Así preparan a la elefanta Mara para viajar al santuario de Brasil

Un grupo de entre cuatro y siete personas la asiste cada día para encarar el traslado a la reserva ubicada en Matto Grosso. El viaje puede llevar entre cuatro y seis días

Así preparan a la elefanta Mara para viajar al santuario de Brasil

“¡Mara, levantá!”, “Mara, la trompa!”, “¡Mara, soplá!” son algunas de las indicaciones que desde hace tres años recibe la elefanta de 50 años mientras se prepara para viajar al santuario de paquidermos de Brasil, en el medio del Matto Grosso o selva espesa, eso significa en portugués. En el mediodía de este miércoles 19 de febrero, cuando el sol del verano mezquino comenzaba a picar en la piel, Infobae fue invitado a presenciar el procedimiento diario que recibe la animal pronta a partir y fue el último medio (y persona ajena al equipo que la prepara) en ingresar al recinto y verla antes del inicio de la cuarentena.

Hace dos meses, exactamente el 19 de diciembre de 2019, se anunció oficialmente el traslado de la elefanta cuya salida se planea desde hace tres años y de cara a ella, este martes avisaron desde el Ecoparque porteño que iniciaba la despedida que incluye cartas con el deseo de buen viaje de quienes le quieran escribir. Mara dejará el recinto que ocupa desde el 16 de octubre de 1995 al final de marzo y hasta entonces el equipo de cuidadores y veterinarios seguirá tratándola y preparándola a diario para lo que viene: le limpian y desinfectan las patas, la entrenan para que acepte que le saquen sangre, le lavan la trompa y ese proceso termina con ella soplando en una bolsa; esto es para que cuando se le introduzcan una medicación sepa escupir para que ese líquido sea luego examinado.

Eso ocurre cada día en el interior del recinto de celdas en el que duermen las tres elefantas separadas. El procedimiento dura cerca de una hora en un clima amable y alentador porque el equipo conformado por 7 cuidadores y 5 veterinarios que se turnan pone lo mejor de sí para que Mara se prepare de cara al largo camino en ruta que la espera. Su traslado es uno de los más esperados por los animalistas de Argentina y pronto se hará efectivo.

Mara nació hace más de 50 años en la India y fue explotada en circos de Alemania, Uruguay y Argentina. En 1995 llegó al Zoológico de Buenos Aires.

Cómo preparan a Mara detrás del recinto de elefantes

Todos los días, Mara y las dos elefantas africanas, reciben cuidados. (Ecoparque)

Mara mira con un ojo y luego con el otro. Está detrás de unos barrotes de madera y un entretejido cuadrado de hierro delgado, y muy atenta a quienes la rodean. Se la ve tranquila prestando atención a cada una de las indicaciones que le dan. Del otro lado de esa estructura de unos 12 metros cuadrados están los cuidadores sentados sobre unos tachos de pintura vacíos dados vuelta. Se miran entre ellos y uno le avisa al otro qué hará. Mara atiende y entiende.

Cuando la primera pequeña ventana se abre, ella inmediatamente apoya la mano derecha. (Es inevitable sonreír al ver esa gran pata gastada de caminar sobre un terreno que no es le es propio y que pronto pisará otro terreno)... Le liman las uñas redondeadas, raspan la planta de sus pie con sumo cuidado y enjuagan. Luego lo pondrá en un fuentón azul que contiene un litro de pervinox rebajado con agua. Allí lo reposará por 15 minutos para que la asepsia limpie las grietas naturales de sus patas que parecen enormes huellas digitales que, al igual que las humanas, cada elefante tiene zurcos únicos. El procedimiento se repetirá tres veces más.

Mientras cada uno de ellos se realizan, Mara presta atención. Cada tanto mofa, gira, camina un poco y vuelve contra la reja para ser recompensada por su obediencia. Allí hay un grupo de entre cuatro o cinco cuidadores trabajando con ella, según el comportamiento que se esté entrenando varía el número de asistentes llega a siete.

Ante la presencia de Infobae —último invitado para estar al lado de Mara antes de la cuarentena que llevará un mes— la elefanta recibe palabras de cariño y le avisan cada una de las cosas que le harán. Del otro lado de ese recinto interno, las elefantas africanas que promedian los 30 años esperan su turno para ser acicaladas. Kuki, una de ellas, no puede contener la ansiedad y lo hace saber asomando su trompa y dando empujones al portón que divide ese espacio con el exterior. Cuando terminen con Mara, entrará junto a su hermana Poli, pero antes irá por una rueda de tractor que usa como “peluche”.

Antes de la cuarentena: Mara pasa sus últimos días en Buenos Aires. (Ecoparque)

Volviendo al procedimiento que realizan a Mara: uno de los cuidadores le pide que se acerque, luego que se aleje o le indica que ofrezca una mano y la otra. Hay otro que hace la limpieza apenas le enjuagan cada pata o ayuda al veterinario que, si está haciendo un trabajo muy técnico como limpiar el zurzo de un pie, limando una uña o trabajando con la trompa, a veces no puede ver el resto del cuerpo de la elefante. Uno más le da comida y la contiene. “Por eso es importante que, por una cuestión de seguridad, siempre estén asistiéndose y comunicándose entre ellos, contándose qué le hace y qué sigue. En general uno avisa al otro “la voy a pinchar”, “la voy a raspar”, “la voy a lavar”, etc., para que en caso de que tenga alguna reacción todo el equipo esté preparado para saber cómo contenerla”, cuenta a Infobae el veterinario Guillermo Wiemeyer, gerente de Bienestar Animal del Ecoparque porteño que la acompañará hasta el santuario de Brasil.

“El trabajo con Mara tiene más de 4 años", asegura el médico mientras mira atentamente cada acción de los cuidadores y se remonta 25 años atrás: "En 1995, cuando llegó como decomiso del Circo Rodas, Mara tenía entrenados comportamientos propios del circo y conductas que no tienen que ver con el cuidado animal y de alguna manera lo aprovechamos y adaptamos a sus propias necesidades y para que nos permita limarle las uñas, cuidar las plantas de los pies y todo lo que estás viendo”.

Wiemeyer dice que el entrenamiento más fuerte, con fines del traslado, comenzó hace tres años. “Desde que supimos que era factible que se fuera empezamos a entrenarla para tomar muestras del lavaje de la trompa, para hacer cultivo de bacterias, practicar inyecciones y extracción de sangre”, revela y asegura que “ella tiene un plan de medicina preventiva durante todo el año, independientemente de lo que es el traslado”.

El médico que también acompañó en su traslado al santuario Center of Great Apes a la otrangutana Sandra —que el 14 de febrero cumplió 34 años lejos del cautiverio— señala a que muchas de las maniobras para sacarle sangre a Mara “forman parte de su rutina” y que ahora la aplican para tener una muestra “que certifique que está libre de enfermedades con los fines del traslado”.

Cómo es el procedimiento diario que realizan los cuidadores de Mara

Mara recibe cuidado podológico todos los días: limado de uñas, pediluvios para permitir que los antisépticos ingresen a la planta del pie y recibe los entrenamientos para la extracción de sangre, limpieza de las glándulas, lavaje de trompa tres o cuatro veces por semana, según la necesidad y cómo esté respondiendo. (Ecoparque)

Los cuidadores coinciden en que a Mara le gusta colaborar con el momento de los cuidados y el veterinario que irán junto a ella cuenta que como la elefanta fue usada en un circo hasta sus 25 años aún tiene comportamientos de entonces, pero que “como paradigma opuesto a que si no ejecutaba determinado comportamiento recibía un castigo acá se trabaja con ella con refuerzos positivos: le ofrecemos algo para ayudarnos a cuidarla y a cambio recibe gratificaciones (un baño, partes especiales de la dieta, mimos o algún tipo de refuerzo positivo) y siempre puede elegir colaborar o alejarse. Si se aleja igual recibe la dieta y los cuidados, pero ella elige en qué momento del día lo hará. Generalmente busca voluntariamente ese momento porque para ellos es una interacción muy rica”.

Mara recibe cuidado podológico todos los días: limado de uñas, pediluvios para permitir que los antisépticos ingresen a la planta del pie y recibe los entrenamientos para la extracción de sangre, limpieza de las glándulas, lavaje de trompa tres o cuatro veces por semana, según la necesidad y cómo esté respondiendo.

Resumiendo todo el procedimiento con el que Mara colabora, “recibe cuidado podológico todos los días: limado de uñas, pediluvios para permitir que los antisépticos ingresen a la planta del pie y recibe los entrenamientos para la extracción de sangre, limpieza de las glándulas, lavaje de trompa tres o cuatro veces por semana, según la necesidad y cómo esté respondiendo”.

—¿Qué secuelas físicas le quedaron de los años en el circo?

—Mara tiene una muñeca desviada porque la encadenaban, aparentemente para dormir. Si la mirás bien, se le nota que tiene una mano doblada y eso hace que distribuya el peso de una manera anormal.

—¿Eso qué le provoca?

—Hace que las uñas y las plantas del pie se desgasten mal, por eso requiere una atención diaria para evitar problemas nuevos.

—Apenas abrieron la pequeña compuerta, Mara introdujo sola una mano ¿cómo se logró que interprete que tiene que hacerlo y que se quede tranquila durante el procedimiento?

—Esos son procesos largos que requieren mucha paciencia y del trabajo con refuerzos positivos, como te explicaba antes. Al principio le pedimos que se acerque y a recompensarla por hacerlo; luego a pedirle que mueva un pie o una mano y cada vez que lo hacía se la reforzaba o premiaba para explicarle qué significan los comandos que le damos, sean verbales o gestuales. Es un trabajo que lleva meses construir y que no tiene descanso, por eso hay un equipo tan grande de gente involucrada. Es un trabajo que jamás podría hacer una persona.

El traslado de Mara se hará por tierra recorriendo una distancia de aproximadamente 2.700 kilómetros (entre Buenos Aires y Chapada dos Guimarães, la ciudad cercana al Santuario) y demandará entre cuatro y seis días, con paradas periódicas según la necesidad del animal.(Ecoparque)

—¿Hace cuánto tiempo este equipo trabaja con ella?

—Hay cuidadores que trabajan con ella desde hace seis o siete años. El promedio de cuidadores con ella es de cuatro años. Hay gente los siete días de la semana haciendo este trabajo y con esta paciencia. En resumen son siete cuidadores en este sector y cinco veterinarios involucrados para este trabajo que lleva mucho tiempo construir y que llevaría muy poco tiempo arruinar porque si se cambia el espíritu con el que se trabaja o aparecen los castigos todo se derrumba fácilmente.

—Vos ¿hace cuánto tiempo trabajás con ella?

—Hace 15 y esto son momentos en los que todos estamos todos un poco contrariados porque intelectualmente sabemos que va a un lugar que le va a ofrecer posibilidades que acá no tiene, desde la interacción social con otros elefantes para desenvolverse con comportamientos que son propios de la especie hasta de pasar a vivir en un recinto de 2 mil metros cuadras a uno que tenga 10 hectáreas, el cambio es sustancial. Por su puesto que lavamos a extrañar, pero valoramos que tenga la posibilidad de elegir aunque viva bajo cuidado humano y no pueda elegir todo, pero a medida que se le ofrezca un rango de opciones mayor estará mejor.

(Mientras le limpian las patas se escucha que Kuki, una de las elefantas africana empuja el portón que separa el ambiente externo del interno) ¿Por qué no llegó a tener una buena relación con las otras elefantas?

—Porque son especies distintas que ocupan lugares geográficos distintos y con temperamentos muy dispares. En general, la convivencia entre elefantes asiáticos y africanos nunca termina bien. Hubo un tiempo en el que sí convivió con ellas porque eran juveniles, entonces se generaba una jerarquía y vinculo distintos, pero cuando maduraron se las separó porque no conviven porque tienen temperamentos distintos.

El veterinario dice a Infobae que Mara se va del Ecoparque pesando entre tres toneladas y media y cuatro, el peso promedio para los paquidermos asiáticos. Se alimenta comiendo entre 100 y 130 kilos de una mezcla de fardo seco con frutas y verduras, esa cantidad es distribuidas a lo largo del día no sólo para que pueda elegir en qué momento comer y qué sino para mantenerla alerta, buscando y que no sea un momento en que solamente coma sino que reproduzca el comportamiento natural de estar permanentemente buscando su alimento.

Los desafíos que le quedan son el cambio de la dieta entre lo que hoy recibe y su adaptación al santuario que va a requerir un proceso gradual y la cuarentena que dura aproximadamente un mes.

Durante ese periodo “tenemos que restringir su contacto con otros animales y personas, por eso se asigna un grupo específico de gente, se restringe el acceso a este sector, se le hacen pruebas de salud (muestra de sangre, de cultivo) para certificar que está libre de determinadas enfermedades que son las que pide el gobierno de Brasil y certificando que está sana y que en el último mes no tuvo contacto ni con otros animales ni con gente que pudiera trasmitirle algo. Ahí se obtiene el permiso sanitario de sanidad para cruzar la frontera”, cuenta Wiemeyer.

Cumplida esa etapa, el momento esperado.

Cómo será el traslado de Mara: de Palermo al Santuario de Elefantes de Brasil

Los últimos días de Mara en Buenos Aires

“Estamos nervios y muy ansiosos”, admite Mariano Narváez, cuidador desde hace dos años que no puede evitar mirar a Mara y que sus ojos se llenen de lágrimas. “Vamos a extrañarla, pero es por su bien. Allá va a estar mejor”, aseguras otro de los trabajadores mientra extiende su mano para que la elefanta coma trozos de zapallo.

Al cumplirse la cuarentena, Mara subirá por sus propios medios a la caja 5 metros de largo por 3,20 de alto y 2,00 de ancho. Allí recorrerá por tierra, aproximadamente, 2700 kilómetros (entre Buenos Aires y Chapada dos Guimarães, la ciudad cercana al Santuario). Al llegar, estará inicialmente alojada en un sector que será más chico al resto del lugar hasta que se habitúe al nuevo espacio y a la presencia de otros elefantes. Luego se irá ampliando la utilizaciones que pueda hacer de las instalaciones del santuario.

Todo el trayecto será acompañada por un equipo técnico del Ecoparque y se sumará el especialista en elefantes Scott Blais con parte del equipo del santuario. “Como será un viaje largo que dure entre cinco o seis días, la idea es que haya un equipo dispuesto a cubrirle las necesidades que tenga y a resolver problemas en caso de que surjan”, explica Weimeyer al tiempo que asegura que “el tiempo final del viaje dependerá de Mara, de cuán nerviosa o no se ponga, de cuántas paradas necesite, de cómo acepte el alimento. Es dificil dar un tiempo exacto porque será ella la que marque los tiempos”.

Mara irá al Santuario de Elefantes de Brasil ubicado en el estado de Mato Grosso, el primer santuario de este tipo en América Latina, que se encuentra conducido por Global Sanctuary for Elephants (GSF) y por la organización Elephant Voices. Su misión es proteger y proporcionar un ambiente acorde para elefantes que anteriormente estuvieron en cautiverio.

En el camino habrá paradas que “se harán para chequear que Mara esté bien, si quiere consumir agua, alimento o para ver si está nerviosa, si necesita descansar del movimiento del trasporte. Paradójicamente, este es uno de los pocos momentos en su vida en los que le jugará a favor haber estado en un circo porque tiene entrenamiento para viajar en trasporte terrestre que se mueve y que sea bastante alto. Seguramente lo tolere mejor que otro elefante que nunca se subió a una caja de trasporte”, analiza el veterinario mientras del otro lado del portón la elefanta Kiki insiste en que es su turno de entrar a recibir un raspado en sus patas.

En caso de que Mara esté nerviosa, alguien del equipo interactuará con ella para bajarle los niveles de ansiedad y cuando se calme se reanuda el trasporte.

“Mara nos movió el piso a todos porque es muy querida, pero a pesar de las sensaciones encontradas estamos felices por ella porque sabemos que se va a un excelente lugar y que allí será feliz”, dijo uno de los cuidadores mientras la miraba con una sonrisa de emoción porque saberse parte del equipo de personas que la preparó para que deje su vida en cautiverio.

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