Tras 33 años en cautiverio y más de una década en soledad, finalmente, Sandra logró acercarse a un orangután y entablar una relación de confianza. La noticia es celebrada por sus nuevos cuidadores que tanto temían que los años sin contacto con otros de su especie la hubieran imposibilitado de socializar.
“Sandra y Jethro han estado viviendo en el mismo hábitat durante algunas semanas, pero ambos son muy tímidos y aún no se han tocado", contó a Infobae Patti Ragan, fundadora del Center for Great Apes, un santuario ubicado en la localidad de Wachula, en Florida, que se especializa en el cuidado de grandes primates.
Allí llegó la orangutana en noviembre de 2019 luego de cumplir la cuarentena. “Sandra está muy interesada en ver a Jethro, pero ha estado sola durante tantos años que podría llevarle mucho tiempo sentirse lo suficientemente cómoda como para estar cerca de él”, señaló. “Él es bastante tranquilo y parece que le gusta Sandra, pero no la está presionando ya que también es tímido”.
La mujer, que en 1993 fundó el primer santuario de primates en los Estados Unidos, dijo emocionada: "Todos en la reserva estamos enamorados de Sandra. ¡Es una maravillosa orangutana! Todos la amamos ¡y esperamos que Jethro también lo haga!”.
El cumpleaños de la primera orangutana en ser considerada por la Justicia argentina como una “persona no humana” coincide con una ocasión muy celebrada en los Estados Unidos: el Día de los Enamorados. “Sus cuidadores festejarán su cumpleaños y el Día de San Valentín con una pequeña fiesta con golosinas para Sandra y Jethro”, adelantó Patti a Infobae.
Sandra dejó el Ecoparque porteño el 26 de septiembre de 2019. Allí pasó, exactamente, 9.137 días.
EL 6 de noviembre llegó a la reserva de 40 hectáreas ubicada en un área boscosa y húmeda que funciona desde hace 31 años. Allí comparte sus días con 52 orangutanes y chimpacés rescatados de las distintas industrias del entretenimiento (películas de Hollywood incluidas, como El planeta de los simios) y del mascotismo, incluso de famosos como Michael Jackson. Antes de llegar al lugar donde terminará sus días, Sandra cumplió el estricto protocolo sanitario que exigen los Estados Unidos en el zoológico Sedgwick County de Kansas.
La historia de Sandra: sus años en cautiverio y el proceso judicial que falló a su favor
Sandra nació en el Rostock Zoologischer Garten de Alemania el 14 de febrero de 1986. Allí vivió 9 años en una jaula de cemento. De esos años poco se sabe: su madre la rechazó y creció en soledad. Paradójicamente, su patas tocaron por primera vez la tierra cuando llegó al Zoológico de Buenos Aires, el 20 de septiembre de 1994. Por entonces, el parque porteño era administrado por el empresario y conductor televisivo Gerardo Sofovich y la especie ya estaba consideraba en peligro de extinción.
Durante la década del 90, ver animales exóticos entre rejas o disfrazados en los circos no era algo repudiado socialmente; por el contrario, visitar esos sitios formaba parte de las excursiones de algunas escuelas y paseos familiares. Poner en duda la procedencia de esos animales o el acento sobre el ánimo de alguno de ellos no era habitual y las personas pedían por nuevos integrantes en la colección de animales. Habrá sido por eso, quizás, que durante ese período la compra de especies exóticas se acrecentó.
Pasaron años para que un lamentable hecho significara el punto de inflexión para pedir por el cierre del ex Zoo porteño: la muerte del oso polar Winner, en la madrugada de la Navidad de 2013, a causa de “una combinación de factores como el temperamento nervioso, la ola inusual de calor de los últimos días y el ruido de la pirotecnia de la noche del 24, hechos que dificultaron su termorregulación”, informaron sobre el deceso las autoridades. Ese mismo día, un grupo de defensores de los derechos de los animales se manifestaron en la puerta del predio de Palermo en reclamo del cese de esa actividad y el posterior traslado de las especies.
El clamor en defensa de esos animales se hizo sentir en los “Abrazos al zoo”: la manifestación organizada por la ONG SinZoo convocó a miles de personas que tomadas de las manos rodearon al parque de Palermo en silencio y exigiendo con sus carteles “liberación animal”. La consigna lanzada despertó el interés en legisladores de la Ciudad y nacionales, y pronto tomaron nota personas de la Justicia.
El reclamo legal por el traslado de Sandra fue de la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (AFADA), representada por el constitucionalista Andrés Gil Domínguez, que consideró inaceptable que la animal esté “encerrada en una caja de cemento” y elevó un pedido ante la Justicia para que dejase de ser considerada una “cosa” u “objeto” –tal como lo establece el Código Civil y Comercial argentino_.
En marzo de 2015, la causa de Sandra llegó al Juzgado Contencioso, Administrativo y Tributario número 4 de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de la jueza Elena Liberatori.
“Estudié leyes para defender a los inocentes, y no hay nada más inocente que un animal”, explicó la magistrada sobre su fallo del 21 de octubre de 2015. La sentencia –histórica desde que puso la firma– decía que Sandra era reconocida como “sujeto de derecho” y se ordenó al gobierno porteño (dueño del zoológico y, por tanto, de la orangutana) que le garantizara “las condiciones naturales del hábitat y las actividades necesarias para preservar sus habilidades cognitivas”.
Pasaron 3 años, 11 meses y 5 días para que el cumplimiento de la sentencia de la jueza Liberatori se hiciera efectivo. En el medio hubo varias trabas: la Fiscalía recurrió y Gustavo Letner, titular del Juzgado número 15 en lo Penal, consideró “extinto” el reclamo. Pero la Sala Tercera en lo Penal resolvió el 12 de diciembre de 2016 que el fiscal no había respetado los derechos de los demandantes (AFADA) y consideró que “nada obsta a considerar a este tipo de animales como sujetos de derecho no humanos”.
La sentencia de Liberatori estaba firme: Sandra quedó reconocida como persona no humana y se le concedió un recurso de hábeas corpus, el procedimiento legal por el que cualquier detenido tiene la posibilidad de comparecer ante el juez para que éste determine sobre la legalidad de su privación de libertad.
Durante esos años, el zoológico dejó de ser visto como un lugar atractivo para ser considerado “una cárcel de inocentes” y los pedidos de cierre y traslado de los animales se replicaron en todo el país. El 23 de junio de 2016, el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, anunció el cierre del zoológico porteño y su reconversión en un ecoparque. Sandra seguía en su cubículo, sola y esperando por su traslado, aunque más tranquila y alejada de las miradas de quienes visitaban el parque.
La salida de Sandra del Ecoparque porteño fue acompañada en silencio por una decena de proteccionistas y vecinos que, para que no afectarla con ruidos, elevaron sus manos y las giraron, significando el aplauso de las personas con sordera.
Cerca de las 17, llegó al Aeropuerto Internacional de Ezeiza acompañada por cuidadores, que no evitaron las lágrimas al despedirla, y su veterinario. Luego, la subieron a la bodega de un avión de American Airlines –viajó en el vuelo 996– y llegó al Aeropuerto Internacional Fort Worth de Dallas a las 5:14 del 27 de septiembre de 2019. De allí siguió por tierra 8 horas hasta el zoológico de Kansas donde cumplió en 39 días la cuarentena exigida. A principios de noviembre, Sandra fue recibida en el santuario de la Florida. Su llegada a la reserva fue reflejada en varios medios del mundo.
Sandra en el Center for Great Apes
La esperaron con ansiedad, casi contando los días para su llegada luego de la cuarentena que debió cumplir. El mundo tenía los ojos puestos en la orangutana a la que la Justicia argentina le había reconocido los derechos de una persona “no humana” y exigido que fuera sacada del encierro para vivir en un lugar donde hubiera personas especializadas en la especie y en donde pudiera interactuar con sus pares.
“Sandra es ahora una de las 11 encantadoras orangutanas en el santuario. La supervivencia de sus primos salvajes en Borneo y Sumatra está amenazada críticamente debido al desarrollo, la caza furtiva y la destrucción de hábitat como resultado de las plantaciones de aceite de palma, la minería y la tala”, decía la primera publicación del Center for Great Apes.
Pocos días después de su llegada, Sandra fue incluida en la página de la reserva que cuenta la historia de cada habitante. “Nació en el Rostock Zoologischer Garten en Alemania. (...) Desde 2008, ha vivido sola en el zoológico de Buenos Aires”, destacan en su presentación, y cuentan sobre el histórico fallo que la llevó hasta allí. “En la decisión judicial se le otorgó la personalidad jurídica con el derecho a ser respetada como un ser sensible. El tribunal dictaminó que no se le permitía permanecer en exhibición en el zoológico”.
Si bien al salir de Argentina Sandra perdió esa figura jurídica, en el santuario consideran que "todos los grandes simios tienen derecho a ser respetados como seres sintientes”, aclaran sobre la orangutana.
Los voluntarios y quienes están a cargo de la reserva no ocultan la satisfacción de tenerla con ellos. “Es una encantadora orangután y estamos muy felices de tenerla aquí con nuestros otros 21 residentes de la especie". También se mostraron satisfechos por los avances que mostró en poco tiempo: "Esta es la primera vez en más de una década que Sandra ha tenido la oportunidad de conocer a otros orangutanes, y los encontrará a su ritmo y cuando lo desee”, señalaron en una publicación del 7 de noviembre de 2019.
Poco menos de un mes después, contaron que el frío había llegado por esos días a la Florida y compartieron una tierna foto de Sandra con una manta encima, tal como la que llevaba en el Ecoparque. “Ha estado bastante frío aquí los últimos días, pero a Sandra le encanta usar sus mantas de anidación para mantenerse caliente”.
El 2020 encontró a Sandra adaptándose muy bien a su nueva vida y su entorno. Mostrándose cada día más receptiva a los juegos y actividades que puede hacer en el centro. También comenzó a manifestar sus gustos y los detalles de su personalidad. “Lo está haciendo muy bien en su nuevo hogar y está viendo a los otros orangutanes en el santuario con particular interés en Jethro, Chuckie y Mari”, revelaron el 9 de enero pasado.
Sus nuevos cuidadores están muy alentados porque Sandra es sociable, pero no la fuerzan. El 30 de enero contaron en las redes que “se ha adaptado extremadamente bien a la vida de santuario y ha comenzado a conocer nuevos orangutanes”.
Los 34 años de Sandra van a ser festejados por los cuidadores, como es costumbre. Tendrá una canasta de frutas, quizás en forma de torta, algunos nuevos juguetes para seguir activando sus habilidades cognitivas y estará rodeada, por primera vez en su vida, de árboles y animales de su especie.
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