La odisea de una argentina que tardó 16 días en volver al país desde China por el coronavirus

Salió de Nanjing -donde reside desde hace un año y medio-, el 2 de febrero, y recién el 18 llegó a su casa de Alta Gracia, en Córdoba. Aunque cuando compró el pasaje no le avisaron, debió pasar un periodo de cuarentena en Seúl, Corea del Sur. Ni la compañía aérea ni la Embajada Argentina fueron solidarios con ella, cuenta. Ofreció limpiar y trabajar de moza para pagar la estadía, pero no consiguió empleo. La ayudaron sus compañeros de la universidad y sus padres. Cuenta que en China “entraron en pánico” por un combo de desinformación y noticias falsas, pero que “en cuanto pase todo, regreso a Nanjing para completar el Master que curso”.

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Surpik en China, junto a una compañera, en una campaña de educación para la salud antes que se desatara la crisis por el coronavirus.
Surpik en China, junto a una compañera, en una campaña de educación para la salud antes que se desatara la crisis por el coronavirus.

El largo viaje que trajo a Surpik Karabadjian de regreso desde Nanjing, China, a nuestro país, duró 16 días. Escapando del coronavirus -que ya mató a 2.236 personas y contagió a 75.465-, salió el 2 de febrero de la ciudad de ocho millones y medio de habitantes donde reside, ubicada a 537 kilómetros de Wuhan -el epicentro de la epidemia-, el 18 arribó a Ezeiza y ya está instalada en su casa de Alta Gracia, en Córdoba.

Surpik, de 31 años, reside en Nanjing desde mediados del 2018. Allí cursa un Master en Salud Pública y Salud Global en la Southeast University. Fue becada por el gobierno chino y seleccionada aquí en la Argentina, donde se recibió de Médica Veterinaria en la Universidad Nacional del Litorial en Esperanza, en Santa Fe, e hizo la residencia de Salud Pública Veterinaria en Bariloche.

La vuelta a su hogar cordobés “fue una larga odisea”, resume. “Tuve que pasar 15 días en cuarentena en Seúl, Corea del Sur, porque había algunas regulaciones en los Estados Unidos, donde debía hacer escala, y no dejaban viajar directamente desde China”, explica.

Con sus compañeros de la Southeast University de Nanjing
Con sus compañeros de la Southeast University de Nanjing

Esto la tomó de sorpresa, ya que cuando compró los pasajes nadie le advirtió esta restricción: “En China tuve que pasar varios controles, y lo mismo en Seúl. Pude viajar porque no tenía síntomas ni vivía en la ciudad de Wuhan o la provincia de Hubei, donde se inició el brote. Si eras de ahí no te dejaban pasar. Cuando volé a Corea se suponía que estaba todo bien. Pero, al parecer, justo cuando tomaba el avión esta normativa empezó a estar vigente. En Seúl estuve en un hostel. Me hicieron un chequeo al llegar y después seguí las recomendaciones que país tiene para este caso. Hice una vida normal, con el uso del barbijo en todo momento. La ciudad estaba empapelada con advertencias sobre la enfermedad”.

Su reclamo es porque “hasta el momento, nadie se hizo cargo de mis gastos en Seúl. La empresa aérea me dio muchas vueltas para confirmar otra fecha de vuelo, y no me ayudó en nada más. Llamé a la embajada argentina, me dijeron que tampoco tenían solvencia económica para apoyarme en este caso. Pude costearme la estadía gracias a mis compañeros que estaban en China y de mis padres, porque todo lo pagué yo. Incluso pedí hacer un intercambio por limpieza y busqué trabajar de moza, algo que hice acá en un par de restaurantes, pero sin visado de trabajo y por tan poco tiempo no conseguí.

Carteles advirtiendo riesgos y promoviendo conductas por el coronavirus en Seúl, donde hizo cuarentena.
Carteles advirtiendo riesgos y promoviendo conductas por el coronavirus en Seúl, donde hizo cuarentena.

Al llegar a los Estados Unidos, cuenta que en Migraciones “me preguntaron de dónde venía, dije Seúl y todo bien, pero tengo el visado de residencia chino y dije que el inicio de mi viaje fue ahí. Medio se bloqueó el funcionario, fue a preguntarle a otro, me hicieron transpirar un poco, pero estuvo todo bien”.

En Ezeiza, en cambio, nadie le dijo nada: “No me hicieron ningún control, ni me hicieron preguntas al respecto. Y yo tengo el visado de China. Supongo que fue porque venía desde los Estados Unidos, y saben que allá hay muchos controles sobre el tema. Lo que sí vi en Ezeiza fueron carteles e información para aquellos que vienen de China”.

Todas estas peripecias no la hacen desviar de su objetivo principal. “En cuanto pase todo esto vuelvo a Nanjing. Me iba a recibir a mitad de este año”.

Surpik aparece a los 16 segundos en el video que los argentinos residentes en China hicieron para que los compatriotas que residían en Wuhan fueran evacuados, lo que sucedió.

“Por mis estudios, ver cómo un país hace frente y resuelve esta situación me tocó -reflexiona-. Y también me dio pena ver cómo estamos como humanidad, como sociedad, hay mucho por evolucionar y aprender. Vi mucha intolerancia, discriminación y resistencia al otro. Hubo situaciones donde el virus fue la excusa perfecta para dar a conocer los sentimientos negativos que se guardan hacia el que es diferente. La gente relaciona con el virus a cualquiera que sea de China o de Asia. Y a mí, que no soy china pero pude estar en esa situación, nadie me dijo nada”.

-¿Cómo te enteraste de la existencia del coronavirus?

-El primer caso fue el 31 de diciembre, pero todo empezó a salir a la luz a finales de enero. Nos enteramos porque empezaron las medidas de prevención, y circularon noticias de un virus que provocaba neumonía. Al principio era sólo un virus nuevo, pero después se puso todo más estricto. Seguro que en Wuhan tuvieron noticias antes.

-A finales de enero ya había muertos. ¿Creés que ocultaron información?

-Por lo menos yo no me enteré hasta esa fecha. Los argentinos tenemos un grupo grande de Wechat (el whatsapp chino), que es fuente de información y consulta, y ahí empezó a circular el tema. La difusión se hizo mucho más grande cuando cuando se confirmó que se transmitía de persona a persona.

Información y alcohol en gel en plena calle en Seúl, donde debió permanecer en cuarentena.
Información y alcohol en gel en plena calle en Seúl, donde debió permanecer en cuarentena.

-¿Cómo fue tu vida cotidiana a partir de ese momento?

-Al principio se podía salir. Había restricciones para entrar a un supermercado o para circular en transporte público, ahí usábamos barbijos. Y después empezaron a tomar la temperatura en muchos lugares. Hasta que en los últimos días que directamente no se podía salir de los edificios donde uno vivía, lo que pasó en muchas ciudades. Eso me decidió a volver.

-¿Tenías contacto con su familia?

-Si, claro. Estaban preocupados, pero no por miedo al contagio, porque yo no tenía contacto con nadie. Pero sí por las medidas que China pudiera tomar para controlar el brote. No fue fácil. Yo vivo en una residencia universitaria, tenía mi habitación, pero no hay patio, nada. Otros tienen un campus, pueden salir a caminar… Igualmente, lo peor era no saber hasta cuándo seguiría ese encierro. Tengo compañeros que todavía están ahí, y la incertidumbre hace más difícil controlar el hecho estar entre cuatro paredes.

-¿Cómo viven los chinos esta situación?

-Con miedo. Hubo un combo importante de desinformación, mala interpretación y noticias falsas que hizo que entraran en pánico. Primero se suspendieron las clases, después los trabajos, y por último no dejaban salir de las casas. Calculo que con el tiempo, cuando vean que los casos van bajando, ese estado de temor disminuya.

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