El tesoro energético de la Península Valdés que equivale a varios El Chocón y ordena aprovechar una Ley de 1975 que sigue sin cumplirse

La energía mareomotriz que podría ser producida en la Península de Valdés ayudaría, en buena medida, a reemplazar a los combustibles no renovables. Pero el lugar más propicio para instalar la usina es un santuario de ballenas francas y podría provocar una polémica con los ambientalistas. Desde hace 45 años, una ley promueve la instalación, pero jamás se llevó a cabo

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Es decir que les tocará vivir la inevitable sustitución de las fuentes energéticas del mundo. Las reservas de petróleo, gas y carbón, si bien han sido y siguen siendo una palanca formidable para la economía mundial, paulatinamente se van agotando. Y eso marcará un límite físico para su utilización.

Pero además van quedando de lado por el impacto ambiental que produce la explotación de los combustibles fósiles. Eso ha generado una resistencia cultural que está muy arraigada en las nuevas generaciones.

¿Cómo se va a producir energía cuando estos jóvenes lectores alcancen la madurez? Este es el tema crucial del mundo contemporáneo, de cara a los próximos años. Científicos y políticos, historiadores y funcionarios, todos los expertos están discutiendo de qué manera se va a mitigar la producción de gases de efecto invernadero.

También la Argentina del futuro será distinta de la de hoy, en la que el 90 por ciento del consumo energético todavía depende de los combustibles fósiles. La energía hidráulica con un 4 por ciento y la nuclear, que se apunta con el 2 por ciento, participan de un cuadro que se completa con la pequeña participación de la eólica y la solar.

Pero aquí viene la gran noticia, que lejos de ser una primicia es un dato estructural de la Argentina: nuestro país podría prescindir perfectamente de los hidrocarburos porque posee todos los recursos renovables que -más temprano que tarde- van a sustituir a los no renovables.

Estamos hablando de la energía hidráulica, de la energía solar y de la energía eólica. Y también de la energía geotérmica -la del calor de la tierra- que tuvo en el país a un defensor incansable que fue el ingeniero Ítalo Simonatto, inolvidable funcionario de YPF.

Pero a todas esas fuentes hay que agregar la mareomotriz, que es la energía que resulta del movimiento de las mareas. La eterna influencia de la Luna sobre el mar produce el movimiento alternativo de pleamar y bajamar, en varios períodos a lo largo día.

Con todo derecho alguien podrá objetar esta reseña señalando que aún no hemos sido capaces de concretar la prometida panacea que es Vaca Muerta y ya estamos hablando de los sustitutos. Pero eso tiene que ver con nosotros, más que con el marco natural de nuestra geografía. En tal caso, certifica que también tenemos reserva de hidrocarburos.

Pero volviendo a los recursos renovables, hay países que tienen mucho sol. Otros, buenos vientos. Algunos, yacimientos de calor subterráneos. Y no pocos, costas con mareas propicias. Algunos países poseen una de esas fuentes, otros otra.

Argentina -en cambio- las tiene todas.

El primero que habló de energía mareomotríz en la Argentina fue José Oca Balda. Era un capitán de fragata, que en 1915 estaba al comando del buque de transporte “Patagonia”, con el que bordeó el litoral de la provincia de Chubut y llegó a la Península Valdés.

Repasemos la geografía: Península Valdés (con “s” y sin la preposición “de”) es ese curioso apéndice de 4.000 kilómetros cuadrados. que sale del territorio continental chubutense. unido por una pequeña franja de tierra que se llama Istmo Carlos Ameghino en homenaje al hermano del famoso Florentino. Ese istmo mide 35 kilómetros de largo y siete de ancho, y en su recorrido tiene arriba, al norte, el Golfo San José; debajo, al sur, el Golfo Nuevo. Esa curiosa conformación geográfica le llamó la atención a Oca Balda, quien años después escribió en su libro “Utilización de las mareas del Golfo San José”:

“Una tarde navegábamos frente a la Península Valdés y comenté con el oficial de guardia, que era el teniente Videla Dorna, las dificultades técnicas y económicas para obtener energía a bajo precio. Y mirando el Golfo Nuevo agregué que para obtener ventajas reales en el caso de que fuera posible aprovechar una fuente de energía mareomotriz, era necesario un embalse natural de proporciones gigantescas como las del Golfo Nuevo. El teniente Videla Dorna me llamó la atención sobre el Golfo San José. Bajé al camarote, tomé los datos de la carta marítima y después de un breve cálculo retorné al puente de mando para manifestarle que habíamos descubierto una fuente de riqueza nacional”.

Oca Balda -“el Ñato”, como le decían sus amigos- fue un personaje sorprendente. Estudió astronomía, electricidad, derecho internacional, balística y finanzas. Le gustaba la música clásica y tenía predilección por Wagner. Patentó 18 inventos en Argentina y Estados Unidos, tan diversos como una cocina con fuente de energía ambivalente o un lanzador de torpedos con alza para dispersión. En 1934 fundó la revista “Servir”, en la que debutó como periodista Raúl Scalabrini Ortiz. Y fue el ideólogo de la creación de la Flota Mercante del Estado, que luego concretó su amigo el presidente Ramón S. Castillo. También escribió un libro titulado “El último libertador”, en el que manifiesta su admiración por Carlos Pellegrini:

“Pellegrini fue un hombre incomprendido y hasta vilmente calumniado. Es tiempo, pues, de hacerle justicia y colocarlo en el puesto de honor que le corresponde ocupar en la historia entre los grandes libertadores. Si lograra con este modesto esfuerzo hacerlo comprender a las futuras generaciones, ya que muy poco puede esperarse de la presente, se habrían colmado mis aspiraciones.”

Lo que Oca Balda llamó “modesto esfuerzo” fue un libro de 700 páginas, que él nunca pudo ver publicado. Fue editado por sus amigos, que costearon la edición, en 1942; el autor había muerto en 1939, a los 52 años.

Desde Oca Balda en adelante siempre se destacó la ventaja natural que ofrece la singularidad geográfica de la Península Valdés.

“Este desfasaje de mareas, con una diferencia de nivel en las mejores condiciones superior a seis metros y anulándose cuatro veces por día, es una situación excepcional -única en el mundo- que presenta una posibilidad mucho más ventajosa que el cierre de los golfos”, afirma el Dr. Luis Reinaldo Fernández, de MAE Foundation.

Por su parte, el ingeniero Antonio Pedro Federico -una muy respetada autoridad en la materia- señala: “Lo más notable es el hecho de que los niveles del mar a ambos lados no oscilan simultáneamente, sino en forma casi alternativa, ofreciendo cual un fabuloso sube y baja energético, un caudal de potencia y energía que podría superar, esta última, en varias veces la de la Central El Chocón”.

Según nos explicaron, el Istmo Carlos Ameghino actúa como un dique natural que embalsa a un lado y al otro el agua de las pleamares y de las bajamares que se alternan en ambos golfos. Por lo tanto, lo que en otros países se logra cerrando las desembocaduras de las bahías con cierres o compuertas, en la Península Valdés lo regala la Naturaleza.

Para ratificarlo, el ingeniero Federico también destaca: “Las mareas en el interior de ambos golfos están desfasadas en el tiempo en un valor de cuatro a seis horas. Es justamente este desfasaje el que produce los desniveles a ambos lados del Istmo, posibilitando la presencia de un aprovechamiento electroenergético.”

Probablemente, cuando Ortega y Gasset nos dijo "¡Argentinos! ¡A las cosas, a las cosas!” no estaba pensando precisamente en la energía mareomotriz. Pero es como si hubiese adivinado que desde aquel lejano 1915 de Oca Balda hasta aquí, se iban a suceder las comisiones de estudio y los proyectos sin que finalmente se concretara la usina de Península Valdés.

Esta es la reseña.

En 1922 el doctor Damianovich y el ingeniero Besio Moreno elaboraron un trabajo titulado “Utilización de las mareas patogénicas, posibilidad de implantar usinas hidroeléctricas e industrias mecánicas y electroquímicas” y lo elevaron a la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Buenos Aires, que por su parte lo remitió al Poder Ejecutivo a través del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública.

En 1923 el presidente Marcelo T. de Alvear designó una comisión presidida por el ingeniero Julián Romero y constituída por miembros muy renombrados, entre ellos el capitán de navío Segundo Storni, gran estudioso de los intereses marítimos argentinos.

En 1948 el ingeniero Juan Carlos Erramouspe desarrolla otro proyecto, a partir del trabajo de la comisión a cuyo frente había estado el ingeniero Romero.

También en 1948 el Grupo Francés de Ingeniería presenta un estudio al Ministerio de Industria y Comercio.

En 1950 Agua y Energia designa al ingeniero José Richterich, quien eleva un informe perfeccionando los trabajos anteriores.

En 1957 la Dirección Nacional de Energía de la Nación firmó un contrato con la empresa francesa Sogreah, que debía elaborar un anteproyecto integrado por reconocimientos topográficos en hidrográficos y también evaluación económica.

En 1959 se conoce el proyecto del ingeniero José Loschakoff, un santafesino que luego se radicaría en Holanda, donde creó el célebre Plan Delta Dinst.

En 1960 se suma la propuesta del ingeniero Miguel Rodríguez.

En 1972 otro ingeniero, de apellido Fenteloff, eleva un nuevo estudio.

En 1975 ambas Cámaras del Congreso de la Nación aprueban la Ley 20.956, que se publica en el Boletín Oficial el 25 de junio de ese año. Esta Ley adjudica el estudio de las mareas de la Península Valdés a la Empresa Agua y Energía y determina que las obras deberán comenzar en 1978. Esta Ley de la Nación jamás fue cumplida.

También en 1975 se da a conocer un trabajo del ingeniero Fidel López, con el auspicio de la Fundación Bariloche.

En 1978 el Boletín del Centro de Estudios de la Energía de la UADE publica “Las posibilidades de aprovechamiento mareomotriz en la República Argentina”, una completa recopilación realizada por el ingeniero Antonio Pedro Federico.

En 1984 los ingenieros Zynglermaris y Aiskis elevan su estudio en el Congreso Argentino de Ingeniería Oceánica.

Estamos en 2020. Desde hace 105 años la energía mareomotríz es un proyecto no concretado en Argentina. Muchas grandes obras públicas del país tienen una historia parecida de demoras y postergaciones. En este caso, ignoramos los motivos, aunque siempre hay espacio para suponer que una transformación de estas características podría afectar intereses vinculados con el mundo de los negocios energéticos. Con la generación de electricidad a partir de un recurso natural renovable, un país -el nuestro, en este caso- no sólo desarrolla su economía sino que además afirma su autonomía política.

Es probable que a través de los años haya habido impedimentos de esa índole.

Ahora, en cambio, otra circunstancia enfría la posibilidad de que la planta mareomotriz se realice.

Y tiene que ver con ese tesoro natural que es Península Valdés, uno de los mejores lugares del planeta para el avistamiento de ballenas.

Como escribió la periodista Violeta Moraga: “Las ballenas francas pueden observarse de junio a diciembre, época en que miles de turistas de todas partes se acerca a esta porción de la Patagonia para verlas en plena actividad de apareamiento, reproducción y junto a sus también grandiosas crías.”

Un portal turístico lo define con palabras que acaso no alcancen para describir la belleza de ese lugar de Argentina: “Naturaleza al cien por ciento. Península Valdés rebalsa las expectativas del que anhela paz y descubrimiento. Toda la zona es como una gran área protegida y generosamente abierta a avistares de animales en sus hábitat originales. Es un oasis en la Patagonia, lejos de las alturas y las intensas nevadas.”

La fauna salvaje es protagonista de un espectáculo incesante. Y las estrellas son los lobos y elefantes marinos, pingüinos magallánicos, orcas, toninas overas, toda clase de pájaros. Y las ballenas francas.

La fotografía, el buceo, la cabalgata, la mountain bike, el trekking y -cómo no- la gastronomía son algunas de las atracciones que Península Valdés tiene para los turistas de todo el mundo. Los extranjeros disfrutan holgadamente las bellezas naturales y la declinación de nuestra moneda hace que no reparen en la tarifa de ingreso, al pasar el Centro de Visitantes: 130 pesos para los residentes, 430 para los turistas del resto del país y 850 para los extranjeros.

Pero no importa: allí están -en un caleidoscopio inolvidable- La Candelaria y la historia de Juan de la Piedra, el que llegó con los gallegos y los maragatos. Y cruzan los flamencos, sobrevuelan los petreles y disparan las maras.

Un paraíso, un lugar fantástico.

Por algo la UNESCO lo declaró Patrimonio Natural de la Humanidad, en 1999.

¿Se podría construir ahora una usina mareomotriz en Península Valdés, Patrimonio Natural de la Humanidad?

La pulseada entre el conservacionismo ambiental y las obras de infraestructura es un signo de nuestro tiempo. Los argumentos, más que intercambiarse, se arrojan desde una vereda a la otra.

En Colombia, en el marco de la cátedra Gestión y Ambiente, la Universidad Nacional ha dado a conocer el trabajo de Julián Quintero González y Laura Estefanía Quintero González, titulado “Energía mareomotriz, potencial energético y medio ambiente”, en el que luego de un exhaustivo análisis concluyen: “Podría indicarse que la energía mareomotriz es una excelente alternativa para la producción de energía eléctrica con un moderado impacto ambiental dentro del medio de instalación, que por supuesto debe controlarse para poder garantizar su condición de sostenibilidad.”

A su vez, la declaración final de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que se realizó el año pasado en Nairobi, expresó: “En la actualidad, más de 3000 millones de personas, el 50 por ciento de ellas de África Subsahariana, todavía cocinan con combustibles muy contaminantes y tecnologías poco eficientes. Afortunadamente, la situación ha mejorado en la última década: la proporción de la energía renovable ha aumentado respecto al consumo final de energía gracias al uso de fuentes de energía como la hidroeléctrica, la solar y la eólica”.

Otros investigadores promueven la energía undimotriz, que utiliza el movimiento y la fuerza de las olas, a través de de secciones cilíndricas unidas en forma de serpiente. En Argentina se ha desarrollado un prototipo en la Universidad Tecnológica Nacional, regional Mar del Plata, creado por los ingenieros Alejandro Halm y Mario Pelissero.

Mientras tanto, en el mundo hay cada vez más centrales de energía mareomotriz.

Una de ellas es la del río Rance, en Francia, inaugurada en la década del 60. Pocos meses después comenzó a funcionar la de Kislaya, sobre el mar de Barentz, en Rusia. Por su parte, China inauguró la usina de Jiang Jia en 2016 y continúa ampliándola. En 2011 Corea del Sur construyó la Sihwa Lake Tidal, considerada la planta mareomotriz más grande del mundo. Pero muy pronto cederá ese lugar al Proyecto Meygen, ubicada en Escocia. La primera fase comenzó en enero del 2015 y se estima que a partir del año 2020 esta planta podrá generar energía renovable a la red nacional de Reino Unido.

El tiempo dirá si se cumple la Ley 20.956 y si a esta lista alguna vez se le agregará la usina mareomotriz de Península Valdés.

La misma que el olvidado capitán José Oca Balda imaginó en 1915.

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