Ignacio O’Donnell es licenciado en Sociología, Magister en prevención y asistencia de las adicciones y Director General del Hospital Nacional de Salud Mental y Adicciones Laura Bonaparte. Quizás esta sea su revancha en la vida. En su adolescencia cayó en la drogas, tuvo un Intento de suicidio y llegó a terminar internado en un psiquiátrico. Ignacio dice que estuvo en ese infierno para “tapar un dolor”.
Es, además, el hermano de los reconocidos periodistas María y Santiago O’Donnell, y sobrino de Pacho. Se consideraba una persona inquieta, melancólica, hiperactiva. Y hoy, ya hace 26 años está en recuperación y no consume ningún tipo de sustancia. En la actualidad ayuda a mucha gente, e intenta brindar lo que llama un “tratamiento humano y profesional”. Lo hace, además, en cárceles y villas. El perfil de los pacientes que se atienden en la institución que dirige es de alta vulnerabilidad: están en situación de calle y consumen alcohol y drogas duras, sobre todo pasta base. Destaca que lo importante es conectar desde la igualdad, ya que por su experiencia personal puede involucrarse de otra manera.
En su hospital no tienen demasiadas camas, así que van a los lugares donde están sus pacientes. Con esa atención ambulatoria llegan a ver entre 1000 y 1500 personas diarias.
Para garantizar la contención, buena parte del trabajo se hace en hogares. Hay un programa llamado “Vuelta a casa”, donde les dan respaldo para alquilar o vivir en algún lugar digno para sacarlos de la calle.
Ignacio siente que es un privilegiado por haber podido recuperarse y tener la oportunidad de estudiar y ser un profesional.
-¿Qué pudiste ver a lo largo de tantos años de estudios y de profesión?
-Es importante poder pedir ayuda y que las personas se recuperen. Hay que cambiar el tema del estigma y tener conciencia que es un problema de salud. Me costaba mucho ver que había desarrollado una adicción y pensaba yo que podía dejar cuando quisiera. Consumir distintas drogas fue minando distintas áreas de mi vida hasta llegar a un aislamiento y una angustia muy grandes.
-¿Que recordás de aquella época?
-Tengo una familia muy destacada que está muy ligada a lo académico, entonces más o menos pude terminar mi primera carrera, pero me sentía muy solo. No avanzaba en la parte emocional, sentimental, mi trabajo no me satisfacía y eventualmente empecé a sentir que realmente no podía parar de consumir. Estaba muy angustiado, muy solo, terminaba en lugares y en situaciones con personas que no me agradaban y veía que esa no era la vida que había soñado para mí mismo.

-¿Cuándo se produjo el click que te hizo dar cuenta?
-Fue a través de una novia, que me dijo si no iba a unos grupos de ayuda no iba a seguir conmigo. Yo ya venía mal y por estar con ella los conocí. De alguna manera empecé a escuchar un poco. Me empecé a dar cuenta que trataba de dejar de consumir y no podía. La adicción, de alguna manera, va más allá del consumo. Sentía que me estaba volviendo loco. Pero a partir de ver que otros podían y se recuperaban, y que yo no era el único, me di cuenta que podía también. Me costó un intento de suicidio y terminé internado en un psiquiátrico y, más tarde, en un centro de tratamiento. A partir de ahí volví a los grupos y hace más de 26 años que estoy en recuperación, que no consumo nada.
-Mucha gente dice “yo pruebo, si total puedo salir...”
-Lo que pasa es que hoy la sociedad apunta mucho al consumo. De alguna manera es un mundo muy aislado, donde las respuestas son automáticas e inmediatas. Hay mucha presión y la gente prueba porque muchos tienen una tendencia natural a las adicciones.
-¿Se ve tanto ese estigma de que las personas que vienen de una clase social baja están más al alcance de las adicciones?
-Se piensa que el adicto es un inmoral, una persona que se droga porque quiere. Y que le sucede sólo al pibe de la gorrita, al de la villa, a quien ha perdido todo. La realidad es que vemos adicciones en todas las clases sociales. Pero se toma a la persona como un problema, y se la discrimina, castiga y expulsa. Tiene que haber mayor conciencia e información para poder ayudar. Lo que tienen los de mayor poder adquisitivo, la gente de mucho dinero, tienen el tema del consumo: la casa más grande, el auto más importante, las presiones laborales y demás. Son distintas manifestaciones. Y también está la cuestión del divertimento, por dónde pasa.
-¿La droga anestesia los sentimientos?
-Si. Por ejemplo, en el tema de las frustraciones. El adolescente que se pelea con la novia va y se fuma un porro. Le va mal en la escuela y toma alcohol. Todos esos crecimientos tienen que ver con aceptar la vida tal como es y obre pasar esos problemas. Pero se va tirando tierra debajo de la alfombra, y en un momento explotan todos los problemas, porque no se han desarrollado en las distintas áreas de la vida.
-¿Cómo definís la droga?
-Es una manera de calmar un dolor. Yo era una persona muy inquieta, casi hiperactiva. Tenía problemas de conducta, al mismo tiempo era melancólico, fue una manera poco efectiva de medicar mi problema, de alguna manera me sacaba de esos lugares, pero después no me funcionó más y no lo soporté. En mi caso fue una mala respuesta a ciertos problemas que yo tenía de antes. problemas familiares no resueltos. De alguna manera se convirtió en una trampa, en la que hubo un momento donde estaba muy aislado, muy solo y muy triste.
-¿Tu familia se dio cuenta a tiempo?
-Lo que pasa es que dentro de todo yo mantenía una vida normal. Estudiaba, trabajaba, hacia deportes. Era evidente que no había desarrollado mi potencial ni mucho menos, pero ellos pensaban que me podía recuperar o que no era tan grave.

-¿Es cierto que el adicto en recuperación se dice a sí mismo ¨solo por hoy¨?
-Sí, “sólo por hoy”. En mi caso yo no puedo consumir ninguna sustancia, porque me activa hacia otros lados. No todo el mundo tiene ese problema, pero yo tuve que dejar de consumir de todo. A mí los grupos de auto ayuda me sirvieron mucho. Como las terapias, los psiquiatras y poder hablar con la familia, decir las cosas abiertamente y tratar de encontrar otro tipo de relaciones. También se debe hacer un mantenimiento diario, porque el problema es físico, espiritual y emocional, entonces hay que cuidarse mucho.
-¿Si pudieras volver el tiempo atrás te dirías algo, te aconsejarías?
-Cuidaría más a ese adolescente, ese niño que eligió un camino malo para él. Hubiera tratado de pedir ayuda, porque pedir ayuda es la clave. Pero bueno, no me culpo porque también tiene que ver con temas familiares, de mi historia personal, del entorno. Le diría que se perdone, que se quiera, que reclame lo que necesita, que pueda mostrar su dolor. Para los jóvenes también es difícil mostrarse cómo son, ser ellos mismos. Y me hubiera cuidado más, por ahí, de ver con quién me juntaba. No porque ellos tuvieran la culpa, sino porque de alguna manera ciertas relaciones me llevaban a esos tipos de consumo.
-Después el costo es muy alto, ¿no? Quizás no solucionar un problema en ese momento después te lleva a tener otros ya de grande.
-Sí, sí, el costo es alto en el sentido de que uno va perdiendo la capacidad de sentir y de conectar con las personas. Se pierde la sensibilidad. Hoy por hoy uso la sensibilidad, y me ha fortalecido para salir de eso. Al mismo tiempo, la recuperación también está invisibilizada. Sólo se habla de la enfermedad y el consumo. Somos millones los que hemos dejado de consumir y hoy tenemos una vida con sentido, aportamos a nuestras comunidades y demás ¿no? Es importante decir que se puede. Porque está el estigma ese de que se muestra nada más que lo negativo y no se habla de lo positivo.

-Hablemos de eso. ¿Vos te recuperaste después de cuánto tiempo?
-Sí, yo dejé de consumir hace 26 años. Y me dediqué a esta profesión, hoy soy director del Hospital Nacional Laura Bonaparte de Salud Mental y Adicciones. He trabajado en distintos cargos en este tema y eso, de alguna manera, me ha llevado también a darme cuenta que la persona con un problema de adicciones tiene que recibir ayuda en el momento que la pide y tener la más alta calidad de tratamiento humano y profesional. Porque a veces uno pide ayuda en un momento, y después no la vuelve a pedir. También hay que conectar desde la igualdad, no ponerse por encima. Si bien soy profesional hace muchos años, tengo que contactar con la persona desde la técnica y desde lo humano, las dos cosas son importantes.
-¿Y qué te deja haber ayudado a tantos chicos y llevar adelante tu ayuda social?
-Mucho. Transformar un dolor, una historia, poder ayudar a otros y sentir la confraternidad, el estar juntos, ver con alegría los cambios que desarrollan las personas, el potencial que tenemos todos los que hemos pasado por el problema y contener a esa familia que sufre tanto, al final del día me da felicidad y me hace bien. Vuelve en forma de muchas bendiciones y me mantiene con los pies en el piso. Todo eso me hace diferenciar lo importante y valorar lo que tengo. También trabajé mucho con los más vulnerables en las villas y en cárceles. y eso me hace valorar la libertad, la posibilidad que tuve de formarme, de estudiar. Hay un montón de personas que no la tienen. Siento que soy un privilegiado.
-Para el final, ¿qué mensaje te gustaria dar?
-Que sepan que la recuperación es posible, que traten de conectar con profesionales formados, con grupos y demás. que se puede salir. Uno no tiene que aislarse, tiene que confiar, percibir que no puede salir solo y que la adicción afecta fuertemente. Hay que pedir ayuda y no sentir vergüenza, porque es una condición de salud y no una enfermedad moral. Los adictos tienen derechos y nosotros, todo lo que podamos, vamos a defenderlos.
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