Mario Bunge, el reconocido físico, epistemólogo y filósofo argentino murió este martes en Montreal Canadá, a los 100 años de edad. Su padre, Augusto Bunge, fue médico y diputado socialista, y su madre, Maria Müser, era una enfermera alemana.
Bunge se definía como filósofo realista, cientificista y sistemista. Era defensor a ultranza del realismo científico y en más de una oportunidad expresó públicamente su críticas a lo que denominaba pseudociencias entre las cuales incluía al psicoanálisis, el chamanismo, la homeopatía y otras medicinas alternativas.
Llevó una vida dedicada al estudio y la investigación, lo cual le valió varios reconocimientos. Recibió veintiún doctorados honoris causa, cuatro profesorados honorarios en Europa y América, el Premio Príncipe de Asturias, la Guggenheim Fellowship y dos Konex, entre otros títulos. A su vez, era miembro de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia y de la Royal Society of Canada.
Fue profesor de física teórica y filosofía, en la Universidad de La Plata y luego en la Universidad de Buenos Aires. Cuando se mudó a Montreal se dedicó a dar clases de lógica y metafísica en la Universidad McGill, donde se desempeñó como docente desde 1966.
Escribió varios libros, entre ellos La ciencia, su método y su filosofía, donde esboza las bases del método científico. También escribió La investigación científica, un manual publicado en inglés en 1967. Entre sus textos se destaca el Tratado de filosofía básica, donde busca abarcar todos los campos de la filosofía contemporánea, haciendo foco en el conocimiento científico.
Bunge explicaba que si visión filosófica podía resumirse en varios “ismos”, entre los cuales se destacan el realismo, el materialismo, sistemismo y cientificismo. Para el ensayista, el realismo científico abarcaba aspectos gnoseológicos (la realidad es intangible), ontológicos (las cosas existen más allá de que el sujeto las conozca) y morales (hay hechos y verdades morales, desde un punto de vista objetivo).
En cuanto al cientificismo, hace referencia a la idea de que para conocer la realidad hay que aplicar el método de investigación científica. Rechazaba lo que no pudiera ser validada por la ciencia.
Era materialista en cuanto a que sostenía que todo lo que existe es material y tangible. Y el sistemismo es la idea de que todo lo que existe es un sistema o parte de un sistema. En su obra se puede identificar la influencia de los sociólogos Gino Germani y Robert King Merton, así como del filósofo Émile Meyerson.
También se vio influenciado por el físico Guido Beck y los matemáticos argentinos Manuel Sadosky y Alberto González Domínguez. También, como él mismo reconoció, su padre tuvo una gran influencia en su su pensamiento.
Tenía una visión crítica de los filósofos existencialistas. “No se basan en la idea de vivir y entender el mundo. Desprecian la ciencia y la matemática. Es una doctrina sombría que sólo sirve para deprimirse, destruirse, destruir”, reflexionó, en una entrevista que le hizo Infobae en septiembre de 2019.
En cuanto a la educación creía que había que alentar el desarrollo del pensamiento crítico, la pregunta, el por qué. “El sistema educativo no exige pensar: sólo memorizar. Un concepto se retiene en la memoria, pero nadie se pregunta qué significa. Ni lo refuta, que es peor. Pero no es un mal exclusivo de la Argentina. En general, las ideas más importantes están ausentes en los programas”, dijo en aquella entrevista.
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