Raúl Alfonsín transitaba su sexto año de gobierno y, una vez más, la inflación y la deuda externa ahogaban la Argentina. Se terminaba el Plan Primavera de Juan Vital Sourrouille. Terminaba marzo de 1989 y, esa vez, el Presidente eligió a un político de trayectoria para sentarlo en la caldera del Ministerio de Economía. Juan Carlos Pugliese, que había cumplido 74 años y provenía de Línea Nacional, la que lideraba Ricardo Balbín, apretó los dientes y le dijo que sí al hombre de Chascomús, el que había creado Renovación y Cambio, la oposición interna.
Faltaban solo 40 días para las elecciones presidenciales donde Carlos Menem se mostraba como seguro ganador y la economía le explotaba en las manos al gobierno. El martes 4 de abril, el viejo dirigente de Tandil, el hombre que había presidido la Cámara de Diputados durante los seis años de gobierno radical miró a los ojos a Alfonsín y dijo:
-Sí juro.
Tras la ceremonia en el Salón Blanco de la Casa Rosada, y tras una reunión con el presidente, Pugliese caminó los pocos pasos que lo distanciaban del Palacio de Hacienda para pasar revista a una Argentina que hacía aguas. Eran los mismos escasos cien metros que había recorrido 24 años atrás cuando también lo llamaron para cubrir una vacante. En efecto, ante la muerte de su ministro de Economía, Eugenio Blanco, Arturo Illia llamó a Pugliese para ocupar la vacante.
Pero la Argentina de 1965 se parecía muy poco a la de 1989. Todos sabían que Alfonsín cambiaba a un técnico por un político porque la muñeca argentina se valora cuando las matemáticas no dan respuesta.
Los fracasos anteriores
En efecto, Juan Vital Sourrouille era economista y se había hecho cargo de esa cartera en febrero de 1985 cuando la idea del propio Alfonsín y de su ministro Bernardo Grinspun era crear un club de países deudores para dar pelea a los acreedores externos tras el estado calamitoso de las arcas del Banco Central y de las cuentas públicas que le había dejado la dictadura militar.
Esa estrategia era difícil y Alfonsín decidió no confrontar con los llamados “capitanes de la industria” ni con los centros de poder financiero. Sourrouille tomó el ministerio con un febrero caliente donde el Indec marcó el 30% de inflación en ese mes de 1985. En pocos meses Argentina tenía el Austral en vez del peso y el nuevo ministro se mantuvo cuatro años en su puesto.
Eso sí, en abril de 1988, Argentina estaba de nuevo extenuada: el gobierno había decretado la moratoria del pago de su deuda externa. Por entonces nadie conocía el verbo reperfilar. Los precios se dispararon: en agosto la inflación alcanzaba el 27,6% mensual. Un porcentaje similar al que había limado la gestión de Grinspun en 1985. Tres años después los precios volvían a la misma, inconcebible, cifra.
En octubre de 1988, entonces, el gobierno de Alfonsín le dio luz verde a Sourrouille para poner en práctica un plan de salvataje, el Plan Primavera, cuyo objetivo primordial era llegar a las elecciones con la economía bajo un mínimo de control. El primer objetivo era moderar del aumento de precios con un acuerdo logrado con la Unión Industrial Argentina y la Cámara Argentina de Comercio. El segundo punto era un nuevo régimen cambiario, en el que el Estado intermediaba en la compra y venta de divisas, para intentar frenar la estampida del dólar.
El Plan Primavera duró poco. Los operadores cambiarios lo rechazaron. El plan no generó confianza en “los mercados” y, adicionalmente, a comienzos de 1989 el Banco Mundial dio un duro golpe: suspendió la asistencia financiera. Las alertas rojas se prendieron y el domingo 5 de febrero, el ministro Juan Vital Sourrouille, el presidente del Banco Central, José Luis Machinea, y el secretario de Hacienda del Ministerio de Economía de la Nación, Mario Brodersohn –con aval del presidente Alfonsín- decretaron un feriado bancario para lunes 6 y martes 7 de febrero. Ya se había iniciada una corrida masiva hacia el dólar.
Sourrouille y Machinea sabían que llegaba la hora de preparar las valijas. Para el Banco Central, Alfonsín llamó a quien ya había estado en ese puesto en los primeros años de su gobierno, Enrique García Vázquez. Para Economía buscó alguien más afianzado en la arena política que en los números y, sobre todo, que no soñara con subirse al bronce: ese era Pugliese.
Arenas movedizas
Apenas pasadas dos semanas de su asunción, el veterano dirigente de Tandil vio cómo el agua se le escapaba entre los dedos. Pugliese sabía que el arte de convencer era apenas un eslabón más de una cadena. Y, una vez más, era el eslabón débil. Los indicadores saltaban de nuevo. Los precios de la canasta básica se duplicaron en apenas una semana. Con una inflación galopante y con elecciones en apenas quince días.
Antonio Tróccoli, que había sido ministro del Interior de Alfonsín por cuatro años, y que acompañaba a Eduardo Angeloz en la campaña electoral, fue terminante:
-Lo único que nos queda es rezar.
La palabra de Jesús
Jesús Rodríguez, además de economista, por entonces era uno de los dirigentes de la Juventud Radical. En diálogo con Infobae contó los motivos que llevaron a Alfonsín al relevo en el Ministerio de Economía.
-Hay que tener en cuenta que era un hombre respetado por todos y eso resultaba clave en ese momento de clima electoral. Veníamos de tres intentos de golpe –los levantamientos carapintadas-, del intento de copamiento de La Tablada (23 de enero de 1989) y de cortes de luz programados. En ese contexto “de colección de calamidades”, Eduardo Angeloz (candidato a presidente por el radicalismo) quería diferenciarse a toda costa del gobierno.
Angeloz en vez de cargar las culpas sobre Alfonsín lo hacía sobre Sourrouille. Lo hizo en tres oportunidades de manera explícita.
-En ese ánimo de desacreditarlo, en un momento llegó a decir “le pegué entre ceja y ceja”. Ante eso, que llegó hasta los oídos tanto del Presidente como del propio ministro, Sourroille le dijo a Alfonsín: “no puedo quedarme un minuto más”.
Jesús Rodríguez se toma un momento para respirar:
-Si Alfonsín no lo desplazaba iba a parecer que no apoyaba al candidato del radicalismo.
-¿Cómo era la relación de Alfonsín con Pugliese, dado que ambos venían de sectores opuestos del radicalismo? –pregunta Infobae a Rodríguez.
-Excelente. No solo porque fue el presidente de la Cámara de Diputados más de cinco años. Quince años atrás, cuando los dos eran diputados nacionales, durante el gobierno de Illia eran muy cercanos. Fue, precisamente, en el momento en que Illia llamó a Pugliese para hacerse cargo de Economía.
Los números y el corazón de Pugliese
Cuando Pugliese se hizo cargo, el Tesoro podía pagar solo la mitad de los intereses de la pesada deuda externa. Las inversiones públicas y privadas estaban virtualmente paralizadas. La inflación de marzo había sido del 17% y de cinco puntos más en abril.
Cuando faltaban dos semanas para las elecciones, convocó a todos los líderes de los partidos políticos, difundió un mensaje por cadena nacional y dijo: “Estamos en una emergencia que no puede esperar al 15 de mayo (el día siguiente de los comicios)”.
Con las arcas vacías y los servicios públicos en manos de empresas estatales anunció un aumento de las tarifas que no caía bien en una sociedad que vivía cortes de electricidad programados. Además, a fin de aumentar la recaudación, creó un impuesto a las exportaciones industriales y agropecuarias del 30% que puso al empresariado más distante del gobierno de Alfonsín. Pugliese estableció otro feriado bancario, el tercero en dos meses, para que los operadores se adaptaran a las medidas que tendían a evitar la disparada del dólar. Si en febrero de ese 1989 un dólar valía 17 australes, a fines de abril había aumentado más del 350%: la divisa norteamericana cotizaba a 60 australes.
En la cadena nacional, advirtió que no se proponía "abatir la inflación de un golpe" y que sus palabras iban dirigidas a "contribuir a calmar los ánimos". El ministro reconoció, además, que "algunas de las cosas que debo hacer constituyen para mí un trago amargo".
Después de días febriles en la city porteña, cuando la timba financiera se mostraba indomable, el propio Pugliese reconoció públicamente que hablaba un idioma distinto al de los mercados. Pronunció una frase que quedó grabada, tanto para quienes lo tildaron de ingenuo como para aquellos que descreen que las sociedades deben rendirse al poder del dinero.
-Apelé al corazón y me contestaron con el bolsillo.
La hiperinflación de 1989, según el INDEC, llevó a que la pobreza pasara del 25% a comienzos de 1989 al 47,3% en octubre de ese año, ya con Menem sentado en la Casa Rosada. El trimestre mayo - julio de ese año el crecimiento de los precios constituyeron una espiral dramática difícil de comparar: la inflación alcanzó el 80% en mayo, el 110% en junio y el 190% en julio. Precisamente el 8 de julio asumía Menem. Anualizado, según el Indec, el aumento de los precios de aquel 1989 fue del 3.079,5%.
Los últimos días de Alfonsín
Pasaron las elecciones del 14 de mayo. Carlos Menem obtuvo 47,7% de los votos y Angeloz, pese a la debacle económica, sacó 37,1%. El traspaso de mando estaba establecido para el 10 de diciembre: en esas condiciones de fragilidad siete meses podían parecer setenta veces siete. Aún no se habían tendido los puentes entre los equipos de Alfonsín y Menem para acortar ese período cuando llegó el 25 de mayo de 1989.
-Nosotros habíamos convocado a que la militancia se hiciera presente en la Plaza de Mayo para cuando Alfonsín saliera de la Casa Rosada y cruzara a la Catedral para el Tedeum –cuenta Jesús Rodríguez-.
Para ese momento quedaba vacante el ministerio de Economía. Rodríguez, terminado el Tedeum, se fue a su casa. Al rato sonó su teléfono.
-Era Raúl (Alfonsín). Y me dice: “Gallego te tengo que pedir un favor”. “Sí, dígame Presidente”, le contesté. “Me tenés que ayudar a convencer a un amigo a sea ministro de Economía”. Después de un breve silencio, dijo el nombre del amigo: “Jesús Rodríguez”.
Pasados casi 30 años, Rodríguez no puede evitar reírse de aquel gesto de humor de Alfonsín en medio de un clima desolador.
-Y por supuesto le dije que sí.
Así Jesús Rodríguez fue ministro de Economía desde ese 25 de mayo hasta el 8 de julio, el día en que se produjo el traspaso presidencial
En cuanto a Pugliese, Alfonsín le pidió que, al dejar la cartera económica se hiciera cargo del Ministerio del Interior.
-¿Y cómo lo tomó? ¿Cuál era el ánimo de Pugliese?
-Estaba muy bien. ¡Había salido de la silla eléctrica!
Apenas dos años después fueron las elecciones para gobernador bonaerense. Terminaba el mandato de Antonio Cafiero y Eduardo Duhalde había dejado el sillón de la vicepresidencia para asentarse en el extenso territorio del principal distrito electoral argentino. El radicalismo, golpeado, tuvo al frente a ese abogado y economista de 77 años que no le temía a “la silla eléctrica”. Sacó el 23% de los votos frente al 46% de Duhalde. Exactamente un mes antes de cumplir 80 años, moría Juan Carlos Pugliese, el hombre que no temía hablar con el corazón.
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