“Esto recién arranca. Todavía falta para lo peor. Por el momento estamos empezando con la transmisión interhumana”, anticipa el Dr. Alejandro Ferro (MP 92071) que es especialista en clínica medica y consultor en enfermedades infecciosas en Mar del Plata. Con 64 años y una amplia trayectoria, es quien asesora a los médicos que atienden pacientes con coronavirus en la ciudad balnearia que al cierre de esta edición cuenta con dos victimas por la pandemia.
“El aislamiento social es la clave. Si la gente no circula, el virus tampoco. Porque puede estar en objetos inanimados, pero sobre todo está en las personas. Si hoy nos aislamos, en dos semanas estaremos mejor. Porque los resultados de hoy, hablan de la circulación que había hace dos -o incluso tres- semanas”, apunta el especialista.
“La vacuna recién tal vez esté disponible en un año… ¡con suerte! Podemos tener sí esperanzas por dos medicamentos que se están probando: la hidroxicloroquina (que es un anti malárico) y la azitromicina. Todavía están en la etapa de estudios preliminares. Pero son una posibilidad que podría llegar mucho antes que la vacuna”, asegura el especialista.
UNA LUCHA CON MUCHA ESTRATEGIA
En el frente de batalla y uno de sus consultantes es el Dr. Gonzalo Corral (MP 93858), médico infectólogo. Se desempeña en el ámbito público y en el privado, en el Hospital Interzonal General de Agudos Oscar Alende y en la Clínica 25 de Mayo, de Mar del Plata. Mientras que en el hospital atienden varios casos sospechosos, en la clínica tiene un paciente Covid-19 confirmado y lamenta el fallecimiento de otro, que representa uno de los primeros casos de coronavirus a nivel nacional. “El paciente que tenemos actualmente está muy bien. Es un cuadro leve que creemos que va a resolverse. Estamos haciendo los hisopados para ver si el virus ya no está. Necesitamos dos test diferentes para confirmarlo”, asegura el médico de 44 años, que es separado y padre de dos hijos.
–¿Cómo es un día en su vida desde que llegó esta pandemia?
-Mis días son diametralmente opuestos a los de la mayoría de la gente, que tiene que estar confinada en su casa y a veces no sabe qué hacer. Yo tengo muy poco tiempo. Me levanto a las seis de la mañana y desayuno con la computadora mientras me informo sobre lo que pasó a la noche en los lugares dónde trabajo. Me voy al hospital y empiezo la recorrida. Estamos normatizando y planificando todo para lo que se viene. Ya tenemos un ala aislada con un grupo de médicos asignados. Hemos capacitado al equipo de salud en todo sentido, fundamentalmente en el uso de los equipos de protección personal.
–¿En qué consiste ese equipo?
-Barbijo, guante, camisolin, antiparras y mascaras faciales de celulosa. Hay todo un entrenamiento para usarlos. Los recursos de este tipo son muy pocos. Y es fundamental evitar la contaminación. Esto requiere un mecanismo de control muy aceitado. El barbijo nos permite evitar la transmisión por gotas de saliva. En tanto, para el contacto, usamos el camisolín, los guantes y las antiparras.
–¿Cómo sigue su día?
-Termino entre el mediodía y las 13.30 de la tarde y me voy a la Clínica 25 de Mayo. Además, tanto yo como mi equipo nos rotamos para hacer guardia pasiva del hospital. Tenemos un teléfono celular aparte para asistir a aquel médico que está de guardia activa y necesita asesoramiento para determinar si los casos que llegan corresponden o no a activar el protocolo de caso sospechoso.
–¿Cómo es su trabajo en el ámbito privado?
-En la Clínica estamos trabajando hace más de un mes con un comité de crisis. Nos reunimos con personal de terapia intensiva, laboratorio, médicos internistas, enfermería, infectólogos, la dirección y de limpieza. También el jefe de la guardia y del área de demanda espontánea. Tenemos un circuito seguro para recibir a esos pacientes sospechosos y mandarlos a un lugar exclusivo, lejos de la guardia.
–¿Cómo es ese circuito?
-Bastante sencillo. Tenemos un señor de seguridad en la entrada que hace el primer triage. Le pregunta a la persona qué necesita. Si el paciente le dice que quiere ir a la guardia, desde atrás de un mostrador, a unos metros, la enfermera le hace unas preguntas que ya están tabuladas. Básicamente, si tiene síntomas respiratorios y fiebre, y si viajó a cualquier lugar del mundo en los días anteriores. En caso afirmativo, le da un barbijo y el paciente se dirige al consultorio de enfermedades respiratorias que está al lado de la institución, pero en un sector separado.
–¿Qué características tiene esa área?
-Ahí tenemos médicos -usan el equipo de protección personal- que evalúa si el caso es sospechoso. Si el interrogatorio es positivo, se activa un protocolo que se basa en la Norma Nacional y se interna al paciente. Se lo lleva a un piso separado del resto y con personal exclusivo de médicos, enfermeros y limpieza. Se le hace una radiografía portátil (para evitar que salga del área), se le hacen estudios de laboratorio y además la muestra que confirma si tiene Covid-19 para mandar a analizar. En Mar del Plata contamos con el Instituto Nacional del Epimediología (INE) que en 24 horas nos da el resultado.
–¿Cómo es y cómo funciona la habitación dónde queda internado ese paciente?
-Es una habitación individual con sistema de ventilación. El paciente tiene asignado un médico internista y una enfermera exclusiva, que no trabaja con otras pacientes. Cuando tienen que entrar ellos, alguien del área de laboratorio, de imágenes o de limpieza, siempre se cambian. Al área llegamos con ropa de calle, nos ponemos un ambo y después, para entrar a la habitación, nos ponemos encima el equipo de protección personal. Nos lavamos las manos en todo momento. Y dependemos mucho de el servicio de higiene, que tiene que mantener la habitación impecable siempre.
–¿Tocan a ese paciente?
–Sí. Si hay que revisarlo, lo hacemos. Es una práctica segura siempre que tomemos todos los recaudos mencionados. Por ejemplo, si necesita ventilación mecánica, es posible que estemos muy en contacto para ponerlo de costado.
–¿Qué se siente al estar poniendo en riesgo la propia vida para atender pacientes con coronavirus?
-Si uno hace practicas seguras, uno esta seguro. Yo no contemplo el riesgo al momento de atender. Diría que es lo que nos toca en este momento… Es lo que tenemos que hacer. Creo que así como somos el primer eslabón de asistencia y tenemos esta función, la sociedad también tiene que aceptar la suya: el confinamiento. A mi me toca atender pacientes, pero a vos te toca quedarte en tu casa. Cada uno tiene un rol para cumplir.
–¿Qué otros aspectos no se saben del rol que cumplen los médicos?
-Contener a la familia. Son momentos difíciles... No pueden estar en contacto con el paciente. Es una situación inédita. No es fácil de resolver. Familias que quieren ver a sus seres queridos agónicos… Y no los podemos dejar pasar. Eso genera impotencia y tristeza. Si bien los pacientes están en habitaciones vidriadas, tenemos que tratar que los familiares ni se acerquen al centro de salud. Se tienen que quedar en sus casas y hacer contacto telefónico.
–¿Cuándo finaliza su día de trabajo?
-En la Clínica termino a la tardecita, después de haber atendido, además, a los pacientes no Covid-19. Alguno con VIH o lo que fuera… Llego a casa, separo la ropa para lavarla y me higienizo las manos. Es un ritual que tengo hace muchos años. Como lo que encuentro por ahí, pero mi día no termina. Contesto mails, leo nuevas normativas, artículos, reportes… Y tipo diez de la noche hacemos teleconferencias por zoom –o por otras aplicaciones– con colegas infectólogos. Esta pandemia sirvió para que los médicos más grandes –que no se pueden exponer– aprendan a transmitir su experiencia de manera virtual.
–¿Imaginó vivir alguna vez algo así?
-Nosotros atravesamos la pandemia del 2009. Pero no fue tan dura como esta… Porque si bien fue difícil de manejar, creo que esta se disemina más rápido y es muy mortal. Con esta se colapsaron los servicios de salud del primer mundo. No sabemos en qué va a terminar. Estamos agazapados, esperando a ver qué pasa. Ojalá no sea tanto… Pero no somos solo los infectólogos: es todo el sistema de salud junto con la gente de limpieza y de seguridad. En este marco, ayudan mucho los aplausos y los mensajes de agradecimiento que nos llegan todos los días por whatsapp y redes sociales. Ese es nuestro combustible.
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