“Me siento como en la película La vida es bella. Vine con mi hijo y tengo que jugar a que la vida es bella, ahora estoy con Thanos, que es un personaje malvado de Marvel". Alejandro Marmo, el artista plástico argentino, creador de la Evita de la Avenida 9 de Julio y de varias obras que lucen en los Museos Vaticanos, intenta una broma mientras habla con Infobae.
Está en Roma, la capital de Italia, el país sobre el que el mundo puso el foco desde la explosión de casos de coronavirus en la parte norte de la península. Fue a presentar un libro que exhibe sus trabajos en el Senado de ese país y a reunirse con su amigo, el Papa Francisco. Pero nunca imaginó que, junto a su pequeño, quedaría atrapado por la psicosis: “Me siento entre Fellini y Hichtcock, la locura y la psicopatía".
Infobae tomó contacto con Marmo el miércoles temprano. Para ese momento, el artista nacido en el partido de Tres de Febrero mostró una sensación de cierta distancia que vivían los habitantes de Roma (ubicada en el centro de la península) de lo que pasaba en el norte del país, donde aparecieron los focos de contagio.
Sin embargo, ese mismo día todo cambió: el primer rumor que corrió era que podían cerrar el aeropuerto internacioal de Fiumicino. Y Marmo debe volar el viernes. Esa noche, Marmo escribió a este medio: “Entraron en psicosis mal. Están cerrando restaurantes. Encima cuando elegís una mesa en un lugar para tomar algo, de repente se sientan ciudadanos chinos, que se ríen y tocan todo y los italianos no saben qué hacer, los mozos andan con guantes de goma”.
Marmo fue testigo de cómo se expandió el miedo al virus en la capital italiana, a pesar de que por ahora no se registraron casos. De un día para otro, media población salió a la calle con barbijos, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud recomienda precaución al usar este elemento, ya que solo está recomendado para personas que tengan resfríos pero no sirve para protegerse.
Las autoridades italianas aconsejan los barbijos “sólo en el caso de estar enfermo”. Marmo observa todo a su alrededor con estupor: “Los medios están 24 horas con esto. El lado B es más interesante. Hay que abordar desde cómo se actúa más que que cómo se previene. Tuve reuniones acá y escuché cosas muy locas”, comenta.
Sin embargo, Marmo presentó ayer su libro en el senado italiano -cuyas obras retratan la unión de los centros y las periferias de los barrios, un clásico de su mirada artística-, donde no se hablaba tanto del coronavirus. “No te pedían barbijo, te pedían corbata, pero yo entré sin corbata y sin barbijo”, ríe el hombre, que visitó junto a su hijo al Papa Francisco, quien este jueves suspendió una misa porque está con un resfrío.
Durante su visita al Vaticano, Marmo notó mucha preocupación. “En Museos Vaticanos tomaron la epidemia con todas las prevenciones y vi que era serio el tema para los directivos y el personal”, comentó. Sobre la salud del Papa, el artista agregó que no observó nada extraño durante su encuentro: “No vi psicosis, vi mucha organización pese a la masiva concurrencia de turistas”.
“Es la incultura: el terror y la información. La fiebre es la psicosis. Cómo actuamos es la fiebre y cómo prevenimos es la duda. Acá en Roma sentimos que mientras se habla del tema te empieza a molestar una arena en la garganta e inmediatamente te tocás la frente, después te mirás al espejo y finalmente decís ‘¿qué estoy haciendo?’ Se vive en el modo Fellini y se actúa como si nos dirigiera Hitchcock", resume Marmo.
Casualmente, o no, mañana termina en Roma una muestra sobre el genial director de cine, autor de célebres filmes, como “La dolce vita” y “8 1/2”. Marmo cuenta su sorpresa cuando pasó por la puerta de la Biblioteca Angelica, el lugar sobre la Via di Sant’ Agostino, donde se desarrolla el evento: una foto de Fellini con barbijo, una imagen real del cineasta, que desde ayer anuncia la exposición.
“Hay sí, una simbología tácita y anónima en cada uno, que se presiente. Nos miramos. Nos observamos. Y hacemos como que “La vita e bella” y cada cual emprende el personaje de Bernini si esta con un niño, en una actitud para no pasarle terrores de tocar manijas de puertas o cubiertos”, resume Marmo.
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