“Escribimos la historia arriba del escenario” repiten desde la tele para dar una idea de cuán nuevo es el “caso Covid-19” y sus consecuencias. Cuán a tientas se vive cada día el avance de una pandemia que, por el momento, tiene al encierro como única medida de inmunización social. Un encierro mundial sin precedentes. En medio del pánico y la infodemia, mujeres profesionales de la salud se atrincheran en laboratorios y hospitales de todo el país para dar batalla a lo desconocido.
“No sabíamos de este virus antes de diciembre de 2019. Con el desarrollo de la tecnología se pudo identificar, secuenciar y diagnosticar en pocas semanas. Esto era impensable hace algunos años. Sin embargo, son momentos de mucha incertidumbre porque hay preguntas sobre el virus que todavía están en investigación. Esto genera angustia en el personal de sanidad. No somos héroes, solo somos personas cumpliendo nuestra función con dedicación y entusiasmo, pero a la vez con mucha preocupación”, reconoce a Infobae Rosana Toro, bioquímica, jefa de laboratorio del Hospital San Roque de Gonnet y docente de Virología Clínica en la Universidad Nacional de La Plata, donde se preparan para comenzar a diagnosticar SARS-CoV-2 en forma coordinada con el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.
A la falta de datos en general se le suman las faltas particulares. La aparición del coronavirus no solo nos metió en masa para adentro porque “unidos (y encerrados) triunfaremos”, también puso en escena lo que ya venía torcido de antes: un Ministerio de Salud recientemente ascendido, falta de personal calificado y de insumos a lo largo y ancho del territorio, sueldos en el sector por debajo de la línea de pobreza, problemas de infraestructura, y una corporación médica con pocas mujeres al mando.
En Ushuaia, la ciudad más austral del planeta hasta hace solo unos meses, le hacen frente a la circulación viral en la comunidad intentando ralentizar la propagación y evitar desbordes. Para Lucía Villa, infectóloga del Hospital Regional de Ushuaia, la alerta sanitaria internacional puso las cosas en su lugar:
“Tenemos que invertir siempre y mucho más en salud pública. Invertir en prevención. Invertir en todos los actores del sistema de salud, desde profesionales hasta maestranza, equipamientos, insumos, medicamentos, capacitación, hotelería, infraestructura... Hemos tenido que pasar por una pandemia para constatar lo que ya sabíamos: la salud, en tiempos normales, es un gasto y no es barato. Pero hoy toda la ciudadanía espera que el sistema responda cuando lo hemos desarmado durante tantos años. No se puede discutir más: la salud es inversión”.
Desde la otra punta del mapa, Laura Lescano, infectóloga e integrante del Comité de especialistas del Chaco, comparte el panorama del Hospital Julio Perrando en Resistencia: “Ante los primeros casos, el área de inmunología del hospital se capacitó por teleconferencia con el Malbrán. A partir de ahí empezamos a procesar muestras en nuestro laboratorio. Pero por el momento podemos procesar hasta 30 muestras por día porque los recursos humanos son escasos".
Ya agrega: "El año pasado hubo un retiro voluntario en el hospital y perdimos a muchos profesionales, entre otras a tres infectólogas. Se suma que la mayoría de nuevos positivos de coronavirus son médicas y médicos del Perrando y estamos con aislamiento preventivo. El trabajo es muy limitado. Tenemos un solo turno de 12 horas de profesionales dedicados exclusivamente al procesamiento de muestras. A nivel edilicio, además, no contamos con medidas de seguridad correctas en el laboratorio de inmunología y eso nos limita todavía más por el riesgo que implica. Hay un plan operativo que se está realizando a medida que podemos. Y como mujer la toma de decisiones es un desafío diario”.
Donde manda capitán… no manda capitana
Aunque desde hace ya unos años se habla de la feminización de la medicina en Argentina y en el mundo, las mujeres siguen menos representadas en el ámbito académico y en los puestos de conducción y decisión de los servicios médicos.
En diálogo con Infobae lo describe Gabriela Piovano, infectóloga del Hospital Muñiz y del Hospital Nacional Laura Bonaparte: “Cada vez más las mujeres se animan a estudiar Medicina y hoy son la mayoría del estudiantado. Eso trajo feminización y precarización del trabajo en cuanto a la remuneración, fenómeno transversal en las cuestiones laborales. En ese marco estamos, además, restringidas a acceder a posiciones de mando, por la falta de posibilidad de dedicación full time al tener familias a cargo y porque hay una cofradía patriarcal en muchos lugares que ha hecho que la conducción se reservara únicamente a los varones”.
Empleos más baratos, condiciones precarizadas, techos de cristal y pisos pegajosos para las mujeres de la salud también. La brecha de género no respeta la cuarentena.
Ángela Gentile es la Jefa del Departamento de Epidemiología del Hospital Infantil Ricardo Gutiérrez y una de las pocas expertas que integra el “Comité de expertos” de Nación y de CABA: “No hay tantas mujeres infectólogas. En general, hay muchas médicas pero no tantas infectólogas, y todavía menos mujeres que llegan a condiciones de toma de decisión. La verdad es que no ocupamos puestos de autoridad”.
Entre otras tantas responsabilidades, Gentile coordina actualmente todos los equipos de profesionales del Gutiérrez para separar la atención de casos sospechosos de coronavirus del resto de los pacientes que consultan, y definir los tratamientos de los confirmados.
En el mismo sentido aporta Silvia González Ayala, titular de la Cátedra de Infectología de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Plata y otra de las referentas consultada por funcionarios de la provincia de Buenos Aires: “Las mujeres superamos a los varones en el grado y en el postgrado en Medicina. Pero, paradójicamente, los niveles de conducción de las organizaciones médicas, de las sociedades científicas y en general son ocupados por varones. No existe el cupo. Por supuesto que hay excepciones, como la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE). Es cuestión de tiempo”.
Cuidar a las que cuidan
En la Revista Argentina de Salud Pública del Ministerio de Salud de la Nación, distintas investigaciones señalan la tendencia de las mujeres médicas por elegir especialidades no quirúrgicas, con un estilo de vida más controlable, aunque peor remuneradas: horarios fijos, sin guardias, y mínimo de urgencias. Requisitos indispensables a la hora de hacer malabares entre profesión y cuidados familiares.
Pero si la ecuación ya resulta difícil de resolver en tiempos de aguas calmas, el contexto actual de emergencia les exige a las profesionales responsables de garantizarnos la salud una carga laboral y emocional extra.
En el Servicio de Virosis Respiratorias del Departamento de Virología del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas dependiente del Malbrán las mujeres son la mayoría del staff. Muchas son mamás de niños pequeños. El fin de semana post decreto de cuarentena total la dinámica del laboratorio dio inicio a extenuantes jornadas de 12 horas de trabajo.
“Un aumento de tareas como este impacta no solamente sobre nuestros físicos, porque estamos muchas horas bajo tensión y necesitamos de una importante capacidad de concentración. Afecta a nuestras familias, que sostienen el tiempo que pasamos fuera de casa. Sobre todo las trabajadoras más jóvenes: a veces llegan y sus hijos chiquitos ya están dormidos, y se van a la mañana sin poder tomar una leche con ellos. Ayer mismo, por ejemplo, el nene de un año de una compañera dio sus primeros pasos y ella no estuvo. Le mandaron un video para que lo viera. Fue muy duro. Se puso a llorar. Entre las compañeras del laboratorio la tratamos de contener y le dijimos que cuando el nene fuera más grande le tenía que explicar que no había estado presente porque trabajaba en algo muy importante para el país. Pero bueno, hay momentos en la vida de los hijos que a una le gusta estar y tiene que estar”.
Quien comparte la anécdota con Infobae es Ana Campos, técnica química y Secretaria General de la Junta Interna de ATE en el Malbrán. Protestamos porque el coronavirus nos quitó los abrazos, pero no menos cierto es que asimismo ayudó a reforzar la amorosa idea de cuidar a quienes nos cuidan. Consigna que hicieron propia las trabajadoras “mayores”, como Campos, del Servicio de Virosis del Malbrán:
“Yo tengo hijos grandes y me resultó más simple reestructurar mi rutina. Pero no les pasa lo mismo a las compañeras jóvenes. Por eso las grandes nos turnamos para que ellas puedan quedarse un rato más en sus casas a la mañana. O ingresan temprano y se van temprano así llegan a la merienda. O las que podemos trabajamos sin francos, para que las mamás con hijos chiquitos compartan por lo menos un día de descanso. Las grandes pensamos en cuidarlas”.
El reino por una cama
Las cifras de la Covid-19 parecen nunca llegar a su “tope de banca”. Durante las 24 horas los medios de comunicación machacan con nuevas personas alcanzadas por gotitas de la nariz o la boca con síntomas. Lejos de ser noticia, el panorama ya fue pronosticado. La clave no son cuántos ni cuántas, sino cómo.
“Que se notifiquen nuevos casos es parte de lo esperado en este momento. La estrategia de aislamiento social no significa posicionarnos en un país sin la enfermedad, sino que es una forma de lograr atender casos paulatinamente y manteniendo el mismo número en el tiempo. Diagnósticos positivos vamos a seguir teniendo, pero de esta forma se intenta que el sistema de salud pueda atender a todos los pacientes y lograr el menor número posible de muertes”, desanda Sabrina Penco, infectóloga del Hospital Rawson, en la provincia de Córdoba.
Para colmo, que se venga el frío complicaría un poco la cosa. Según Penco: “Con el ingreso a la época invernal la situación puede empeorar. Tendremos posiblemente la coexistencia de coronavirus con gripe. Es importante, entonces, que los grupos de riesgo se vacunen contra la gripe. De esa manera evitaremos los cuadros graves o complicaciones del virus influenza, como la neumonía, que aumentarían las internaciones. Necesitamos camas libres para atender pacientes con Covid-19 y no pacientes internados con patologías que podemos prevenir con vacunas que tenemos disponibles”.
El que sale, pierde
En conferencia de prensa, y luego de un prolongado intercambio con los gobernadores y las gobernadoras, el presidente Alberto Fernández anunció el domingo pasado que el aislamiento social, preventivo y obligatorio continuará hasta el lunes 13 de abril, para tener "datos más claros de cómo se incuba la enfermedad" y "seguir controlando la transmisión del virus". Es decir: evitar los picos; alcanzar la meseta.
Así lo explica Gentile: “Estamos fundamentalmente todavía en contención, con transmisión focal localizada. Pero ya confirmamos transmisión comunitaria en Chaco, en Córdoba, en Ushuaia, en CABA y en el conurbano bonaerense. Esto significa que no se puede ver la cadena epidemiológica, no se sabe de quién se contagió, y nos cambia totalmente el modelo de atención. Yo creo que se están haciendo buenos esfuerzos. La cuarentena es importante, igual que el cierre de actividades educativas, la disminución del transporte… el paquete general de medidas permite que los casos suban pero de una forma más amesetada para organizar los servicios de salud. Igualmente, esto es dinámico. El coronavirus es un desafío para la salud pública y para la economía del país porque tenemos mucha población vulnerable. La post-pandemia será sentarse a ver cómo se sigue”.
Rosana Toro se suma a proponer hacia adelante: “En estos momentos surgen cuestiones que se vienen arrastrando eternamente. Los hospitales enfrentan problemas edilicios, siempre postergados, o falta de personal técnico y profesional. Entonces, ante una emergencia es muy difícil responder a la demanda excesiva de trabajo. Creo que es fundamental que cuando se resuelva esta situación aprendamos de las dificultades y evaluemos las necesidades reales escuchando a las trabajadoras y a los trabajadores, que somos quienes ponemos el cuerpo”.
En La Plata hasta la fecha son cinco los enfermos confirmados. Pero todos los hospitales de la ciudad se vienen preparando para la atención de eventuales pacientes y para preservar la salud del personal sanitario. Los laboratorios, además, ofrecen apoyo en los diagnósticos. Solidaridad. Compromiso. Esfuerzos que (parece) valen las penas. Aplausos televisados. Autobombo que se generaliza para confirmar el camino.
González Ayala pone el foco en el brete en que nos metió este brote: “Para la salud pública se trata del más grande desafío, y absolutamente diferente al de la primera pandemia de este siglo que fue la Influenza A H1N1. Es de interés conocer los casos, los decesos por países, la situación nacional y local, pero el esfuerzo debe estar volcado al cumplimiento de las medidas de control, que lamentablemente no son posibles de respetar por millones de ciudadanos y ciudadanas que viven con necesidades básicas insatisfechas, sin vivienda digna, ni acceso al agua segura y malnutridos”.
Desde el Muñiz, Piovano se envalentona: “Si nos seguimos manejando con la colaboración de la población, que claramente en su mayoría entendió lo que tiene que hacer, vamos a lograr que no se desmadre la situación. Tengo muchísima esperanza de que el escenario al final va a ser el más leve y vamos a demostrarle al mundo que pudimos hacerlo porque estábamos en condiciones y lo entendimos”.
La pandemia nos sacude. Nos deja en evidencia con nuestros orgullos, pero también con nuestros puntos flacos. Esos que ya existían mucho antes del virus. A falta de vacunas, mujeres profesionales de la salud inventan redes de cuidado y ponen el cuerpo todos los días para evitar los desbordes que spoilearon desde otras partes del mundo. La historia la escriben arriba del escenario.
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