En los últimos cincuenta años los gobiernos de la Argentina se vieron afectados por decisiones políticas y económicas que agravaron su estabilidad y su posición en el mundo. Siempre son las mismas palabras las que surgen en los informes de las autoridades y atraviesan la superficie de la vida ciudadana: inflación, hiperinflación, devaluación, recesión, nivel crediticio, alta presión tributaria, altos costos internos, regulaciones estatales, desocupación, situación del mercado laboral, etc. Además, antes y después de 1971, el país se vio sacudido por interrupciones institucionales, una guerra civil interna y una guerra con Gran Bretaña. Estos dos informes que damos a conocer hoy son parte del muestrario de innumerables gestiones en el exterior para obtener una cuota de oxígeno crediticio que les permitieran a los gobiernos de turno subsistir en el poder. Además de estos informes –quizás los más llamativos y completos— existen otros que conoceremos en el futuro.
En octubre de 1971, el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse designo a Ismael Bruno Quijano como titular de la cartera de Justicia. Sus amigos lo llamaban “Cachilo”, y era considerado un lobista de la justicia con muy buena cintura política. Su apellido no integraba la marquesina del estudio, pero todos sabían que sus oficinas estaban en Reconquista 336, donde atendían los doctores Sebernini, Robiale, Grinberg y Larrechea, y por sí hacía falta todos los mediodías se lo encontraba a la vuelta, en el restaurante London Grill, comiendo su habitual ensalada de endivias en la mesa que estaba a la izquierda de la puerta de entrada. Es conocido que fue el abogado de dos poderosos: Alfredo Fortabat y Aristóteles Onassis. En 1970 formó parte de la “rosca” que tumbó a Juan Carlos Onganía. Para el público, su misión más importante como Ministro era organizar los padrones electorales para la futura contienda electoral de 1973 y, para ello, contó con la colaboración de Eduardo Aguirre (subsecretario de Justicia), Horacio P. Fargosi (subsecretario de Asuntos Legislativos) y Alberto Rodríguez Galán como Procurador del Tesoro. Sin embargo, muchos años más tarde se supo que una de las gestiones más relevantes que le toco llevar adelante se cumplieron en Washington, antes y durante su participación en el gabinete presidencial.
En esos momentos, según recordaría Lanusse en sus Memorias, la principal preocupación del personal de oficiales bajo el mando del general Jorge Carcagno, en Córdoba, era la “cuestión social”. En especial “el nivel de vida de los argentinos”. También Lanusse recordará que el general (RE) Juan Enrique Guglialmeli le hizo llegar un trabajo que revelaba que “el campo estaba virtualmente en bancarrota”. Y, desde un tiempo antes, Lanusse contaba con un cuadro de situación que, sobre la base de un documento castrense, centraba la atención sobre otros rubros de la economía nacional y, en uno de sus puntos se señalaba “el incremento de los quebrantos comerciales” y los rumores “sobre una supuesta política tendiente a arruinar la pequeña y mediana empresa nacional en beneficio de las filiales de los grandes monopolios extranjeros.” En otras palabras, el gobierno de facto que intentaba incidir en los problemas carecía de poder económico.
Estas y otras razones hicieron que en septiembre de 1971, el abogado Ismael “Cachilo” Bruno Quijano viajara secretamente a Washington por disposición de Alejandro Lanusse con la misión de realizar varias gestiones de carácter político y económico ante funcionarios de la Administración de Richard Nixon. Tenía que agilizar los trámites ante la banca privada y, además, lograr el otorgamiento de un crédito por quinientos millones de dólares. Lanusse consideró a Quijano como el operador más adecuado para el caso. Por lo tanto quedaron al margen de las gestiones el Ministerio de Economía y la Cancillería. Lo central del mensaje de Quijano en EE.UU. es el pensamiento del gobierno nacional argentino que logra traducir en sus entrevistas: la permanencia de Lanusse como futuro mandatario constitucional.
En Washington, Ismael B. Quijano se entrevistó con el subsecretario de Asuntos Hemisféricos, Charles Appleton Meyer. El enviado argentino contó en su informe final por escrito que Meyer le formuló varias preguntas sobre la situación política argentina durante la entrevista del 8 de septiembre de 1971 y Quijano dijo: “Sostuve que dada la naturaleza del proceso político que había abierto el gobierno argentino, ello conducía a que el futuro presidente constitucional fuera el actual presidente, Gral. Lanusse.” A continuación explicó que “la única solución política argentina era un gobierno que tuviera como base esencial la estructura del Ejército y, agregado, el mayor consenso popular que se pudiera alcanzar.”
A continuación observó que cualquiera de las alternativas: “resultaba imprescindible realizar una política extremadamente dura contra la actividad guerrillera y la extrema izquierda revolucionaria…”.
Unos párrafos más adelante le explico a Meyer que “si bien Perón podía constituir un peligro, esta situación ya estaba controlada y de acuerdo con el gobierno español se crearía un status que no permitiera a Perón hacer un eventual juego perturbador.”
A continuación relató: “Lanusse llega como culminación natural del proceso en elecciones abiertas” o de lo contrario “se iría a un proceso condicionado que aseguraría la elección de Lanusse con una cuota de consentimiento popular”. Si estas dos variantes no se concretaban “se establecería una dictadura en la cual también se conseguiría un determinado sustento popular para otorgarle basamento. Aclaré que esta tercera alternativa era, por cierto, la menos deseable.”
Como buen argentino no pudo dejar de admitir que “el futuro del Cono Sur” contaba “con la poderosa influencia de la Argentina y la dependencia que tenía de su política, la actitud de los países vecinos.”
Durante la tarde del mismo día, Quijano se encontró con John B. Petty, Secretario Asistente para Negocios Internacionales del Departamento del Tesoro, a quien le dijo que “el Presidente Lanusse aplicaría un plan de ordenamiento de nuestra economía […] que tendería a la disminución efectiva de la inflación de ningún modo tendría características recesivas (y) que respetaría la inversión privada, tanto nacional como extranjera.” A la espera de un encuentro con el Consejero de Seguridad, Henry Kissinger, y a sugerencia de Petty de “formar un club de bancos”, Quijano se reunió con ejecutivos de la banca privada a fin de conseguir un crédito de 500 millones de dólares, en un plazo de 7 a 10 años y con 2 ó 3 de gracia” y los contertulios “quedaron en darme una respuesta.”
Párrafo del informe de Quijano sobre su encuentro con Kissinger: es “imprescindible que se presentara un plan económico…”.
El 15 de septiembre Quijano fue recibido en la Casa Blanca por Henry Kissinger y su asesor Sr. Hennessy. En esos días Kissinger era todavía Asesor de Seguridad de Richard Nixon, de quien sería meses más tarde su Secretario de Estado. Lo primero que se le preguntó al enviado argentino fue “sobre la viabilidad de la candidatura de Lanusse” y este respondió en términos similares a lo dicho a otros funcionarios estadounidenses y agregó que “no solamente era necesaria sino una posibilidad muy cierta y que en la medida en que se obtuviera el apoyo (económico) requerido se facilitaría enormemente la concreción del propósito.”
-“Kissinger me formuló algunas preguntas sobre la actividad guerrillera y sobre el cuadro político argentino que le respondí dentro de las ideas precedentemente relatadas.”
- “Me dijo Kissinger que era imprescindible que se presentara un plan económico aún con la suficiente elasticidad que el momento argentino requería.”
- “Me preguntó si tenía una persona de mi estricta confianza en la Embajada Argentina; respondí que no; me dijo que mi contacto con él sería Hennessy y que no usara cables ni memorandos y que ante cualquier dificultad me comunicara telefónicamente.”
Las conclusiones de Quijano sobre su misión en Washington
A pedido del Sr. Harold M. Weaver Jr. del Banco City se le comunicó a Quijano que aceptaban “ser el banco líder en la formación del club de bancos”; que aceptaban considerar el préstamo en un orden de magnitud de 500 millones de dólares” en las condiciones que solicitaba la Argentina y que “la base de todo esto era el conocimiento de que el Presidente Lanusse podía ser presidente constitucional. Pero que ellos desde el punto de vista bancario necesitaban un plan económico.”
En el largo informe Quijano deja constancia de su pensamiento político que no se concretó porque Lanusse no fue candidato presidencial por múltiples razones. Y para mal de males, al mes siguiente de realizar sus gestiones, en octubre, Lanusse debió enfrentar una sublevación militar. Esta primera misión generó que Quijano fuera designado Ministro de Justicia, el 11 de octubre de 1971, tres días más tarde de la intentona castrense, y cinco meses más tarde realizara un viaje similar a los EE.UU.
El 2 de febrero de 1972, Ismael Bruno “Cachilo” Quijano volvió a Washington por disposición del presidente Alejandro Lanusse con la misión de destrabar varias gestiones ante los organismos internacionales que no habían podido concretarse a pesar de los esfuerzos del presidente del Banco Central, Carlos Santiago Brignone. Tenía que agilizar los trámites ante el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, más la banca privada, y además lograr el otorgamiento de un crédito por parte del Fondo por la suma de mil millones de dólares. Lanusse comprendió que agotadas las gestiones económicas había que intentar volver por la vía política. Por lo tanto quedaron al margen de las gestiones el Ministerio de Economía y la Cancillería. Viajó a Washington con una mínima delegación que ignoraba la gestión del año anterior. Lo acompaño el diplomático Albino Gómez que ofició de redactor del informe de estas gestiones. Para asegurarse un resultado exitoso, el enviado contó con la inestimable ayuda de Alejandro Orfila (más tarde embajador de Juan D. Perón en los Estados Unidos).
Una síntesis del informe indica que el 7 de febrero de 1972, a las 17.30, gracias a la gestión de Orfila y de su amigo William Safire (prestigioso periodista del New York Times y escritor de discursos presidenciales), Bruno Quijano se entrevistó con Henry Kissinger, que le pidió disculpas por la demora en fijar la audiencia y justificó tal hecho en razón de estar abrumado de trabajo por el primer viaje de Nixon a China. El ministro Quijano le agradeció el apoyo que ya había comenzado a prestarse por parte de su gobierno y le reiteró la voluntad de proseguir con el proceso de institucionalización democrática que le había explicado en septiembre. También le solicitó su apoyo ante los bancos privados, a lo cual Kissinger contestó que de inmediato se pondría en contacto con el secretario del Tesoro, John Connally. El martes 8 por la mañana, Quijano habló por teléfono con el First National City Bank para concertar con su directorio una reunión en Nueva York. Entonces se le informó que, el lunes por la noche, John Connally ya había hablado por teléfono con David Rockefeller, presidente del Chase Manhattan Bank, para solicitar su apoyo a la gestión argentina. Es decir, Kissinger ya se había manifestado y los niveles de decisión del gobierno norteamericano habían entrado a funcionar en forma rápida y eficaz. El miércoles 9 se entrevistó con Connally y la conversación tuvo un tono marcadamente cordial. En primer lugar, Quijano le agradeció su apoyo haciéndole conocer que sabía de su gestión ante Rockefeller. Y luego le aseguró a él también la decisión argentina de hacer efectivo el proceso de institucionalización democrática. Después de escucharlo con atención, Connally le expresó su preocupación por la posible peronización de este proceso y por la gravitación de Juan Domingo Perón en el mismo. Al respecto, Bruno Quijano le dijo que no había peligro de que ello ocurriera, pues el gobierno estaba tomando los recaudos necesarios para evitarlo (gestiones ante Francisco Franco). De inmediato, Connally contó que el día anterior había estado conversando con Nixon sobre la Argentina, recordando la estupenda situación económica hasta la Segunda Guerra Mundial y la dificultad de entender qué había ocurrido luego para que la Argentina se paralizara en su progreso y dejara de crecer con el ritmo que todos esperaban de ella. Tras una semana de conversaciones, las gestiones finalizaban satisfactoriamente. Ya en Nueva York, terminadas todas las entrevistas, Bruno Quijano recibió en el Hotel Metropolitan Club un llamado de Aristóteles Onassis para invitarlo a su isla Skorpios, poniendo para ello un avión a su disposición, pero nuestro ministro agradeció y declinó la invitación porque quería volver inmediatamente a Buenos Aires y comunicar personalmente a Lanusse el éxito de su misión. En la tapa del matutino “La Opinión” del sábado 12 de febrero de 1972 se titula que Quijano informó a Lanusse de sus gestiones y que la Argentina “en principio obtuvo créditos por 722 millones de dólares”. Algo que no había logrado concertar Carlos Santiago Brignone, el presidente del Banco Central.
El lunes 13 de marzo de 1972, tras las gestiones que realizaron Giancarlo Elia Valori, del Instituto para las Relaciones Internacionales y del Centro de Estudios Estratégicos de Roma, y Rogelio Frigerio, más la publicidad del documento “La realidad es la única verdad” firmado por Perón, con una manifiesta influencia del pensamiento desarrollista (el documento contenía una fuerte crítica a la gestión económica del gobierno de facto que el frigerismo lo tomó como una victoria), Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi hablaron frente a frente por primera vez.
Lo dramático de ese diálogo es que muchos de los problemas que se diagnostican ahí, sobre la Argentina de 1972, aún están vigentes y agravados casi cinco décadas más tarde. La Argentina se destacaba por ser un país con 72% de clase media; 6% de desocupación y 4% de pobreza. Ahora sí, en marzo de 1972, las cifras oficiales hablaban de una inflación de 21% en los tres primeros meses y 50% en el último año. En esos mismos días la opinión pública seguía con interés y sorpresa los pormenores del secuestro del empresario italiano Oberdam Sallustro, por elementos del PRT-ERP, y llegaría al país el presidente del Club de Roma, Aurelio Peccei, uno de los empresarios más importantes de Europa, para intentar acordar su liberación. El gobierno del presidente Lanusse respondió, tanto a Peccei como al presidente italiano Giovanni Leone, que “no negociaría con delincuentes comunes”. El presidente de la FIAT fue encontrado muerto el 10 de abril de 1972, el mismo día que el general Juan Carlos Sánchez, comandante del Segundo Cuerpo de Ejército era asesinado en Rosario por un comando conjunto del ERP y FAR (el tiro de gracia se lo dio el mismo que un año más tarde asesinaría al sindicalista José Ignacio Rucci).
Mientras se seguían las noticias policiales que informaban de allanamientos a domicilios donde habría estado alojado Sallustro en una casa en el barrio de Lugano, y se dejaba trascender que el ERP parecía diezmado, el martes 4 de abril de 1972 estalló una sublevación popular en la capital de Mendoza. El origen fue una manifestación contra los aumentos de las tarifas eléctricas que coincidió con un acto público del personal docente que venía de un prolongado conflicto. El Mendozazo provocó un muerto, destrozos y la ocupación militar de la ciudad. El mismo día, renunció el gobernador Francisco Gabrielli y se hizo cargo el jefe de la Octava Brigada de Infantería de Montaña, general Luis Gómez Centurión. El 5 de julio de 1972, Ismael Bruno Quijano abandonó el Ministerio de Justicia tras su disputa con el juez Salvador María Lozada por el caso Swift-Deltec. No se fue del gabinete en buenos términos, no se sintió respaldado, y en su diálogo final con Lanusse le dijo: “Yo puse el pecho por usted pero no pongo la espalda” y abandono su cargo sin realizar declaraciones públicas. En sus últimas horas, mientras saboreaba un “Johnnie Walker” etiqueta negra, habló con su reducido grupo de colaboradores de tomar una represalia legal contra el magistrado. En ese momento, Cachilo recibió de parte de Alberto Rodríguez Galán una lección de vida: “Cachilo, Cachilo, en el poder se entra y se sale siempre en puntas de pié”. Su sucesor fue el rosarino Gervasio Colombres.
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