La adrenalina por estos días circula de modo virtual, aún sin que exista una presencia corporal. Ingenieros, químicos, informáticos, médicos y voluntarios de todo tipo, desde costureras a expertas en la coordinación de grupos, se juntaron por las redes sociales bajo una idea urgente, perentoria: producir productos de primera calidad. Se sienten agotados, están trabajando a destajo vía online, saben que hay objetos que no pueden esperar: los insumos, esa palabra que en estos tiempos se han convertido en casi una quimera.
La carrera a contrarreloj que se vive en el sistema de salud hace que cada minuto signifique una suerte de oasis en el desierto. Mientras la población vive la cuarentena obligatoria, se replican experiencias en todo el país de quienes convocan a fabricar barbijos caseros o camisolines de tela. Pero la solidaridad, a veces, no alcanza. “Sabemos que en todas partes empezaron a surgir iniciativas de vecinos para colaborar con el armado de insumos para hospitales –dice Florencia Moabro Montenegro, médica cardióloga-. Pero las buenas iniciativas resultan por momentos contraproducentes, porque sin los materiales indicados se puede expandir un daño epidemiológico. Por eso apelamos a gente experta y a la tecnología indicada”.
Florencia es una médica que se sumó en la articulación con ingenieros del grupo UTN 3-D, que con un nombre casi de ciencia ficción, está por estas horas entregado a una misión: la de fabricar máscaras de bioseguridad como barrera de aislamiento para el virus del COVID -19. Las llaman, técnicamente, máscaras de protección ocular o facial impresas en 3D.
“Son más efectivas que el barbijo, cubren toda la cara y resultan absolutamente impermeables”, dice Gustavo Botasso, doctor en Materiales y secretario de Ciencia y Tecnología de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) Facultad Regional La Plata. Desde allí, justamente, y por la experiencia acumulada de investigadores en el conocimiento de tecnología avanzada y de manipulación de las materias primas, es que nació esta idea y se fue haciendo colectiva.
Hasta el momento, explica Botasso, se dedicaron a fabricar máscaras y soporte de respiradores. De acuerdo a sus últimos cálculos, ya se repartieron 100 mascarillas y unas 10 piezas para periférico de respiradores en hospitales y centros asistenciales de La Plata. Lo hicieron en el tiempo récord de una semana. Y la distribución está a cargo de la comuna local.
“La base de este proyecto es un grupo de impresión 3-D que se formó en los últimos días, a ellos se sumaron grupos de trabajo de investigación de la facultad con experiencia en áreas de mecanizado, de impresión y de trabajo con los materiales. Construimos una red de 30 impresoras para hacer las mascarillas de protección destinadas a los profesionales de la salud. También armamos un centro de armado y desinfección de estos productos, y hay alumnos que se sumaron a colaborar”, explica el especialista.
A la hora de describir el carácter de cada producto dice que son de probada excelencia internacional. Las máscaras, por ejemplo, son dispositivos de protección respiratoria, que proporcionan una barrera de asilamiento para las vías respiratorias de focos infecciosos, con potencial transmisión del virus del COVID -19. Existen distintas versiones de la mascarilla, pero la que se está imprimiendo -aprobada por el Ministerio de Salud de Nación- tiene las siguientes características: está fabricada con un polímero que se llama PETG, que funciona como soporte, y las láminas son de acetato, cortadas con tecnología láser. De la UTN salen higienizadas y esterilizadas. Y su uso específico es para médicos y enfermeros.
Mientras tanto, los soportes de respiradores se aplican según la necesidad de cada hospital. “En este caso, se están imprimiendo por 3D y otros por inyección -continúa Botasso-. Se trata de válvulas y mangueras con distintos tipos de polímeros. Son objetos que van a hacer mucha falta si es que los casos de coronavirus siguen aumentando. Los aplicaremos de acuerdo al tipo de respiradores que hay en cada centro asistencial, tanto con los existentes como con los nuevos que ingresen”.
Los científicos saben que el virus, alrededor de 900 veces más pequeño que el ancho de un cabello humano, se está propagando de persona a persona en todo el mundo con mucha rapidez, lo que obligó a varios países a cerrar sus fronteras y establecer cuarentenas prolongadas a fin de evitar la circulación interna de sus ciudadanos, como el caso de Argentina, dispuesta desde el viernes 20 de marzo. Por eso, también, buscan evitar cualquier tipo de reunión o coordinación personal -salvo que sea inevitable-, y se manejan estrictamente a la distancia.
Otro de los coordinadores del grupo UTN 3-D es el ingeniero Juan Arrospide, que hace treinta años trabaja en la UTN. “Sabíamos que había mucha gente con ganas de colaborar, y lo primero que hicimos fue armar un grupo interno con los más experimentados de la universidad –cuenta el profesional-. Luego hicimos una solicitada a través de mails. Se sumaron profesionales por fuera de la universidad, que tienen impresoras 3D. Nosotros les mandamos el modelo de una visera y los están imprimiendo. Después hacemos la recolección y le agregamos un film para componer la mascarilla”.
La tarea, en rigor, no termina alrededor de la universidad: Arrospide se conecta con profesionales de la salud, como hizo recientemente con los hospitales de Gonnet y el San Juan de Dios de La Plata. De modo tal que, en cada interacción virtual, conoce las necesidades específicas de insumos básicos.
“Hay elementos que llevan un largo tiempo de esterilización, entonces pensamos en construir los repuestos por si llegara a existir un contagio masivo. Y lo ambicioso del proyecto es hacer un respirador auxiliar automático, no el complejo, sino algo de urgencia, de campaña”, y explica que el proyecto busca expandirse a matriceros, chapistas y fabricantes de la zona que “sepan trabajar con acero inoxidable y aluminio”.
La parte textil del proyecto ocupa un rol primordial. Quien la coordina es la cardióloga Florencia Moabro Montenegro. Como trabajadora de la salud pública, cuando el virus empezó en China y luego se propagó hacia Europa, presagió una pronta llegada a Argentina. Y se le ocurrió armar una red, a la vez que se puso en contacto con infectólogos para estudiar el virus. Luego conoció el protocolo realizado por la Armada en la confección de insumos y ropa para momentos de guerra.
Dice que, por ahora, vivimos en una etapa “de contención”.
“A los ingenieros de la UTN les estaban faltando los insumos médicos, como barbijos, ropa de protección, botas y cofias. Y como médica, al tener experiencia en la salud pública, les propuse armar los barbijos con técnicas profesionales, que son las autorizadas por el Ministerio de Defensa. Se me ocurrió convocar un conjunto de costureras para que se encarguen de la moldería”, dice, y enseña por WhatsApp un instructivo que comprende “vestuario de sanidad”: ropa quirúrgica, barbijos de uso médico, mascarillas descartables. Allí se explica desde los detalles de confección -como la tela, el tipo de costuras y las tablas de talles y medidas- hasta el marcado, rotulado, embalaje y la inspección y recepción.
“Queremos hacer barbijos que sirvan y ropas que sean útiles -cuenta Florencia, inflexible con las pautas de calidad-. En la sociedad se están armando grupos con toda la voluntad del mundo y una notable generosidad, pero trabajan con materiales que no deben utilizarse. Nuestra técnica está avalada por normas IRAM. Este proyecto no es nuestro ni mucho menos, se puede replicar en cualquier lugar del país respetando las normas de seguridad”.
En ese sentido dice que el proyecto está supervisado por profesionales “porque la salud es un tema delicado, no pueden realizarse donaciones así como así. Hay cuestiones legales también en el medio”.
La campaña recién comienza y solicitan mano de obra en costurería y en impresiones 3D. “El virus es nanométrico y pasa telas y otro tipo de friselinas livianas. Por eso hay que desestimar el uso de barbijos caseros. Hay que usar tela quirúrgica, de tripe capa y sellada térmica y químicamente”, dice, y hace un llamado a las empresas textiles: necesitan telas quirúrgicas SMS Protex, 1.40 de ancho por 500 metros, ciento por ciento Polipropileno. Y acrosel, gabardina camiseta y friselina gruesa para la protección corporal, especialmente polietileno de 200 o más micras para la costura de los camisolines.
“Una red solidaria no se rompe nunca, es muy diferente a la comercial. Los argentinos somos un desastre en muchas cosas, pero cuando el otro necesita, se entrega sin pedir nada a cambio. Es emocionante”, cuenta la cardióloga sobre la experiencia.
A María Cecilia Vicente la convocatoria le llegó por un mensaje de su hermana, que es paciente clínica de Florencia Moabro Montenegro. Para participar del proyecto uno de los requisitos es poseer máquinas de coser. Y ella la tiene en su casa. El proyecto creció exponencialmente en pocos días. Cecilia, que es arquitecta y dice tener un nivel de costura básica, empezó a supervisar un grupo. Es voluntaria en una asociación hace más de 20 años y sabe lo que es trabajar con herramientas de coordinación colectivas.
“La intensidad del trabajo va in crescendo, nos vemos desbordados. Se trata de algo serio, hoy en la desesperación vemos que hay muchas cosas que circulan. Pero no todas quizás sirven para acercar insumos de buena calidad a los hospitales”, dice, con la voz cansada. El proyecto pasó los más de 100 voluntarios. Son 9 coordinadores de grupo, con un promedio de entre 10 y 15 personas costureras cada uno. Eso sólo para la parte de ropería.
La red se está armando de boca en boca por redes sociales, especialmente por el Instagram –el que más se usa es el de la cardióloga: @florencia_moabro_montenegro-. Hasta el presente, desde el proyecto están cosiendo cofias y en los próximos días sumarán camisolines y posteriormente barbijos -según lo dictaminado por las normas IRAM-.
“Estamos esperando la tela que es especial para los barbijos”, dice Cecilia. Para el resto de la ropa reciclan ropas que tenían guardadas en sus casas: sacan de los placares guardapolvos viejos, sábanas usadas, manteles, cortinas. Y suelen trabajar con máquinas de coser eléctricas, a pedal. “Usamos las prendas que tenemos, bajo la premisa de no salir de casa. Son telas que en su composición deben tener algodón. Siempre hay en cualquier casa que sobre o que estemos por tirar”, enfatiza. Al grupo de costureras le pusieron un nombre: “Cosiendo esperanzas”.
La arquitecta Florencia Tesler dice que se enteró del proyecto por su amiga Cecilia Vicente. Este año empezó, además, la carrera de Diseño e Indumentaria, por lo que la costura es algo cotidiano en su vida. “Como no se puede ir a comprar tela decidimos hacer cofias, que no requieren material especial -explica-. Llamamos a las casas textiles porque necesitamos donaciones pero no están atendiendo. El molde es súper fácil y se puede hacer en cualquier casa. Yo hice una cofia con tela de una sábana vieja. En los próximos días pienso sumar un par más. Las limpio con lavandina para ropa blanca. Me gustaría que se pueda sumar la mayor cantidad de gente, no damos abasto y las necesitamos con urgencia”.
En este punto, el ingeniero Juan Arrospide adelanta otra articulación con organizaciones sociales. “Estamos esperando con ansiedad la implementación de las normas para la fabricación de barbijos y delantales, pero hay un principio de acuerdo con un grupo de PYMES de la zona que podrían sumarse también en la confección. La idea es repartir el kit completo a los hospitales con la máscara, la cofia, el barbijo, el delantal y el camisolín”.
Hace unas semanas nadie esperaba estar viviendo en una rutina de incertidumbre y caos, y el cómo convivir con el coronavirus es algo que se transforma vertiginosamente. Los científicos, en efecto, son los protagonistas impensados de una época signada por el espanto pero también por la ilusión dentro de una normalidad difícil de asimilar.
La médica Florencia Moabro Montenegro dice que los voluntarios trabajan todo el día y que incluso dejan sus obligaciones personales para dedicarse al proyecto colectivo hasta última hora. Por eso, la organización y la logística son esenciales para la entrega a tiempo de los insumos. “El corazón solidario y la conciencia de usar estándares altos de calidad, ésa es nuestra misión. Y hacemos una convocatoria abierta a aquella persona que quiera coser, que quiera prestar su máquina de coser o que quiera donar telas y materiales. Todos pueden aportar un granito de arena, la salud es la que no puede esperar”, concluye.
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