La paranoia por el coronavirus crece minuto a minuto y no es para menos. Hasta el momento, se reportaron más de 2.700 muertes en todo el mundo; ninguna en los Estados Unidos ni en el continente americano. En Argentina, durante las últimas horas, tres personas quedaron en observación a la espera de que se confirme si tienen o no la enfermedad. Desde el Instituto Malbrán, donde trabajan para detectar casos en nuestro país, proponen ocuparse en vez de preocuparse.
“Tuvimos reuniones multidisciplinarias para ver cómo enfrentamos esta situación. No queremos que nos pase lo mismo que en 2009 con la Gripe A. Por eso estamos organizándonos: queremos estar preparados”, asegura Elsa Baumeister, jefa del Servicio de Virosis Respiratoria, en referencia a una posible pandemia de coronavirus.
Mientras caminamos hacia el Laboratorio de Seguridad Biológica BSL 2, Baumeister (que trabaja en la Institución desde 1994), advierte que este es un un problema de salud pública y que, por lo tanto, desde el Malbrán están trabajando en conjunto con el Ministerio de Salud y el resto de las provincias. Punto a favor: a diferencia de la Influenza, el coronavirus no afecta a los niños.
Llegamos al edificio donde están los Laboratorios de Seguridad Biológica BSL 2, BSL 3 y BSL 3A ANLIS “Dr. Carlos Malbrán”. A pocos metros, un cartel color naranja advierte: “Peligro biológico. Prohibido el ingreso a personal no autorizado”. Ingresamos a una antesala donde hay estantes para dejar la “ropa de la calle”, un perchero con delantales blancos y, más abajo, cajas con calzado anatómico.
A diario, los técnicos, biólogos y bioquímicos (en total suman 10) que trabajan en los casos sospechosos de coronavirus, deben cambiar su vestimenta antes de entrar al laboratorio por seguridad.
Una vez adentro, además de limpiarse las manos con alcohol en gel, se colocan una cofia, unas antiparras (para proteger los ojos), un respirador (“No es un barbijo”, aclaran) guantes de látex (si hace falta dos pares), un camisolín de material descartable (para protegerse de una posible salpicadura) y un cubre calzado, también de material descartable.
¿Cómo trabajan? Sentados en una silla con los brazos adentro de una Cabina de Seguridad Biológica Tipo 2. Son -explica Baumeister a Infobae- una herramienta esencial para el trabajo con patógenos, porque protegen a quien está investigando y al producto que se investiga. En ese sector se abren los paquetes que contienen los tubos con las muestras que llegan de los diferentes hospitales del país.
Dato clave: el lugar posee un sistema de flujo de aire continuo por dentro, que hace imposible la salida al exterior de cualquier patógeno que puedan manipular, así como la entrada de cualquier contaminante para las muestras.
¿Qué es lo que analizan? Muestras (que pueden ir desde un hisopado hasta un suero) que reciben en un triple envase. Como su nombre lo indica consta de tres envases: uno externo y rígido para proteger el contenido de golpes y roturas; y uno secundario que, en su interior a su vez, contiene los tubos con la muestra.
Una vez que se abre el triple envase se lo rocía con desinfectante (Virex). Luego, se toma una porción de la muestra recibida con una micropipeta y se la fracciona en tubos de menor volumen (Tubos Eppendorf). Después se evalúa presencia del virus para, finalmente, llegar a la etapa de diagnóstico.
Hasta el momento los casos analizados fueron catorce (el estudio puede demorar entre 24 y 48 horas) y todos dieron negativo. “Hay que bajar un poco el nivel de ansiedad que uno observa en los medios de comunicación. Hay otras patologías que ocurren y son también muy importantes. Por otra parte, tenemos una red de laboratorios con plataforma molecular en el país, y un buen sistema de vigilancia de infecciones respiratorias”, cierra Baumeister.
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