La ficción importa más que la realidad. Los cinéfilos saben que Casino Royale tuvo una primera versión en 1967 con James Bond interpretado por el impecable David Niven y que mereció una remake en 2006 con el atlético Daniel Craig. La película está inspirada en el libro de Ian Lancaster Fleming, quien antes de dedicarse al periodismo y la escritura fue agente de Inteligencia de la Royal Navy británica. Algunos creen que Bond encarna al propio Fleming. Pero no es así.
La historia real es más fascinante que la ficción. A pocos kilómetros de Lisboa, sobre el Atlántico, se encuentra el Palacio Estoril, un elegante hotel, que por entonces tenía enfrente un casino. En ese hotel fue que Fleming compartió unos días con el también espía Dusan “Dusko” Popov y fue él quien le sirvió de espejo para encarnar el personaje de 007. Tanto Fleming como Popov provenían de familias acaudaladas, habían pasado los 30 años y podían cumplir una misión en el frente como entrometerse en los ambientes más refinados, sin culpa por disfrutar del lujo y el placer.
Hacia fines de 1939, Adolf Hitler todavía no había avanzado hacia el frente oriental. Hacia el oeste de Alemania, el año anterior había concretado la ocupación de Checoeslovaquia y en ese año 39 lo había hecho sobre Polonia. Sin embargo, antes de atacar ese país el Führer tomó la precaución de firmar un tratado con José Stalin a través de sus respectivos cancilleres para evitar un conflicto entre ambas potencias. Sin embargo, cuando Alemania invadió Francia, en mayo de 1940, el clima europeo se modificó de modo dramático. El timón de Gran Bretaña estaba en manos de Winston Churchill, quien mandó extremar las labores de inteligencia para conocer los próximos pasos del nazismo. Para eso contaba con el MI6, el servicio secreto destinado al exterior del Reino Unido, fundado en 1909 y con la Inteligencia Naval, ambos servicios muy eficaces en la Primera Guerra Mundial.
El jefe de Fleming en el MI6 era el vicealmirante John Henry Godfrey, hombre de mucha confianza de Churchill. La mira de Godfrey estaba en meter las narices en Berlín. Además, Churchill y Godfrey estaban alertas porque un alto jefe naval británico, Barry Domvile, era sospechado de tener nexos con el nazismo. Es decir, cualquier espía de la Corona Británica podía ser descubierto por los alemanes.
El amigo yugoslavo
Dusan Popov había nacido en un pequeño pueblo serbio y cuando era niño su familia se mudó a Dubrovnik, una ciudad aristocrática ubicada sobre el Adriático donde los Popov tenían una hermosa casa de verano.
A principios de los años 30, con el auge del nazismo, Popov fue a estudiar Derecho a Belgrado: su vida de bon vivant y su figura atractiva lo convirtieron en un Don Juan. Sin embargo, su afición por el estudio no le impidió mudarse al suroeste de Alemania, más precisamente a Friburgo, una ciudad de fuerte corte universitario.
Popov trabó una estrecha amistad con un compañero de estudios, el joven alemán Johann Jebsen. Dusko volvió a Duvrovnik, abrió su estudio de abogados, y en una de sus habituales comunicaciones con Jebsen decidieron encontrarse. Esa cita se convertiría en una bisagra en la vida de Popov.
Ambos amigos se encontraron y Johann Jebsen le contó que se había incorporado a la Abwehr, la inteligencia militar alemana dirigida por el almirante Wilhelm Canaris.
Como en todas las historias donde la intriga juega un papel central, hay varias versiones de qué pasó entre ambos amigos.
La principal indica que Johann Jebsen se había metido en la inteligencia alemana para pasar información vital de los movimientos de Hitler al espionaje británico. Para poder concretar sus fines no podía dejar de brindar datos de los aliados a la Abwehr. Ser un doble agente no era misión sencilla: si pasaba información falsa, el departamento de Contrainteligencia de Canaris podía descubrirlo y neutralizar el juego a dos bandas.
Otra versión indica que Jebsen sumó a Popov para la inteligencia nazi y que luego este tomó contacto con la inteligencia británica y sumó a su amigo Jebsen para hacer espionaje en favor de Gran Bretaña.
Hay secretos que los Estados guardan por décadas o para siempre. En este caso, el orden de los factores, sin embargo, no alteró el producto.
Los alemanes, para entonces, lidiaban con la “Orquesta Roja”, liderada por el polaco Leopold Trepper, que tenía infiltrados agentes soviéticos en lugares sensibles del gobierno del Tercer Reich. A su vez, Canaris contaba con agentes en el Reino Unido destinados a conocer quiénes eran los espías británicos en Alemania.
El aristócrata Dusan Popov, soltero codiciado, tenía afición por los encuentros eróticos con dos mujeres. Un dato que le servirá para su nombre ficticio en el espionaje inglés como “Triciclo”. Lo de Triciclo fue porque, en 1941, además, fue en misión a Estados Unidos para colaborar con la Casa Blanca. En la Abwehr su nombre de guerra fue “Iván”. Popov -que dominaba el inglés y el alemán además de su lengua natal- se subió a la cuerda floja: aceptó el juego de ser parte de dos servicios de inteligencia al mismo tiempo, no para disfrutar de ambos de modo simultáneo sino para engañar a uno y ser fiel al otro.
Tuvo los contactos para que los británicos lo incorporaran al servicio secreto y al poco tiempo lo enviaron a Portugal con el propósito de infiltrarse en la Abwehr. Más precisamente debía ir a Estoril, una pequeña ciudad costera cercana a Lisboa y alojarse en el lujoso Hotel Palacio.
Casino Royale y Palacio Estoril
La saga de las películas basadas en los libros de Fleming comenzó con El satánico doctor No en 1962 con el impecable escocés Sean Connery como James Bond. Años después, con David Niven como 007, se estrenó Casino Royale, un nombre que remite al Hotel Palacio Estoril. Sin embargo, fue en 1968 cuando ese hotel fue utilizado como locación para muchas escenas de 007 al servicio de Su Majestad con el australiano George Lazenby como Bond.
Esa ficción se apoya en un hecho histórico: Ian Fleming y Dusko Popov fueron huéspedes de ese hotel a principios de 1941. Fleming llevaba unos años en la inteligencia naval y para entonces era enlace con el MI6. A su vez, el espionaje británico le había encomendado a Popov alojarse como lo que era: un millonario extravagante que desparramaba dinero en la mesa de bacará y que cosechaba mujeres con solo clavarles la mirada.
Esa apariencia de vida paradisíaca encerraba un desafío infernal: hablar bien de Hitler y así llamar la atención de algún agente de la Abwehr. Ese hotel era el lugar indicado. Por entonces, el Palacio Estoril –con sus lujos, jardines espectaculares y vista al Atlántico- era conocido como “el hotel de los murmullos”.
Hacia principios de 1941, Portugal llevaba varios años de una dictadura con buenos vínculos con los fascistas italianos, los falangistas españoles y con los nazis alemanes. Sin embargo, el autócrata Antonio de Oliveira Salazar no descuidaba los buenos vínculos históricos con su vecina Gran Bretaña.
De allí que en el Palacio Estoril se hospedaban famosos millonarios, judíos refugiados en el Portugal neutral y espías de muy diversos orígenes, nombres y nacionalidades ficticias que tenían propósitos ultrasecretos.
Además del despliegue fatuo, de ganar y perder en la mesa de bacará, Popov logró su propósito: hizo contacto con los agentes de Canaris. Desde esa estadía en Estoril, su vida dependería de que los nazis no descubrieran su compromiso con la inteligencia británica.
La página web del Palacio Estoril – Hotel, Golf & Wellness- consigna que “En la película participó el por aquel entonces joven empleado del hotel, José Diogo, a sus 18 años, que todavía es uno de los jefes de portería del Palacio. Se le ve en la película 007 - Al servicio de su Majestad entregando la llave de la habitación al agente James Bond”.
Hoover y Pearl Harbor
La Abhwer le encomendó a Popov conseguir información sobre la base naval estadounidense de Pearl Harbor ubicada en la isla de Koshua en el Pacífico, con todos los detalles posibles. El pedido alemán está fechado en agosto de 1941, apenas cinco meses antes de que Japón atacara la base y tomara a la Marina de Guerra de Estados Unidos completamente desprevenida.
Con la autorización de la inteligencia británica, Popov fue a Nueva York donde estuvo varios meses. Llevó una vida distendida, tuvo citas amorosas con famosas actrices y hasta tomó lecciones para ser piloto de avión. Sin embargo, los detalles de su tren de vida no cobran ninguna importancia en comparación con los problemas que tuvo con el puritano y poderoso jefe del FBI, John Edgar Hoover.
Un artículo de The Washington Post firmado por Thomas O’Toole el 2 de diciembre de 1982 afirma que Hoover tuvo la información del ataque a la base naval estadounidense en el Pacífico por parte de Popov. O’Toole cita documentación que corrobora que un alto oficial del FBI llamado John Foxworth escuchó de boca de Popov: “Ustedes deben esperar un ataque en Pearl Harbor antes de fin de año”. El FBI podía poner en duda la lealtad del espía al Reino Unido y sospechar que podía ser leal a Alemania. Sin embargo, la frase de Hoover fue que “Triciclo” era “un playboy inmoral”.
El espía “inmoral” había brindado a Foxworth dos datos. Uno, verbal, proveniente del agregado militar de la Embajada de Alemania en Tokio, quien había escoltado un vuelo de reconocimiento japonés en Pearl Harbor. El otro era escrito y estaba guardado en un documento. Se trataba del telegrama en clave que había recibido por parte de la Abhwer en el que le pedían detalles de la capacidad de la aviación militar de Estados Unidos y Canadá en el Pacífico. Le pedían que hiciera bocetos de las instalaciones de la base de Pearl Harbor. Se trataba de un pedido de Tokio a Berlín y el espionaje alemán le confiaba la misión informativa a Popov quien corrió el riesgo de que esa información llegara a las autoridades de Estados Unidos.
Al final de artículo, O’Toole se pregunta “¿por qué Hoover no envió el documento completo a la Casa Blanca?”, y se responde: “Porque quería lucir bien ante el presidente (Franklin D. Roosevelt) y ganar puntos con las agencias rivales de inteligencia norteamericana y con el MI6 británico”. Agrega que, además, Hoover no confiaba en Popov y su estilo de vida “le parecía aborrecible”
Vivir para contarla
“Dudo que un Bond de carne y hueso hubiera logrado sobrevivir más de 48 horas como agente del espionaje”, declaró Popov a un grupo de periodistas italianos poco antes de morir en su residencia en las afueras de Cannes, en la Costa Azul francesa sobre el mar Mediterráneo, el 10 de agosto de ese 1981 a los 69 años.
Documentos del servicio de inteligencia británico desclasificados por la Oficina de Registro Público (PRO, por sus siglas en inglés) afirman que Popov fue reclutado en Gran Bretaña como doble agente después que aceptó trabajar para los alemanes. Sin embargo, hay quienes afirman que primero fue fichado para la Corona Británica antes de ser espía alemán.
Respecto de su vida personal, esa documentación sostiene que su alias fue “Triciclo” por su afición a los tríos. Pese a eso, la inteligencia británica no brindó detalles sobre tales hábitos. Se entiende: se trata de asuntos privados de un hombre que dio todo en años muy duros y tuvo la suerte de vivir para contarlo. En 1974 publicó sus memorias en el libro Espía/Contraespía.
Jebsen, su amigo y compañero de estudios, en cambio, no sobrevivió a la Gestapo que lo descubrió en 1944 y nunca se supo su destino aunque se descarta que fue ejecutado.
SEGUÍ LEYENDO: