Lunes 17 de febrero, 12.10. Lucrecia Yudati lleva más de dos horas con la mirada fija en tres hombres esposados. Pero la esquivan: miran para abajo, para el costado, hablan entre ellos, como si esa mujer de 34 años -la víctima- no existiera. Los acusados están en una pequeña sala del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Número 1 de La Plata, a diez pasos de distancia.
El 31 de diciembre de 2015, esos hombres, los hermanos Martín y Cristian Lanatta y Cristian Schillaci, le dispararon a quemarropa desde diez metros de distancia, en un control vehicular en Ranchos, en la ruta 20. Lucrecia, que era policía bonaerense, recibió dos balazos de fusil en las piernas. Llegó a verlos a la cara. Y durante meses soñó con esos rostros, el fusil, el auto. Y tuvo una pesadilla recurrente que la atormentaba, porque era una réplica de lo que había ocurrido: aparecía malherida en una zanja, mientas su compañero Fernando Pengsawath (24), más grave que ella, gritaba: “Me muero, me muero”.
Pasaron 55 operaciones, más de 40 meses de recuperación, decenas de horas de terapia y una decisiva contención familiar y de sus amigos. Lucrecia necesitó enfrentar a sus agresores para cerrar una etapa, del mismo modo que hace un tiempo fue al lugar del ataque.
Aquel 31 de diciembre de 2015, según la Justicia y las víctimas, los Lanatta se bajaron de una Renault Kangoo en la ruta 20, en el puesto caminero de Ranchos, y les dispararon a los dos policías. Schillaci, que manejaba, abrió la puerta de vehículo y también disparó. Luego huyeron a toda velocidad.
Martín Lanatta contó a Infobae que por esos días de fuga andaba con el dedo en el gatillo. “No tiré a matar, si lo hubiese hecho estarían muertos porque soy un experto tirador”, se defendió. Pero para los policías Fernando Pengsawath y Lucrecia Yudati, atacados a balazos y vivos de milagro, los quisieron asesinara a sangre fría.
Durante el juicio abreviado, los Lanatta recibieron una pena de 13 años y Schillaci, 7. Pero aclararon ante Infobae: “Aceptamos la pena por una cuestión técnica. Nosotros no estuvimos ahí, no les disparamos, fueron otros”. Los tres arrastran cuatro condenas por la triple fuga de General Alvear, ocurrida el 26 de diciembre de 2015, y una perpetua por el triple crimen de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, tres empresarios acusados de traficar efedrina que aparecieron muertos en una zanja de General Rodríguez el 13 de agosto de 2008.
“Necesité mirarlos a los ojos”, dice Yudati a Infobae.
-¿Fue difícil tomar la decisión para estar en esa sala frente a ellos?
-Los cuatro días anteriores, desde que mi abogado me avisó de la audiencia, fueron de nervios, de pensar en verlos y no saber cómo iba a reaccionar o cuánto me iba afectar.
-¿En un momento estuviste a punto de no ir?
-No, en todo momento tenía decidido asistir. Aunque admito que a medida que se acercaban las horas, y más con la tensa y larga espera en Tribunales, que ellos no llegaban, me puse muy nerviosa. Pero quise ir porque quería escuchar personalmente que se hiciera justicia y necesitaba cerrar todo esto. Una de las maneras era ir y verlos a la cara, aunque ellos jamás me miraron. Sólo en dos ocasiones vi a Cristian que me miró, pero bajó la mirada cuando le clavé los ojos.
-¿Por qué creés que no pudieron sostenerte la mirada?
-Ni siquiera me miraron. Porque saben que mienten. Ahora dicen que no estuvieron cuando en una nota que le dieron a Infobae, creo que el autor fuiste vos, Martín Lanatta dice que no nos tiró a matar porque era instructor. Martín jamás me miró, ni de reojo.
-En un momento, te quebraste.
-Si. Si si en un momento lloré, pero la verdad no quería ni llorar ni que me vean mal. Más por mi familia, que estaba en mi casa y vería todo. Tanto que a mi papá no le había comentado que iba, porque antes del hecho había tenido un ACV y no quería que se pusiera nervioso de antemano, si se enteraba que iban a estas ellos frente a mí.
-¿Por qué Fernando no fue a la audiencia?
-Con él quedó un vínculo muy fuerte. Nos vemos todos los días. Siempre enfrentamos todo juntos y me hubiera gustado tenerlo al lado mío como siempre agarrado de las manos, pero en ese momento estaba de viaje, por eso no pudo estar presente. Fue muy fuerte. Pensé que no iba a poder mirarlos porque cuando entraron fue muy fea la sensación... volver a verlos a los que tanto daños nos hicieron. Pasaron más de cuatro años, y sigo con problemas y rehabilitación.
-Además del estrés postraumático.
-Fueron muchos días de sueños, de malos momentos, de bronca, pero siento que por lo menos se hizo justicia. Tal vez esperaba más años, pero hoy pienso en mi familia. Mejor que fue un juicio abreviado porque mi mamá y mi papá se iban a poner muy nerviosos en un juicio oral. Acepté esto por mi familia.
-¿Seguís soñando con ellos?
-Tuve momentos que seguía soñando con ellos. Pero ahora no, como si verlos hubiese terminado con las pesadillas. Me sentí fuerte, y ellos nerviosos. Sin dar la cara. Mi vida por culpa del daño que me ocasionaron nunca más volvió hacer la misma. Soñé muchas veces que me despertaba tirada en la zanja con el grito de Fer que se iba a morir. Fue un momento muy duro que pasé, pero gracias al apoyo de mi familia y amigos salí adelante.
-¿Cómo fue tu renacer?
-Estuve cinco meses y tres días internada, pasé por 55 operaciones y después de los tres meses de estar en la clínica empecé apoyar de nuevo los pies. Después tuve cirugías que quedaba internada unos días y me iba a casa, pero cada operación me dejaba en silla de ruedas casi tres meses y es de nuevo a empezar, como una rehén que no camina. En lo laboral me dieron el retiro por incapacidad. Y hace unos días terminé una rehabilitación por el pie izquierdo, que se me hizo garra. Quizá deban operarme los tendones.
-Tu vocación era ser policía, ¿ahora qué te gustaría hacer?
-Este año, que estoy con menos rehabilitación, voy a buscar algo que me guste, ya que voy a tener más días debido a que antes me lo pasaba viajando a Capital. En un momento pensé en abrir un negocio, pero bueno, decidí esperar un poco para ese proyecto debido a la situación económica. Me gusta mucho manicuría, como para distraerme un poco. Pero lo que más me duele es no poder volver a mi trabajo. A lo que hacía antes. La Policía era todo para mí. Y ellos me quitaron la posibilidad de seguir con lo que tanto me gustaba.
-¿Qué recordás de esa fatídica madrugada?
-Nos encontrábamos con Fer haciendo operativos en la ruta 20, ya eran casi las 3:30. Casi no pasaban autos, cuando a las 3:40, más o menos, vimos que venían unas luces. Dijimos: “Paramos el último auto y nos vamos”. Venían a gran velocidad, Fer les hacía señas para que frenaran o disminuyeran la velocidad. Yo estaba más atrás de Fer. La camioneta paró de golpe y bajaron disparándonos, Fer se va para atrás y me tira a la zanja, ya que no teníamos lugar para cubrirnos en ese momento. No sentí el impacto, caímos los dos a la zanja. En ese momento pensé que iban a ir a terminar lo que empezaron, pero escuchamos que se fueron. Le dije a Fer que pidiera ayuda porque yo no me podía levantar, tenía las piernas con sangre. Él me decía que no podía. “Colo, me muero”; me decía. Y yo le gritaba que no, que él iba a poder, que era yo la que no podía. Y así salió de la zanja a pedir ayuda. Hasta el momento yo no había visto cómo estaba Fer, cuando llegué al hospital y lo vi, me quise morir. Gracias a Dios hoy está mucho mejor, pero dejó la Policía. A él le tiraron a matar. A mí me dieron con un FAL en las dos piernas. Y recuerdo bien a Martín y Cristian tirando.
-¿Por qué cree que ahora dicen que no fueron ellos?
-Por estrategia, porque las pruebas están. Además, en las primeras nota lo reconocen, dijeron que no querían matarnos, que tiraron para inmovilizarnos. El tema es que yo sí puedo mirarlos y con la frente bien alta. Otra de las cosas que me dio bronca es cuando Martín habló de humanidad, cuando ellos en ningún momento la tuvieron con nosotros. No podía creerlo, después de todas las que pasé yo y sigo pasando que hablara de eso.
-¿Los perdonarías?
-No, jamás podría perdonarlos. Mi deseo es ese que nunca salgan de dónde están. Que paguen por todo los daños que hicieron.
-¿Cómo cambió tu vida a partir de todo esto?
-Debido a esto no puedo ni correr, me da miedo si voy caminando y para un auto de golpe. Estuve mucho tiempo sin poder pasar por la ruta 20 hasta que lo logré y me largué a llorar. Incluso me pasa que cuando voy caminando y alguien se cruza para donde estoy yo, me da miedo por la inseguridad de no poder correr, no poder defenderme. Pero día a día trato de salir adelante. De seguir con mi vida lo mejor que pueda. Creo que con todo esto, algo se va a cerrar. Pero jamás me voy a olvidar, porque hasta mi cuerpo me lo recuerda todo los días con cicatrices y dolores, aunque lo sobrellevo. Y los 31 siempre son especiales. Los dos primeros los pasé en familia, uno me tocó en silla de ruedas. Estos dos últimos años decidí irme con mi prima a Carlos Paz como para cambiar un poco de aire. Quiero agradecer a mi familia, a mis amigos y el centro médico Fitz Roy, que hicieron todo para que yo hoy este bien y caminado. Pero, reitero, Martín Lanatta no pudo mirarme a los ojos.
Lucrecia Yudati no dejó de mirarlo. Lanatta, en su momento, dijo que no había visto la cara de la mujer policía y que no sabía que era mujer. En el juicio abreviado tampoco la vio.
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