Pototo, el amigo a quien el Flaco Spinetta le dedicó una canción creyéndolo muerto, revela: “Para mi último cumpleaños, Luis se apareció en mi habitación”

En el octavo aniversario de la muerte del músico, Mario “Pototo” D’Alessandro recuerda la amistad que los unía. En 1968, Spinetta le dedicó el Tema de Pototo, primer single de Almendra, que dice “La soledad es un amigo que no está”. Pototo, además, fue su odontólogo personal, y aquí cuénta cómo le confesó el Flaco que padecía una enfermedad terminal.

Pototo cuenta sobre su amistad con Luis Alberto Spinetta y la anécdota que derivó en la creación del tema de Almendra que lleva su nombre.

“Falleció Pototo”, es la frase que dispara esta historia. También aquella estrofa sentida que un adolescente Luis Alberto Spinetta escribió a los 17 años: “La soledad es un amigo que no está…”. Y la inspiración fue una sola: el Flaco se vio movilizado por la muerte de su compañero de banco de la escuela secundaria y le dedicó la que sería su primera grabación oficial, Tema de Pototo. Pero la historia, con ribetes trágicos y cómicos, termina con un final feliz.

Cómo se decía en aquella época, la mano venía así (la frase que usaban hippies y rockeros era: “¿Cómo viene la mano?”. “La mano viene Manal”, respondían y de allí salió el nombre de la banda liderada por Javier Martínez). Pero vamos a enero de 1968. Los alumnos de quinto año del colegio San Román organizan su viaje de egresados a San Carlos de Bariloche, pero hay dos que no se van a poder subir al bondi. ¿Los nombres? Emilio del Guercio y Luis Alberto Spinetta. Y la excusa es más que importante: RCA los convoca a grabar el primer single de esa súper banda (que completaban Rodolfo García y Edelmiro Molinari) que se llamaría Almendra y cambiaría la cabeza de toda una generación.

En el centro, Del Guercio, Spinetta y, junto a él, Pototo.

El 3 de enero de 1968 los egresados del colegio San Román salen para el Sur de la Argentina. Y acá es donde entra en escena Mario D´Alessandro (hasta ahí, un pibe al que le dicen Pototo), el hombre que este lunes de febrero recibe a Infobae en su casa de zona Norte. “En en medio del viaje de egresados le mando un telegrama a mi novia para confirmarle que, después Bariloche, nos íbamos a encontrar en Miramar. Entonces teníamos un código: habíamos quedado que, si yo me iba para la Costa, le mandaba un telegrama que dijera: ´reservar Pototo´. Y ahí va a surgir toda la confusión”.

Los millennials y la generación del WhatsApp se preguntará qué era o cómo funcionaba un telegrama. Y acá lo explica Pototo, que completa la anécdota: “Un telegrama era una carta que te llegaba a tu casa en una hoja blanca. Decía Correo Argentino en celeste y tenía el mensaje en una tirita amarilla escrita a máquina que uno les dictaba y ellos transmitían en una especie de Código Morse. El mensaje que yo había dado era “Reservar Pototo”. Pero a mi noviecita le llegó “falleció pototo”. Y como era de corrido, lo leías de un tirón y el impacto era inmediato”.

De izquierda a derecha, Spinetta es el primero, Pototo el tercero, y Del Guercio el quinto. Épocas del secundario.

Técnicamente, Pototo “estuvo muerto” 48 horas: “Lo suficiente para que se armara un despelote bárbaro”. El destino quiso que en esos dos días de enero que circuló la fake news, aquel Flaco Spinetta desgarbado de apenas 17 años (“El se definía como un esqueleto gordo”, cuenta su amigo), tuviera que pasar por el colegio San Román a hacer unos trámites y se encontrara con lo peor: “¿Y qué sabés de la muerte de tu amigo, Luis?”, le preguntó algún preceptor o profe descolocado. “¿Qué amigo?”, preguntó el chico que ya noviaba con Cristina Bustamante, la famosa Muchacha ojos de papel. “Se murió Pototo…”, escuchó. Y el Flaco entró en shock: “¡Se volvió loco! El día de su velorio, su mamá, Julia, me decía: ´Pototo, no sabés lo angustiado que estaba Luisito cuando le dijeron que te habías muerto´”, recuerda Mario en el sillón de su casa, con una remera que reza Spinetta Jade.

-¿Cuánto tiempo creyó el Flaco que estabas muerto?

-Fueron esas 48 horas donde la noticia falsa hizo estragos hasta que el correo ratificó su error. Entonces, cuando Luis supo que estaba vivo, escribió Tema de Pototo, donde describía la pena de esos dos días donde creyó haber perdido un amigo. Pudo hacerlo una vez que se había liberado de la angustia.

-¿Cómo fue el reencuentro con Spinetta?

-Apenas llegué de Bariloche me fue a buscar a Constitución y nos fundimos en un abrazo. Hasta ese momento, el contacto entre los hombres no era muy natural, pero para nosotros sí y éramos muy afectuosos. Después, Luis era un Capusotto natural, hiper cómico. Y al rato empezó a ironizar sobre mi muerte en el andén del ferrocarril.

Pototo, en su casa, y el recuerdo permanente del Flaco.

-¿Y cuando escuchaste la canción por primera vez?

-Ahí nomás, en la estación de Constitución, me dijo: “Esta noche venite a casa que vamos a ensayar”. Entonces, cuando llego, me canta con la guitarrita: “Para saber, lo que es la soledad…”. Pero a mí no me llamó la atención. El tema que me voló la cabeza fue “El mundo entre las manos” que era el reverso del Tema de Pototo. Es que esa súper banda con todos los instrumentos y a cuatro voces me hacía acordar a The Beatles. “Me parece que te gustó más el otro”, me dijo Luis. Y la verdad que sí, me había gustado más.

-¿Vos no sabías cómo se iba a llamar la canción que te dedicaron?

-No, al tiempo, Luis me dice que a la madrugada iban a pasar el tema en “Modart en la noche”. Y recién cuando escuché la voz de Pedro Aníbal Mansilla presentando el primer single de Almendra como el Tema de Pototo entendí todo. Era la madrugada y yo gritaba, quería despertar a toda mi familia de la emoción que tenía.

MI VIDA CON LUIS (PUENTES AMARILLOS)

Luis Alberto Spinetta, el Flaco, y Mario D´Alesandro, Pototo, se conocieron en primer año del colegio San Román. Tenían trece años, eran los dos esqueléticos, compartían lugar en la fila mientras se izaba la bandera y se sentaron juntos hasta tercero. Mario y el Flaco descubrieron juntos a The Beatles: “Nos juntábamos a escuchar ‘Modart en la Noche’, donde pasaban los estrenos. Teníamos una economía muy precaria, no había otra manera de escuchar lo nuevo. Los días que me lo perdía, veía el Flaco y me decía: ´¿Escuchaste el nuevo tema de los Beatles?´. Y los empezaba a imitar de una manera increíble. Yo quedaba flasheado y él me decía que me estaba boludeando: ´No es de los Beatles, esta se me ocurrió a mí´. Él era así, jodía todo el día. Pero con esas cosas me empecé a dar cuenta que tenía un talento y una luz especial”, recuerda el amigo.

Pototo fue testigo privilegiado de cómo fue germinando la semilla de Almendra, de las andanzas del Flaco cuando lo iba a buscar Pappo y salían a patear los bares de Buenos Aires, “aunque nunca podía acompañarlos porque en esa época yo estaba estudiando odontología”, se lamenta, y de la estrella de Luis que empezó a ascender más alto que la nave del Capitán Beto.

La carátula del primer álbum de Almendra, con una ilustración de Spinetta, que además era un gran dibujante.

Además, con los años Mario se convirtió en el dentista de Spinetta. ¿Qué decir de la boca del Flaco? “Luisito tenía una dentadura horrible, le faltaban dientes por todos lados. Cuando yo hago la especialidad en prótesis fijas, que son fundas de porcelanas, me dice: ´Nos tenemos que internar en la clínica: ¡el derrumbe de mi boca no puede más!´. Le hice la boca nueva, todos los dientes, arriba y abajo. Le faltaban piezas y se las fui supliendo con puentes. Yo se los había mandado a hacer de su color pero él quería que le quedara impecable: ´Ni en pedo. Una vez que puedo tener unos dientes como la gente, me los hacés blancos´”.

Además de ser el odontólogo del Flaco Spinetta, tranquilamente Pototo podría ser considerado el dentista del Rock Nacional. Por su consultorio pasaron desde el primer rockstar, que fue Litto Nebbia, hasta otro de los gigantes como Fito Páez a quien, casualmente Andrés Calamaro define como “el último músico que vive como un rockstar”. Pero Pototo recuerda con mucho cariño la cotidianeidad de esos tres meses en los que estuvo trabajando en la boca de su amigo: “Terminábamos a las tres de la tarde y nos íbamos a comer a Pippo: vermicellis con tuco y pesto. Luis tenía una furgoneta y estacionaba a una cuadra. Una tarde caminábamos y viene una piba: “¡Flaco, sos mi Dios!”. “´Nena, los dioses no tienen caries´, le contestó. ´¿Sabes quién es este? ¡Pototo! El de la canción, que además es mi odontólogo que acaba de arreglar mis tinteros pelicanes´, le tiró Luis que era bastante escatológico con su boca: decía que en sus muelas tenía unos agujeros tan grandes que podían usarse de recipientes para tinta”.

-Luis le decía a la chica, “este es Pototo”, porque después de la versión de Leonardo Favio el tema explotó y vos te transformaste en un mito.

-Sí, se tejieron mil historias. Y muchos se arrogaban haberme conocido pero afirmaban que había muerto. Al principio yo no tomaba conciencia de lo que había generado la canción. Una noche, en un concierto, Luis me dice: “Después no te vayas que por ahí vamos a comer con Charly”. Salimos al hall del teatro, y me presenta: “Charly, este es el famoso Pototo”. Cuando lo veo, le digo: “Pero por favor, ¡vos sos Charly!”. “No loco, vos sabés lo que es que este monstruo te dedique una canción. Tomalo en serio porque es algo impresionante”. Al escucharlo de la boca de Charly, que era un segundo Luis, entendí lo que me había dedicado mi amigo. La cosa es que, hasta el día de hoy Charly le dice a Luis (lo dice así, usa el presente) que el tema que más le gusta de su obra es “Tema de Pototo” y por eso la cantó muchas veces.

"Para saber cómo es la soledad..." empieza el Tema de Pototo, uno de los más hermosos de Spinetta.

-¿Y cómo vivía Luis esa relación con Charly, siendo tan distintos?

-En una época se juntaban mucho a tocar. Charly tenía gente que le traía todos los equipos de afuera y lo llamaba. Pero llegó un momento donde Luis ya no podía manejarlo: “Si vas a lo de Charly, no te podés ir nunca, no cortás nunca. No tiene fin…”, me decía. Todo era muy denso. Y hay temas que reflejan lo que era Charly en esa época. Yendo de la cama al living o cuando habla de “quemar las cortinas” en Rezo… era realmente así. Un descontrol, y Luis vio que se tenía que correr un poco de eso.

-El era todo lo contrario a una estrella de rock.

-Cero rockstar. No le gustaba la fama. La sufría. Íbamos a comer a dos o tres lugares, Sushi en Kazuo, que estaba en Constitución. Nos sentábamos en la barra, de espaldas a la gente y tomábamos cerveza. También le gustaba el whisky japonés. Después íbamos al barrio Chino a un restaurante de Mendoza y Arribeños. Ahí lo conocían mucho y nos daban una mesa escondida. Y a Pippo, obvio, donde también podía caer con Charly, con Edelmiro...

-¿Cuándo te enteraste de la enfermedad de Luis? ¿Cómo se lo comunicó a los amigos?

-Un día me dice, venite a casa que tengo el álbum de las Bandas Eternas, que habían tocado en Vélez. Llego y estaba con el disco en la mano, muy serio, nunca me recibía así: “Te guardé uno porque desaparecieron, me dieron pocos. Pero el álbum es una excusa de lo que te quiero contar”. Él se había operado un quiste en el hombro, que siempre pensó que era de apoyar la viola y nunca le cicatrizaba. “Me hice analizar y parece que tengo una metástasis de un cáncer de pulmón”, me dijo. Y a mí se me cae el álbum, casi me desmayo. “Boludo, no te pongas así, lo voy a superar, estoy en las mejores manos. Y parece que está encapsulado y lo van a tratar con quimio…”. Cuando imaginé la quimio en el cuerpo de Luis, fui pesimista: “No va a resistir ni en pedo”, pensé

Del Guercio, Spinetta, Molinari y García: Almendra.

-El siempre quiso mostrarse entero.

-Para mí fue un golpe durísimo. En un momento tuvo esperanza de salvarse: “Me voy a curar porque sino me voy a cagar muriendo”, decía. Pero en el último tiempo él conocía la realidad, sabía que no pasaba. Las tres primeras sesiones de quimio las toleró bastante bien. Pero cuando se empezaron a profundizar lo mataba. Me llamaba él: “No vengas a verme, no quiero que me veas así”. Se le apagaba la voz: “Esto me está matando, cada vez me cuesta más reponerme”.

-¿Desde aquel ocho de marzo de 2012 tomó otro sentido la letra de la canción para vos?

-Y sí. Yo digo que ahora esa canción es para él. ¿Me dejás contarte una historia muy personal que habla de nuestro vínculo para cerrar la nota?

-…

-Yo nací un 28 de octubre. Y en mi último cumpleaños, mientras dormía, apareció Luis. No lo soñé. Me dijo que no era la primera vez que se materializaba. Nos abrazamos fuerte, como aquel día en el andén, me daba miedo hacerle daño. Era como una charla de protección que yo tenía con él. Pero Luis me decía: “Loco, quedate tranquilo que estoy muy bien, quería ser el primero en saludarte”. Cuando me desperté, mi mujer me dice, “tenés la cara iluminada, ¿qué te pasó?”. “Si te lo digo no lo vas a poder creer”, le contesté. Algunos pueden creer, otros no. Yo era bastante escéptico pero no me caben dudas que se apareció. Y ese fue el mejor regalo que tuve desde que Luis murió.

Seguir leyendo