El 27 de mayo de 1996, Fabián Tablado, de 19 años entonces, mató de 113 puñaladas a su novia, Carolina Aló, de 16, porque ella se negó a tener hijos con él. Fue condenado a 24 años de prisión y hace una semana, el 28 de febrero de 2020, quedó en libertad. Salió caminando de la Unidad N° 21 de Campana.
En un estudio que se le practicó en abril de 2004 consta que tiene “rasgos psicopáticos y trastorno antisocial de la personalidad”. Y aclara que ese diagnóstico no tiene cura porque no es una enfermedad. Ahora, otra pericia lo benefició: “no presenta trastornos psicóticos ni psico-orgánicos”, y sostuvo que sus facultades mentales encuadran dentro de la normalidad. Sin embargo, recomendó que no se revincule con las dos hijas que tuvo estando en prisión (hoy tienen 11 años), y le colocaron una tobillera para asegurar la perimetral de 300 metros que tiene con su ex esposa, Roxana Villarejo, y de 500 metros con Edgardo Aló, el papá de Carolina.
La cárcel, sin embargo, no privó a Tablado de tener dos relaciones sentimentales, además de recibir un número enorme de cartas de mujeres que lo querían conocer. En ambos casos, luego de un tiempo, mostró su peor cara: ambas fueron amenazadas por él.
La primera fue Gabriela Palavecino. Cuando se conocieron, en 1998, ella tenía 31 años, estaba divorciada y tenía cuatro hijos; y él, 25, y había empezado a estudiar abogacía. Gabriela visitaba la unidad penal Nº 31 de Florencio Varela para difundir su fe evangelista entre los presos. A Tablado le vino bien para pasar a un pabellón religioso. La relación duró 3 años, hasta 2001, cuando ella decidió terminar por las amenazas que recibía de su parte. Con el tiempo se mudó varias veces y también perdió contacto con Edgardo, el papá de Carolina, al que le dejó una serie de cartas que mostraban la violencia en extremo de Tablado: “Sólo te pido que te cuides ¡No me traiciones! ¡Nunca! En ningún sentido”; “No le escribas cartas a nadie. Ni hables con ningún tipo. No quiero que exista ningún tipo de relación con nadie ni que tus amigas tengan una forma de vida diferente a nuestro concepto de moral. Lo único que te exijo es respeto, respeto absoluto”
En 2004 llegó el turno de Roxana, una docente que había sido vecina suya. Se escribieron por cuatro años; se casaron en 2007 y, gracias a eso accedió a un régimen más abierto y visitas conyugales. Roxana quedó embarazada al año siguiente y tuvo mellizas. En 2011, a Tablado se le otorgaron “salidas transitorias” para trabajar, de lunes a jueves, en la carpintería de su padre. De ahí se iba a dormir con su esposa y sus hijas.
El negocio del padre estaba a sólo 12 cuadras del domicilio de los Aló. Fue Edgardo quien contactó a Roxana para advertirle de la violencia extrema de Tablado, pero ella se rehusaba a escucharlo. De a poco abrió los ojos; en 2011 fue a verlo a su casa para decirle que Tablado la amenazaba a ella y a sus hijas, además de ejercer violencia psicológica continua. Aconsejada por Aló, Roxana presentó su denuncia en la justicia, la que puso fin al beneficio de salidas transitorias. Pero él continuó con sus amenazas, ahora por teléfono, para que su esposa reestableciera la relación: ‘Ya está todo organizado’; ‘Te vas a querer matar’; ‘Te digo que las cosas van a cambiar’; ‘Si no volvés conmigo, yo tengo muchos contactos, Roxana’; ‘Si no volvés conmigo, te juro por Dios que el único pensamiento que vas a tener voy a ser yo’. Todos esos mensajes constan en la causa por amenazas.
La pregunta cae de madura: ¿qué lleva a una persona (porque también hay hombres) a enamorarse de alguien preso por crímenes tan violentos?
La abogada, diplomada en psiquiatría forense y columnista de radio Cantilo, Susana García Roversi, da la respuesta: la hibristofilia. Ella basó la tesis de su diplomatura, precisamente, en el caso Tablado. “Que esté en libertad es un riesgo”, advierte.
-¿Qué es la hibristofilia?
-Es una parafilia indefinida, es decir, una desviación de una conducta, la atracción sexual y el ‘amor’, entre comillas, que alguien siente y practica por asesinos o delincuentes violentos con alto grado de sadismo. Si no hay violencia, no es hibristofilia. Cualquiera se puede enamorar de un preso, de un ladrón. Pero de un tipo que mató a la mujer, a la novia, que es asesino múltiple, ya implica que padece este trastorno. El primero que la describió fue el psicólogo y sexólogo John Money en la década del ´50: dijo que era “una patología principalmente de mujeres heterosexuales. Una atracción que pone en serio peligro la vida de uno mismo y de los demás”.
-¿Por qué se genera?
-Luego de ver cientos de casos de mujeres que forman pareja con hombres con historial de violencia, creo que muchas de ellas poseen una fuerte carga psicológica provocada por siglos de sumisión, baja autoestima, por la cual desarrollarían un síndrome atípico al que llamo ‘de redención’: ‘conmigo no será así’; ‘va cambiar porque yo no le voy a dar motivos’; ‘mi amor lo sanará’. Casi siempre son mujeres decentes, bien intencionadas y es fácil ver por qué sus relaciones funcionan, por decirlo así, durante un tiempo. Para ellas son el hombre ideal. Sus novios o maridos pasan sus días dentro de la cárcel, les envían cartas, las llaman telefónicamente. Son más complacientes y atentos que si estuvieran en el exterior, porque ellas les envían dinero, pagan sus abogados y les dan la gran ventaja de un domicilio permanente para obtener la libertad condicional. Es una clara manipulación emocional. Muchas incluso van a sus juicios, les envían mensajes de ‘comprensión y ayuda’, otras los conocen en visitas a la cárcel donde tienen algún pariente preso y otras llegan porque son asistentes sociales, abogadas o voluntarias que se ofrecen para ofrecer ‘paz espiritual’ a los reclusos. Es común que los evangelistas envíen mujeres a las cárceles de hombres para misionar.
El final de dos hermanas.
La escritora australiana Jacquelynne Willcox-Bailey, que estudió muchos casos, relató la historia de dos hermanas cristianas de mediana edad: Avril y Rose, que dejaron matrimonios “largos y aburridos” por hombres encarcelados: uno condenado por una serie de delitos menores; el otro, por el asesinato de su esposa. Este se casó con Rose, que le dijo: “Tengo fe en que si eres genuino con el Señor, eres una nueva persona. Muchas personas han dicho que debería estar preocupada por él, por lo que hizo y por sus antecedentes. Es bastante horrible y violento, pero no tengo miedo”. Las dos relaciones terminaron en forma trágica: una semana después de su liberación, Avril fue asesinada por su marido, golpeada con un martillo hasta la muerte. Y Rose salvó su vida a pesar de sufrir un feroz ataque de su esposo, también con un martillo, quien luego de intentar cortarle una oreja y extraerle sus dientes con una pinza volvió a la cárcel.
Casos extraños se cuentan por decenas. Aquí, algunos de ellos:
Según un artículo del periódico inglés “The Guardian”, Ian Huntley, condenado a dos cadenas perpetuas por el asesinato de dos niñas de 10 años en 2001, recibía paquetes de correo de mujeres todos los días: más de 100 mujeres británicas están comprometidas o casadas con hombres condenados a muerte en Estados Unidos.
Una camarera alemana, Dagmar Polzin, “se enamoró” del asesino Bobby Lee Harris mientras esperaba en una parada de autobús en Hamburgo, al ver su foto en un afiche publicitario en contra la pena de muerte. El hombre estaba en el corredor de la muerte por apuñalar y matar a su jefe durante un robo. “Fue algo en sus ojos. Vi remordimiento, tristeza, me sentí atraída y supe que era él”, dijo Polzin, que se mudó a los Estados Unidos para vivir con la familia de su “novio”.
Ilich Ramírez Sánchez, “Carlos El Chacal”, que fue condenado por terrorismo a perpetuidad en Francia y tiene actualmente 70 años, se casó en 2001 con su abogada, la francesa Isabelle Coutant-Peyre ‘Será un matrimonio de amor y de ideas compartidas’, dijo ella.
A Richard Ramírez, un asesino serial condenado por 14 crímenes y violaciones -incluso a menores- que creía que Satán lo había designado para esa tarea, lo seguía un gran grupo de fanáticas. Su abogado cobraba para hacerlas pasar a visitarlo en prisión. Una escritora free lance, Doreen Lioy, le escribió 75 cartas. Casi un año antes de ser condenado, Ramirez la invitó a la cárcel. En la tercera visita, le propuso matrimonio y ella aceptó. Se casaron el 3 de octubre de 1996 en la prisión de San Quintín, donde él esperaba su ejecución en el Corredor de la Muerte. Obviamente, el matrimonio no pudo consumarse porque a los reclusos con pena capital no le permiten las visitas conyugales. Ella declaró que, aunque era cristiana, por él “no tendría problemas en convertirse al satanismo”. Ramírez murió de una insuficiencia hepática a los 53 años, sin llegar a la ejecución.
Quizás la parte más increíble de esta atracción por estos criminales sea que algunos de ellos, abiertamente homosexuales como John Gacy, recibían cartas con declaraciones de “amor” y propuestas de matrimonio por parte de mujeres. Gacy se casó dos días antes de ser ejecutado por múltiples violaciones, torturas y asesinatos muchachos jóvenes.
“A Ted Bundy lo llamamos ‘el Rey de la Hibristofilia’ -asegura García Roversi-. El confesó 36 asesinatos. Era mentiroso, megalómano y fabulador. Pero a esto hay que agregarle que era buen mozo, atractivo. En su juicio había muchas chicas teñidas de castaño y peinadas con raya al medio, como las víctimas de Bundy, haciendo dibujitos y tirándole besos. ¿No se daban cuenta que si lo encuentran en un callejón de noche son sus víctimas? Escuchá: ¡se agotó la tintura castaña en Tallahassee, donde cometió varios crímenes! Recibía cinco cajas de cartas por día. Y después se casó con una testigo, con la cual tuvo una hija. Y no se sabe cómo, porque en el ‘Corredor de la Muerte’ no había visitas conyugales. Algunos dijeron que le dió el semen en un preservativo para ocultar la corrupción del sistema carcelario que la dejaba pasar. Y después se separó y se puso de novio con su última abogado”.
-Sin llegar a ese extremo, y volviendo a nuestro país, ¿Ricardo Barreda sería otro caso? El tuvo dos relaciones después de matar a su esposa, sus hijas y su suegra...
-Exacto. Él conquistó a una pobre mujer, Berta, porque vio en ella la manera de salir. A Berta, que murió, Barreda la engañó y después terminaron con denuncias de violencia doméstica. Es un psicópata de manual. Logró lo que no pudo Robledo Puch, aunque también recibía muchas cartas en prisión. No me quiero meter con su sexualidad, pero si hubiera tenido una novia, alguien que quisiera vivir con él, ya estaría afuera.
-¿A este trastorno sólo lo padecen las mujeres?
-No. Se da en ambos sexos, pero la proporción es de 85 por ciento mujeres, y el 15 ciento de hombres, aunque las estadísticas no son tan exactas. Pero sí hay varones que buscan relacionarse con mujeres violentas. Fijate el caso de Yiya Murano, la envenenadora de Monserrat, que salió casada con un tipo que conoció en la cárcel. Y tenía muchos admiradores, como sucede con Nahir Galarza ahora, que tiene hasta páginas de Facebook donde piden justicia por ella. ¡Y mató a un chico! En los Estados Unidos fue famoso el caso de Susan Atkins, que era miembro del Clan Manson, y fue condenada a prisión perpetua por los asesinatos de Sharon Tate -ella fue la ejecutora, sabiendo que estaba embarazada- y seis personas más en 1969. Mientras cumplía la condena se casó con Donald Lee Laisure, pero pidió la anulación cuando se enteró que no era el millonario que decía ser. Y a los pocos años reincidió en el matrimonio con su abogado, James Whitehouse, que era 15 años menor que ella.
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