“Tenemos solo algunas cosas sueltas: una foto de ese pasaje tomada en 1939, dos fotos en color de una misión japonesa en los 80, y unos dibujos que hicieron viajeros en el siglo XIX, que copiaron jeroglíficos con distintas escenas. Son ocho paredes en total y tenemos registros de solo dos”, decía hace unos meses la docente de Historia y egiptóloga Andrea Zingarelli.
Hablaba de una tumba que nunca había sido explorada, o de la que al menos no había estudios y publicaciones. No tenían mucha más información que esa. Lo demás era un misterio... que en parte dejó de serlo recientemente.
En el marco de una iniciativa llamada Proyecto Amenmose, un grupo de 13 docentes e investigadores de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación -de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)-, la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y el Conicet viajó recientemente hasta Egipto para adentrarse a una tumba en la que se conserva información que data de 3500 años de antigüedad. La campaña finalizó hace una semana y resultó “muy positiva”, consideró Zingarelli, directora del proyecto, en diálogo con Infobae.
El programa se comenzó a desarrollar en enero de 2019, cuando seis de las expertas fueron hasta la ciudad de Luxor para recorrer sitios arqueológicos en busca de una tumba para investigar. Seleccionaron varias, "pero ninguna estaba disponible”, recordó Zingarelli. Desde el Ministerio de Antigüedades de Egipto les ofrecieron, entonces, una alternativa: explorar la Tumba Tebana 318. Esta corresponde a Amenmose, un noble egipcio que vivió durante los reinados de Hathsepsut y Tutmosis III, entre 1479 y 1458 antes de Cristo. Zingarelli y su equipo elaboraron un plan para restaurarla.
Amenmose era cantero: se dedicó al oficio y al arte de labrar la piedra, siendo el organizador de la construcción de los monumentos de la época. Al morir, fue enterrado a 700 kilómetros al sur de El Cairo, en la orilla occidental tebana.
La tumba (asignada con el número TT 318) se localiza en el Valle de los Nobles en la colina de Sheikh Abd el-Qurna, en Luxor. Está entre numerosas capillas funerarias distribuidas de manera irregular a lo largo de las colinas occidentales de la antigua Tebas, espacios donde fueron sepultados reyes, reinas y nobles. El lugar constituye una de las mayores fuentes de información de la sociedad egipcia antigua.
Hasta allí fue la comitiva argentina, tras conseguir la autorización y los permisos de trabajo correspondientes. El objetivo fue hacer un relevamiento del estado actual del monumento, detectar sus daños y, en caso de ser posible, realizar tareas de conservación.
Partieron el 12 de enero. A Zingarelli la acompañaron Silvana Yomaha, Leila Salem, María Belén Castro, María Sarmiento, María de los Ángeles Suárez, Eva Calomino, Miriam Hara, Liliana Manzi, Yésica Leguizamón, Silvana Fantechi, Pablo Rosell y el brasileño Fabio de Moraes Lima, profesor de la Universidad del Triangulo Minero.
El 21 de enero ingresaron por primera vez a la TT 318. El acceso no fue fácil, ya que la puerta principal estaba tapada por sedimentos. Es por eso que para llegar debieron pasar primero por otra tumba rupestre, la 129, y desde allí arrastrarse a través de un diminuto pasadizo, un boquete de aproximadamente 50 centímetros por 37.
Una vez adentro, “colocamos las luces e hicimos un proceso de relevamiento en cuadernos de campo, en textos, a través de fotografías. Además elaboramos fichas, registros de cada pared, evaluando sus niveles de deterioro”, detalló Zingarelli. Uno de las primeros trabajos fue elaborar un soporte para asegurar la puerta principal, cuya estructura es de piedra y adobe.
De las ocho paredes que esperaban encontrar, pasaron a contabilizar en total 16. En ellas y en los techos analizaron los relieves pictóricos y la decoración geométrica que aportaron datos de Amenmose. Algunas imágenes, por ejemplo, revelaron que el noble tuvo una hija. Otras son el retrato de la vida cotidiana en aquellos tiempos y hacen referencia a escenas de agricultura, como la trilla y el sembrado, de banquetes, de elaboración de pan y vino, de caza y pesca.
Los investigadores también hallaron una conexión interna: descubrieron un pozo, “un boquete aún más grande” que desciende a otra sala, a la cual no pudieron pasar por no contar con el permiso necesario. “Suponemos que allí hay otra tumba, momias, objetos”, dedujo la directora.
Cada día, los argentinos fueron acompañados de un conservador egipcio, una inspectora quien tenía la llave para abrir y cerrar la puerta de la tumba, un gerente que hacía de intermediario con el ministerio de Antigüedades y uno o dos trabajadores más, dependiendo de las tareas a realizar.
Al sepulcro entraban usualmente de a tres. En el interior estaban alrededor de una hora, “pero no mucho más por la falta de circulación de aire”. Usaban trajes especiales, unos mamelucos de protección, además de guantes de latex y barbijos o máscaras con filtro de carbón activado, que protegen la respiración frente a microorganismos y/o polvos nocivos de materias perjudiciales para la salud.
Tras el relevamiento inicial, realizaron trabajos de limpieza y conservación. Retiraron la humedad y la suciedad acumuladas con esponjas wishab, manipulando las paredes lo menos posible. A la pintura que se estaba por caer, le aplicaron papel japón y enduido, “una especie de curita”.
También rellenaron con yeso algunos fragmentos: se trata de una prueba para saber si dentro de un período de tiempo el yeso utilizado sufre grietas.
Los resultados permiten profundizar los conocimientos de la antigua cultura faraónica y abren la posibilidad de que a futuro sea un lugar turístico, explican los investigadores.
Lo que sigue será descifrar textos que no se pudieron leer “porque en esa época se usaba mucho el color azul, que tiende a deteriorarse y perderse”, contó la directora.
Y empezar a trabajar en el desarrollo de la segunda etapa. La idea del equipo es poder realizar una exploración de mayor profundidad en una futura nueva campaña, si es que se presenta la oportunidad. Es que hay dos dificultades.
Una es obtener el permiso para despejar la entrada principal -para lo cual se deberá excavar varios metros- y para acceder a otros sectores de la TT 138, como el patio. Las tumbas, por lo general, tienen un diseño común: dos salas en forma de 'T' y adelante un patio. En este caso, fue una zona que no pudieron alcanzar.
La otra gran dificultad es económica. El proyecto tiene sus costos: implica trámites, la obtención de herramientas, el alquiler del alojamiento y el pago por el trabajo realizado. Para ello contaron solo con la colaboración de la Universidad Nacional de La Plata, que no alcanzó a cubrir los gastos. Cada uno solventó de su bolsillo la comida y la mayor parte de los pasajes. Es por ello que en este contexto, sin financiación externa, tuvieron que iniciar en la plataforma Ideame una campaña para recolectar donaciones bajo el control de la Asociación Civil Amenmose Egipto que ellas mismas crearon.
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