“Ninguno de los dos habla chino. Tardamos más de un hora para hacernos entender y comunicarnos en Beijing. Queríamos un test de embarazo porque yo tenía un atraso de semanas. Lo logramos comprar y el test dio positivo”, recuerda Analía López desde Barcelona, donde junto a su hija Ekaterina (de un año y medio) y su marido Gustavo Mining están a punto de salir hacia una nueva aventura: conectar España con Eslovenia en auto.
Pero no siempre fueron tres en este “Periplo Nómade”, como bautizaron esta manera de vivir.
La primera en emprender la travesía fue Analía, allá por 2015. Estaba de novia con Gustavo, pero tenía un deseo interno de recorrer los distintos continentes. Él, en cambio, no compartía el mismo proyecto.
La pareja se conoció en 2002 en FM del Viento, donde Gustavo era el director. Por hobby, ella tenía un programa de música romántica en esa emisora. “Escuchó mi voz al aire y preguntó quién era. A los pocos días recibí una invitación para salir. Estuvimos más de diez años de novios”, recuerda ella.
La bisagra de esta historia de amor fue un viaje laboral que Analía hizo a Japón. Hasta ese momento, la licenciada en Ciencias Ambientales nunca había experimentado qué era estar en movimiento constante. “Desde la empresa me mandaron a Asia para hacer una capacitación. El curso duró dos meses, durante ese tiempo estuve en contacto con otras personas de distintas nacionalidades, y ese intercambio ¡me encantó! Ahí hice el click Pensé, ‘esto es lo que quiero’, pero... no sabía cómo hacerlo”.
De vuelta en Campana, la rutina se volvía insostenible y la alejaba de su meta.“Nunca antes había sentido esta necesidad. Se lo conté a Gustavo, pero no hubo manera de convencerlo. No logramos alinear nuestros deseos y nos separamos... entonces saqué una visa de un año para poder viajar y trabajar en Nueva Zelanda. Renuncié a mi puesto de gestión ambiental en el municipio, junté algo de plata y volé. Él se quedó trabajando en Campana”.
Una vez en Auckland, todo salió como lo planeado...¡y hasta mejor!. "Hacia temporada de dos tres meses en viñedos o en una granja recolectando kiwis, llegué a alojarme en mí camioneta comprada para ahorrar plata, y una vez que juntaba lo que necesitaba me iba a otro lugar. Desde ahí conocí Fiji, Indonesia y, por supuesto, toda Nueva Zelanda”.
Esa experiencia le enseñó a Analía a vivir despojada y sencilla. “No necesitaba nada más que mi mochila”.
Una vez terminado el período de la visa planeó su regreso a Buenos Aires, con escalas previas en Costa Rica y Nicaragua. “En Cardales me reencontré con Gustavo, me dijo que ahora sí quería viajar y pensamos la manera de hacerlo juntos. Mientra se decidía, me fui a Australia. A los seis meses apareció en Sidney".
Reconciliados, idearon su primer aventura juntos: el tren que hace la ruta transiberiana. Antes de salir, la vida los sorprendería. “Como tenía un atraso, me hice un test. Por la barrera idiomática fue una odisea comprarlo”. Confirmaron la sospecha con estudios: “un amigo coreano nos contactó con una maternidad. Me pidieron una ecografía, lo que me dijo el doctor jamás lo entendí, pero el sonido de los latidos del corazón de Ekaterina, no me los olvido más".
Con un hijo en camino, la pareja trotamundos dudó en seguir con el recorrido, que atravesó casi 10.000 kilómetros y se extendió por dos semanas. “Me contacté con una obstetra en la Argentina que me autorizo a continuar, ya que todo el itinerario se haría en tren”. Dejaron China para llegar a Mongolia, donde se sometieron a más controles prenatales con el lenguaje de señas como idioma universal. "Necesitábamos siempre ayuda de algún traductor, en este caso la dueña del hostel en que nos hospedamos. Ella me lo relataba en inglés, al doctor le respondía con gestos y yo se lo traducía a español a Gustavo”.
Conocieron Rusia y al llegar a San Petersburgo, ya de 15 semanas, emprendieron la vuelta a casa. “En Buenos Aires nos enteramos el sexo, era una niña. Elegimos llamarla Ekaterina (Catalina en ruso) por lo que representaba todo el viaje transiberiano. En casa descubrimos que la abuela de Gustavo se llamaba Catalina, todo cerraba”.
Ahora la pequeña Eka, como le dicen sus papás, ya cumplió un año y medio. Con hambre de destinos desconocidos, esta familia está lista para un nuevo periplo. "Nos animamos a ir más lejos. Sacamos un pasaje low cost a Barcelona y en unos días salimos a la ruta en auto”. El itinerario los llevará por los países de la ex Yugoslavia. Allí van a probar la modalidad del housesitting, cuidar una casa a cambio de alojamiento. “Tenemos un presupuesto de 50 dólares diarios. Las paradas serán más largas por la rutina de Eka, necesita dormir, comer, jugar”.
Dejaron la Argentina como mochileros solteros, volvieron juntos y como padres. Se animaron a sumar a su hija a este gran e inagotable periplo. “Ya no se trata de un viaje limitado, ni de ir tachando destinos de la lista. De a ratos trabajamos, de a ratos paseamos. De a ratos criamos... y sobre todo disfrutamos”
(Si tenés una historia de vida para compartir, podés escribirme @camilahotano o cotano@infobae.com)
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