“El que tiene un porqué puede con cualquier cómo", son las palabras del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Durante mucho tiempo, Matías Ortiz, no encontraba ese propósito. Tardó una década, tuvo que quedarse en la calle, reinventarse y animarse a emprender para poder sentirse realizado.
Cuando tenía 17 años dejó San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, para estudiar traducción en la Universidad Nacional de La Plata, a 300 km de su casa. La carrera la hizo en tiempo y forma. En 2006 se recibió y, con título en mano, salió a diseñar su camino laboral. Pero no todo salió como lo deseado.
Hizo varios intentos frustrados para meterse en ese espacio que él había elegido y para el que se había preparado. No tuvo demasiada suerte: solo consiguió trabajos esporádicos y mal pagos. Entonces, en vez de seguir su vocación optó por probar en el mundo corporativo. “Las presiones de clientes tóxicos, la inestabilidad laboral y financiera me llevaron a aceptar un trabajo de oficina fuera de la traducción. Básicamente tenía que pagar las cuentas”, le confiesa a Infobae.
Los diez años posteriores los dedicó full time a su puesto en el sector de compras de una importantísima multinacional. “Al principio lo viví como un desafío hasta que dejó de serlo. No estaba haciendo lo que me gustaba. Estaba perdido, enojado y deprimido. Solo trabajaba por la plata. Quería sentirme realizado profesionalmente pero no sabía cómo hacerlo”.
En el medio de esa situación desmotivante conoció a Lucía Pereira Duarte, compañera de trabajo y también de futuros viajes. “Ella es licenciada en Recursos Humanos y en ese momento se desempeñaba como asistente de dirección. En 2014 empezamos a salir y hacer algunas escapadas, algo que nunca nos alcanzaba”.
El primer aire de cambio llegó con una propuesta laboral tentadora, el salto que tanto habían querido. Para eso debían renunciar a los trabajos en la multinacional e ir a una PyME con más desafíos, un ascenso de cargo, responsabilidades y también mejor sueldo. “Si bien la propuesta era muy buena, nos preguntábamos si no sería como dice el dicho: cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”.
Sin embargo, ellos no dudaron. Al contrario, confiaron. “En 2018 abandonamos una década de carrera, mi mujer llevaba seis para apostar”. Estaban ilusionados, pero al poco tiempo empezó la odisea. “La semana que nos incorporamos en la PyME el peso devaluó. La empresa, al igual que muchas, comenzó progresivamente a recortar personal. Antes de cumplir con los tres meses de prueba, por más que el dueño nos había súper motivado a ir a trabajar para él, nos terminó despidiendo”.
Se quedaron en la calle sin trabajo y con su proyecto de vida destrozado. Inquieto, pasó un mes repartiendo su CV por todos lados. "A los pocos días me llamaron de una empresa petrolera. Pero cuando salí de la entrevista, sentí que no quería volver más a esa vida”.
Ante el fuerte golpe y la incertidumbre por su futuro quiso tomarse un tiempo para reflexionar. “Me senté a pensar y reunir las piezas que habían quedado. Por un lado quería volver a mi profesión, la traducción, de la que me había alejado desde 2008 cuando entré a la multinacional. Pero por el otro, me daba mucho miedo”.
Investigó online y eligió invertir sus ahorros de 2 mil dólares en la formación de la Escuela Nómade Digital para ser emprendedor. “Quería comprobar ese mito de que podés ‘viajar y trabajar’. Lucía hizo lo mismo".
Entonces en apenas seis meses, se lanzó a su primer amor. “Desempolvé mi profesión como traductor público en inglés, esa que había abandonado. Pero lo hice distinto, me reinventé como redactor de contenido para emprendedores del desarrollo personal, como nómada digital y como emprendedor online".
Hoy vive de eso. En total factura 2000 dólares por mes. Cuenta con una comunidad de 1100 traductores suscriptos a su blog y a quienes ayuda con artículos, entrevistas, videos y con un servicio de mentoría personalizada. “En bolsillo me queda lo mismo que ganaba antes pero no tengo jefes, estoy en mi casa y puedo viajar".
También guía a otros a lanzarse al emprendimiento digital para mejorar su calidad de vida: "A los que están encerrados, con presiones y mal pagos -aclara-. Lo mejor de Letras Nomádas, como bauticé mi idea, es que tengo un propósito y puedo transformar a otros. Siento la gratitud de mis clientes, cosa que en una empresa jamás lo recibí”.
Además de la realización personal llegó lo más esperado: poder recorrer el planeta sin tiempos ni limitaciones. “Después de una década encerrado en la oficina, viajar y trabajar a la vez es un sueño hecho realidad. Dejé la rutina por la inexplicable sensación de levantarme en un lugar diferente en el mundo y, mate en mano, seguir trabajando”.
Lucía y Matías no paran. Ya estuvieron seis meses recorriendo México y ahora se dirigen a España.
Rápidamente aclara: “Estás de viaje, no de vacaciones. Esto fue lo primero que me costó entender. Cuando vas solo por turismo, vas libre por la vida, tenés todo el tiempo para pasear y disfrutar. Y como es un tiempo limitado y se termina, lo tenés que aprovechar al máximo. Pero yo viajo tranquilo y logro combinar rutina de trabajo con salidas, paseos y nuevas experiencias. Y justamente esto es lo atractivo de viajar sin pasaje de vuelta".
Matías es sincero: “Me encantaría poder decirte, como lo hacen los blogueros de viajes, que puedo trabajar desde una plaza con wifi o desde el lobby de un hostel. En mi caso necesito una silla, una mesa y un lugar tranquilo para poder conectarme con mis clientes”.
En sus destinos, para ahorrar y vivir una experiencia desde el corazón de cada lugar, hace el famoso intercambio de hospedaje en casas particulares: housetting. Los propietarios de una residencia eligen a personas (house sitters) para que cuiden su propiedad y sus mascotas mientras ellos se van de viaje. Esto te permite estar más tiempo en cada lugar, vivir de cerca las costumbres, además de estar en casas espectaculares y "vivir experiencias reales, no artísticas”.
La transformación fue 100% positiva. “Es increíble para mí tener hoy estas oportunidades... Pensar que hace un año era un bicho de oficina deprimido por haberme quedado sin trabajo".
Celebra los beneficios del nuevo rumbo.“Ya no tengo jefes ni presiones, ya no me preocupo por una calificación, por un bono o por un ascenso a fin de año. Decidí dejar de ser el que miraba pasar la vida por la ventana y me lancé a la aventura de disfrutar cada momento como si fuera el último. Tengo tiempo para seguir formándome y profundizando”.
Hace un largo silencio y suelta: “Quiero tener la libertad de estar donde quiero y cuando quiero”.
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