Son las doce y media del mediodía del sábado y unas cien personas hacen cola en la parroquia Nuestra Señora de Balvanera (Mitre 2431). Es el famoso lugar de donde se encuentra el Santuario de San Expedito y los padres Federico y Damián reparten viandas entre los feligreses. “En su mayoría son personas que están en situación de calle y algunos que quedaron varados en los hoteles o conventillos de la zona y no tienen para comer”, nos explica desde adentro del templo el padre Walter Marchetti (62 años y 37 como sacerdote) que es quien guía el destino de la parroquia desde hace seis años.
En la mañana del sábado, Marchetti junto Federico Ortega (32, cinco meses como cura) y Damián Corigliano (40 y cinco de sacerdocio), los vicarios que lo acompañan, arrancaron a trabajar a las seis de la mañana para ofrecerle el almuerzo a trescientas personas. “Lo hacemos todos los sábados pero ahora tuvimos que cambiar la mecánica debido a la cuarentena”, explica Ezequiel, el más joven de los tres.
La parroquia Nuestra Señora de Balvanera es una de las más populares de la Ciudad de Buenos Aires porque en este lugar se levanta el santuario de San Expedito, el santo y mártir católico, uno de los que cuenta con más devotos en los últimos tiempos. El día 19 de cada mes lo visitan unas seis mil personas. Y los 19 de abril, día de San Expedito, la parroquia llega a recibir más de setenta mil fieles: “Veinte mil hacen cola para tocarlo un minuto, pero por las catequesis que repartimos calculamos que el número crece tres o cuatro veces. San Expedito toca la fibra más profunda del hombre contemporáneo actual”, explica el padre Walter.
Claro que este año las cosas cambiaron. El 19 de abril, la ceremonia se celebrará durante todo el día por los canales de Youtube y a través de la página de Facebook de la parroquia. Igual que la misa de este Domingo de Pascua que fue transmitida a las 12.30 del mediodía y quedó colgada en la web.
“Todo cambió. Tuvimos que adaptarnos a estos tiempos”, sigue Damián, el otro vicario. Es que, por estos días, los tres sacerdotes (ayudados por cinco o seis laicos) hacen el trabajo que, antes de la cuarentena, hacían cuarenta personas. “Antes comían en un salón dentro de la parroquia, pero ahora preparamos las viandas y las entregamos para cumplir con las reglas. Antes, los lunes teníamos la Noche de la Caridad: recorríamos en la zona de plaza de los Congresos y la Plaza Once para llevarle la cena a unas setecientas personas que viven en la calle. Eso no lo podemos hacer más porque no está permitido y porque no contamos con los treinta voluntarios que trabajaban en el tema. Así que les pedimos que se acerquen los lunes por la vianda también”, cierra el padre Damián.
El dato que arroja el vicario es más que sorprendente: sólo en la zona del Once y Congreso/Balvanera se pueden encontrar setecientas personas en situación de calle. Está claro que la mayoría de estas personas sin techo no tiene acceso a las redes sociales, aunque de alguna manera tienen una propia: “Entre ellos mismos hicieron correr la voz sobre estos cambios”, cuentan los sacerdotes.
-¿Qué tan receptivas son las personas en situación de calle a las medidas de distanciamiento social que impone al cuarentena?
Padre Federico: Lo hacen sin problemas pero, más que nada, por una situación de obediencia, porque “es lo que hay que hacer”. No sé si tanto como un recaudo personal para no contagiarse. La realidad es que ellos no están bombardeados por las noticias como nosotros con internet y la tele. Entonces no tienen tanta conciencia de los cuidados y del tema de la distancia.
-¿Cómo les cambió la vida a quienes viven en la calle el Coronavirus?
Padre Walter: A ellos les cambió mucho la situación porque muchos comedores tuvieron que cerrar, entonces se tuvieron que reestructurar. Se les desarmó el circuito y vienen a preguntar todo el tiempo porque están buscando dónde pueden tener la próxima cena.
-¿Y ustedes, como Iglesia, de qué manera se reestructuraron?
Padre Federico: Además de la cena de los lunes y el almuerzo de los sábados, algunos días dábamos ropa y alimentos. Pero ahora estamos flojos de voluntarios, entonces lo hacemos de forma más desordenada; si viene alguna familia y nos pide algo, vemos si están en situación de calle, si pueden cocinar o no y en función de eso les damos. Pero tenemos que organizar el tema de los abrigos para el invierno.
PW: Lo interesante fue el desafío de reorganizar todo. Desde lo religioso, lo espiritual o desde la caridad concreta. Y, desde ese lugar, nos sentimos muy movilizados. Pero no te voy a negar que pasar una Semana Santa así es extraño.
LA FE EN TIEMPOS DE PANDEMIA E INTERNET
De los tres sacerdotes de la parroquia Nuestra Señora de Balvanera, el cura párroco es el que se encuentra dentro de la población de riesgo: “Por eso, nos dividimos las tareas. Yo trabajo adentro y no salgo ni a hacer las comparas ni a entregar las viandas”, explica el Padre Marchetti de 62 años quien, por otro lado, tuvo que modificar su forma de predicar. “Ahora es contener por teléfono: los más jóvenes visitan a quienes lo necesiten y nosotros lo hacemos desde la parroquia. Dividimos las tareas, como pasa en la familia. Por suerte tenemos la tecnología: desde nuestro canal de Youtube transmitimos la misa de los domingos a las 12.30. También por nuestra página de Facebook”, sigue el sacerdote que dirige el Santuario de San Expedito.
-¿Qué sienten al celebrar las Pascuas de manera virtual? “Es un garrón”, se expresa Federico, el más joven de los tres curas. “Le estamos buscando la vuelta con la cuarentena: tratamos de sentir más cerca a la gente y que la gente nos sienta a nosotros de la misma forma porque la Semana Santa es un momento muy importante para los católicos. Se me ocurre que esta situación también genera una religiosidad distinta y que produce que la gente rece en su casa. Cuando esto termine vamos a recuperar la iglesia, pero descubriendo que también se puede vivir la fe en nuestro hogar”, sigue Federico que se despide de Infobae junto a Damián, el otro vicario, para seguir con las tareas de la Iglesia. Entonces, la charla continúa con el párroco a cargo de Nuestra Señora de Balvanera y el Santuario San Expedito.
-¿Qué necesitan escuchar hoy los creyentes?
-Fundamentalmente, palabras de esperanza porque se sienten un poco solos. Percibimos un cansancio importante en la gente grande, esperan que esto termine. La gente desea recuperar esa vida normal. Esto de no poder saludar y darte un beso, tan típico del porteño y de los argentinos, cuesta mucho. También cuesta no venir a misa a recibir los sacramentos.
-Algunos sostienen que cuando pase la cuarentena seremos mejores, más generosos. El filósofo Darío Sztajnszrajber, en cambio, entiende que lo que está aflorando es el individualismo y que los cuidados tienen que ver con salvarse uno mismo. ¿Usted qué cree?
-Puede ser que existan situaciones así, pero si lo vemos desde una perspectiva de creyente, uno cree que el hombre tiene la posibilidad del cambio, creemos en la bondad del ser humano como algo innato. Seguramente, el que es egoísta por naturaleza lo va a profundizar. Pero, el que está abierto a lo trascendente, que descubre la necesidad de otra persona, no puede terminar cerrado. No somos animales, si esto no nos ayuda a ser mejores personas va a ser el fin. Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, por eso creo que va a salir algo bueno.
¿Cómo sacerdote a qué situación le recuerda el momento que estamos viviendo?
-Viendo la historia de Roma, la Iglesia Antigua y Medieval, siempre hubo una respuesta del catolicismo acompañando las pestes. O en la fiebre del Siglo pasado. Habíamos perdido el training. Yo soy hijo de italianos y mi papá estuvo en la Guerra, pasó mucha hambre. En cambio los argentinos no estamos acostumbrados a esas situaciones. Si mirás para atrás, la humanidad está repleta de situaciones como estas y se salió adelante. Creo que hemos pasado algo bravo en 2001 y quizá esto pueda ser peor. Pero el ser humano tiende a superarse con creatividad. Tengo una visión positiva y de esperanza.
-Padre Walter, ¿encuentra un mensaje bíblico detrás de la pandemia?
-Nosotros creemos que Jesús muere el viernes Santo pero resucita. La historia cristiana no termina con la muerte, creemos en la victoria de Jesús. Creemos que va a haber una victoria. No renunciamos a la esperanza. Esto va a terminar en algo bueno. Siempre la alegría de la fe. Esto sirve para darle sentido al dolor, al sufrimiento. Nos estamos asociando a todas esas personas que a lo mejor va a salir algo bueno. Estoy convencido.
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