“Vamos a salir de esto con más vida”: las reflexiones sobre la cuarentena de un sobreviviente de los Andes

Carlitos Páez Vilaró, hijo del gran artista uruguayo, fue uno de los 16 sobrevivientes del accidente del avión uruguayo en la Cordillera de los Andes. En una carta que y en una conmovedora charla con Infobae, comparó sus 72 días en las montañas con el aislamiento en tiempo de coronavirus

En la tragedia de los Andes murieron 29 personas por el accidente aéreo y por el posterior aislamiento en plena cordillera. Sobrevivieron, luego de 72 días, 16 personas

“Son tiempos difíciles” escribió alguien que atravesó tiempos difíciles. Carlos Páez Vilaró, Carlitos, hijo del emblemático artista uruguayo y sobreviviente de la tragedia de los Andes, eligió esas tres palabras para comenzar su carta. En su relato habla del coronavirus -lo adjetivó “temible”-, de las recomendaciones de prevención, del sentido de la solidaridad y de las cuarentenas: las autoimpuestas, las obligatorias regidas por decretos presidenciales y las forzadas por tragedias.

Rememoró la hazaña de un grupo de rugbiers uruguayos de hace 47 años. Hoy, con el Covid-19 conquistando todo recuerdo y designio, lo describe como “una cuarentena obligatoria de 72 días”. Hicimos los que nos tocaba, con solidaridad, creatividad y actitud, para que al final triunfara la vida, es la última oración de un mensaje conciso dirigido a la comunidad uruguaya e internacional. En los últimos días, Carlitos, empezó a recibir llamados de distintas partes del mundo: periodistas buscando historias de confinamientos emblemáticos.

En la vorágine de tener tiempo de sobra, atendió a Infobae desde su casa. Tiene 66 años y está recluido, solo, en un barrio cerrado en Montevideo. Se impuso su cuarentena por integrar el grupo etario de mayor riesgo de contagio. El presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, se resiste a establecer la cuarentena total que es norma en otros países: sancionó la emergencia sanitaria, propuso el aislamiento social, ordenó el patrullaje de las calles para “incomodar” a quienes no respeten las recomendaciones, pero descarta la imposición de un decreto que repercuta en consecuencias jurídicas y presos por desacato.

Carlos Páez Vilaró cumplió 19 años el 31 de octubre de 1972 sobre la cordillera de los Andes. Junto a él sobrevivieron otros cinco compañeros del club de rugby uruguayo

Carlitos volvía de una caminata de dispersión cuando respondió el llamado de este medio. El aislamiento lo agarró solo, con sus hijos en Buenos Aires y en otra punta de Montevideo: “Estoy en un momento de introspección. Hay que ponerle onda y humor. Fue lo que más aporté en los Andes y ahora no lo tengo tanto. Me gustaría recuperar ese sentido del humor”. Sus reflexiones ensayan conexiones entre dos períodos históricos, en apariencia antagónicos, capaces de trazar pequeños puntos de semejanzas.

“Obvio que son comparables -dijo una de las 15 personas en todo el mundo que vivió en primera persona la tragedia de los Andes y el avance del coronavirus-. Allá vivimos una cuarentena de 72 días, durísima, a 4.400 metros de altura, con temperaturas bajo cero, con muertos alrededor y con la incertidumbre de qué iba a pasar con nosotros. Esta es una cuarentena comparable por el tiempo, pero no desde la comodidad. No tiene sentido quejarse”.

Los sobrevivientes fueron rescatados el sábado 23 de diciembre y enviados al valle de Los Maitenes, en Chile, donde se reencontraron con sus familiares

Gustavo Zerbino, otro de los 16 sobrevivientes de la tragedia y compañero de Páez Vilaró en el club de rugby Old Christians Club, también le dedicó una carta a los uruguayos. La tónica es similar: No es tanto lo que nos piden. Nosotros tuvimos que estar 72 días en los restos del avión en un espacio de 30 metros cuadrados, 29 personas amontonadas, unas arriba de las otras. Sin ropa adecuada, sin comida. Abandonados, en el medio de la nada. A unos 4.000 metros de altura, soportando temperaturas de 30 grados bajo cero. Fue durísimo pero posible”.

Los Andes es un homenaje a la vida”, consideró Carlitos. En el accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya de octubre de 1972 y la posterior supervivencia de 72 días murieron 29 personas, entre pasajeros y tripulantes. “Pero hoy somos más de los que salimos ese 13 de octubre, con nuestros hijos y nuestros nietos. Ahora confío en que pase lo mismo: vamos a salir de ésta con más vida”, interpretó el hoy empresario y conferencista uruguayo.

"A los 18 años, a la edad que me tocó, yo no servía para nada: era un malcriado, un consentido, desayuno en la cama; tenía niñera, para que te des una idea del personaje. Y de pronto te encontrás a 4200 metros de altura, 25 grados bajo cero, con 29 muertos alrededor, a protagonizar la historia más grande de la Humanidad", contó Carlitos Páez

El avance del coronavirus lo interpela. Le trae imágenes de esos momentos en la inmensidad de la cordillera. Con discrepancias y paralelismos, traza las comparaciones: “Ahora siento que estamos luchando por lo mismo. Allá no sabíamos cuándo iba a terminar y hoy tampoco. Pero también nosotros teníamos que trabajar para poder salir y acá no tenemos que hacer nada, solo obedecer y lavarnos las manos”. Carlos calificó la cuarentena por coronavirus como “muy difícil”: “Me gustaría que fuese más tangible. Este es un enemigo que te puede dar una puñalada trapera porque no sabés por dónde te viene”. Y halló, en esta situación extraordinaria e inesperada, un compendio de aspectos positivos: “Me he reencontrado con amigos que, como no tienen otra cosa para hacer, te atienden siempre y se puede hablar horas por teléfono. Le das importancia a otras cosas. Valorás otras cosas. Ahora mi hijo tuvo que aprender a cocinar, por ejemplo”.

Y en esa ilustración de su hijo y la cocina, otra analogía. Carlos Páez Vilaró tenía 18 años cuando se subió a un avión que lo iba a dejar en Santiago de Chile para jugar un partido de rugby. Hijo de un distinguido artista de fama mundial, había vivido una infancia acomodada. “A mí me traían el desayuno a la cama, tenía niñera. Nadie hubiese apostado por mí. ‘Carlitos Páez no pudo haber sobrevivido a los Andes’, habrían pensado. Sin embargo, el ser humano puede hacer absolutamente todo. Yo hice cosas increíbles que nunca me hubiese animado a hacer. Tapeaba el avión para que no entrara frío y lo hacía muy bien”, aclaró.

La imagen entre los Carlos Páez Vilaró, padre e hijo. La foto es la tapa del libro del artista uruguayo en el que relata el drama de la búsqueda

El mayor orgullo es, sin embargo, un bolso de dormir. “Es lo mejor que he hecho en mi vida. Había una tela que servía de aislante del aire acondicionado y había visto un hilo de cobre de la bobina. Lo cosí para fabricar una bolsa de dormir para que los expedicionarios pudieran dormir afuera. Fue un aporte fundamental para la expedición final”.

La expedición final fue la que llevaron a cabo el 12 de diciembre, dos meses después del siniestro, Nando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín. Diez días después, fueron vistos por el arriero chileno Sergio Catalán. El operativo rescate se activó. Por entonces, Carlos Páez Vilaró padre, había montado en Chile una campaña de búsqueda. De esa experiencia, nació el libro Entre mi hijo y yo, la Luna. La odisea de un padre en la tragedia de los Andes.

Zerbino, en su carta, dejó una enseñanza: “Cuando se acepta la realidad tal cual es, se deja de sufrir y de pelear la mente con la realidad. Se empieza a ser parte de la solución y no del problema. Hoy, todos podemos ser un arma peligrosa si salimos a la calle y no nos quedamos en casa”. En su mensaje, Carlitos, recurrió a las líneas comunes de sus conferencias. En los charlas que brinda sobre superación encontró un concepto relativo a la cuarentena actual: “En las situaciones que ponen tu vida en riesgo, se potencian las pequeñas grandes cosas que hacen que la vida valga la pena vivir. Es momento de aprovechar este tiempo extra con la familia que hoy voluntaria o obligatoriamente se nos concede”.

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