La fantástica historia del bombero que se transformó en el mayor coleccionista de máquinas fotográficas y de cine del país

Es el dueño de un bar en Chacarita, empezó comprándole a los cartoneros y ahora tiene cinco mil aparatos increíbles. Cómo un bombero se encontró con la fotografía, se hizo coleccionista y terminó al frente del museo fotográfico más grande de la Argentina, declarado de Interés Cultural por la Legislatura de la CABA

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(Gustavo Gavotti)
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De lejos, parece un fotógrafo de los años 50. Saco cruzado azul, sombrero gris y una cámara de 35 mm. en las manos. Pero es un maniquí.

Está parado en la puerta del bar Palacio, en la esquina de Federico Lacroze y Fraga, y se ha convertido en el símbolo que identifica al Museo Fotográfico Simik, que funciona allí.

¿Pero es un bar o un museo? Las dos cosas, porque el café con leche y medialunas o los tostados mixtos con cerveza circulan entre antiguas cámaras de fuelle, telémetros y flashes mariposa.

Al entrar, uno tiene la sensación de ingresar a un caleidoscopio. Docenas de reflejos rebotan en los espejos de las vitrinas que tapizan las paredes y que también se ubican de pie entre las mesas del local. Luces y brillos se multiplican creando un efecto hipnótico, apenas quebrado por una cordial invitación:

-¿Tomás un café?- dice Alejandro Simik, el dueño del bar.

El cronista acepta pero inevitablemente el pocillo se enfría, porque cada objeto es un descubrimiento.

Hay cámaras, lentes, flashes, ampliadoras, todos estelares protagonistas de la fotografía del siglo pasado. Están todas las marcas: Agfa, Zeiss, Kodak, Leica, SunPack, Speed Graphic, Rollei, Canon, Durst, Mamiya, Voigtländer, Nikon, Sigma, Meopta, Pentax… De la placa de vidrio a la película de 35 mm. y del magnesio al flash electrónico, allí palpita el desarrollo técnico de la fotografía. Las viejas cámaras de fotoperiodismo parecen marcar el punto más lejano de la colección, pero la sorpresa la dan enormes cámaras de pie, de lustrosa madera, que fueron construidas y usadas en 1870.

-De estas hay varias -dice Simik- y cada una tiene una historia.

(Gustavo Gavotti)
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Aunque la referencia más inesperada nace de su propia biografía:

-Hasta los 30 años yo no tenía nada que ver con la fotografía… Yo era bombero.

¿Y cómo un bombero se encuentra con la fotografía, se hace coleccionista y termina al frente del Museo Fotográfico más grande de la Argentina, declarado de Interés Cultural por la Legislatura de la CABA? Alejandro Simik me contó su fantástica historia personal:

-Después de la escuela secundaria empecé ciencias económicas pero dejé porque no me gustaba… Intenté abogacía, pero lo mismo. Hasta que entré a la Escuela de Oficiales de la Policía Federal para ser bombero. Y allí me recibí.

-¿Pero fuiste bombero, trabajaste, apagaste incendios?

-Sí, sí… propiamente apagué incendios. Estuve en Cuartel 2 de la avenida Caseros, en Cuartel 7 de Flores. También estuve en el Destacamento Autopista, cuando recién se había inaugurado la Autopista 25 de Mayo. Ese fue uno de los destinos más dramáticos y más duros, porque todas las intervenciones de los bomberos allí eran catastróficas, porque se trataba de la vida de las personas. Accidentes de tránsito violentísimos. En los incendios uno va y en la mayoría de los casos no encuentra víctimas. Pero en los accidentes de tránsito de una autopista hay víctimas y suelen ser mortales. Y son situaciones muy feas porque hay que cortar el auto para sacar a las personas. Y sí, ya ves, fui bombero en la parte Operativa, durante mucho tiempo.

Mientras conversábamos, llegaban los jóvenes alumnos de las clases gratuitas de fotografía que se dictan en el Museo. Seguramente ninguno de ellos imaginaba lo que contaba Alejandro:

-De trabajar en los siniestros pasé a la sección Preventiva. Esto es cuando se dan charlas y conferencias con respecto a qué hacer en un incendio, cómo salir de un lugar afectado. Esa es la parte preventiva. Y más tarde me pasaron a la sección Investigativa. Esta es una actividad importantísima, porque sirve para sacar conclusiones sobre los motivos de las tragedias. Y sirve para aplicar la experiencia posteriormente, porque a los bomberos nos enseñan que el incendio hay que apagarlo antes de que se produzca. El incendio empieza por el tamaño de un fósforo, no por una fábrica entera.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

-¿Y la fotografía cuando aparece?

-Ahí llegamos. En los incendios se producen determinadas incidencias, que deben ser investigadas y corroboradas. Por ejemplo, si se produce un accidente eléctrico en el cable se forman unas bolitas perfectas que se llaman protuberancias esferoidales, el cobre se funde como si fuera una bolita. Pero si el cable se quema por incidencia del fuego, no por un corto circuito, el perjuicio es de afuera para adentro, se derrite el plástico se funde el cobre en forma de gota.

-Ya me voy imaginando…

-¿Te das cuenta? Para demostrar todo eso, para determinar el principio del incendio, se recurre a la fotografía. En esa etapa, yo era el ayudante de un bombero fotógrafo, que era un tipo muy avezado, muy conocedor de su profesión. Era un especialista en fotografía pericial. Y yo le preguntaba cómo se usaba la cámara, qué es un angular, en qué caso se usaba un teleobjetivo. Por qué la macrofotografía, fui aprendiendo paso a paso, de gente con enorme experiencia, de muchos años más que yo, que tenía 30 años. Y así fue que me convertí en bombero especialista en la parte pericial, con gran dominio de la fotografía. Aprendí mucho allí, porque había un gran laboratorio blanco y negro y se trabajaba mucho, muchísimo. Como no había la idea de prevención que por suerte hay ahora, en esa época había muchos más incendios y por lo tanto se sacaban y revelaban muchas fotos.

No es fácil seguir una conversación en el Museo Simik.

Inevitablemente se mira a los costados, donde las cámaras brillan en las vitrinas. Pero en el ambiente también sobrevuela el misterio de las miles de imágenes que esos equipos captaron a lo largo de los años. Quienquiera que haya sido el dueño, maestros de la fotografía como Antonio Legarreta o un fotógrafo de barrio especializado en fiestas familiares, alguien hizo click en el obturador y eternizó un trozo de vida. Entrevistas a gente famosa, un nocáut en el Luna Park o comuniones y casamientos.

Justamente esto último fue lo que hizo Alejandro cuando dejó de trabajar como bombero:

-Al salir de Bomberos me había convertido en aficionado a la fotografía. Ya estaba ganando unos pesos sacando bautismos, actos escolares, reuniones del barrio, con una Canon Eos análoga de rollo 35 mm y un flash Metz 45 cl-4. Entonces empecé a estudiar en la Asociación de Fotógrafos. Más tarde hice un curso con Aldo Bressi, un fotógrafo italiano, un capo. Con él aprendí muchas cosas, por ejemplo el sistema zonal que es toda la gama de grises, algo fundamental para el laboratorio de blanco y negro.

(Gustavo Gavotti)
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-¿Y después qué hiciste?

-Se fueron dando varias casualidadades. En esa época yo ya tenía el bar aquí, era la época del pool, había un par de mesas. Un señor llamado José María, que arreglaba flashes en Pantof, un negocio de la avenida Corrientes cerca de Medrano, me regaló una cámara de fuelle. Y yo me puse a hurgar cómo se usaba. Pero el click fue después de la caída de De la Rúa. No pasaba nada, no había trabajo. Casi ni se abrían los negocios por miedo a los saqueos. En lugar de deprimirme, decidí capacitarme. Vendí las camaritas que tenía y me compré una Mamiya 645 1.000S.

-¡Muy buena cámara! Además, mucho más barata que la Hasselblad, que era lo máximo en ese formato.

-Sí, con esa Mamiya fui a anotarme en el curso de fotografía documental que daba Gustavo Demaría Molinari, que venía de vivir varios años en Barcelona. Fue muy bueno, muy exigente. En el examen final, para aprobar el taller, había que presentar un trabajo especial. Y yo elegí los cartoneros.

De repente, entran tres personas jóvenes con unos grandes estuches. En realidad, demasiado grandes para contener equipo fotográficos.

Alejandro me saca de la duda:

-Son algunos de los músicos, hoy tenemos jazz en vivo.

Y me explica que eso es habitual los martes, jueves, viernes y sábados, de 20 á 23 horas, con entrada libre y gratuita.

(Gustavo Gavotti)
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-Buenísimo… Pero por favor seguí con la historia. Primero, bombero. Y ahora, los cartoneros.

-Como te conté, yo tenía una Mamiya de formato 6 x 4,5 analógica con una manija de costado para sostenerla. Hice un trabajo todo de fotografía forzada porque era de noche o de tardenoche, en la fotografía documental si no se usa flash hay que tratar de usar el alumbrado público, los reflejos la luz de las vidrieras o los focos de los autos. Entonces iba acompañado codo a codo con el cartonero, con distintos cartoneros. Me iba en el tren blanco con ellos a José León Suárez , compartí las ollas populares que hacían para comer y otras actividades. Hice como una amistad con muchos cartoneros y le dí mi teléfono a muchos de ellos. Y así conseguí montones de cámaras, porque ellos me las traían, porque las sacaban de la basura. Muchísimas. En ese momento no había una conciencia de conservación, la gente las tiraba a la basura y ellos las sacaban y me las traían. Por supuesto, se las compraba.

-¡Así empezó tu colección! Increíble ¿Y cómo fue creciendo?

-Después, al tener ya varias vitrinas en el bar, fue como que se produjo una explosión. La gente… al ser un lugar público, aumentó el caudal de gente que venía al bar, veía las cámaras y me decía “yo tengo una cámara en mi casa” y la traían. Además influyó mucho que habíamos puesto el muñeco en la puerta. Al muñeco lo conseguí en el mercado de las pulgas, en Niceto Vega.

Apenas se entra al Palacio, uno de los 86 bares notables de la ciudad de Buenos Aires, se interpone una enorme cámara emplazada en un pedestal de madera:

-Esta es una cámara alemana de 1870. La fui a buscar a un estudio fotográfico de Avellaneda. Un día vino un cartonero y me trajo unos pedazos y me trajo el lente. Le digo ¿de dónde sacaste esto? “Y de Avellaneda”, me contesta. ¿Y el resto? “No, no lo tengo”. Vamos al lugar, le pedí. Y fuimos hasta el lugar con el cartonero. Estaba todo semi derrumbado, nos contactamos con la gente para poder ingresar, porque sin permiso no se podía. El techo de bovedilla se había ido cayendo por la humedad. En el piso, entre los escombros, me puse a revolver. Era el trabajo que yo hacía cuando era bombero, como cuando realizaba una pericia. Había que revolver con una pala ancha y sacar todo lo que estaba caído para encontrar la dirección del fuego. Yo ya estaba acostumbrado a eso… entonces empecé a revolver ahí y a encontrar los pedazos de la cámara. Esta cámara que ves aquí la reconstruímos de a pedazos. Y la parte de abajo, que estaba toda apolillada, la salvó un carpintero ebanista… ¡Y funciona!

(Gustavo Gavotti)
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Le propongo a Alejandro hacer una reunión a beneficio del Hospital de Niños con gente conocida, sacarle fotos con esta cámara, revelarlas y exponerlas en el mismo evento:

-¡Sí, la cámara funciona perfectamente! El sistema fotográfico es simplemente una caja oscura. Trabaja con una placa de vidrio emulsionada con una gelatina de sal de plata. El fuelle lo recontruímos, fue un gran trabajo de un señor de Ramos Mejía. Una familia de artesanos. Tengo los chasis portaplacas, pero para no emulsionar el vidrio, que es mucho trabajo, lo que estuve haciendo en los últimos tiempos fue poner una placa de 4 x 5 pulgadas o sea 10 x 12 cm. y le hago una reducción dentro del chasis. Armo una solapa para que entre esa película plana como si fuera el bordecito de un chip y con eso saco la foto. Es mucho más fácil y más fácil de revelar también. El revelado no tarda más de 10 ó 15 minutos…

-¿Aquí en el bar están todas las cámaras y aparatos de tu colección?

-¡No!… Esto es menos de la mitad de todo lo que tengo, solamente de fotografía. Porque además tengo muchísimo material de cine, para hacer otro museo específicamente cinematográfico. Eso está en un galpón, a una cuadra de aquí. Pero de la parte fotográfica tengo cientos y cientos de objetos en distintos lugares. En la terraza tengo muchísimas piezas, casi que para abrirse paso hay que entrar como en la selva, con un machete. Con el Museo Fotográfico pedimos colaboración al Gobierno de la Ciudad, a la Legislatura que lo ha nombrado de Interés Cultural. Además de ser Café Notable de la Ciudad. Muchas veces he pensado en ir a un lugar mucho más amplio para armar un Museo de distintas características. Y el bar no perdería encanto porque hay muchos objetos, hay material de sobra como para armar algo en otro lugar sin tocar esto. Tengo elementos para armar un estudio fotográfico antiguo, con telones fotográficos únicos en el país, telones del año 1900… y anteriores pintados a mano. Cada tela mide 3 metros alto y otros tantos ancho. Aquí en el bar no tengo espacio. Con Rodríguez Larreta charlamos del tema una vez que alguien lo trajo a tomar un café. Está tendido el puente, a lo mejor alguna vez se hace.

-¿Pero no se arruinan las cosas que tenés desparramadas en tantos lugares?

-No, está todo guardado y protegido, a salvo de la humedad y de la destrucción. Y además, clasificado. Tengo el doble de lo que se ve en las vitrinas del bar, más todo lo de cine. Incluso todos los estuches de las cámaras, hay dos mil estuches en perfectas condiciones, en otro galponcito. Porque las cámaras están exhibidas sin estuches, pero los estuches son parte de la cámara y tienen valor histórico. Y son una maravilla, son de cuero, de piel. Muchos con el accesorio para el telémetro y el fotómetro, enganchados en la correa. De distintos colores, de diferentes texturas. Brillosos por fuera y afelpados por dentro. Si tuviera una lugar grande los pondría todos en una pared, imaginate… toda una pared cubierta con los estuches de las cámaras, con su correspondiente anotación. ¡También tengo película de rollo fotográfico! ¡Tengo una heladera llena de película! Tengo de 35 mm, tengo placas… y tengo rollos 120… 35 blanco y negro y 35 color… Hace como 10 años empecé a guardar pensando en usarlo, pero pasó tan rápido el tiempo que no me di cuenta. Ahora todo es digital.

(Gustavo Gavotti)
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-¿Cuántos elementos tenés en tu colección, en total, entre fotografía y cinematografía?

-Más de 5 mil, bastante más…

-¿Y cuál podría ser una de las piezas más significativas?

-Todo es valioso, porque todo tiene una historia. Por ejemplo, la primera cámara fotográfica del diario La Prensa que era para fotografía aérea. Parece un arma y es un cajón de madera con un lente adelante y un chasis atrás y tiene la empuñadura y un gatillo para obturar. Tiene una inscripción que dice diario La Prensa 1900… ¡Las imágenes que habrá obtenido esa cámara! Se me pone la piel de gallina de sólo pensar la historia que pasó por delante de esa lente.

No podíamos dejar de ver el galpón “a una cuadra de aquí”, con la colección de objetos cinematográficos. Fuimos. Y la sorpresa fue enorme. En un gigantesco tinglado, con luces, seguridad, alarmas y protección ambiental, se despliega la más alucinante variedad de elementos vinculados al séptimo arte. Alejandro se entusiasma y hace la reseña:

-Hace 8 o 10 años me encontré con unas cajas llenas de filmadoras, a las cuales no les daba importancia, eran de 8 mm o de super 8… eran cosas casi muy recientes…eran casi como setentistas para mí… Y creí que no eran suficientemente antiguas y entonces las guardaba en cajas y quedaron allí. Hasta que un día me puse a acomodar el galpón y me di cuenta que tenía como 40 filmadoras. Es una locura, pensé, voy a empezar a juntar cosas de cine. Y ahí empecé. Ahora tengo este galpón lleno, con piezas extraordinarias. Linternas mágicas, de lo que se llama pre cine, desde 1750 cuando fueron creadas por Atanasio Kircher y sus variantes a partir de las que él creó. Es un mechero con un combustible aceitoso, porque en ese momento no había combustible refinado, es un mechero como si fuera un farol sol de noche dentro de una lata… el fueguito de eso a través de un lente se potencia y le da amplitud, le da más potencia, le da más luz al lente y después tiene adelante un objetivo de bronce que es lo que le da dirección y sentido y más nitidez a la imagen y entremedio se interpone un vidrio pintado. No existía la fotografía, por eso es un vidrio pintado.

-Porque la fotografía se creo...

-La fotografía se creó en 1839 y las linternas mágicas son muy anteriores, de cerca de 1650. Esos vidrios pintados, con cuentos infantiles y miles de historias, los utilizaban los magos. Por eso se llama mágica. Y producían lo que denominaban imágenes fantasmagóricas, que incluso asustaban. Tengo de distintos tipos, de diferentes orígenes, alemanas, inglesas, francesas. También tenemos proyectores de la época de los hermanos Lumiere. Tenemos cosas notables, el primer proyector de cine que hubo en Humahuaca, el primero que hubo en Tilcara. O proyectores de cines ambulantes que iban por el interior del país. Es material muy difícil de conseguir, lo del cine es mucho más difícil que la fotografía. Cámaras fotográficas de madera tengo muchísimas, pero del mismo año proyectores de cine tengo pocos. No se consiguen. Como eran de fundición, vendían el material. Y los pocos que hay los tratamos de conservar porque son valiosísimos. Tengo varias moviolas, incluso una original marca Moviola, que después se convirtió en denominación genérica para todas las demás.

(Gustavo Gavotti)
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-¿Entonces querés hacer también el Museo de la Cinematografía?

-Mirá… Mis expectativas hoy en día son que mejore la economía del país para armar el Museo del Cine o que alguna entidad o algún organismo gubernamental estatal o mixto colabore o podamos hacer juntos un museo de cine con todos los aparatos que yo junté durante todos estos últimos años. Que sea de entrada pública gratuita, que se den talleres gratuitos, que haya un montón de actividades relacionadas al cine y que sea un lugar para eso. Tengo 70 butacas de cine también, además de todos los proyectores, filmadoras. Tengo la historia del cine en aparatos. Material fílmico tengo poco, pero el Museo del Cine de la Ciudad es lo máximo en material fílmico, indudablemente. Tengo cámaras de 16, de 35, Arriflex, cámaras filmadoras de madera, cámaras filmadoras de avión.

-¿Cómo sería, cómo lo imaginas?

-El entorno tiene que estar rodeado de afiches de cine. Los tengo enmarcados y con un film arriba para que no se estropeen, miden un metro por un metro cincuenta de alto. Tengo un montón. También tengo programas cine, muy antiguos, impresos de los que se repartían en los cines, que pondría en las mesas, debajo de una placa de vidrio como aquí en el bar tengo las cámaras. Podría poner linternas mágicas en las paredes, las más pequeñas en vitrinas, intercalar entre las mesas proyectores, de esos grandotes que pesan 200 kilos. Uno está tomando un café o comiendo una picada y al lado hay un proyector antiguo funcionando, exhibiendo una película. Después, proyectando todo el tiempo, vos querés venir y podes proyectar en uno de 35 en uno de 16 o en uno de super 8. Tres o cuatro proyectores enfocando a una pantalla central, para que todo el mundo pueda ver. La música ambiente debería ser toda música de cine. Con las butacas de cine... o hacer un pulmoncito para que la gente se siente para ver la exhibición o como sillas del bar. Una sala anexa para charlas y conferencias… Y abierto a todos los alumnos que tengan la oportunidad de presentar sus trabajos, en formato tradicional o digital. Si encontramos un lugar, ponemos el Museo de la Cinematografía, absolutamente decidido. Y lo primero que haría sería llevar el proyector ICA de 35 mm. que es de 1914. Lo tengo en el living de mi casa y mi familia ya me dijo que se va ese aparato o me voy yo.

(Gustavo Gavotti)
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-¿Seguís sacando fotos?

-Sí, no tanto como antes, pero sí. Pero saco con el teléfono y las dejo en el archivo de la nube. Casi ni las descargo, casi ni las imprimo.

-¿Y volviste a tener contacto con los bomberos, con tus compañeros?

-Cuando sucedió la tragedia de Cromagnon, a pedido del Departamento de Investigaciones Periciales de Bomberos, hice las fotos para la pericia. Ellos no contaban con el equipamiento de luces y de flashes adecuados. Colaboré y realicé las fotos periciales, ya que el tiznamiento y el hollín fue tan grande que hubo que iluminar el lugar de determinada manera muy específica con flashes de estudio, para captar imágenes del interior. Ser bombero es para siempre. Se lleva adentro y nunca se deja de ser bombero.

Estas últimas palabras casi son la mejor fotografía de Alejandro Simik. Es verdad: cuando algo se hace con pasión, jamás prescribe.

Nadie deja de ser músico o médico. Es para siempre. Como el maestro. Igual que el bombero.

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