Ellos nos enseñan que no hay barreras. Que los límites están en la cabeza de uno. Que cuando el físico pretende imponer un “hasta acá”, la natación se ingenia y adapta para seguir siendo el deporte más completo e inclusivo. Son un ejemplo de concentración, trabajo duro y esfuerzo .
Sergio Zayas es ciego de nacimiento y practica natación desde los 4 años. Compite desde los 10 y es uno de los nadadores de la selección paraolímpica. Tiene mucha confianza y el entrenamiento continuo -realiza el mismo que sus compañeros con visión- hace que sepa en qué lugar de la pileta se encuentra exactamente. Sergio realiza el mismo entrenamiento que compañeros que tienen visión.
Daniela Giménez tiene 27 años. Nació sin su mano izquierda. Es oriunda del Chaco y nada desde los 14. Hoy es atleta paraolímpica.
Jazmin Aragón tiene 18 años y sufre de parálisis braquial. “Nací casi con cinco kilos, por parto natural, y al momento del parto el médico, al querer ayudar, produjo una mala praxis y bueno, me desgarró el plexo braquial, lo que me impide hacer algunos movimientos. Esto me hace nadar con un solo brazo”. Es de Córdoba y decidió venir a vivir a capital para dedicarse a este deporte. Fue representante argentina en los Juegos Panamericanos de Lima 2019.
Los tres entrenan, por lo general, dos horas por día, seis veces por semana. En ese lapso, van tres veces al gimnasio. Las piletas están adecuadas y acolchonadas en bordes, paredes y fondo. Está contemplada la posibilidad de agregar material auxiliar como mangos, grúas o cinturones de seguridad. Y las pueden usar, como lo hace Sergio, quienes son no videntes.
El entrenador de los nadadores adaptados, Juan, considera que el aprendizaje es mutuo. Admira la capacidad de superar los límites que tienen los chicos, en una disciplina que se adapta a la singularidad de cada persona.
Ellos, a su vez, reconocen que el trabajo de Juan se basa en lograr un buen vínculo con ellos, para llegar al éxito y conseguir los objetivos previstos en las competencias. Y que en el agua sienten libertad y seguridad.
-¿Qué es lo que más les costó?
Sergio: Al principio no encontraba los profesores que me pudieran enseñar bien a nadar. Por suerte con el correr del tiempo pude encontrar gente que gustaba de la natación adaptada y se animaba a este desafío. Y hoy en día puedo decir que soy uno de los nadadores de la selección.
Daniela: El entrenamiento, el sacrificio, el desarraigo de mi familia. Yo soy chaqueña y estoy en selección desde los 14 años. Desde muy chica siempre me mudé, fui medio nómade, viví en distintos lugares para poder dedicarme a esto y tener hoy los resultados que tengo.
Jazmin: A mí me costó mucho pasar de vivir en Córdoba a hacerlo en Buenos Aires. Tuve que dejar a mi familia atrás. Estaba en primer año de la facultad y cambié a mitad de año. Y todo eso fue bastante duro.
-¿Qué le dicen a esas personas que piensan que no pueden nadar o que les va a costar teniendo todos los sentidos?
Sergio: Siempre les digo que si uno quiere, puede.
Daniela: Si uno realmente lo quiere... Tiene que ponerle el amor, la pasión, la dedicación. Nada es fácil, nada viene gratis. Por ahí los nadadores paraolímpicos tenemos todas las excusas habidas y por haber para poder decir yo no puedo o me va a costar. Si te quedas en la queja no vas a llegar nunca a nada, tengas la condición que tengas, seas millonario con todas las posibilidades o la persona con la menor cantidad de recursos. Cuando llegás a tener los resultados te das cuenta que vale la pena un millón de veces.
Jazmin: En realidad eso está en la cabeza de los demás, que nos ponen las barreras. Y las barreras no existen. Hay que buscar la forma de hacerlo. Si alguien tiene ganas y realmente lo quiere, que le ponga mucho amor y mucha fuerza. Y que sean pacientes, porque por ahí van a tardar, pero lo van a poder hacer. Y que no digan “no puedo”, que lo borren de su cabeza.
-¿Qué sintieron el primer día que se metieron a la pileta?
Sergio: Tenía 4 años, y me metí por recomendaciones médicas. Sentí como una especie de libertad, algo que en otras cosas de la vida cotidiana no puedo sentir. En el agua soy libre y nadie me puede decir qué no puedo hacer.
Daniela: El deporte, para la persona con discapacidad, es súper importante. Te da esa libertad física que por ahí en la diaria no tenés. Estar dentro de un ambiente deportivo, dedicarme y vivir de esto, o decir que soy una nadadora paraolímpica, me ayudó a crecer mucho a mí como persona. Es una pasión muy grande.
Jazmín: Cuando me meto al agua siento mucha libertad, que puedo ser yo y no hay barreras, porque todo se puede adaptar.
-¿Les dijeron muchas veces que no iban a poder?
Sergio: Sí, y en muchas cosas. Desde nadar, estudiar o trabajar. Pero por suerte con el apoyo de mi familia pude salir adelante.
Daniela: Sí, muchas también. Pero tuve la suerte de haber nacido en una familia que nunca me limitó físicamente. Jamás me dijeron que yo no podía. De hecho, mi frase de cabecera cuando era chiquita fue “Yo puedo”. Es que soy bastante terca también, cuando me querían ayudar a hacer algo decía: “No, yo puedo, yo puedo”. Pero sí, me he encontrado con profesores de educación física, o con gente en general, que son ignorantes. No en un mal sentido de la palabra, sino que de verdad ignoran por completo lo que puede o no lograr una persona con discapacidad y dónde están los límites. Los límites en realidad están en la cabeza de uno y lo que uno se propone lo puede lograr. Por suerte desde chica jamás tuve ningún tipo de complejo, siempre llevé muy bien el tema de la discapacidad. Mi mano tiene nombre desde que tengo uso de razón. Y mi familia siempre me apoyó para que yo esté muy orgullosa del cuerpo con el que vine. Así que por suerte ninguna de esas personas influyó mucho en mi vida .
Jazmin: Sí, muchas veces me dijeron que no iba a poder. En diferentes ocasiones, tanto en lo deportivo como en la escuela. Actualmente en la facultad también. Pero bueno, es cuestión de seguir y de intentarlo, de adaptarse y con ganas y paciencia, buscar la forma de poder hacer lo que quiero.
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