peor que esto en relación a lo que va a ser la recesión”, dice Daniel Artana, economista de Fiel.
“En la Argentina la caída va a ser muy importante. La expectativa es que a medida que se vaya relajando la cuarentena vayamos volviendo a la normalidad, eso va a llevar tiempo, y por lo tanto nos espera una situación inédita. Nunca hemos vivido nada igual, ni siquiera en la crisis del 2001/2002 creo yo. Estamos calculando que la economía va a caer entre 7 y medio y 8 porciento. La inflación no va a subir tanto este año por la recesión pero como se está financiando todo con emisión el riesgo de que se acelere la inflación es importante y vemos la inflación yendo para arriba el año que viene”, explica.
¿Es verdaderamente inédita esta situación? ¿Por qué? Algunos dicen que esta es la verdadera golbalización puesta en práctica: todos a la vez viviendo lo mismo. “El hecho de que prácticamente un tercio de población mundial esté igual entre sí genera cuestiones muy interesantes. Sobre todo respecto de la capacidad de empatizar: es curioso que más allá de las diferencias culturales, el tipo de ansiedades que provoca el estar en nuestras casas y no poder salir se replican en todas partes del mundo”, dice el filósofo Valentín Muro, que por estos días además de seguir con su newsletter semanal (Cómo funcionan las cosas), armó una cuenta de Instagram junto a Tomás García donde recogen testimonios en video de la vida cotidiana en cuarentena (@vivaria.tv).
“Probablemente no hubo situaciones anteriores en las que si estamos hablando con un soporte técnico en la India o en Estados Unidos, esa persona esté en una situación similar a la nuestra, al punto de que podemos preguntarle concretamente cómo lo está llevando y es muy probable que esa persona nos esté hablando desde su casa”, dice Valentin.
“Todo esto, al mismo tiempo, genera situaciones que marcan que el mundo ya estaba preparado para lo que está pasando ahora, aunque no lo supiéramos. Es decir, las herramientas que se están usando ahora para el teletrabajo por ejemplo no son nuevas, pero de repente ahora son necesarias. Lo que sucede con las oficinas o los hábitos laborales va a ser difícil de revertir. Es decir, una vez que se demuestra que un montón de trabajo y la productividad se puede mantener razonablemente aceptable sin tener que asistir por ejemplo a un montón de reuniones, es esperable que se vuelva un argumento demasiado fuerte como para que las empresas rechacen el teletrabajo como antes. Todas estas cosas muestran un mundo que era posible ya hace meses pero ahora no tenemos más opción si queremos que las cosas sigan funcionando”, ensaya.
En la misma linea del pensamiento que se construye a s mismo sobre la marcha y se discute (la senda de los filósofos, bah), la doctora en filosofía Esther Díaz dice: “Yo entiendo que este mes de aislamiento es algo similar a cuando baja el mar y deja en descubierto lo que hay en el fondo. Y hay cosas realmente muy bellas y cosas espantosas. Te podés encontrar una caracola bellísima y te podés encontrar una babosa que te pica o monstruos… Acá ha pasado lo mismo: el hecho de estar en una situación tan inédita, puesto que es la primera vez en la humanidad en que las fronteras del mundo se han cerrado todas y los seres humanos estamos haciendo todos las mismas cosas”.
Prudente, evita hablar del futuro (“como decía Hegel: el ave de Minerva levanta vuelo al caer el día”), pero sí cree que “en cierto modo se está cumpliendo lo de Nietzche, en el sentido de que va a haber una transmutación de todos los valores, eso sin lugar a dudas”.
También advierte sobre los peligros que en estos 30 días de aislamiento están asomando: “en la actualidad se ven actos de solidaridad que emocionan, y se ve un autoritarismo que estaba más o menos explícito y que ahora sale de una manera triste para la condición humana. Los vecinos que escrachan a alguien porque es personal de la salud, algunos que nos tratan a las personas mayores como si fuéramos deficientes mentales (cosa que también hacen algunas autoridades públicas)...”, todo eso le parece la cara más peligrosa de la cuarentena.
Por otro lado, agrega: “Hay mucha demanda de pensamiento porque las personas necesitamos teorías para enfrentar la práctica y no hay teorías. Todo es un desorden dentro del orden, pero precisamos comprenderlo. Y en el caso mío, estoy haciendo algo que no estoy acostumbrada a hacer, que es el pensamiento rápido. Otra vez te voy a citar a Nietzche: la filosofía es leer despacio. Y en este momento lo que menos podemos hacer es despacio. Todo lo hacemos rápido y por eso nos estamos equivocando mucho. Me pasa que cosas que dije la semana pasada yo mismo me autocritico que no es correcto lo que dije. Estamos en un ensayo y error constante”.
“Una de las primeras novedades que trajo consigo el COVID es el boom del pensamiento, tanto a nivel personal como societal”, dice por su parte el Santiago Barneda, cuyas palabras inauguran esta nota. “Sin lugar a dudas, es una realidad que vislumbra grandes posibilidades, tanto que la suma de esas miles de individualidades pensantes atenta contra status quo anclados hace añares en el sentido común de la población. Algunos podrán enunciar que hizo falta tal quiebre mundial para empujar a las personas repensarse. Tal es la lucha por el significado y consecuencias del virus que el debate por su sentido hace florecer las mas equidistantes teorías”, completa.
Una buena: el planeta
Dafna Nudelman (conocida en redes como @lalocadeltaper) es especialista en sustentabilidad y economía circular, y activista por el consumo responsable. ¿Hay algo positivo en todo esto? No lo cree. Sin embargo, no es extraño encontrarse con quien dice que el estado actual del mundo dejó en evidencia el mal que provoca en el planeta.
“Todas las imágenes que se difundieron sobre la reducción en las emisiones de gases de efecto invernadero sirven par que podamos ver de forma muy concreta cuál es nuestro impacto en la tierra, sí. Esto nos permite en algún punto tomar decisiones que antes no eran tan obvias para todos. El problema es que no caigamos en la postura que llama ‘ecofascista’, que plantea que los humanos debieran morir y que lo único que importa es el ambiente, la fauna y la flora”, dice.
“Es cierto que los humanos somos menos del 1% de la diversidad de la tierra y aún así destruimos más del 80%, en ese sentido hoy podemos ver cuál es nuestro impacto, pero no podemos entendernos como algo ajeno a la tierra. No es que formamos parte de un sistema aislado al sistema natural. Necesitamos entender que todo lo malo que le pasa al ambiente nos pasa a nosotros”, explica.
Para ella, lo principal que podemos aprender de esto es el consumo responsable, es aferrarnos a hábitos que nos hubieran parecido imposibles hace un mes y hoy son práctica común. La caída del derroche en manos de la pandemia podría ser, por caso, una flor silvestre que nace en medio del desastre.
Pero la batalla no está ganada, advierte. “Muchas empresas van a querer recuperar el tiempo perdido y seguramente vayan a trabajar más intensamente después. En todo caso esto sirve para darnos cuenta, en caso de que no nos hayamos dado cuneta antes, del impacto antropogénico que tenemos sobre la tierra”.
“A lo mejor la profecía a Ulrich Beck ha sido finalmente cumplida, en tanto que esa ‘fachada de prosperidad, consumo y brillo que enmascara un precipicio cercano’ es precisamente lo que actualmente acontece mundialmente”, agrega el sociólogo Santiago Barneda. “A lo largo de los siglos, las grandes enfermedades han dado lugar a volantazos de poder geopolíticos, así como la Peste Negra significo el hundimiento del Imperio Mongol o las enfermedades españolas devastaron al Imperio Inca, quizá estemos viviendo una situación similar en el siglo XXI”.
Quién sabe, acaso acabamos de pasar el mes más importante de la historia contemporánea. Cabe preguntarse ahora cómo serán nuestras vidas cuando ya no vivamos en un suceso permanente.
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