Las leyendas locales cuenta que la isla de Langkawi, Malasia, supo estar maldita durante generaciones. Los curiosos que llegaban eran hechizados. Hoy lo único que puede afectar a los visitantes son los encantos naturales del lugar.
Algo de esto le paso a los recién casados Belén Ballvé (31) y Yamil Chapa (42). A fines de diciembre dejaron Buenos Aires para recorrer el Sudeste Asiático, hasta que una invitación poco frecuente les hizo cambiar el rumbo de su luna de miel. “Una amigo de un amiga nos propuso ir cuidar su velero abandonado en el archipiélago, al principio dudamos porque ninguno de los dos conoce de navegación.”, confiesa Yamil a Infobae. Sin embargo, aceptaron el desafío. “¿Cuándo vamos a tener otra oportunidad igual?”, se preguntaron.
Mientras la mitad del planeta está aislado batallando contra la pandemia del coronavirus, la pareja encontró el refugio menos esperado. Hasta el momento, en Langwaki no se han informado contagios. En Malasia en cambio hay 2.626, y 37 muertos.
“Nuestra cuarentena es un lujo y privilegio único”, dicen ambos convencidos que la propuesta no podría haber llegado en un mejor momento. “Somos afortunados porque no pagamos hospedaje y disfrutamos de lo que nos rodea. Los primero días no sentimos las consecuencias del aislamiento. Recién la semana pasada vivenciamos lo que nos relataban nuestras familias y conocidos en Buenos Aires. Lo vemos cuando vamos al pueblo a buscar provisiones con negocios cerrados y gente usando barbijos y guantes.Tratamos de mantenernos positivos y mandar buenas energías”, coinciden.
Hace exactamente cuatro meses que esta pareja de zona norte decidió dejar atrás su casa, afectos y trabajos para emprender una travesía sin límites de tiempo.
Yamil llevaba una rutina movida y multifacética. Daba clases de yoga en un geriátrico y era profesor de drama en una escuela secundaria. Su faceta de actor lo llevo dar vida al personaje Conchita Martínez, una sexóloga divertida, que se llevaba todos los aplausos en las fiestas donde era contratado. Para interpretarlo se ponía una peluca rubia y vestía de mujer. Fue en una sus presentaciones que conoció a su futura mujer. “Lo contraté para la despedida de soltera de una amiga. Tuvimos buena onda desde el principio”, recuerda Belén.
En 2018, oficialmente de novios, compartieron su pasión por la comida vegana, las prácticas sustentables, el amor por la naturaleza y gestaron este proyecto de viaje por Asia. Con fecha de partida para fines de diciembre, organizaron un fiesta de despedida que por pedido de Belén se convirtió en una boda. Lejos de lo tradicional en tres semanas prepararon su unión espiritual. “Elegimos para casarnos un lugar hermoso: la Kovachina, una reserva en el Delta. Una íntima amiga fue la maestra de ceremonia””, recuerda Yamil.
De ahí partieron a su eterna luna de miel. Al pisar Asia recorrieron el norte de Tailandia. Cuando estaba por volar a Laos, les llegó la invitación de poner en condiciones un antiguo velero anclado en Langkawi.
Entusiasmados, aceptaron la aventura. Y tomaron un ferry hasta la isla. “No podíamos creer donde estábamos. Todo es hermoso: el color turquesa-azulado del agua combinado con las vegetación selvática, el sonido de los pájaros, la laguna. Paré un segundo, la miré a Bebu -como le dice cariñosamente- y le dije : ‘Feliz Luna de Miel’”.
La embarcación, se llama HUÍA, en referencia a una ave autóctona de Nueva Zelanda. El dueño del velero- Nacho- vivió allí durante bastante tiempo, pero... “cuando llegamos no estaba habitable, hacía un año que estaba abandonado... nos ayudaron a ponerlo en condiciones los vecinos de la marina”.
HUÍA es de madera, tiene un dormitorio en la zona de la popa, en el centro la cocina, un comedor diario, y un espacio de guardado. ¿Qué les falta para que sea perfecto? “Un baño”, se ríen. Tampoco tiene heladera.
Lejos de quejarse le sacan provecho a la vida en el mar. La rutina a bordo es variable. “No hay un plan, vivir en un velero implica bastante movimiento. Hay días que no paramos y otros son más tranquilos”. Le dedican mucho tiempo a la cocina, cosa que ya hacían en Buenos Aires y mantienen. Todas las recetas son para veganos: Kombucha, chucrut o milanesas de berenjenas. Aunque el fuerte son los desayunos, "dignos de envidiar”.
También pasan el tiempo leyendo, meditando o jugando a las cartas. "Chichón, pósito o canasta. Leemos bastante, ahora por ejemplo estamos metidos en la novena y décima revelación de James Redfield”.
Antes de que se ordenara la cuarentena en Malasia socializaban con sus vecinos. "La familia armada en este vecindarios de veleros y catamaranes es fantástica. Ibamos a tomar un café o nos juntábamos. Ahora todo esta mucho más tranquilo. Hay negocios cerrados y hay poco movimiento acuático”. Esa quietud trajo la visita de animales difíciles de ver por la zona. La fauna salió a escena. “Se ven en cantidades cada vez mayores, contingentes de delfines, pájaros que parece que bailan en el agua... es hermoso.”
Planes a futuro: todos inciertos. Primero, por la emergencia de salud, segundo porque están abiertos a descubrir nuevas aventuras y dejar que las cosas sucedan.
“Imaginate esta vista todos los días: salís a la cubierta y estás rodeado de mar de color turquesa o verde depende del sol. De una lado tenemos la playa con selva y un faro donde se asoma cada mañana el sol. Del otro, entre dos morros, se pone", Yamil hace una pausa, y retoma Bebu : “Acá solo hay amor, y lo estamos respirando”.
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