Haydée Stoppani fundó en 1995 su pequeña textil. Costurera de alma, se dedicó a fabricar ropa para bebés y niños y creó su propia marca, Nubecita. Hoy, a los 75 años, encerrada por la cuarenta, cuenta que siempre pudo enfrentar las crisis argentinas, pero la pandemia del COVID-19 los desmoronó. “Los cheques que depositamos no tienen fondos, tenemos cuentas a cobrar que no sabemos cuándo las vamos a cobrar y un stock enorme de mercadería de invierno que no puede venderse en cualquier época del año. La situación está muy complicada de verdad”, le dice Haydée a Infobae.
“En este momento la liquidez es cero porque tengo la plata en mercadería confeccionada o en cuentas por cobrar, de comerciantes que están cerrados hace días”, revela con preocupación. Buscó un crédito para pagar los sueldos de sus empleados, pero como la empresa es unipersonal y ella tiene 75 años, el banco se le negó. “Ningún banco le va a prestar plata a una señora de 75 años”, le dijo el gerente de la sucursal a la que asiste desde hace años. Haydée tiene 12 empleados -muchos de ellos con mas de 10 años de antigüedad- que no van a poder cobrar, todos con cuenta en el banco, y ayer tuvo su primer cheque rechazado por falta de fondos luego de 25 años de trayectoria impecable.
La historia de Haydée es una historia de lucha y sacrificio, como la de tantos emprendedores. Hace 30 años su marido, que tenía un puesto importante, se quedó sin trabajo. Con el tiempo, entró en una profunda depresión. Haydée, que era ama de casa, buscó un trabajo de cualquier cosa para poder subsistir. Fue entonces que entró en una fábrica textil planchando y doblando ropa. Un par de años después la fábrica se fundió y nuevamente se quedaron sin ingreso. Entonces, Haydée se la jugó. Vendió su casa y compró una fábrica fundida y sin personal. Ella y su familia vivieron durante mucho tiempo entre telas y máquinas.
Empezó a coser para otros. El camino fue duro, lloraba sobre su máquina de coser todos los domingos cuando ya no tenía fuerzas para seguir. “La Argentina siempre fue un país difícil. Sale de una crisis y se mete en otra”, dice Haydée. Con el tiempo tanto esfuerzo fue teniendo su recompensa. Muy de a poquito su empresita creció y pudo incorporar empleados.
Haydee y su marido viven e Mataderos, en un departamento de dos ambientes alquilado. Tienen un Palio modelo 95 y son felices yendo a Termas de Río Hondo en el verano. No tienen ahorros, viven con lo justo, pero nunca buscaron lujos. Hoy la cuarentena obligatoria los enfrenta a una situación angustiante.
-¿El gobierno les brindó alguna ayuda?
-Le escribimos contando el caso al Ministerio de la Producción. Pero no obtuvimos respuesta. Lo que sacó el Gobierno para sueldos es algo para aliviar los haberes de marzo (que se pagan los primeros días de abril), pero hoy solamente existen estas líneas de crédito que los bancos privados se niegan a dar.
-¿Cuando creen que se van a recuperar de esta situación?
-Ya sabemos que saldremos muy lastimados, pero cada día que nuestros clientes permanezcan con los comercios cerrados la luz al final del túnel se hace más lejana.
-¿Qué cambiaron frente a la crisis?
-En lo personal modificamos abruptamente hábitos de consumo muy modestos: buscamos todas las ofertas posibles en artículos de primera necesidad y no descartamos dejar de pagar la obra social del Hospital Italiano y pasarnos al PAMI. Siempre buscamos cómo salir de las distintas crisis, pero hoy a los 75 años siento que si no nos ayudan a conseguir un crédito, no vamos a tener fuerzas.
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