“Año bisiesto, año siniestro”, dice un refrán popular.
Cada cuatro años, nuestro calendario, el gregoriano, añade un día extra a los doce meses habituales. A esas 24 horas, las ubicaron al final de febrero: el 29.
Es un día que, sin dudas, tiene mala prensa. Quizás tenga que ver porque los romanos vinculaban a febrero con los muertos: en ese mes celebraban las fiestas parentales. Su calendario, instituido por el rey Numa Pompilio en el siglo VII A.C., tenía 355 días, y desde entonces, febrero tiene sólo 28.
Julio César, más adelante, instauró el calendario que lleva su nombre, el Juliano, con 365 días, y agregó un día extra a febrero cada cuatro años. Pero lo colocó, sin número ni nombre, entre el 23 y el 24.
Pero no fue hasta 1582, cuando el Papa Gregorio XIII instaló el calendario gregoriano que usamos hasta hoy, que el día de más en el año se ubica en febrero y es el 29.
Desde entonces, los hechos desgraciados que acontecieron en los años bisiestos fueron remarcados por sobre otros. Aunque, claro, el sentido común indica que para que ocurran catástrofes naturales, tragedias ocasionadas por el hombre, o la muerte de personajes emblemáticos, el calendario no debería tener mucho que ver.
Sin embargo, con el arranque de este 2020, que trajo una pandemia tan terrible como el coronavirus Covid-19 y ya se cobró la vida de al menos 2867 personas y la infección de 84124, cuesta resistirse a enumerar qué sucedió en otros bisiestos. La nómina eriza la piel.
Se podría iniciar este oscuro listado con 1616, de luto para las letras universales. Ese año del siglo XVII registró la muerte de los dos mayores literatos de las lenguas inglesa y castellana, William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra. Se atribuye que ambos decesos tuvieron lugar el mismo día, el 23 de abril. Sin embargo, los ingleses adoptaron el calendario gregoriano recién en 1725. Aún se regían por el juliano cuando falleció Shakespeare. Por lo tanto, según la forma actual de calcular las fechas, en realidad murió el 3 de mayo.
Poco más de un siglo después, en 1792 y en Francia, fue inaugurada una de las máquinas de matar más simbólicas de la historia: la guillotina. Probada con ovejas y cadáveres, se usó más tarde para acallar a disidentes políticos. Bajo su filo rodaron 16594 cabezas. El primero, en aquel año bisiesto, fue un ladrón llamado Nicolás Pelletier. Recién se dejó de usar en 1977, cuando el ajusticiado fue un inmigrante tunecino, Hamida Djandoubi, sentenciado por torturar y matar a su novia.
También Francia se vio sacudida en 1812, cuando el ejército imperial de Napoleón Bonaparte perdió 600 mil hombres en una de las campañas más desastrosas de la historia militar mundial. El intento del emperador francés de conquistar Rusia fue detenido por un invierno atroz. Sólo 58 mil combatientes sobrevivieron. Esto marcó el fin del apogeo francés sobre Europa. Y poco tiempo después, Napoleón estaba rumbo a su exilio final en la isla de Santa Helena.
En 1912 tuvo lugar el hundimiento más terrible entre los transatlánticos, el del Titanic, un buque de la compañía White Star Line de Liverpool. Después de chocar contra un iceberg en su viaje inaugural desde Southampton (Inglaterra) hasta Nueva York, entre el 14 de abril y la madrugada del 15 se fue a pique. La tragedia fue mayúscula. De las 2223 personas que llevaba a bordo, murieron 1514. A partir de este episodio, las normas de seguridad en los barcos de pasajeros fueron cambiadas en forma radical.
En 1932 ocurrió uno de los secuestros y asesinatos más crueles de los que se tenga memoria. El 1° de marzo de ese año, Charles Augustus, el pequeño hijo de 20 meses de vida del aviador norteamericano Charles Lindbergh -primer piloto en cruzar el océano Atlántico sin escalas- fue arrancado de su cuna y muerto a golpes. El cuerpo del niño fue hallado dos meses después muy cerca de su casa. La autopsia determinó que murió por varias fracturas de cráneo. La investigación duró dos años y Bruno Richard Hauptmann fue hallado culpable y sentenciado a muerte. Lo ejecutaron en la silla eléctrica el 3 de abril de 1936… otro año bisiesto.
Ese mismo año se desató uno de los conflictos armados más sangrientos del siglo XX. La Guerra Civil Española enfrentó al gobierno de la Segunda República con los sublevados fascistas al mando de Francisco Franco. El motivo de la contienda fue el fracaso parcial de un golpe de estado que las Fuerzas Armadas lanzaron en julio de ese mismo año. Fue, para los historiadores, un banco de pruebas de lo que sucedió luego en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Los republicanos fueron apoyados por la Unión Soviética principalmente, mientras los nacionalistas tuvieron la asistencia de la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. Luego de dos años y ocho meses de combates, finalizó con la victoria falangista y la imposición de una dictadura que duró hasta la muerte de Franco en 1975. Murieron, entre ambos bandos, unas 500 mil personas.
En 1940, en Oswiecim, a 43 kilíometros de Cracovia, en Polonia, fue construido uno de los más oscuros sitios de la historia universal: el centro de exterminio de Auschwitz. Era, en rigor, una serie de campos de concentración urdidos por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Allí, las tropas de Hitler enviaron un millón trescientas mil personas, de las que murieron un millón cien mil. El 90 por ciento de ellas, judías. Hoy, en ese lugar, se levanta uno de los más estremecedores recordatorios del horror del que somos capaces los hombres.
El ámbito deportivo también se vio convulsionado por un crimen masivo que tuvo lugar en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972. Allí, once atletas israelíes fueron secuestrados y asesinados por el grupo terrorista Septiembre Negro, un brazo de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) que contó con la asistencia de bandas neonazis alemanas. Cinco de los ocho secuestradores fueron muertos en el intento de liberar a los rehenes.
Nuestro país, por supuesto, no puede faltar en esta nómina. El 24 de marzo de 1976 dio comienzo a la dictadura militar tras un golpe contra el gobierno democrático de Isabel Perón encabezado por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti. Se inició una política de terrorismo de Estado cuyo saldo fue de 30 mil desaparecidos. En 1985, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, y en un hecho sin precedentes, los integrantes de todas las juntas militares fueron juzgados y condenados.
Para finalizar este listado de hechos funestos, el siglo XX fue un muestrario de asesinatos de personalidades importantes del mundo de la política y el arte. Muchos de esos crímenes conmocionantes tuvieron lugar en años bisiestos.
El 30 de enero de 1948 fue asesinado Mahatma Gandhi en Nueva Delhi, India. Le disparó Nathuram Godse, un hinduista de derecha.
El 4 de abril de 1968, en el balcón del Lorraine Motel de Memphis, Tennessee, murió por un disparo en la garganta el activista por los derechos de los afroamericanos Martin Luther King. James Earl Ray, un ex convicto, fue hallado culpable y sentenciado a 99 años de prisión. Sin embargo, la familia de Luther King no creyó en su autoría y batalló, sin éxito, para encontrar al verdadero autor del asesinato.
El 5 de junio de 1968, en Los Angeles, Sirhan Sirhan, un palestino de 24 años, disparó y mató a Robert F. Kennedy, senador de los Estados Unidos, hermano del también asesinado John F. Kennedy, en el marco de las elecciones primarias en California.
El 8 de diciembre de 1980, en la puerta del Dakota, el edificio donde vivía en Nueva York, John Lennon fue muerto de cinco balazos a manos de Mark Chapman, un supuesto fanático suyo que aún sigue en prisión.
La lista, por supuesto es incompleta. Y cada uno podría agregar un hecho tenebroso a la misma. Como sea, para los supersticiosos, un año que venga con el 29 de febrero en el calendario siempre será motivo de preocupación.
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