Antes de regodearse en el final feliz de la historia, resulta necesario retrotraerse hacia el inicio. Hay que regresar a la mañana del 18 de enero. Aún parece increíble, pero todo lo ocurrido antes del mes de marzo, cuando explotó la pandemia del coronavirus en el Mundo, suena a prehistoria. Pero el hecho ocurrió hace poco más de dos meses.
El australiano de 65 años Terrence Bulmer disfrutaba de sus vacaciones en la Argentina durante la segunda quincena de enero. Ese mismo 18 de enero estaba exultante: cerca del mediodía se embarcaría junto a su esposa, Janette, y un par de amigos a un crucero y al cabo de unas horas estaría llegando en un vuelo especial a La Antártida. Fue por eso que a primeras horas de la mañana decidió salir por Palermo a hacer ejercicio físico.
Cerca de las 7:09 de la mañana, Bulmer se encontraba en la plaza de la República Federativa de Brasil, frente a la Facultad de Derecho, cuando fue abordado por un hombre.
El sujeto intentó robarle al turista las pertenencias. Bulmer opuso resistencia y, en el medio del forcejeo, la escena concluyó cuando el delincuente le aplicó un puntazo con un arma blanca en el medio del pecho. Bulmer cayó casi desplomado, el ataque le había producido una herida directa en el corazón.
Personal de la Policía de la Ciudad encontró al australiano tirado en el suelo. La ambulancia del SAME tardó unos pocos minutos en llegar. Una vez arribados, los paramédicos constataron la gravedad de la situación y el turista fue derivado de inmediato al hospital Juan Fernández, de la Ciudad de Buenos Aires.
Una vez ingresado al centro de salud público, las tareas de los cirujanos que lo atendieron parecieron ser guionadas en una película de ciencia ficción o cine catástrofe: debieron realizarle masajes cardíacos mediante la acción directa de sus manos al propio corazón del turista.
“El paciente arribó al hospital cerca de las 7.30. Cuando va al quirófano, el paciente sufre un paro cardíaco. Y como tenía el tórax abierto, los cirujanos realizan el masaje cardíaco a cielo abierto. Es decir, toman el corazón en la mano y con la misma mano generan la bomba”, detalló el director del Hospital Fernández, el Dr. Ignacio Previgliano.
“Esto permite que haya una buena circulación artificial y durante este transcurso se sutura la aurícula derecha, que era lo que estaba lastimado”, completó el especialista.
Ese proceso de reanimación duró unos 20 minutos. Muchísimo tiempo.
Definitivamente, Bulmer había sufrido una herida cortante en el mismo corazón. A los pocos minutos de recibirlo, los cirujanos diagnosticaron un "derrame pericárdico y una efusión pleural izquierda".
“Suturamos la herida en la aurícula derecha, y por suerte tuvo una buena evolución”, afirmó José Luis Regina, uno de los cirujanos que atendió al australiano. “Dada la herida, el paciente habría fallecido si no se hubiera actuado rápido”, añadió.
Los médicos lograron contener la urgencia, mantuvieron con vida al turista cuando las posibilidades de supervivencia parecían remotas y se iniciaba el largo proceso de recuperación. Bulmer sería sometido a un coma farmacológico en el que permanecería durante al menos dos semanas.
En el interín de la incertidumbre por la recuperación. Las fuerzas de seguridad porteña desplegaron un operativo para dar con los responsables del ataque. Así, al cabo de cinco días del hecho, la Policía de la Ciudad ya había detenido a tres sospechosos: dos hermanos de 20 y 21 años y un tercer hombre, cuya edad no fue revelada.
Mientras tanto, en el hospital Fernández, la situación parecía complicarse. En medio del proceso de la curación de la herida cardíaca, Bulmer sufrió un cuadro de neumonía. Por ende, no sólo se lo mantuvo bajo los efectos del coma farmacológico, sino que ahora también se sumaba la asistencia respiratoria mecánica.
El drama no solo afectaba a Bulmer en sí, sino también a su entorno. Tanto su esposa como sus amigos, todavía permanecían en un país ajeno, en medio del desconcierto, a la espera de que su ser amado pudiera recuperarse.
Fue entonces cuando actuaron la subsecretaría de Promoción, Prevención y Asistencia ciudadana al Turista y la dirección general de Seguridad, Prevención y Asistencia al Turista de la Ciudad, quienes se dedicaron a contener y ayudar a los integrantes del entorno de la víctima del ataque.
"Hubo comunicación diaria con ellos para contenerlos y apoyarlos en lo que necesitaran. Fueron una familia muy empática y positiva, teniendo en cuenta la gravedad del asunto”, aseguró la directora de Seguridad, Prevención y Atención al Turista porteña, Georgina Marinucci.
La familia australiana pudieron visitar el Teatro Colón, jugar al golf, al tenis, acudir a la Biblioteca Nacional. De acuerdo a las autoridades argentinas, lo que más sorprendió a la familia de Bulmer era que todos los procedimientos médicos realizados dentro del hospital Fernández eran absolutamente gratis.
Recién a comienzos de febrero, Terrence Bulmer abandonó el coma farmacológico, no necesitó más de la asistencia respiratoria mecánica y se encaminó hacia la recuperación definitiva de sus heridas.
Así, el 12 de febrero, casi un mes después de la puñalada recibida pudo abandonar el hospital Fernández: fue derivado a la clínica privada de rehabilitación ALCLA, en el barrio porteño de Belgrano.
“Al principio no podía caminar. A las dos semanas, y luego de trabajar con el equipo de kinesiología, se recuperó perfectamente e incluso terminó haciendo coreografías de baile con ellos. El cariño con nosotros creció tanto que cuando después llegaron a su continente me mandaron un mensaje por WhatsApp para avisarme que estaba todo bien”, afirmó Carlos Castellano, el gerente de Comunicaciones de ALCLA.
Y se llegó al final feliz de la triste historia el 22 de febrero, cuando las autoridades de la clínica resolvieron que Bulmer podía recibir el alta. Antes de abandonar el centro de salud, su esposa le regaló una camiseta de River, que el australiano no tardó en vestirla.
El cierre estuvo cargado de emoción: médicos y enfermeros de ALCLA decidieron realizar un pasillo en la vereda, junto a la puerta de la clínica, para que Bulmer se introdujera en la camioneta que lo trasladaría al aeropuerto de Ezeiza, para tomar un vuelo de regreso a su país.
"Me siento muy bien ahora. Recuperé mi fuerza, tanto física como mentalmente. Ahora debo seguir con una actitud positiva y seguir adelante con mi vida", reflexionó el protagonista de la historia.
Como si fuera poco, antes de abandonar la Argentina, Bulmer y su esposa Janette dejaron una promesa latente: “Ya lo decidí. En febrero del año que viene volvemos a Buenos Aires”.
Ahora, la cabeza del matrimonio Bulmer estará puesto en un nuevo desafío, como el de casi toda la humanidad: superar la pandemia del coronavirus. De acuerdo a los últimos registros oficiales, en Australia se produjeron 1.709 contagios y sólo siete muertes. Recién en las últimas 24 horas, el Gobierno de ese país resolvió el cierre de los bares, boliches y otros sitios de gran aglomeración de personas.
Seguí Leyendo: