Conrado Estol es médico neurólogo (MN 65005), con formación en clínica médica en los Estados Unidos. Hizo la residencia en el hospital Moint Sinai de Nueva York en 1983: en pleno brote de epidemia del HIV, los insumos y la instrumentación sobraban. Le sorprendió eso: la disponibilidad de recursos. Su incredulidad desnudaba su experiencia en Argentina, donde la infraestructura sanitaria se ve amenazada por el alcance del Covid-19 a zonas populosas. En era de coronavirus, procedió a una nueva comparación. “Hoy, ahí, tienen que elegir entre dos pacientes para darles un respirador. Nosotros estamos muy limitados”, contrastó.
El doctor Estol es una referencia. El coronavirus lo estimuló. Se instruyó en marcos de referencia y en políticas preventivas. Aglomera datos, regiones, tendencias, curvas, indicadores de positividad y fatalidad. En rigor a sus interpretaciones estadísticas, hay algo que le inquieta: paradójicamente, la poca cantidad de infectados. “La semana pasada cumplimos un mes de la infección. Llegamos con 966 infectados. Se había cumplido la expectativa. Fue un número que me tranquilizó. Ahora, una semana después, estoy preocupado”, aseveró.
A Estol le preocupa que en Argentina, hasta el lunes 6 de abril, haya (tan solo) 1.554 contagiados. “Me llama la atención que en una semana no se hayan duplicado los casos. Es raro. Por más que hayamos declarado la cuarentena en el momento correcto, por más que hayamos sido unos adelantados en el aislamiento preventivo, que no se haya duplicado el número de infectados es extraño. Me parecía que veníamos con números razonables, pero cuando leo que en el día 37 de la enfermedad tenemos apenas 1.500 infectados, noto algo raro en el conteo”.
No fogonea teorías conspirativas, un fraude en los registros, divulgación mezquina o datos ocultos. Insiste en que su percepción se sostiene en la buena fe. Porque, explica, no se trata de una opinión: es una lectura numérica. La rareza de la curva la atribuye a la falta de hisopados: un testeo insuficiente. “Nuestro testeo es uno de los más bajos del mundo. Testeamos a 0,2 por cada mil personas. En Italia, testean once cada mil, en Dinamarca ocho cada mil, en Chile tres cada mil”. En el ejemplo de Chile se detuvo: “Han hecho ya 50.000 testeos. Nosotros apenas ocho mil”. “Si ellos pudieron, nosotros también deberíamos poder”, interpretó. Según cifras del Ministerio de Salud del país trasandino con una población de 18 millones de habitantes, hasta el domingo 5 de abril eran 4.471 los casos confirmados y 34 los fallecidos. En la Argentina, hasta el 6 de abril el número de infectados asciende a 1.554 y los muertos a 48.
Por qué testeamos menos es la pregunta que no pudo contestar. “Solo uno controla lo que mide”, definió, y comparó: “Si a la gente no le tomo la presión, no la voy a poder tratar nunca por presión alta. Si no testeo, no sé quién está afectado. Estamos contando mal”. Estol entiende que el mapa del coronavirus en Argentina no es el correcto. Según sus cálculos, los números publicados en los reportes del Ministerio de Salud no son razonables: los contagiados en el país –dice– deberían ser 30 mil. “Debemos estar en un subconteo de gente que murió por coronavirus y en un subconteo severo de la gente que está infectada. Si extrapolamos números de otros países con un rasgo intermedio entre Dinamarca e Italia, un país que lleva buenas estadísticas del control de la pandemia con otro que hizo todo mal, si nos ponemos en el medio, deberíamos tener al menos unos 30 mil infectados”.
“Hay que saber primero qué grado de epidemia tenés para saber cómo combatirlo. Hay que medir más para saber la magnitud del coronavirus, la magnitud de los infectados y los muertos”, analizó. En su lectura, Argentina está contando mal los casos confirmados y los fallecidos. Realiza un subdiagnóstico a altas escalas: no vislumbra previsiones en pruebas a los pacientes asintomáticos ni recursos o decisión política para analizar las causas de muerte de las personas en terapia intensiva. “No estamos midiendo bien. Estamos viendo solo la punta del iceberg. En Alemania tienen una mejor idea del tamaño del problema. Nosotros lo vemos poquito. Si no lo vemos todo, no vamos a poder relajarnos”, expresó.
“Yo veo que casi todas las provincias argentinas están afectadas –visualizó–. En el mundo, cuando llegó a todos los estados, los distritos o las jurisdicciones de los países, el virus no limitó su contagio, no es que mágicamente dejó de avanzar. Si en Argentina avanza así de lento, seríamos un caso único en el mundo”. Su inquietud reside, justamente, en una curva de contagio moderada a razón de un bajo control poblacional de la enfermedad.
Estol comprende que el testeo masivo es una utopía. Postula, sin embargo, una selección de personas que ameritan una comprobación. “Todos los pacientes que entren con síntomas a un sanatorio tienen que ser testeados y sus contactos estrechos también”, advirtió. “Cuando se vaya levantando la cuarentena de a poco, habría que ir testeando si los que regresan al trabajo tienen anticuerpos de la infección. Si no le encuentro anticuerpos, significa que todavía puede contagiarse, entonces le retraso la vuelta a la actividad”, proyectó. El consabido fin del aislamiento social, preventivo y obligatorio lo describió como un dilema, potenciado por las urgencias económicas del país y por un panorama de infectados y fallecidos, a su juicio, fantasioso.
“Antes hay que saber qué impacto causó el coronavirus en nuestra población y para saberlo hay que testear más a los asintomáticos y a los que mueren por causas respiratorias. Y a su vez, respetar a rajatabla el aislamiento, mantener la distancia social de dos metros y que todo el mundo salga a la calle con máscaras para prevenir el contagio. Primero deberían volver los empleados de las industrias y por último, las personas mayores de 65 años”, sugirió. Acreditó que el 98% de la población de Hong Kong usa protección en sus rostros y en sus redes sociales publicó un instructivo para crear una máscara casera. En su análisis, las personas asintomáticas (aquellas que se creen sanas y portan el virus sin manifestar síntomas) son los principales transmisores del virus. Por eso, alienta su uso masivo.
Desde su mirada crítica, Estol no cuestiona la honestidad del Gobierno: “Me consta que hacen esfuerzos por testear más y que entienden perfecto el valor de los testeos. No termino de entender bien cuál es el problema de logística en que no se amplifique”. Ante la estimación de una escalada inevitable de casos confirmados, desde la cartera de Salud ordenaron la descentralización del análisis diagnóstico que en las primeras semanas se concentraba en el Instituto Anlis Malbrán. El domingo, Carla Vizzotti, la secretaria de Acceso a la Salud, notificó de que en la Argentina se habían realizado 9.705 pruebas para saber si una persona se había infectado o no. “Estamos trabajando fuerte con las provincias para seguir ampliando la posibilidad de testeo. Hasta el momento hay 97 laboratorios que están reportando al sistema nacional de vigilancia en salud y hay cuarenta que tienen reportadas más de diez muestras”, explicó la funcionaria. Para el doctor Conrado Estol, es prioritario emprender una campaña de testeo masivo. Solo así se conseguirá una fotografía precisa de la dimensión del coronavirus en el país.
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