Pablo Marzocca nació para ser voluntario de causas nobles. Scout desde los 7 años, desde muy chico comenzó a colaborar en su parroquia, luego amplió su radio al Gran Buenos Aires y más adelante llevó sus acciones a algunas provincias argentinas. Así, de a poco, fue construyendo su sueño: “Ser voluntario en África”. Pablo Marzocca(33) actualmente vive en Olivos.
De 33 años, habitante de Olivos, armó un plan de viaje, juntó sus ahorros y se arriesgó a la aventura. En su periplo solidario por África transitó diez meses por Tanzania, Uganda, Kenya, Etiopía y Egipto, llevando ayuda a los más necesitados. Para Pablo fue un gran desafío salir de su vida normal, el diario trabajo en una empresa de recursos humanos.
Una vez en África arrancó juntando donaciones en Tanzania para una escuela donde los chicos comían una vez por día. Allí, comunicándose en inglés, dió clases, brindó charlas y hasta fue director técnico de fútbol. Decidió dar un paso más: vivir en las casas de las familias a las que brindaba ayuda, porque los hoteles le quedaban lejos de esos lugares. Caminaba junto a los chicos por la ruta. Cuenta que siempre le terminaban pidiendo plata, comida y agua. Vió como pasaban hambre y sed. Y él mismo conoció la sensación de no poder dormir porque el estómago estaba vacío. Se alimentó sólo de arroz, fideos y papas, se bañó con agua fría y debía ir al baño en lugares poco higiénicos.
Se conmovió con al realidad que enfrentó. Y le llamó la atención lo fuertes e inteligentes que son los niños africanos, más allá de la dureza de su vida y el difícil acceso a una buena educación. La humildad y la felicidad que tienen, a pesar de la pobreza y el olvido en que están inmersos.
Y a pesar que la experiencia le demandó mucha entrega y se comió sus ahorros, quiere volver. Contagiar lo que vivió allá a quien quiera escuchar su historia. Pero ahora, necesita recaudar dinero y conseguir apoyo para emprender una segunda parte de su viaje solidario. Para Pablo, ayudar ya es una forma de vida. No importa si en África o en Olivos.
-¿Cómo fue que quisiste irte a África?
-Hace muchos años tenía ganas de conocer ese continente, explorar su cultura, sus costumbres. Acá, en Buenos Aires, hice muchas acciones con los scouts, y en un momento dije “qué mejor que conocer África que seguir con esto del voluntariado”. Así que empecé a investigar, a averiguar y llegué.
-¿Por qué decidiste África?
-Como te decía, porque quería conocer sobre todo su cultura. Y después de haber ido, a todo lo que te enseña África en cuanto a la humildad de la gente, la sonrisa que tienen, las ganas de aprender de nosotros, sin dudas no lo imaginaba.
-¿Cuál fue tu primer voluntariado allá?
-Fue en una escuela de Aruya, en Tanzania. Viví con una familia local, estuve casi un mes. Durante la mañana iba a una escuela a dar clases. Había sólo una maestra que se dividía para dar clases de matemática, de historia, de geografía. Yo la preparaba un día antes, iba y daba la clase. A la tarde tenía otras actividades, iba a una escuela pública también, hacía apoyo escolar a muchos chicos. Y después tenía charlas con adultos sobre distintos temas, y practicábamos inglés. La gente me preguntaban mucho cómo era Argentina. Muchos no saben lo que es, o desconocen qué es Latinoamérica, entonces siempre había temas de conversación. Algo que me ayudó mucho fue que cuando la gente que me rodeaba veía que comía lo mismo que ellos, vivía en sus mismas condiciones, iba al baño al mismo lugar donde van ellos y dormía en sus casas, me recibían de otra manera. Eso me fue útil para integrarme a todas las familias o barrios donde iba.
-¿En algún momento te cansaste?
-No, y eso que viví momentos duros, empezando por un robo que tuve en Sudáfrica, muy violento. Tuve mucho desgaste físico. Por una parte, por la comida, porque comía casi todos los días arroz y tomaba muy poca agua. Además, me tuve que comprar el agua durante todo el tiempo que estuve, y a veces no la conseguía el agua o me quedaba muy lejos. O la misma familia con la que estaba me tomaba el agua y me quedaba sin nada. Entonces, a pesar de muchas situaciones que tuve, o las malas condiciones en las que viví durante meses, siempre encontré energía para seguir. Era hermoso lo que estaba viviendo y sabía que era una oportunidad única. También recibía cantidad de mensajes de mucha gente: familia, amigos y otros que no conocía pero se interesaban en lo que estaba haciendo. Eso también me daba energías.
-¿Qué te dijo tu familia cuando les contaste tu proyecto?
-Para ellos fue una sorpresa. Mejor dicho: para todo el mundo fue una sorpresa cuando les dije que iba a África. Primero estuve unos días en otro país y después llegué a África... se enteraron ahí, un día antes de tomar el vuelo, o cuando estaba en la escala. Yo me recibí, soy licenciado en recursos humanos, trabajé siempre. Entonces confían en mí. Creo que a mí hoy me llena más esto, vivir esta oportunidades que me da la vida de ayudar, de conectar a mucha gente.
-¿Qué sensación te genera ayudar?
-La sensación que tenés cuando ayudás y te devuelven una sonrisa, un apretón de manos, un abrazo, un gracias, te llena de una manera que capaz en el momento no te das cuenta, pero cuando volvés a tu casa, sonreís solo. Porque creo que siempre es más lo que uno termina recibiendo que lo que uno da cuando ayuda. Es una felicidad distinta. Trabajar dignifica, como estudiar o tener una familia, y ayudar es otra forma también de llenarse uno. Estás ayudando y la alegría que te da es única.
-¿Qué aprendiste en este tiempo?
-Que la vida te da muchas oportunidades. Es increíble: podés viajar, irte hasta el lugar que sea, pero las chances que te van surgiendo todos los días son muchísimas. A veces uno se sorprende. Como te decía, yo fui a África y no puedo creer todo lo que me pasó. La cantidad de chicos que me venían a abrazar y a jugar conmigo. Hasta lo que generaba en gente que estaba acá en Argentina o en otros países del mundo, porque me han contactado por distintas campañas que hice para conseguir dinero para comprar comida. Entonces es asombroso lo que a veces uno puede transmitir.
-¿Cómo definís África?
-Es una enseñanza todos los días. Por la humildad más que nada, por cómo viven muchas de las personas que están ahí y a su vez la felicidad que tienen. Es un aprendizaje para los que vivimos o nacimos en realidades muy distintas. Pero no hace falta irse muy lejos de acá, de Buenos Aires, para conocer eso, siempre lo digo. Aunque obviamente es otra cultura. Somos muy distintos y muy iguales a la vez.
-¿Tenés pensado volver próximamente?
-Yo quiero volver para conocer la parte de África en la que no estuve y seguir ayudando. Después quiero seguir conectado acá en Argentina con distintas organizaciones. De hecho, ahora hago recorridas nocturnas con la gente que está en situación de calle. No es que sólo voy a África, ayudo, vuelvo y no hago nada. Ser voluntario es una vocación de servicio. A veces uno puede hacer más, a veces uno puede hacer menos, a veces uno no tiene el tiempo y puede donar dinero, y a veces tenés el tiempo y no la plata. Entonces hay que encontrar la forma y siempre estar conectado, y ayudando.
Seguí leyendo