Los feminismos marchan, cantan, hacen chistes, disputan y ponen pica y polenta en las relaciones sexuales y amorosas. Los varones parecen aferrarse a las parejas clásicas, huir despavoridos o resistirse a escuchar o a los cambios de época. La escritora y feminista española Coral Herrera Gómez plantea que son pocos los varones que están pensando o generando relaciones nuevas a partir de modificaciones en la intimidad y la política. Pero “que los hay los hay”.
¿Por qué son tan pocos los que escuchan los cambios de época? ¿Y qué están pensando los que, por lo menos (sin que nadie sea un modelo ni un ejemplo a imitar) están pensando?
“Gracias al feminismo pudimos conocer la desigualdad de género y entender que es una desigualdad y eso genera culpa. Esa culpa puede ser solo culpa pero también puede generar un contraataque”, explica, en términos deportivos, Ignacio Bogino, futbolista del Club Atlético Brown de Adrogué (en la Primera B Nacional) y escritor de una mirada única entre la reflexión y las charlas de vestuario.
Bogino avanza sobre la interpelación sexual del feminismo y da vuelta el tabú del colchón o la idea del sexo como partido. “En la cama también los privilegiados éramos nosotros porque estaba armada toda una industria para eso. En la sexualidad que teníamos y que ahora estamos tratando de desmenuzar siempre había algo de dominio y de abuso porque lo que se hacía era para que el hombre termine, goce y la mujer se dejaba en segundo plano. En cambio, hoy intentamos pasarla verdaderamente bien y gozar con la otra persona”.
“Si en la cama los dos no gozan es difícil. Porque por más que el hombre descargue no es lo mismo lo que se puede generar con dos personas deseantes. Y ese deseo aparece desde mucho antes. No es solo meter el pito en la vagina y se ve linda la imagen tipo película porno”, propone Bogino que tiene escritos una serie de cuentos sorprendentes sobre sexualidad y fútbol.
“Una vez en una pre temporada varios compañeros empezaron a hacer comentarios sobre la moza que nos servía la comida. Yo les dije que lo que estaban haciendo era medirse la pija. Estaban tratando de demostrarse que podían tener a esa mina que el otro quería y que eso era lo mas gay del mundo porque estaban cogiéndose a una mina para seducir al compañero. No entendieron un carajo, pero se quedaron mirando”, cuenta el jugador.
“Hay que transicionar hacía una nueva masculinidad”, propone el escritor Enzo Maqueira. Y la primera moción es que salgan de sus cuevas y empiecen a juntarse más: “A partir de los treinta y cuarenta años nos volvemos solitarios. Podemos sentir que algo pasa a nuestro alrededor, que los vínculos deben repensarse, que el lugar que nos enseñaron a ocupar ya no requiere de nuestros servicios. Pero es una tarea que ejercemos en soledad. No tenemos con quién hablar, compartir, pensarnos. Tampoco contamos con referentes visibles y estamos muy lejos de formar o ser parte de un movimiento”.
Maqueira desestima la aspiración a ser un winner que propone el hombre-hombre construido como un súper héroe que tiene que hacer todo, pero que se desinfla a la noche después de sacar pecho todo el día: “La construcción de la masculinidad hegemónica implica varones fuertes, agresivos y exitosos, pero sobre todo solitarios. El macho alfa, la aspiración que nos enseñan a alcanzar, debe ejercer su poder sobre las cabezas de quienes no están a su altura. Si bien la idea de una cofradía explica bastante bien los códigos que imperan al interior de un grupo de varones, la verdad es que esos códigos funcionan como un dogma y son casi todo lo que existe. Una charla de complicidad simplona y algunos chistes para evitar profundizar en las emociones. Cada macho subido a su trono, en armonía aparente con el resto de los machos. Rara vez hay lugar para conversaciones a corazón abierto”.
Las relaciones sexuales no se construyen por afuera de lo que la sociedad requiere de sus ciudadanos con fines económicos y productivos: “En tandem con las exigencias del capitalismo más salvaje, el patriarcado nos quiere competitivos, generadores de riqueza, alejados de emociones que sólo nos distraerían de nuestra labor: servir al objetivo de perpetuar la hegemonía del hombre y del capital. Competir para ser más fuerte, más rico, más importante. Para tener una casa grande, un auto moderno, una mujer (o muchas) joven y hermosa. El individualismo como filosofía de vida destinada a acercarnos al éxito que se nos promete. El tener para ser. Algunos lo logran; otros viven la frustración de no ser”, sigue.
Por su parte, el Doctor en Filosofía y psicoanalista Luciano Luterau plantea que existe una destitución de la masculinidad y en el libro “Galanes inmaduros, entre el sexting y el Viagra” (es de Letras del Sur y se presenta en marzo) interpela a los cuarentones a dejar un poco de tiempo laboral para poder apostar a relaciones amorosas que los fortifiquen en sus propios proyectos y no le huyan como a satanás de cualquier vínculo que pueda apoyar un hilo de cepillo de dientes.
“Nosotros, cada vez más, decimos que queremos deconstruir el amor, copiamos el gesto de ir más allá del amor romántico, pero estamos cada vez más acá con consecuencias que pueden ser preocupantes: la indiferencia, el desamor, la comodidad de quien ya no es soltero, sino que se denomina “separado”, es decir, una persona que se define por su relación anterior y que, por lo tanto, está blindado para cada nuevo encuentro”, escribe Luterau.
Luterau no se queda en la descripción y propone algunos caminos. En principio frenar la dependencia tecnológica y el casamiento (al que ahora más recurren los señores mayores) con el trabajo y no con nuevas novias o esposas, apostar más a la vitalidad que a la eterna juventud y relajarse con la presión de potencia en la cama.
“En la sexualidad masculina la potencia no es lo contrario de la impotencia porque después de haber asumido una relativa impotencia un varón puede ser potente. Por ejemplo, los chicos de 18 años tienen tanto miedo de ser impotentes que empiezan a tomar Viagra. Cuando se dan cuenta de que no pasan nada y no están tan enganchados con la presión de ser potentes es que logran ser potentes. La asunción de la impotencia te vuelve potente”, delinea Luterau.
“La impotencia y la eyaculación precoz son escenas temidas. Y por lo demás comunes. Y cuando ocurren, de algún modo u otro, la responsable es ella. ‘Es que sos muy linda’, argumentamos luego del estallido. ‘Es la primera vez que me pasa’, le insinuamos a la chica si se afloja el amigo”, describe Nahuel Prado, musicoterapeuta y humorista.
Él trabaja en “Pasaron cosas”, en Radio con Vos y en “Brotes verdes”, en C5N, y asume que el feminismo lo cambió. Y detalla las transformaciones: “Sin duda repensar la insistencia. Desde no insistir a la hora de dejar pasar primero a una mujer al subir al colectivo hasta no insistir a la hora de las propuestas en materia sexual. Me hizo bien abandonar el lugar de iniciativa, control y dominación en el ámbito de la vida sexual y afectiva. Al desasirme del mandato de ser el que lleva la relación sexoafectiva me pude liberar del peso que implica la búsqueda de garantías al acabar, penetrar, durar. Todos esos modelos de sexualidad empezaron a perder consistencia luego de que la insistencia de ‘ponerla sí o sí’ cediera”.
A veces el feminismo reclama más derechos y eso implica varones que estén dispuestos a perder privilegios. Pero hay mandatos que mejor perderlos que encontrarlos y escuchar es una buena manera de encontrar el deseo propio. Prado subraya: “Al escuchar el deseo de la mujer empecé a escuchar más a mi deseo que gritaba detrás de las paredes del mandato machista".
¿Por qué tan pocos varones mueven alguna ficha en sus relaciones sexuales y afectivas? El humorista reflexiona: “Creo que la dificultad que encontramos los varones heterosexuales para salirnos de nuestros rituales eróticos y afectivos está íntimamente ligada a los mandatos patriarcales. Una manera de no salirse de la lógica de ser el que lleva las riendas del acto sexual, de ahí que ‘siempre tenga ganas’, de que tenga como norte inexorable la eyaculación, de que le resulte extraña la mujer con iniciativa o deseante. Y sobre todo, que el placer femenino sea un misterio que no parece interesado en resolver”.
Se me baja
“Se me baja”, es la frase de época para desalentar a cualquier frase que queda enmarcada en la deserotización de las relaciones sexuales. ¿Se las baja que las mujeres sean deseantes y cualquier signo de avance de una compañera o pretendiente a compartir la vida, un rato o la cama? ¿La huida de la masculinidad de relaciones más comprometidas es porque le tienen miedo a la impotencia?
Luterau diferencia: “Hoy en día a los tipos no les interesa la potencia, sino la imagen de potentes. Por eso, hay tanta impotencia. Porque están separados de la potencia pero quieren mostrar una imagen de potentes. No viven el conflicto masculino de potencia, sino alcanza con la imagen. Igual que al varón seductor le interesa mostrarse como deseante antes que realizar un deseo. A ese tipo de varones no les interesa tanto el sexo sino pedir ser reconocido como deseante que, para los varones, es todo lo contrario de realizar un deseo”.
En el mismo sentido Bogino desnuda la cara más franca de la sexualidad masculina: las duchas después de los partidos. “Lo más importante es mostrar con quién estas y no si estás bien o mal o si tenes una buena relación”. ¿Bilardismo o menotismo? En la sexualidad también se juega la interna entre resultados o juego. Pero el problema es que antes solo se veía la tabla de posiciones desde el punto de vista masculino. Y ahora ya ese Prode quedo antiguo. “En el vestuario se muestra más el trofeo que cómo se gana el campeonato. Es lo que está en juego en el fútbol, el valor de ganar”.
¿Cómo pueden cambiar los varones en las relaciones íntimas?
Maqueira cree que no pueden generarse modificaciones sustanciales en las relaciones privadas si no se produce un cambio político y colectivo en la concepción, no solo de la masculinidad sino de la posibilidad de discutir sobre masculinidad sin caer en un agujero de tiempo y espacio a donde poder escuchar y ser escuchado.
“Ese cambio supondría renunciamientos, dudas, contradicciones, diálogos profundos, sensibilidad. Compañeros con quienes compartir hallazgos, dolores y experiencias. Lecturas que nos convoquen. Referentes. Nada de eso existe por el momento. Hace tiempo desde el feminismo se debate cuál debe ser el rol de los hombres en el movimiento, sin embargo creo que somos nosotros quienes tenemos que responder a esa pregunta”.
Hay que poder pensarse en conjunto. ¿Pero qué hay que dejar de lado para poder tirarse a una pileta en donde el agua ya no es solo de piratas fuertes y de sirenas con las piernas atadas?
“Los hombres que se atreven a iniciar un proceso de deconstrucción de las masculinidades impuestas, sobre todo, en el ámbito de una relación, tienen que romper con una serie de prejuicios. Sacarse de encima la idea del falo como eje del vínculo sexual. Entregar su cuerpo a goces vedados desde una perspectiva patriarcal. Aprender sobre el cuerpo femenino, pero también sobre el propio cuerpo; mucho se habla de lo poco que los hombres conocen sobre la sexualidad de las mujeres, el problema es que la mayoría sabe también bastante poco sobre su propia sexualidad, limitada, encorsetada y simplificada por la educación machista”.
En la cama era la puta y en la casa la esposa. ¿Cómo se sale de la separación de roles para las que un hombre buscaba a una mujer? “Hay que abandonar la idea de la mujer como propiedad y de virilidad como sinónimo de hombría, permitirse posiciones y descubrimientos sexuales jamás vistos en la pornografía hegemónica que resultan vergonzantes en una conversación entre amigos que, de todos modos, rara vez tendrá lugar. Y si los celos son difíciles de controlar para mujeres formadas en mesas de debate y discusión, ¿qué les queda a los varones a quienes nos dijeron que las mujeres nos pertenecen, que somos únicos, especiales, irrepetibles?”, propone el escritor.
Si se reclama que ellos piensen también hay que aceptar tirar una soga a los varones que piden help para entender como ubicarse y disfrutarse. Al menos, eso pide Maqueira: “Unos pocos hombres lo están -estamos- intentando. La mayoría apenas puede mantenerse a salvo en este caos en el que se convirtió el mundo que nos enseñaron. Y no podemos pedir ayuda porque, al igual que el llanto, es otra de las tantas cosas que tenemos prohibidas”.
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