Están atrapados entre Brasil y Argentina. No pueden entrar ni salir, no pueden ir para adelante, pero tampoco para atrás. Son 17 argentinos que pasan las horas y los días en una “tierra de nadie” en el puente que une Foz de Iguaçú y Puerto Iguazú. Consumen el tiempo tirados sobre colchones que les cedió Gendarmería, obligados a caminar 15 cuadras para usar el baño en la frontera brasileña y con miedo en las noches a ser asaltados y robados si se mueven fuera de la zona iluminada.
“Brasil es mucho más humano y comprensivo que el lado argentino”, asegura Aurelia Ojeda a Infobae. Ojeda es una de las argentinas que, desde las primeras horas del domingo, está atrapada en el puente. La decisión del gobierno nacional de cerrar las fronteras por completo dejó sin salida a ella y a otros 16 argentinos en ese puente binacional. No pueden ingresar a la Argentina, pero Brasil tampoco les permite reingresar al país.
La insólita situación comenzó a gestarse cuando Ojeda aterrizó días atrás en Sao Paulo junto a otros tres jóvenes argentinos. De 31 años y profesora de educación física, Ojeda había viajado en enero a Estados Unidos, cuando la pandemia del coronavirus aún no había sido declarada y las restricciones de vuelo no existían. Sus tres acompañantes, a los que conoció en Miami antes de volar a Brasil, estaban en Estados Unidos en un programa de "work and travel" (viajar y trabajar) que promociona el gobierno de ese país.
Los vuelos a la Argentina eran inviables, intentaron también volar a Paraguay, pero tampoco fue posible. Finalmente encontraron asientos en un vuelo a Sao Paulo. Cuando llegaron, sin buses en funcionamiento, debieron compartir un remise hasta la frontera, hasta Foz do Iguaçú: más de 1.000 kilómetros, más de 12 horas de viaje en auto.
Tanto Ojeda como buena parte de los varados en el puente se preocupan por destacar que no estaban “de vacaciones”. En un video al que tuvo acceso Infobae un joven -con barbijo y compartiendo una manta con otros varios- relata que estaba desde diciembre trabajando en Brasilia y se queja de que el cónsul argentino en Foz, Roberto Lafforgue, les solicitara una tarjeta de crédito para gestionarles alojamiento del lado brasileño. Nadie entregó esa tarjeta, todos terminaron durmiendo en el puente.
"El cónsul les quiso cobrar a los argentinos -coincidió Ojeda-, cuando hay un decreto que dice que no, que hay que darnos alojamiento gratuito".
Lafforgue no respondió a las preguntas de Infobae, pero la Cancillería reaccionó: “Trataremos de sacarlos de ahí lo antes posible”. Se estima que son unos 15.000 los argentinos que no han podido volver al país ante el cierre de fronteras decidido por el presidente Alberto Fernández una semana atrás.
Ajena a eso, la joven correntina pide que los ayuden, que la valla que los tiene retenidos en el puente, bajo el sol y la lluvia del trópico, se abra y puedan regresar a sus casas.
“Dicen que no nos pueden dejar pasar porque hay una orden presidencial. Nos pidieron todos los datos para ver caso por caso, pero seguimos en el puente y nos da de comer el Ejército brasileño. Gendarmería nos dio una carpa”, afirmó.
“Quiero volver a aclarar que hace dos meses que viajé a Estados Unidos, no en plena pandemia. Y los chicos estaban en Estados Unidos desde diciembre. Son chicos que estudian en la Argentina y que en las vacaciones van a trabajar a Estados Unidos. Y yo no conseguía trabajo en mi país y me fui a buscar trabajo y a capacitarme en California”.
“Solo queremos hacer la cuarentena en nuestras casas, pero no nos dejan entrar, no nos dejan entrar a nuestro país. Si Argentina no nos deja entrar, si nuestro país nos cierra las puertas, ¿qué país se va a hacer cargo de nosotros? Estamos presos y no hicimos nada”.
La vida en el puente no es sencilla, pero el ser humano se adapta a casi todo. Es por eso que, más allá de insistir en que Argentina les abra las puertas, el objetivo más importante que tienen hoy los varados en tierra de nadie es no caminar 15 cuadras para ir al baño en el sector brasileño de la frontera. Quieren poder ir al baño en el sector argentino, más cercano al sitio donde levantaron campamento.
Ni hablar de ir al baño en medio de la noche. “Los brasileños nos aconsejaron que no nos movamos solos por el puente, porque hay una zona con una favela pegada y son frecuentes los robos y hechos de violencia”, explica Ojeda. “Pero la gente de la zona es también muy amable, hay brasileños que se acercan y nos traen agua, agua caliente para el mate y pan, incluso nos trajeron dos sachets de leche”.
La situación no tiene visos de desbloqueo, las horas pasan en el puente y también Ojeda termina sucumbiendo a lo urgente, dejando de lado por un rato lo importante. "¿Por qué Argentina no podría ceder solo un poquito? Les pedimos que nos dejen usar el baño del lado de Argentina, así como Brasil nos presta el suyo".
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