Desde las elecciones legislativas del domingo 25 de abril de 1954, en las que resultó victorioso, el peronismo no se presentaba a las urnas con sus propias banderas, su marcha y sus nombres. Diecisiete meses después de aquella votación, un golpe de Estado derrocó al gobierno y Juan Domingo Perón debió partir a un exilio forzoso.
Pasados 18 años, 11 meses y 16 días, en una alianza llamada Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) el peronismo volvía al ruedo electoral. Aunque regía el estado de sitio, aunque Perón no podía ser candidato, las gargantas peronistas entonaban la marcha partidaria y coreaban “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.
Héctor José Cámpora, ex presidente de la Cámara de Diputados en otros tiempos, delegado de Perón en Argentina, al que muchos llamaban peyorativamente “el dentista de Giles” (en un juego de palabras por su pueblo natal San Antonio de Giles) tenía su búnker en la ochava de Fray Justo Santa María de Oro y Santa Fe, muy cerca de la estación Pacífico del ferrocarril San Martín. El sólido edificio de tres pisos quedaba chico a medida que se acercaban los comicios del domingo 11 de marzo de 1973.
Perón no estaba en la Argentina: el general Alejandro Agustín Lanusse había dictado un decreto por el cual no podía presentarse ningún candidato que no residiera en el país desde el 25 de agosto de 1972. Desde su casa en Puerta de Hierro, Madrid, el líder del peronismo aceptaba el desafío de ir a la carrera con Cámpora como muletto.
Tras casi siete años de tres dictadores surgidos del Ejército, finalmente, Lanusse llamó a las urnas con la precaución de establecer el sistema de doble vuelta: confiaban en que el 11 de marzo “el dentista de Giles” podía salir primero pero sin llegar a la mitad más uno de los votos y, en consecuencia, el domingo 15 de abril –día fijado para la posible segunda vuelta electoral- el voto antiperonista se uniría para evitar el regreso del peronismo al poder.
El radicalismo, con Ricardo Balbín al frente, era la esperanza para salir victoriosos en el ballotage. Lanusse había puesto al radical Arturo Mor Roig como ministro del Interior para armar el tinglado antiperonista pese a que el líder de Renovación y Cambio, Raúl Alfonsín, pidiera su expulsión del partido y que el propio Balbín, de Línea Nacional, se opusiera a que una figura del radicalismo colaborara con la dictadura.
La campaña
En un complejo escenario, con las organizaciones guerrilleras en plena actividad y las fuerzas militares ejerciendo una feroz represión, llegaban las elecciones.
Por entonces, el periodista Jorge Bernetti escribía en la revista Panorama, militaba en “la Tendencia” (el peronismo revolucionario) y formaba parte del equipo de prensa dirigido por Miguel Bonasso. Muchas horas del día las pasaba en aquella casona de Oro y Santa Fe.
-Nos dieron dos espacios en el viejo Canal 7, que estaba en el Edificio Alas, sobre la avenida Leandro Alem. El primero lo armó el productor Héctor Aure y me tocó hacer la conducción –cuenta Bernetti a Infobae, y aclara que no tenía la más mínima experiencia en el terreno audiovisual.
Durante una hora en vivo entrevistó a algunos dirigentes peronistas, hizo comentarios a favor de Cámpora y, cuando Aure le marcó que debía hacer un cierre, puso fervor militante:
-Hice la V de la victoria y dije: “¡Perón vuelve! ¡Nosotros volvemos!”. Esto último me salió sin pensar que el “nosotros volvemos” no tenía sentido.
La que utilizó su profesionalismo televisivo para afrontar el segundo programa fue Elba Chunchuna Villafañe, una de las actrices y modelos más encumbradas por entonces. Chunchuna era hija de un militar, había estudiado en un colegio de monjas y a principios de los ‘70 se había sumado a las tareas sociales del cura Carlos Mugica. Nada de todo eso le impedía ser la cara visible de marcas importantes y despertar suspiros masculinos, por caso cuando apoyaba su mejilla sobre la inmensa cabeza de un tigre embalsamado para promover una colonia para hombres.
Sin dudas, su presencia le aportaba votos de clase media que siempre le eran reacios al peronismo.
-Chunchuna condujo el programa también en el 7, con Miguel Bonasso, y todos querían desfilar en ese programa, mucho más potente que el que me tocó conducir –admite Bernetti.
Por esos días, otro canal, el 13, ganaba audiencia con la contratación de los almuerzos de Mirtha Legrand.
El cierre en Independiente
Caían las primeras gotas pero a nadie le importaba. Todavía faltaban como dos horas para los discursos y la cancha de Independiente explotaba. El jueves 8 de marzo de 1973 el estadio quedaba chico para el cierre de campaña del Frejuli: unas setenta mil personas gritaban sin parar. Que el acto fuera en Avellaneda, en pleno cinturón industrial, también resultaba significativo. El ruido era atronador: cien bombos y cien clarines respaldaban los cánticos. En una tarima montada en la cancha, rodeado de gente, Cámpora insistía:
-La elección del domingo no es una elección más, porque ese día hay que producir el argentinazo a través de las urnas.
La multitud coreaba:
-¡Compañeros, compañeros, la elección está resuelta/ Ganaremos la primera y no habrá segunda vuelta!
Detrás del candidato, sobre el escenario, había tres enormes carteles con las caras de Perón, de Evita y de él mismo. Cámpora llevaba la camisa azul sport desabrochada que había usado en toda la campaña:
-Yo sé que ustedes preferirían que en vez de estar yo estuviese aquí el general Perón. Les tengo que decir que hoy llegó el doctor Juan Manuel Abal Medina luego de conversar cinco días con nuestro jefe y que el general me autorizó a decirles que él va a festejar junto a su pueblo el triunfo en las elecciones...
Todos los cánticos se juntaron en uno:
-¡Se siente/ se siente/ Perón está presente!
Abal Medina acababa de llegar de Madrid. Era una figura central y su hermano Fernando, uno de los fundadores de Montoneros, había muerto en un enfrentamiento con la policía un año y medio atrás. “La Tendencia” tenía una gran presencia en las calles y ese día colmaba el estadio.
El domingo 11 y el lunes 12
Cuando el domingo 11 ya se habían cerrado las escuelas y el país había votado, en la habitación de seis por seis del tercer piso del búnker de Cámpora había como diez teléfonos y en cada uno hablaba alguien. Entrada la madrugada, Miguel Bonasso agarró el tubo negro que le tendían y preguntó a un centro de cómputos que juntaba datos por cadena telefónica:
-¿Cómo estamos?
Desde el sindicato de Luz y Fuerza, una voz esperanzada le dijo:
-Mirá, por ahora acá me da que tenemos el cincuenta y uno y medio.
Ya eran casi las seis de la mañana del lunes 12: afuera había salido el sol y adentro no sabían si los esperaba el cielo o el infierno.
Cámpora recibía en el segundo piso a todos los dirigentes que se habían sumado a las huestes peronistas mientras que en el tercero, Bonasso y su equipo hacían cuentas y cambiaban el dial de la radio para cotejar datos. Los resultados iban llegando de a poco. En los anuncios oficiales, Cámpora no pasaba del 49 por ciento: los dirigentes del FREJULI estaban cada vez más preocupados ante la posibilidad de un fraude o de que, simplemente, el gobierno de Lanusse no reconociera los verdaderos resultados. En la sala de cómputos, siete u ocho periodistas del equipo habitual chequeaban datos: además de Jorge Bernetti, estaban Dardo Cabo, el “Yaya” Azcone, Jarito Walker, Jorge Bernetti, Sergio Caletti, Vicky Walsh, Ricardo Roa, Pepe Capdevila. Y, alrededor, simulando que traían y llevaban cosas, una docena de militantes hacían la custodia del edificio.
En la Argentina regía el estado de sitio. Lanusse lo había levantado solo para aquel domingo electoral. Cerrada la medianoche, el lunes 12 volvió a regir.
Ese lunes se anunciaba largo: nadie se iba a mover de la casona de Oro y Santa Fe hasta que salieran los resultados definitivos. Los datos de los fiscales de lugares lejanos llegaban muy de a poco. Los nervios crecían: la tardanza podía anunciar cualquier tipo de maniobra. Hacia las seis de la tarde, Bonasso fue a la vereda a hablar con los periodistas que esperaban abajo, y les dijo los números que manejaba.
-Según nuestros cómputos, sobre un total de 12.294.009 votantes, el Frente obtuvo 6.629.407, es decir, el 52,5 por ciento.
Los colegas le preguntaban a coro por qué según los datos oficiales el Frejuli no llegaba al 50%.
Pero Bonasso tenía una carta en la manga para salir del aprieto:
-Además, tengo que comunicarles que el doctor Ricardo Balbín acaba de llamar por teléfono al doctor Cámpora para felicitarlo por la elección.
Efectivamente, Balbín había llamado por teléfono unos minutos antes a Cámpora para decirle que el caudal de votos era suficientes como para reconocer su triunfo y desestimar una segunda vuelta.
Los cómputos oficiales decían que el FREJULI tenía 5.908.414 -el 49,5 por ciento. Los radicales habían sacado 2.537.605 votos -el 21,2 por ciento-; la Alianza Federalista Popular de Manrique-Martínez Raymonda, 1.775.867 -15 por ciento-; la Alianza Popular Revolucionaria de Alende-Sueldo, 885.201 -7,4 por ciento-; Martínez-Bravo con su Alianza Republicana y Chamizo-Ondarts con la Nueva Fuerza no pasaron del 2 por ciento. Ghioldi-Balestra -Partido Socialista Democrático-, Coral-Sciapponi -Partido Socialista de los Trabajadores- y Ramos-Silvetti -Frente de Izquierda Popular- tuvieron menos del 1 por ciento cada uno.
Unos metros más allá, alrededor de plaza Italia y bajo el puente de Pacífico, miles de manifestantes chocaban contra una gruesa muralla de carros, motos y caballos policiales. El estado de sitio seguía vigente y el gobierno no quería que hubiera concentraciones frente a la sede del FREJULI. Los gases lacrimógenos cubrían la estatua de Garibaldi.
Lanusse reconoce el triunfo de Cámpora
A primera hora de la noche, con solo pedir permiso y con paso resuelto, un uniformado subió las escaleras y llegó al tercer piso, donde estaba Cámpora.
El oficial se cuadró y taconeó sobre el parqué muy gastado. Se trataba del brigadier Roberto Bortot, jefe de la Casa Militar:
-Señor presidente, vengo a decirle en nombre del señor presidente Lanusse que reconocemos que usted es el presidente electo.
-Muchas gracias –contestó Cámpora y se dieron un apretón de manos.
Poco después, a las diez y cuarto de la noche, el general Lanusse habló por la cadena nacional de radio y televisión:
-Las cifras que se disponen hasta el momento no le adjudican a esa conjunción política la mayoría absoluta, pero su porcentaje es tan aproximado a ello y su diferencia con el segundo partido es tan apreciable que prácticamente se estima que no sería temerario considerar como fórmula triunfante a la que integran los doctores Héctor José Cámpora...
La frase era compleja y confusa, pero lo principal estaba casi dicho: no habría una segunda vuelta. Era evidente que Lanusse sabía que resultaría desgastante para él, para el ministro del Interior Mor Roig y para las fuerzas adversarias del peronismo llegar a un ballotage con la posibilidad de un triunfo aún mucho mayor.
Tras la cadena nacional, los policías de plaza Italia y Pacífico se habían retirado y miles de personas se sumaban a las inmediaciones de la esquina de Santa Fe y Oro. A eso de las once de la noche, el presidente electo salió al balcón del tercer piso. La crónica periodística de esos días registraba que se trataba de unas cincuenta mil personas y que, al salir Cámpora, cantaron el himno y después la marcha peronista.
Los festejos siguieron y, recién cuando empezó a salir el sol, los ocupantes del edificio de Santa Fe y Oro se resignaron a que esa noche se hubiese terminado. Se terminaban los años de proscripción y el peronismo volvía al poder.
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