“Si te agarro con otro te mato/ Te doy una paliza y despues me escapo / Dicen que yo soy violento / Pero no te olvides que yo no soy lento / Dicen que yo soy celoso / Pero no te olvides que yo fui tramposo / Si te agarro con otro te mato / Te doy una paliza y después me escapo”, cantó Cacho Castaña.
El cantante tenía 77 años y falleció en octubre del 2019. “Si la cantáramos hoy estaríamos hasta las pelotas”, había reconocido. Y también defendió: “Una canción no te lleva a matar a nadie”.
Pero, en la propia canción Castaña ya se atajaba de las críticas: “Dicen que yo estoy errado/ Los que dicen eso porque nunca amaron / Dicen que es tiempo perdido / Lo dicen de envidia, porque estás conmigo / Si te agarro con otro te mato / Te doy una paliza y después me escapo”.
¿El amor es celos extremos, posesión explícita, amenaza, golpes y muertes como una ofrenda? ¿El amor es estar con un hombre de más experiencia que quiere que la mujer sea suya o de nadie? ¿El amor es tener miedo? ¿El amor es estar con un hombre que estuvo con muchas mujeres? ¿El amor de verdad es violento?
En la semana de San Valentín, donde los corazones rojos laten con la pasión de poder pensar el amor, reírse de lo que una fue capaz de bancarse por un ex, cuestionar a donde llevan los mandatos y ver a un auto escrito con frases irónicas como “Que tu ex te likee esto también” el amor romántico está cuestionado.
¿Pero qué es lo que se cuestiona? ¿Querer tanto a alguien que un mensaje alegra? ¿Extrañar hasta en presencia la vida que se siente mejor abrazada? ¿Mirar cuando se mira de a dos? ¿Sentir un suspiro cuando en los Oscar una actriz dice que su esposo es su amante, el mejor padre para sus hijos y su mejor amigo? ¿Recibir o mandar flores y bombones? ¿Sentir que la noche es mejor si la fiesta es con los dedos sueltos o enlazados pero en contacto?
En realidad lo que se cuestiona es como, desde las telenovelas (“Amo y señor”, nada menos, con cachetazos dando vueltas las caras y las protagonistas llorando a rímel corrido), las canciones (“si te agarro con otro te mato”) y los dibujos animados (“La bella durmiente” resucitando solo a partir del beso del príncipe esperado) las mujeres fuimos adoctrinadas a aguantar el maltrato, esperar ser redimidas por un varón y dar nuestro tiempo, dinero, sentimientos y tiempo en pos de ser queridas.
“Dicen que soy absorbente / Porque siempre quiero tenerte presente / Dicen que soy muy antiguo / Si te agarro con otro te mato / Te doy una paliza y después me escapo”, seguía Cacho. Y, por supuesto, no se trata de faltar el respeto -ni dejar de comprender el dolor de la muerte de una una persona ya fallecida- sino de retratar una época en la que se decía (¡y se cantaba!) con todas las letras una amenaza de asesinato como si fuese un piropo.
En Argentina hubo 327 femicidios desde el 1 de enero al 30 de diciembre del 2019, según el monitoreo del Observatorio “Ahora que sí nos ven”. En el 63 por ciento de los casos el asesino le había dicho “te amo” alguna vez a su víctima ya que los femicidios fueron cometidos por las parejas o ex parejas.
“Casi la mato señor juez / No me arrepiento es la verdad / Yo se que usted va a comprender / Como se puede perdonar esa traición / La encontré con otra mujer entre sus brazos / Si fuera con otro hombre no importaría / No comprendí esa ironía de la vida / Disparé sin importarme si moría / Y diga señor juez que haría en mi lugar / Al ver su vida así desvanecer”.
La apología del femicidio por lesbofobia es una canción de Los Chakales que se llama “Casi la mato” y que muestra a un preso por tentativa de femicidio explicándole al magistrado de la causa que ella tenía sexo con otra mujer y que eso era un justificativo para asesinarla y que el Señor Juez (en complicidad de pacto de caballeros que no se podría tener con una jueza) debía ser compasivo. Además, subía la apuesta a que si salía en libertad la iba a asesinar. No más pruebas, Señor Juez.
Es muy difícil pensar que más allá de la línea entre música y acto una cultura femicida no produzca apología de la violencia machista. En México, el cantante Gerardo Ortiz grabó un video con la canción “Fuiste mía” en la que él encuentra a su amante con otro hombre y la asesina en el baño entre imágenes de violencia explícita.
“Hay que deconstruir de raíz una sociedad que está estructurada en base a las desigualdades y asimetrías de género; es un proceso que requiere de tiempo y de la presencia del Estado. Los femicidios son la punta del iceberg de los distintos tipos de violencias que reproduce el sistema cultural machista en el que vivimos”, evalúa Raquel Vivanco, Presidenta del Observatorio de las Violencias de Género “Ahora Que Sí Nos Ven”.
¿A dónde va el amor?
“Por momentos en las mutaciones que están operando en las relaciones sexoafectivas aparecen dos polos: o el encierro que tiene mucho de normativización en relaciones monógamas y, por otro lado, el modo más libre pero al mismo tiempo que pone a disposición sin cuidado de nuestro propio inconsciente y nuestras sensibilidades el propio cuerpo y el de las otras personas involucradas”, reflexiona la escritora y activista feminista María Pía López y autora del libro “Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates”,
“La mujer que al amor no se asoma no merece llamarse mujer, como un leño que no sabe arder”, cantaron todos los cantantes de boleros que se preciaban de románticos y que, en realidad, le sacaban una categoría de género a las mujeres que no eran amadas o le ponían fichas a las mujeres para que logren llegar a la jerarquía del amor como un status imprescindibles para no ser negadas como mujeres.
Mientras que Ricardo Montaner intenta modelar, suavizar o hacer que bajen la cabeza a las chicas power de la última generación con la amenaza moderna de “Se van a quedar solas”. En la canción en la que intenta que ella aguante y que no sea tan peleadora le advierte: “¿Qué vas a hacer ahora? / Que el tiempo no nos sobra / ¿Qué vas a hacer mañana? / Si ya no hay mañana, si te quedas sola / ¿Qué vas a hacer ahora? / Después de abrir la herida / ¿Qué va a pasar después?”
La cosa sigue porque si las mujeres pelean porque ellos hagan más tareas del hogar, les exigen fidelidad o atención, piden hacer su propia carrera personal y todo –o cualquiera de esas cosas- genera conflicto ellas tienen que conocer que se enfrentan no a un nuevo desafío, sino a un callejón sin salida.
“Cuando se vaya el tren y no haya más salida”, canta Montaner. Y deja una metáfora lapidaria para poner un bozal a los reclamos feministas: “¿Qué vas a hacer? / Cuando mi invierno sea primavera / Cuando me quieras y yo no te quiera / Cuando ni el perro esté esperando afuera”.
Ladran Dulcinea que ya los molinos de viento no son solo de los caballeros
Las mujeres ya no somos –ni queremos seguir siendo- lo que fuimos. Si una de las partes cambia radicalmente porque puede elegir con quién estar, cómo y cuándo es lógico que la otra parte también se mueva. Aunque ahora no se trata de un binarismo de subibaja entre varones y mujeres con la opción de navegar por las opciones de la diversidad sexual y el sexo fluido. De todas formas, el enorme cambio de las mujeres y disidencias sexuales en el Siglo XXI sacude a los varones. Igual que en un dominó, el movimiento de una ficha influye en cómo se para o se caen en fila las otras piezas del juego amoroso.
El feminismo del goce propone que los cuerpos feminizados puedan disfrutar del amor y no solo desearlo, padecerlo, aguantarlo y trabajarlo. El modelo de amor (o pseudo amor) en el que las chicas son solo muñecas con oxígeno encerradas en su casa, sumisas en el sexo demandando, aconsejadas a aceptar infidelidades, mantenidas o trabajadoras sin reconocimiento ya fue. Y no es que haya dejado de pasar, sino que –al menos- ya no forma parte de lo que se desea y se propone como un amor deseable.
¿Qué otras propuestas aparecen fuera del amor romántico clásico? “Apareció la idea de una responsabilidad afectiva. Esta idea tiene algo casi contractual que se acerca a los problemas que tiene la idea de consentimiento. Es decir supone a un tipo de individuo con capacidad de definir racional, intencionalmente e individualmente sus decisiones casi como sujeto de contrato. Tanto en el consentimiento como en la idea de responsabilidad hay un fondo muy liberal”, objeta Pía López.
Pero ella no solo es crítica, también propone un amor con cuidados, fuera de la idea de normativizar los sentimientos y de ejercer dolor en el otro/a como si la crueldad fuera neutra.
“Si partimos de la idea de que todes somos frágiles y vulnerables, en el sentido en que necesitamos de otres para desarrollar nuestras vidas, no somos nunca ese individuo pleno, intencional consciente que puede responder contractualmente, sino que somos todo este entramado y ahí vivimos. Lo que hacemos es cuidarlo: vínculos sexoafectivos, a hijes, a amigues, a hermanes, a padres, al conjunto de seres con quienes enredamos nuestra vida. Como vivimos en esta red no podemos pensarnos solo como sujetos de contratos, por eso prefiero el concepto de cuidado porque es algo que hacemos todo el tiempo”.
La investigadora propone salir del liberalismo y del yo-yo moderno para pensar pluramelmente formas amorosas de vincularnos. “A veces parece que nos colocamos en una especie de autosuficiencia, autonomía y la idea de que mi cuerpo es mío. Me parece que es relevante hacernos carne de la experiencia de cuidado que es muy sostenida en nuestras vidas y ponerla en juego en nuestro modo de vivir la pareja”.
En realidad lo que está en jaque no es el amor romántico, sino el amor violento porque lo que entendemos por romanticismo –cariñoso, atento, cortes, gentil, mimoso, regalón, goloso, empalagoso- no es lo que se critica, sino lo que se puede elegir y seguir sosteniendo o modificar. A gusto y piaccere. Porque no es una época de muñecos de tortas, sino de elegir el gusto de cada postre a elección.
Un feminismo cachondo puede optar por muchos abrazos o por una distancia prudencial con el contacto necesario (y el más gustoso); hablar mucho o poco; pedirle a una chica que no escriba todos los días pero sin dejar de hablar o un muchacho que quiere ir al cine y que ella esté dispuesto a acompañarlo; que cada cual haga la suya y el encuentro sea para lo que los dos disfruten o que las relaciones no sean solo de dos sino romper la matemática asociada al amor y experimentar una libertad sin escondidas.
El problema para muchas mujeres es que se encuentran con parejas tradicionales a la vieja usanza (con un oso de peluche o bombones rojos, pero el combo clásico de celos, posesión y sumisión) o con relaciones que no pueden ni nombrarse, ni escribirse; con varones huidizos que no quieren encuentros, ni compromiso, ni conversación.
Y disputar con una pareja ya no es fácil, pero es imposible negociar con fantasmas. Por eso, parece un monólogo de queja más que una forma de reconfigurar el gusto en las relaciones sexuales o amorosas. ¿Qué pasa con los varones cuando se habla de amor compañero, amor con cuidado o responsabilidad afectiva?
“De todo hay en la vida”, se ríe Coral Herrera Gómez, la autora española que es pionera en cuestionar el amor romántico y propone un amor compañero. Ella es la autora de “Mujeres que ya no sufren por amor”, “Varones que ya no hacen sufrir por amor” y “La construcción sociocultural del amor romántico”.
“Hay pocos varones que son capaces de trabajar para ser menos machistas, para disfrutar más de sus relaciones amorosas, de su propia sexualidad y la verdad es que hoy en día son minoría. Las cosas como son”, reconoce Coral.
No todos los hombres son iguales y no todos los días se ven las cosas del mismo modo. “Hay días que pienso que todo es un desastre y hay días que soy optimista”, se sincera Coral. Pero deja esperanza para quienes quieren construir un amor positivo y con mutua amorosidad: “Que los hay, los hay”.
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