Los Comandos Civiles que actuaron contra Perón: primeros grupos guerrilleros de organización celular y secreta

Poco investigado y difundido, este fenómeno de los años 50 está rodeado de muchos preconceptos a desmontar. La llamativa lista de quienes integraron estos grupos

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Hace un par de semanas publiqué en este mismo medio la nota “De Comando Civil antiperonista a militante montonero”. Tratándose de un tema poco investigado y difundido inevitablemente iban a quedar muchos cabos sueltos que no se anudan en una página y media. Es por ello que retomo la cuestión en ésta y otras notas sucesivas.

El primer paradigma a desmontar es un concepto escuchado muchas veces: “Los comandos civiles son el antecedente directo de la Triple A y las patotas desaparecedoras del Proceso”.

La realidad es que, por su cultura organizativa, y su composición etaria-social, los Comandos Civiles -excluyendo el aspecto ideológico- fueron casi el antecedente directo de las organizaciones guerrilleras de los setenta. Su modelo eran los “maquis”, la guerrilla urbana francesa que combatió la ocupación nazi; y estaban convencidos de que Perón era el émulo de Hitler en América. Incluso los diarios en sus crónicas los llamaban “los maquis”. Rendían culto a la muerte en combate. Reclamaban para sí la gloria del “nosotros pusimos los huevos, los presos y los muertos”. Se consideraban la “vanguardia de la revolución” porque tenían que empujar al ejército a sublevarse contra el gobierno de Perón. Su prédica política dentro de las Fuerzas Armadas fue importante. Y, aunque hubo muchos otros elementos externos intervinientes, el Ejército se quebró, y en Córdoba las “milicias maquis” combatieron junto al ejercito sublevado. Seguramente muchos de aquellos jovencitos, superaron en temeridad a los cuadros regulares del Ejército y la Aaeronáutica.

La diferencia principal (además de las ideológicas, obvio) sería que los Comandos Civiles (CC) casi siempre estaban “apadrinados” o tenían lazos con algunos militares antiperonistas, que les proveían armas, explosivos e instrucción militar. Vale aclarar que, años después, algunos militares peronistas (Iñíguez, Alberte y otros menos conocidos) también colaboraron con las organizaciones armadas de los setenta. Pero bueno, por ahora dejemos allí las comparaciones.

Los CC se nutrieron de los partidos y sectores que conformaban el amplio abanico del antiperonismo: radicales, conservadores, demoprogresistas, demócratas cristianos, socialistas, intelectuales de izquierda, nacionalistas católicos y grupos juveniles católicos. Su extracción social principal eran la clase alta, la clase media y el estudiantado universitario. Su organización comienza a fines de 1954, pero el grueso de los grupos van a estar realmente activos, de junio a septiembre de 1955.

Una organización celular y secreta

Tenían una composición celular clandestina con un responsable cada 10 o 20 militantes, usaban nombres falsos, sistemas de citas, casas operativas, imprentas clandestinas, recibían instrucción en manejo de armas, explosivos, e interceptación de comunicaciones y respondían a comandos centralizados por ciudad.

Su actividad principal fueron las campañas de propaganda. Imprimían miles de volantes en mimeógrafos e imprentas clandestinas que distribuían en mano a través de redes militantes. A partir de junio del 55, cuando el enfrentamiento Iglesia-Gobierno se hace más abierto, los militantes de los CC se organizan para custodiar los templos y ser fuerza de choque en manifestaciones. Algunos comandos realizan atentados a Unidades Básicas justicialistas y locales sindicales. En Buenos Aires producen al menos una docena de atentados contra policías de custodia en templos y escuelas, con un saldo de tres policías asesinados.

Sindicados como jefes de los comandos de Buenos Aires figuraban: el capitan Walter Viader, el ingeniero Carlos Burundarena, Juan Francisco Guevara, Renato Benzacon, Dario Hermida, Adolfo Sanchez Zinny, Edgardo Garcia Pulo, Francisco Olmedo y Raul Puigbó. Otros participantes fueron Francisco Trusso, Mariano Grondona, Mariano Castex, David Michel Torino, Emilio De Vedia y Mitre, Augusto Rodríguez Larreta, Mario De las Carreras, Emilio Posse, Eduardo Madero Lanusse, Reinaldo Tettamanti, Alejandro Astiz, Roberto Etchepareborda, Menendez Behety, Rodolfo Urtubey y Luis Maria Pueyrredon.

El 16 de septiembre de 1955 cuando se inicia la sublevación militar contra Peron, los CC de Buenos Aires realizan acciones de sabotaje en once plantas trasmisoras de radio. En Cordoba epicentro de la sublevación militar, hay una participación masiva de Comandos Civiles en los enfrentamientos contra policía y tropas leales. Se habla de 1500 a 3500 jóvenes armados en las calles, acompañando a los militares sublevados. Rafael Capellupo menciona en su libro como jefes de los CC en Cordoba a Eduardo Arenas Nievas, Jorge Landaburu, Horacio Martinez, Pedro Knutty, Clemente Villada Achaval, Damián Fernández Astrada, Alfredo Malbrán y Gustavo Aliaga.

Previo a 1955, algunos grupos más reducidos, realizaron varios intentos de asesinar a Perón y cometieron un atentado terrorista muy grave en 1953.

Conspiraciones y atentados previos a 1955

Ya en 1946, dirigentes de la Sociedad Rural y del radicalismo de Corrientes, planificaron un atentado contra la vida de Perón en ocasión de su visita a esa provincia, que fue abortado.

En enero de 1952, la policía desbarató un complot liderado por el coronel (R) José Francisco Suárez quien planeaba atacar con camiones blindados la residencia presidencial de Libertador y Tagle.

El 15 de abril de 1953 tuvo lugar el primer atentado terrorista contra población civil, que se recuerde antes de la Embajada y AMIA. Un grupo de activistas de la FUBA integrado por Arturo Mathov, Roque Carranza, Carlos Alberto González Dogliotti, y los hermanos Alberto y Ernesto Lanusse, apoyados por el capitán Eduardo Thölke (quien proveyó explosivos) hicieron estallar dos bombas en medio de una concentración en Plaza de Mayo provocando 6 muertos y 90 heridos, entre ellos 19 mutilados. Vale aclarar que, el mas grave atentado contra población indefensa, fue el bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, que dejo 400 muertos, y centenares de heridos, pero a diferencia del anterior, este acto criminal fue organizado y ejecutado por fuerzas regulares de la aviación naval.

Entre el 16 y 17 de octubre de 1953 fueron detenidos Mariano N. Castex, Hernán E. Blackley, Gastón García Miramon, Raúl A. Jorsiomo, Lorenzo Blanco, Emilio Allende Posse e Isidoro Martínez Castro, logrando fugarse Diego Muñiz Barreto. Inspirados en la “operación Antropoide" -la ejecución del jerarca nazi Heydrich en Praga-, planificaban matar a Perón con un jeep cargado de explosivos. Por la edad de los participantes la prensa la bautizó “operación bebé”.

Los comandos de Septimio Walsh

El Hermano Marista Septimio Walsh era primo de Carlos y Rodolfo Walsh. El capitán de Navío Carlos Walsh participó como aviador en el combate contra las tropas leales. Rodolfo Walsh, desde las páginas de la revista Leoplan, también apoyó el golpe contra Perón.

Florencio Jose Arnaudo escribió El año en que quemaron las iglesias. Un relato de tono épico sobre su participación en los Comandos Civiles. Transcribo algunos párrafos de su libro que pintan el tono de época: “Nos encontramos en el café Paulista de Corrientes y Pueyrredón. Creo que éramos seis, todos solteros, universitarios, y la mayoría ex compañeros de Acción Católica. (…) Juntamos dos mesas en un punto aislado del resto. Comenzábamos a tomar las primeras precauciones. Quizás lo hacíamos para sentirnos más importantes. No dejaba de tener su encanto eso de ser señalados por Perón como enemigos de un régimen al que se calificaba de dictatorial”.

Luego de la clausura del diario católico El Pueblo” (en enero del 55), el grupo de Arnaudo se lanzó de lleno a lo que se conoció como el “panfletismo”. Lo relata así: “Llegamos a la conclusión que era necesario iniciar una campaña de volantes clandestinos, después de la clausura de El Pueblo no nos quedaba otra forma de hacer conocer la verdad. Había que conseguir varios mimeógrafos para imprimir el mayor número de ejemplares”. Se le dio forma de hoja periódica y se le puso el nombre Verdad. De la redacción se encargaban Emilio Mignone, Horacio Storni y Jose Miguens. De la impresión, "se había ocupado quien llegaría a ser el panfletista máximo, el rey del mimeógrafo clandestino: el hermano Septimio Walsh.” Agrega que “tuvo destacadísima actuación en la campaña panfletista y en la coordinación de los comandos civiles católicos, cuya conducción asumió espontáneamente”.

En una entrevista en el año 2005, José Arnaudo confesó: “Yo pensaba que si mataba a Perón, igual me iba al cielo. Según la teoría del magnicidio de Santo Tomás de Aquino, estábamos dispuestos al tiranicidio y liquidar a Perón”. Debo confesar que no me escandaliza la cita. En 1970, la misma teoría de Santo Tomas, la pusieron en práctica Fernando Abal Medina y Mario Firmenich al fusilar a Pedro Eugenio Aramburu.

Queda para una próxima nota, la referencia a los comandos católicos cordobeses del padre Quinto Carnelutti, cuya mano derecha era el padre Enrique Angelleli.

Cierro con una estrofa de la “Marcha de la Libertad” -himno de la llamada Revolución Libertadora, el golpe contra Perón- grabada en el sótano de la Iglesia Nuestra Señora del Socorro: “Y si la muerte quiebra tu vida, al frío de una madrugada, perdurará tu nombre, entre los héroes de la patria amada”.

Aldo Duzdevich es autor de “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón” y “Salvados por Francisco”

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