La última vez que Isabel Ribotta (78) vio a su marido, Arturo Padula (77), estaban arriba de una ambulancia. “Me dijo: ‘Dame un abrigo que tengo frío’. Le alcancé una bufanda y una campera y eso fue todo. Nunca pude despedirme”, cuenta Isabel, acerca de las últimas palabras que intercambió con su esposo, con quien estuvo casada durante 53 años y otros cuatro más “de novia”.
De Río Cuarto (Córdoba), Isabel llegó a Roma el 23 de marzo y, desde entonces, ansía regresar al país. No es la única: son cerca de 1.500 los argentinos que están varados en Italia. Según pudo saber Infobae, el 10 % de ellos se encuentra, de acuerdo con el Programa de Asistencia de Argentinos en el Exterior en el marco de la pandemia de coronavirus, “en situación de vulnerabilidad”. Eso significa que son mayores de 65 años (población de riesgo) y tienen alguna patología o problema de salud. En el caso puntual de Isabel, además de tener 78 años, ser hipertensa y paciente oncológica, enviudó hace 20 días.
UN VIAJE SOÑADO, UN DESENLACE INESPERADO
No era la primera vez que Arturo e Isabel viajaban al exterior. Estas vacaciones, sin embargo, las hicieron junto a un matrimonio amigo de Río Cuarto. Salieron el 3 de marzo desde Buenos Aires, a bordo del crucero Costa Pacífica.
“Fue un viaje hermoso y mi marido lo hizo con mucha alegría", recuerda la cordobesa. Los problemas -dice- empezaron cuando terminaron de recorrer la costa brasileña. "Hacía mucho calor y, adentro del barco, el aire acondicionado estaba muy fuerte. Ahí Arturo arrancó con tos y complicaciones para respirar”, agrega.
A medida que el barco cruzaba el Océano Atlántico, la pandemia empeoraba y la salud de Arturo también. “Pasó una noche en el hospital del barco y, después, empezó a necesitar oxígeno para respirar de manera permanente en el camarote”, apunta Isabel. Rápidamente, le hicieron un hisopado para comprobar que no tuviera coronavirus. El resultado fue negativo.
Cuando el crucero llegó a Génova (Italia), la Embajada Argentina logró poner cuatro vuelos charter para traer a los 900 argentinos que había a bordo del barco. Sin embargo, después de que despacharon las valijas, la salud de Arturo se complicó y los médicos no lo autorizaron a subir al avión.
El matrimonio regresó al barco y siguió viaje rumbo a la ciudad portuaria de Civitavecchia (a unos 70 kilómetros al noroeste de Roma), donde el personal médico decide hacerlos descender. “Papá necesitaba ir a un hospital con más recursos porque su situación era delicada”, agrega Pablo Padula, el mayor de los tres hijos de Isabel y Arturo.
Cuando llegaron al hospital (después del viaje en ambulancia en el que Arturo le pidió a su mujer que lo tapara con un abrigo porque tenía frío), Isabel cuenta que quiso acompañar a su marido desde el costado de la camilla. “No me di cuenta de que no se podía. Lo hice por inercia: estaba desesperada. Hasta que de repente, alguien comenzó a gritarme: ‘Fuori, fuori’ y la echó del lugar", recuerda.
Con su marido internado y sin saber adónde estaba, la mujer de 78 años pasó una de las peores noches de su vida. "Había un viento infernal y estaba todo oscuro. Me quedé parada en un rincón frente al hospital, hasta que apareció un camillero me llevó a una carpa levantada afuera. Ahí me tomaron la fiebre y me ayudaron a ponerme en contacto con la embajada argentina en Italia y con la empresa Costa”, relata.
Finalmente la trasladaron al hotel Traiano de Roma donde, tres días más tarde, recibió la peor noticia: su marido había muerto. “Tuvo una insuficiencia respiratoria que se sumó a una complicación preexistente. Lo que siempre nos dejaron en claro es que no falleció por COVID-19. Todos los test que le hicieron dieron negativo”, dice a Infobae su hijo Pablo.
“Estoy tratando de sobrevivir. Los recuerdos van y vienen. Es muy difícil”, sostiene Isabel que, como si fuera poco, se quedó sin ropa porque despachó sus valijas. “Todas las noches lavo mis prendas a mano. Si para el día siguiente no se secaron me la pongo húmedas porque no tengo otra cosa”, cuenta.
Sobre el estado de salud de su mamá, Pablo Padula dice que gracias a la Embajada lograron hacerle llegar sus medicamentos porque, además de hipertensa, Isabel es paciente oncológica.
“Tuve cáncer de mama por lo que sigo un tratamiento porque parecía que había metástasis en los huesos”, explica. “Hace casi veinte días que estoy acá adentro del hotel, trato de mantenerme activa: camino, miro cosas en el celular, hablo con mis hijos y rezo, rezo mucho”, agrega.
En sus plegarias, Isabel Ribotta pide volver a su país para estar con sus hijos y sus nietos. Pero, por el momento, no hay vuelos de repatriación programados desde Italia.
En diálogo con Infobae, la Cónsul General de Argentina en Roma, María Lucía Dougherti explica que programar las llegadas de los argentinos que están en otras partes del mundo es parte de la estrategia del Gobierno Nacional para proteger la salud de los ciudadanos. "En el mientras tanto, nosotros los acompañamos y tratamos de estar pendientes de sus necesidades”, concluye.
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